Archivo | septiembre, 2012

Posibilidad de escape

30 Sep

“Me fascina la gente que desea ser una cosa pero su manera de intentar llegar a serlo es contradictoria. Alguien que podría decir ‘quiero ser feliz, pero sigo haciendo cosas que me hacen infeliz’”.

Paul Schrader

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Posibilidad de escape

Año: 1992.

Director: Paul Schrader.

Reparto: Willem Dafoe, Susan Sarandon, Dana Delany, Victor Garber, Jane Adams, David Clennon.

Tráiler

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            Como había hecho durante su fecunda carrera de guionista, Paul Schrader, avanzando ahora en su aventura la realización para dar rienda suelta a sus turbulentas inquietudes, firmaba en Posibilidad de escape una nueva exploración y vuelta de tuerca a sus obsesiones particulares y cotidianas, derivadas de la mezcla entre la atracción por la pecaminosa vida marginal y la fervorosa culpabilidad cristiana, versión calvinista en este caso.

            De esta manera, Schrader prolonga en la pantalla un extracto de sí mismo, John  LeTour (Willem Dafoe), crepuscular camello de lujo -variante no reconocida de la industria del entretenimiento, como el cine o la música-, parte de un pequeño y exclusivo negocio de venta al detalle regentado por una dueña cabal (Susan Sarandon) que no duda en criticar la dudosa moral y la amenaza inquietante de los tiburones de Wall Street mientras negocia y registra con glamour los pedidos del día.

            LeTour es un personaje extremo, exalcohólico y exdrogadicto, de vuelta de todo, torturado; solo, vacío e insomne, como aquel Travis Bickle de Taxi Driver. Incluso el empleo de metáforas visuales para simbolizar su desamparo es similar, con un apartamento desnudo en el caso del primero, un pasillo vacío en el segundo. Sin embargo, la vía de redención imposible y tabla de salvación de LeTour pasa por ser menos sublimada y más romántica que la del alienado taxista: recuperar el amor de Marianne (Dana Delaney), su exmujer, víctima de sus años de tropelías.

            A pesar de lo que sugiere su argumento, Posibilidad de escape tampoco es tanto un thriller, sino más bien un drama nocturno envuelto en una ciudad decadente y sucia, en la que esa posibilidad de escape del título español es poco menos que una utopía. O un camino errado, o simplemente extraño e inescrutable.

            Aunque Schrader se vuelque en su personaje y el producto sea medianamente sugestivo e interesante, la película en conjunto se le acaba por quedar destensada, con un preámbulo excesivamente alargado al que no consigue hacer bueno del todo una trama fiel a los parámetros esenciales de las desasosiegos y los simbolismos de su autor, lacónica y ascética pero bastante arquetípica en su desarrollo.

            No es lo mismo ir por libre que contar con Scorsese tras las cámaras.

 

Nota IMDB: 6,7.

Nota FilmAffinity: 7.

Nota del blog: 6.

Heavy Metal

29 Sep

“Cada vez que ellos hacen una película porno, yo hago dinero.”

Walt Disney

 

 

Heavy Metal

Año: 1981.

Director: Gerald Potterton.

Reparto (V.O.): Percy Rodrigues, Richard Romanus, John Candy, Eugene Levy, Alice Playten, Vlast Vrana.

Tráiler

 

 

            No todo va a ser Disney. La animación occidental para adultos –el manga siempre tuvo más desparpajo- existe. Es un medio válido para relatar tanto historias profundas –Cuando el viento sopla, Vals con Bashir, Persépolis, Arrugas,…- como para la diversión intrascendente o gamberra, como Heavy Metal.

            Heavy Metal presenta una recopilación de seis historias cortas, paridas por la mente de otros tantos grupos de historietistas y las manos de más de mil dibujantes de varios países, y que encuentra como nave nodriza una revista de cómics independiente canadiense –de origen francés- titulada de la misma manera. Tan solo dos, Harry Canyon y Taarna son creaciones originales.

También se percibe, no obstante, la influencia del cine fantástico de la naciente década de los ochenta, marcada por La guerra de las galaxias y Conan el bárbaro. El lejano espacio exterior y la espada y brujería. Espacios perdidos en el tiempo; tiempos perdidos en el espacio.

