Tag Archives: Sátira

Playtime

23 Nov

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Año: 1967.

Director: Jacques Tati.

Reparto: Jacques Tati, Barbara Dennek, Yves Barsacq, Billy Kearns, Georges Montant, John Abbey, Reinhard Kolldehoff, André Fouché, Georges Faye.

Tráiler

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         ¿De dónde venía el señor Hulot, un tipo que parece eternamente ocioso, para pasar unas relajantes vacaciones junto al mar? De una sociedad tan agobiante y deprimente que exige a gritos poder salir de ella para conectar con esas sensaciones de placidez y dicha que tan bien supo transmitir Jacques Tati en la película que sirvió de presentación del personaje. En cambio, Playtime abunda en esa mirada desconfiada hacia la hipertecnologización y el extrañamiento humano que ya aparecía en Mi tío. Es, de hecho, como si la mitad que habitaba en aquella el señor Hulot, felizmente desordenada y cálidamente reconocible, hubiese quedado definitivamente fagocitada por la estética urbana de su contrario.

         La ciudad que Tati construiría en un colosal estudio para satisfacer sus ansias perfeccionistas -y que implicarían una inversión multimillonaria y años de trabajo que, desafortunadamente, dejarían empeñado al cineasta durante mucho tiempo- es un desconcertante paisaje de moles, laberintos y urnas por donde transitan una marabunta de individuos cuyas costumbres han dejado reducidos a tristes monigotes de una coreografía absurda. Una babel de mil lenguas fundidas bajo el constante y malsano zumbido de los aparatosos armatostes tecnológicos que no hacen la vida más cómoda, sino que la complican irracionalmente. A veces para deleite de esos tipos presuntuosos y alienados que encuentran su razón de ser en una ostentación ridícula, por completo alejada de cualquier naturalidad. Su hogar es, casi literalmente, un escaparate.

         Playtime es una distopía feroz que maltrata al espectador con un juego cómico con el estrés y la frustración. Para espolearlo, se vale del tempo del gag, exasperantemente alargado, y de una opresiva impresión de que todos los movimientos de Hulot, arrastrado por las circunstancias a través de una trama que podría decirse que ni siquiera tiene entidad en sí misma, solo conducen a que se dé con la cabeza contra callejones sin salida, contra muros impensables.

Pero el elemento capital es una atmósfera por momentos asfixiante que compone por medio de esa visión megalómana de la producción, que le conduce a que algunas piezas queden sobredimensionadas -los tres cuartos de hora de la secuencia del Royal Garden- pero, asimismo, a entregar un despliegue visual prodigioso en su arrolladora potencia estética y en su sorprendente creatividad, capaz igualmente de extraer delicadas y líricas metáforas de entre el hosco brutalismo arquitectónico que, según se aprecia en las promociones turísticas, se extiende, como una plaga, por el mundo entero. Los grandes y preciosos monumentos no son más que reflejos fugaces en un cristal, a los que nadie hace ningún caso.

Huelga decir que, marca de la casa, Playtime va más allá del humor de herencia del cine silente, porque es una auténtica una oda al sonido y sus posibilidades humorísticas y expresivas. Una sinfonía marciana.

        Reforzando esa recurrente frustración -como observador, como personaje- y, por qué no, esa sensación futurística, Tati, como si fueran láminas de ¿Dónde está Wally?, también disemina por el escenario clones del señor Hulot, quien por su parte comparece como una figura prácticamente esporádica, aunque a la postre determinante. Si Hulot acostumbra a ejercer como agente del caos en una sociedad estrictamente desnaturalizada, en Playtime es casi un elemento que termina por configurar un orden festivo, devolviendo a París a la dimensión soleada, alegre y colorida que se identifica con su aura romántica. Transformándola en una feria con tiovivos y atracciones de todo tipo para deleite del visitante, del vecino. Del espectador.

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Nota IMDB: 7,9.

Nota FilmAffinity: 7,5.

Nota del blog: 8.

Las vacaciones del señor Hulot

30 Oct

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Año: 1953.