              En realidad, el hilo conductor, más que ese leitmotiv del Mal absoluto encarnado por el Loc-nar -una esfera extraterrestre de color verde, narrador oficioso de la cinta-, es la irreverencia de sensibilidad orgullosamente masculina. Es éste el cajón de sastre que da cabida a relatos de noir futurista, dimensiones paralelas, ciencia ficción espacial, steampunk con zombis de la Segunda Guerra Mundial, chicas voluptuosas, robots salidos, extraterrestres morfinómanos y aventuras barbáricas con un toque de spaghetti-western.

            De este modo, la coherencia en el ensamblaje de las piezas tampoco importa mucho, y algunos de estos episodios ni siquiera están demasiado elaborados –se dirían simples apuntes de una historia que no se concreta finalmente en nada, ni lo pretenden- y no logran pasar de un entretenimiento juvenil y desenfadado sin mayor pretensión que una juerga de sexo, drogas y rock & roll en dos dimensiones.

            Pero, al mismo tiempo, además del buen ritmo que asegura la variación constante y la diversidad de estilo y temática sus relatos, es ese carácter heterodoxo y libérrimo, con el espíritu de su matriz en papel, alejado de toda pomposidad e ínfula, lo que convierte a Heavy Metal en una obra refrescante y divertida, con un adorable encanto.

 

Nota IMDB: 6,5.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 6,5.

J. Edgar

27 Sep

«Los miles de criminales que he visto en cuarenta años de aplicación de la ley, han tenido una cosa en común: Todos y cada uno de ellos era un mentiroso.»

John Edgar Hoover

 

 

J. Edgar

 

Año: 2011.

Director: Clint Eastwood.

Reparto: Leonardo DiCaprio, Armie Hammer, Naomi Watts, Judi Dench.

Tráiler

 

 

            Aunque el ácrata Clint Eastwood cuente con un breve periodo como alcalde de su pueblo y se dedique ahora a señalar sillas vacías para la causa republicana, su relación con el poder y el Estado, en lo personal y en lo cinematográfico, está marcada sobre todo por el escepticismo y la desconfianza desde un punto de vista humanista, individualista y libertario. Clint va a su bola.

No hay nada como el FBI, la agencia federal de investigación, con jurisdicción sobre todo el territorio Estados Unidos, para ejemplificar el poder del Estado. Un poder materializado en un solo hombre, John Edgar Hoover, creador del organismo y su presidente durante casi medio siglo; una figura en la que realidad y leyenda confluyen para crear un personaje complejo y controvertido como pocos. El Estado no es un ente abstracto, sino individuos que plasman su personalidad en él y lo utilizan para satisfacer sus apetitos.

              Eastwood procede a desnudar al hombre, al mismo tiempo que reflexiona sobre la memoria y, como no podía ser menos, sobre el dilema entre seguridad nacional e intimidad personal, instrumento útil a su vez para diagnosticar tiempos contemporáneos.  Así pues, el realizador californiano no trata con ello de juzgar la mezquindad del poderoso, algo que parece evidente en el caso de un tipo tan siniestro como Hoover, sino que expone su condición.

Hoover es un tipo perdido que imprime a fuego, casi inocentemente, una reivindicación personal en un organismo estatal de la trascendencia del FBI. El hombre aparece en pantalla como un dechado de complejos, con una determinación casi vengativa hacia una sociedad que lo atormenta y a cuyos integrantes ve como objetos a los que clasificar; obsesivo con detalles fruto de una enfermiza relación maternofilial y el tabú de una reprimida homosexualidad. Un individuo frágil pero determinado a alcanzar una grandeza a la que se le ha enseñado que está predeterminado, por lo civil o lo criminal, por talento, oportunismo o manipulación.

            O, al menos, es así como se restringe la percepción de su polémica existencia, desde la propia mirada del personaje, que es la que compone la narración, indica Eastwood, atento a la hora de señalar los problemas de identificación de la verdad del relato, de diferenciar entre la mirada subjetiva y la objetiva, de la creación de esa verdad  con la influencia de herramientas propagandísticas en la creación de una memoria colectiva que se da por auténtica, caso, por ejemplo, de los inocentes cómics financiados por Hoover o de la influencia popular del cine, no se sabe bien si por delante o a rastras de los gustos del público.