Director: Jacques Tati.

Reparto: Jacques Tati, Nathalie Pascaud, Micheline Rolla, Valentine Camax, Louis Perrault, André Dubois, Lucien Frégis, Raymond Carl, René Lacourt, Marguerite Gérard.

Tráiler

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         La naturaleza del señor Hulot va contracorriente. No como forma de protesta voluntaria, es cierto, pero bien vale como posición frente a la locura del mundo, que abarca desde su terrible violencia bélica hasta sus tóxicas convenciones cotidianas.

El señor Hulot, decíamos, se estrena en el trabajo cinematográfico yéndose de vacaciones a la playa. Toda una paradoja. Unas vacaciones en las que, además, no se relajará junto al resto de huéspedes del hotel, sino que se dedicará a sembrar el caos y a propagar la tensión nerviosa. Para ello se vale de su despiste consustancial, de su genuina torpeza y de la franquza de sus sentimientos. No por nada, los personajes de corazón puro, como por ejemplo los niños, se identifican rápidamente con él y lo convierten en impagable compañero de aventuras y modelo para lidiar con la sociedad sin perder la inocencia y, por tanto, la esperanza.

         El humor que despliega Jacques Tati es conceptualmente sencillo, a veces algún gag queda incluso un tanto anticuado, pero en conjunto es muy eficaz. Nace del slapstick del cine mudo, del que hereda también esa posición marginal desde la que enfrentarse a la vida que poseían Charles Chaplin y Buster Keaton, que encarnaban antihéroes que, a diferencia de los protagonistas convencionales de las películas, de los héroes y de los galanes, deben hacer frente al doble de obstáculos para conseguir satisfacer cualquier anhelo, por pequeño que sea. Justo como cualquiera de nosotros.

Así pues, la coreografía del movimiento, combinado con un exagerado y estrambótico empleo del sonido, se acompaña de una atmósfera tierna y dulcemente melancólica en su seguimiento de los andares del señor Hulot. Su viaje en un desvencijado coche sirve, ya de primeras, como perfecta presentación del personaje: un tipo en clara desventaja frente a los arrogantes privilegiados pero perseverante en sus intenciones y, a pesar de las penurias, siempre amable con sus pares, como prueba su caricia al chucho que se resistía a renunciar a la siesta para cederle el paso.

         Las vacaciones del señor Hulot recopila una serie de escenas cómicas, amables, absurdas, plácidas… donde el costumbrismo, de la mano de esta subversiva presencia, llega por momentos a tener trazas de surrealismo solo por la simple exposición de la banalidad rutinaria, que se deforma y pierde sentido tan solo por representarla fuera de la realidad en sus múltiples formas, tan disparatada es en el fondo. La capacidad revolucionaria de Hulot es tal que puede transformar el duelo en carcajada. Porque, como decíamos, allá afuera el mundo es feo. La radio habla de problemas incomprensibles entre los que permanece el recuerdo de las últimas «tres» guerra mundiales. Pero esto no es nada si se compara con un baile con una joven guapa y agradable.

La sencillez de Tati es también una muestra de delicadeza. A partir de ella, consigue extraer lirismo. Ni siquiera se puede decir que su sátira es despiadada o cínica, o que trate de arremeter contra el espectador con maliciosa agresividad. En la torpeza y el despiste de Hulot descansa también una honda e inspiradora hermosura.

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Nota IMDB: 7,5.

Nota FilmAffinity: 7,4.

Nota del blog: 7,5.

Celebrity

14 Oct

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Año: 1998.

Director: Woody Allen.

Reparto: Kenneth Branagh, Judy Davis, Joe Mantegna, Winona Ryder, Famke Janssen, Melanie Griffith, Charlize Theron, Leonardo DiCaprio, Gretchen Mol, Sam Rockwell, Hank Azaria, Aida Turturro, Bebe Neuwirth, Greg Mottola, Michael Lerner, Debra Messing, Allison Janney, Donald Trump, J.K. Simmons, Dylan Baker, Tony Sirico, Wood Harris, Jeffrey Wright.