Las imágenes del pasado son, de este modo, las imágenes del pasado de la memoria de Hoover, por ello simplificadas y autocondescendientes –y que puede llevar a una malinterpretación de la cinta-, con la glorificación de los ciertos logros como la inclusión de la ciencia en los métodos policíacos o las espectacularizadas detenciones de la ‘era del enemigo público’, si bien no evita su carácter paranoide y egomaníaco.

            Sin embargo, es difícil sustraer a Hoover de su tenebroso significado histórico, cercano al fascismo, y es cuestionable, del mismo modo, eludir una mirada quizás algo más crítica hacia el mismo. Igualmente, el demérito de J. Edgar es que el personaje acaba por ser menos fascinante que los tiempos en los que vive, que la evolución política y social de la América que ocurre ante él y que resulta en demasiados aspectos un reflejo difuso de la América contemporánea, herencia directa de ellos.

            Además, la película, extensa de por sí y pese a la elegancia clásica de Eastwood, sufre algunas caídas de ritmo producto de cierta redundancia en la narración, a lo que se suma la cuestionable decisión de someter a un envejecimiento de látex a sus protagonistas, relativamente creíble (que no adecuado) en DiCaprio –si bien su fuerza interpretativa queda malograda por un deplorable trabajo de doblaje- y Watts –personaje secundario que acaba por quedar desdibujado o ninguneado-; horrendo en cambio en Hammer.

 

Nota IMDB: 6,7.

Nota FilmAffinity: 6,2.

Nota del blog: 7.

La isla (Seom)

26 Sep

“Hay varias razones explicar la incomunicación humana, pero creo que principalmente se debe a la codicia por cosas más hermosas o a deseo insatisfecho de la gente.”

Kim Ki-duk

 

 

La isla (Seom)

 

Año: 200o.

Director: Kim Ki-duk.

Reparto: Jung Suh, Yoosuk Kim.

Filme

 

 

            En el pasado Festival de Venecia, Kim Ki-duk cerraba el círculo. Pietà se alzaba con el León de oro en el mismo certamen que había dado a conocer al cineasta coreano doce años antes. Ocurrió con La isla, una de las primeras cintas del país asiático en entrar en competición. A pesar del paso de los años, las constantes de este realizador autodidacta, señor absoluto de un mundo extraño y retorcido, pero propio, aclamado por unos, denostado por otros, siguen siendo las mismas.

            La isla es una historia de amor. Un romance parco en palabras pero desgarrado y brutal en las imágenes y las reacciones de sus protagonistas, unos seres marginales que componen un voluntario reflejo del propio director. Así, una mujer muda que regenta un remoto complejo de casas flotantes en un lago, proveedora absoluta de todas las necesidades para sus huéspedes -desde el acceso a tierra firme hasta el alimento y el sexo-, cruza su camino con un hombre que huye de un amor traicionado con un homicidio como respuesta.

            La casi inexistencia del diálogo, marca de la casa, emparentado en cierta manera con el cosmos de Takeshi Kitano, y las tomas largas y el ritmo desafiantemente parsimonioso que tratan de aparentar un hipnotismo y una poesía que en realidad no es tal, se entremezcla con estallidos de crueldad física feroz –quee imagino que también pretende ser emocional-, bordeando lo gratuitamente aberrante en muchas ocasiones, y un prolijo y inescrutable simbolismo surrealista que parece tener como principal destinatario el propio Kim Ki-duk.

            La isla propone de esta manera un amor torcido, que se mueve entre la desidia y la víscera, y que impacta más por su capacidad para enervar que por su presunta emoción sumergida.

            Eso sí, una gran cantidad de adeptos sí logran captar algo que un servidor es incapaz de apreciar (salvo en Hierro 3).

 

Nota IMDB: 7.

Nota FilmAffinity: 7.

Nota del blog: 3.

Hanna

24 Sep

“Ser la persona que estoy interpretando. Eso es actuar.”

Saorise Ronan

 

 

Hanna

 

Año: 2011.

Director: Joe Wrigth.

Reparto: Saorise Ronan, Cate Blanchett, Eric Bana, Jessica Barden, Aldo Maland, Tom Hollander, Jason Fleming, Olivia Williams.

Tráiler

 

 

             En un paisaje de helado cuento de hadas, donde conviven plácidamente y en armonía cisnes y cachorros de zorro ártico, una nívea y frágil princesa de dulces rasgos mata y destripa sin mudar el gesto a un bonito y suave reno.

             Corren tiempos turbios para los cuentos. Los adolescentes se han apropiado de ellos dejándose llevar en el proceso por la tendencia al melodrama de victimista autoafirmación propio de su edad. Es un mundo amohinado y circunspecto. Y Hanna, como es natural en un relato de estas características, funciona bastante mejor cuando hace lo que debe, pierde esa inflada pose de solemnidad adolescente y se toma menos en serio, con necesarias y refrescantes concesiones al humor y al absurdo.

Del mismo modo que ocurrirá poco después, en una interpretación más literal, en la reciente Blancanieves y la leyenda del cazador, las princesas ya no son un ente pasivo que aguarda la llegada del príncipe azul.

            Hanna (Saorise Ronan, desde luego efectiva) propone una versión de serie novelesca teen del modelo de heroína bessoniana de mortal inocenciaNikita y toda sus variantes posteriores- o del icónico Jason Bourne, y, al mismo tiempo, una renovada revisión del enfrentamiento de la pureza contra el mal, del buen salvaje contra la tecnologizada y deshumanizada civilización -paradójico, dados los orígenes de la protagonista-. Una princesa, en definitiva, que toma las armas y combate en sangrienta e implacable venganza a la bruja malvada y sus secuaces, en este caso una pérfida y chic agente de la CIA (Cate Blanchett, una garantía tanto para un roto como para un descosido) responsable de una oscura trama de experimentos de eugenesia.

            Por su parte, Joe Wrigth, popular por dramas de época como Orgullo y prejuicio y Expiación, más allá de la pasión, trata de afrontar el encargo poniendo de su parte cierta autoría europeizante de la mano de una tendencia a la estilización, en ocasiones atractiva, en otras pasada de rosca de manera bastante gratuita, con influencias del videojuego –incluso en los sonidos de la banda sonora de The Chemical Brothers– y del estilo tecno-publicitario de otro británico de generación precedente como Danny Boyle, además de sumar alguna que otra metáfora visual un tanto obvia que, de nuevo, con menos seriedad hubiera funcionado mejor.

El conjunto, no obstante, no ofende demasiado y se hace bastante llevadero.

 

Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 5,8.

Nota del blog: 6.

Nieve que quema

23 Sep

“Esto hace que Vietnam parezca Kansas.”

Blain (Predator)

 

 

Nieve que quema

 

Año: 1978.

Director: Karel Reisz.

Reparto: Nick Nolte, Tuesday Weld, Michael Moriarty, Anthony Zerbe, Richard Masur, Ray Sharkey, Charles Haid.

Tráiler

 

             Como otros integrantes de los feroces Angry Young Men surgidos en la decadente Gran Bretaña de finales de los cincuenta, una vez difuminado o extinto el movimiento del Free Cinema Karel Reisz abandonaba las islas para saltar el charco y alistarse en las filas de Hollywood. Y, de la misma manera, el resultado sería películas de encargo en las que Reisz no conseguiría del todo atraer a su terreno temáticas alejadas de sus inicios y su propio sensibilidad.

             En Nieve que quema, Reisz se lanzaba a explorar las ruinas de la América enfangada en la interminable e incomprensible Guerra de Vietnam con los legendarios Creedence Clearwater Revival y su icónico Who’ll Stop the Rain como referencia cronológica e hilo musical.

Adaptación de la alabada novela Dog Soldiers, de Robert Stone, la película dibuja el recorrido desesperado de una pareja envuelta en el tráfico de drogas. En el origen está la enajenación mental del marido de ella, mujer frágil y desamparada (Tuesday Ward), y amigo de él, brusco, noble, idealista y hastiado marine (la siempre contundente presencia de Nick Nolte), al que la visión de los horrores de la guerra le conducen a una lógica en el que la venta de dos kilos de heroína vietnamita en California surge como una decisión consecuente con las circunstancias.