Tráiler

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          El título, Celebrity, lleva a pensar en la película como una relectura de La hoguera de las vanidades realizada por un autor, Woody Allen, con una personalidad relativamente misántropa y asocial, hostil hacia las frivolidades aparejadas a la prisión de oro que habitan los famosos, modelos de inspiración pero a la vez esclavos de sus admiradores. «La elección de los famosos dice mucho de una sociedad», comenta la protagonista en cierto pasaje, reafirmando la importancia en esta sátira de la veleidad y pretenciosidad que muestra también un farandueo endiosado, que lleva al extremo de autoironizar incluso con la pedantería de los cineastas blancos que ruedan películas en blanco y negro mientras se miran el ombligo.

Sin embargo, este es, en el fondo, el escenario en el que Allen expone un nuevo acercamiento a las vicisitudes de la pareja, a la insatisfacción permanente del ser humano y a la incidencia de la suerte en la vida. Para ello, expone los caminos antagónicos que siguen dos divorciados: un periodista y escritor que, en plena crisis de los cuarenta, decide romper con todo para tratar de darle un giro hedonista y ambicioso a su estancada existencia, y una maestra de escuela presa de las neurosis y las inhibiciones de su crianza católica.

          En este contexto, la desorientación, la frustración y el desencanto del hombre también está condicionado por la idea de éxito que transmiten la televisión y el cine, un modelo fantasioso que impone su sofisticación y belleza sobre las asperezas de la cotidianeidad, convirtiéndolo todo en un espectáculo trivial. Una idea que, en la actualidad, se encuentra además potenciada exponencialmente por la hiperexposición del ego a través de las redes sociales. Es contra este muro fabuloso contra el que se estampa este escritor sin estrella, en constante chasco y, por ello, progresivamente desesperado. Allen es cruel en su tratamiento del personaje, aunque también, contradictoriamente, hace que este tipo balbuceante, inseguro, pelma y con los anodinos rasgos de Kenneth Branagh sea capaz, por motivos que escapan a la comprensión, de ligarse a Melanie Griffith, Charlize Theron, Famke Janssen y Winona Ryder. Nada menos. Podría considerarse que son concesiones a sí mismo, por la parte personal que Allen haya podido volcar en este reflejo antipático, que ni siquiera muestra el suficiente carisma que lo acredite como galán.

          Este es uno de los principales peros a la hora de afrontar una historia moral en la que la sencillez de su esquema dramático parece responder a la falta de inspiración o al piloto automático del neoyorkino en su recorrido por la fauna que habita este mundo paralelo, construido como un dudoso sueño, donde los brillos y oropeles camuflan un profundo vacío humano.

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Nota IMDB: 6,3.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 6.

Showgirls

29 Jun

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Año: 1995.

Director: Paul Verhoeven.

Reparto: Elizabeth Berkley, Gina Gershon, Kyle MacLachlan, Gina Ravera, Glenn Plummer, Robert Davi, Lin Tucci, Rena Riffel, Alan Rachins, Patrick Bristow, Michelle Johnston, Al Ruscio, Greg Travis, Melissa Williams, William Shockley.

Tráiler

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         ¿Es Showgirls ese bodrio denigrado en su momento que hundió para siempre la carrera de Elizabeth Berkley y por el que Paul Verhoeven se autocastigó recogiendo el Razzie a peor realizador y hasta llegó a firmar con el seudónimo Jan Jansen en su edición para televisión? ¿O es en cambio esa sátira acidísima e incomprendida acerca del sueño americano que se tiende a reivindicar como película de culto en los últimos tiempos?

         El director neerlandés y el escritor Joe Eszterhas repetían el tándem que había triunfado con el thriller erótico por excelencia, Instinto básico, para adentrarse en otra historia de sordidez y sexualidad, esta vez ambientada en el mundo de las strippers de Las Vegas, que al parecer recorrieron personalmente mendiante exhaustivas entrevistas a trabajadoras del gremio. Lo cierto es que esa sarcástica y malintencionada cinta de superhéroes que es Robocop bien podría ya entregar pistas sobre la naturaleza de Verhoeven como eso que Martin Scorsese venía a llamar cineasta contrabandista, es decir, aquel que aprovecha filmes de encargo, de género o relativamente sujetos a convenciones para, de tapadillo, deslizar mensajes de calado, en este caso contra la sociedad capitalista estadounidense. Una mirada que repetiría de nuevo en otro taquillazo de ciencia ficción como Desafío total. Por ello, Showgirls podría considerarse más cerca de estas que de Instinto básico.

         Showgirls es un calenturiento cuento moral cuyo reflejo de la cadena trófica del sistema económico y laboral de los Estados Unidos cobra incluso más vigencia en la actualidad, en vista del fomento del individualismo y la ultracompetitividad como pretendida herramienta de supervivencia de una clase trabajadora precarizada. «El mejor consejo que me dieron nunca es que, si alguien se interpone en tu camino, písalo hasta que quedes tú sola», le aconseja a la protagonista esa rival y referente con la que desarrolla una auténtica relación de vampirismo, en la que una ha de cazar y devorar a la otra para asumir su fuerza, su sexualidad y su puesto como prima donna. Un poco como Eva al desnudo, versión exploitation con erotismo cutre. «¡Vende tu cuerpo! ¡Véndelo!», le gritaba antes el director del espectáculo. «Todos nos prostituimos», insisten las conclusiones, verbalizadas de nuevo por esa desengañada diosa-esclava, pieza tuneable y de reemplazo en un espectáculo siempre en marcha y hambriento, que no tolera debilidad ni envejecimiento. Los neones que claman por la salvación espiritual están averiados.

         Impregnados de esa grotesca distopía andante que es la denominada «ciudad del pecado», Verhoeven y Eszterhas no son en absoluto sutiles en su discurso. Nomi Malone, aspirante a bailarina con un turbio pasado permanente colgado de sus hombros, es un personaje desconcertante y -apropiadamente- antipático que, en esta línea, acomete una historia de arribismo que, en otro escenario, bien podría servir para erigir un retrato de uno de esos triunfadores hechos a sí mismos que la mitología norteamericana acostumbra a situar como forjadores de la nación. O para darle una vuelta de tuerca veraz a Flashdance -que precisamente tenía al hungaroamericano en el libreto-.

El paisaje humano que arrojan los creadores es, en realidad, tremendamente tenebroso, puesto que apenas se encuentra un único personaje por completo positivo -la compañera y amiga, que recibirá su propia lección al respecto-, mientras que son contadas las muestras de sentimiento que aparecen en pantalla -entre ellas, una de las más extrañas declaraciones de de amor parental del cine- o de estrafalaria esperanza -ese vestido de ‘Versase’ que brota presentado como un sueño, por ejemplo-. Con todo, bien por la debilidad bien la despreocupación del guion, las relaciones entre ellos se construyen y traban de manera casi caprichosa, a veces inexplicable. Y esa esencia hortera se halla también en la raíz misma de un desenlace tan abrupto, tajante y risiblemente apoteósico que, por ello, no deja de ser igual de farsesco y delirante que todo lo anterior.

         La defenestración de Showgirls truncó los planes de rodar una secuela, Nomi Does Hollywood, que parecía una ampliación bastante consecuente del universo aquí descrito -si bien una de las actrices de la presente, Rena Riffel, escribirá, dirigirá y protagonizará su propia continuación ‘underground’, Showgirls 2: Penny’s from Heaven, estrenada en 2011-. Con todo, dos años después de Showgirls, Verhoeven, con su caché tocado y casi hundido, sería todavía más disimuladamente contrabandista en Starship Troopers: Las brigadas del espacio. De nuevo, se saldaría con un fracaso.

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Nota IMDB: 4,9.

Nota FilmAffinity: 3,9.

Nota del blog: 6,5.

Human Nature

22 Jun

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Año: 2001.

Director: Michel Gondry.