             Un guion poco consistente es el principal débito de esta película fallida en la que la personalidad de Reisz si acaso se entrevé en la construcción de personajes sin futuro insertos en un Estados Unidos desmoronado y sombrío, que parece haber acogido la guerra en su propio seno, contrapuesta a un Vietnam retratado con fotografía brumosa, como de fantasmagórica alucinación o pegajosa pesadilla. En la California de la vuelta a casa, todo es desolación, decepción, cochambre física y moral, un entorno derruido en el que los individuos sobreviven bajo el resguardo de la violencia, la droga y otros vicios deshumanizadores.

             A pesar de esta ambientación casi postbélica, el thriller de huida y persecución, en el que aparecen también a cuentagotas ciertos detalles humorísticos en mi opinión poco adecuados, se desarrolla de manera bastante más convencional y no del todo convincente, con unos personajes demasiado desdibujados en su mayoría –ese hombre delirante como fuerza motriz que desencadena la trama como más claro ejemplo-, lo que revierte en un producto que avanza ante la indiferencia del espectador, sin alcanzar demasiada intensidad emotiva o de acción e, incluso, con algún bostezo ocasional.

Flojita.

 

Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 4,5.

Lord Jim

22 Sep

“Creí que era una aventura, pero en realidad era la vida.”

Joseph Conrad

 

 

Lord Jim

 

Año: 1965.

Director: Richard Brooks.

Reparto: Peter O’Toole, Eli Wallach, James Mason, Daliah Lavi, Paul Lukas, Jûzô Itami, Curd Jürgens, Akim Tamiroff.

Tráiler

 

 

              De la misma manera que otros compañeros de generación como Joseph L. Mankiewicz, Richard Brooks comenzaría su carrera cinematográfica como guionista para, a través de un laborioso proceso de cobro de prestigio y adquisición de libertad, llegar a la figura de director y guionista de sus propios filmes.

              A modo de seña de distinción, de una u otra manera, a lo largo de su trabajo, desde uno u otro género, se repite el análisis del ser humano, de su tumultuoso e inconstante interior, de las pasiones que alimentan su existencia.

Con Lord Jim, Brooks, que había demostrado su atrevimiento y habilidad para la adaptación literaria con La gata sobre el tejado de zinc, de Tennesse Williams; Los hermanos Karamazov, de Fedor Dostoievski, y El fuego y la palabra, de Sinclair Lewis; exploraba ahora, tomando como base la célebre, introspectiva y compleja novela de Joseph Conrad las estrechas y fortuitas fronteras que separan a la cobardía del valor, a los incomprensibles resortes que hacen surgir al héroe o al cobarde que habita en todo individuo.

Para ello, Brooks sigue el rastro de la autoimpuesta huida del marinero Jim (eficiente Peter O’Toole), implacable juez y verdugo de sí mismo. Un hombre esencialmente noble que descubre la decepción por el choque entre su vitalista idealismo y la crueldad de lo real tras un episodio de flaqueza momentánea.

              De esta manera, el realizador de Filadelfia reduce los tramos de divagaciones de un libro de por sí voluminoso y denso, haciendo intrascendentes las pequeñas variaciones que introduce el proceso. Es decir, sin perder su ambiente oscuro y opresivo y sintetizando de manera bastante meritoria –aunque perdiendo inevitablemente parte de su potencia- la tortuosa mente de Jim.

Así pues, el Lord Jim cinematográfico exhibe una ajustada traducción a los fotogramas que peca en ciertos tramos de caídas en el ritmo, a pesar del aderezo que suponen unos rasgos de cine de aventura que, sin llegar a prevalecen sobre el carácter circunspecto de la obra original, ni revestir tampoco grandes alardes, sí logran alcanzar cierta efectividad dentro de un filme rodado con suma corrección y elegancia, empleando recursos realmente efectivos en la traslación del relato de las páginas a la pantalla –el ‘salto’ de Jim al bote salvavidas, por ejemplo-.

              Por lo tanto, el peso de la película cae, como no podía ser de otro modo, en un guion bien trabajado que capta el alma del protagonista, sometido a una ardua prueba trazada por un Destino tiránico, quizás producto de él mismo, atado a una historia en espiral en la que se reproducen una y otra vez desafíos y tentaciones extenuantes para su moral, su entereza y su vitalismo, examinadora de sus remordimientos y su oportunidad redención, y en la que se puede disfrutar otra buena dosis de esas sentencias reflexivas y lúcidas que suele legar Brooks en el conjunto su filmografía.

 

Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 6,8.

Nota del blog: 7,5.