Reparto: Patricia Arquette, Tim Robbins, Rhys Ifans, Miranda Otto, Mary Kay Place, Robert Forster, Rosie Perez, Miguel Sandoval, Peter Dinklage, Toby Huss, Hilary Duff.

Tráiler

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          En Human Nature hay un batiburrillo de conceptos que aúnan el grito de auxilio de una persona que se siente inadaptada en una sociedad que es represión, coacción y prejuicio. Desde los abusones que oprimen al diferente hasta las normas de convivencia que acondicionan la libertad del individuo. Pero el elogio del buen salvaje que escribe Charlie Kaufman -que había consolidado su nombre tras conseguir sacar adelante la sorprendente Cómo ser John Malkovich– y dirige Michel Gondry -recién llegado del vídeo musical y los anuncios comerciales, con notable prestigio acumulado- es engañoso, pues queda rematado por una puntilla entre cínica y pesimista.

          El camino que se recorre hasta ahí, no obstante, se emprende a través de una caricatura naif, aunque con puntuales detalles sórdidos -la violencia, el sexo-. La sensibilidad que muestra Gondry desde la realización es análoga, con fugas creativas -el cambio de formato y textura de los recuerdos, la sátira disneyniana- de aspecto inocente en su surrealismo, pero bajo las que subyace una realidad conflictiva.

          En lo argumental, este retrato deformando que dibuja Human Nature -en el que se confronta a una mujer marginada por su vello corporal, un científico de psicología acomplejada y un hombre criado en lo salvaje- no resulta demasiado afilado en su indagación en la pérdida de empatía y naturalidad del ser humano, un tanto reiterativo en determinadas ideas y con una irregular afinación cómica que va desde escenas originales y mordaces a otras pobremente ejecutadas que terminan por provocar cierto sonrojo.

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Nota IMDB: 6,4.

Nota FilmAffinity: 6,2.

Nota del blog: 5,5.

Bacurau

15 Jun

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Año: 2019.

Directores: Kleber Mendonça Filho, Juliano Dornelles.

Reparto: Bárbara Colen, Thomas Aquino, Sônia Braga, Udo Kier, Silvero Pereira, Wilson Rabelo, Rubens Santos, Carlos Francisco, Black Jr., Jamila Facury, Karine Teles, Antonio Saboia, Brian Townes, Alli Willow, Jonny Mars, Julia Marie Peterson, James Turpin, Charles Hodges, Chris Doubek, Thardelly Lima, Lia de Itamaracá.

Tráiler

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         Escondida en una colección de escenas cotidianas de una calle de Recife, Sonidos de barrio recuperaba a dos fantasmas del pasado para ajustar las cuentas en el presente con un rico potentado, dueño literal del lugar. En Bacurau, los fantasmas hablan desde el futuro, aunque estableciendo asimismo un juego de espejos con el pasado, para ajustar las cuentas con el neocolonialismo actual que depreda el país y atenta contra sus ciudadanos más vulnerables. En la primera, se relata la historia de una mujer anónima a la que el tráfico de una autopista reduce a una mancha en el suelo. En la segunda, es una aldea entera del noreste brasileño -tierra hostil y turbulenta, de profetas y de bandidos- a la que se trata de borrar del mapa. Y, entremedias de ambas, una plaga de termitas trataba de devorar hasta los cimientos un apartamento cargado de recuerdos, sentimientos y vida en Doña Clara.

         De nuevo, Kleber Mendonça Filho -que firma aquí la obra con Juliano Dornelles, encargado del diseño de producción de sus dos anteriores largometrajes y de otro corto- establece el escenario a través de cierto costumbrismo en el que, poco a poco, se van infiltrando detalles próximos al surrealismo que desvelan la verdadera naturaleza de la función como un western futurista de serie B, guiño a John Carpenter incluido -esa espectral escuela ‘João Carpinteiro’-. Con todo, es una de esas inmersiones en el cine de género que acostumbra a realizar un tipo de películas atentas a su exhibición en los certámenes internacionales de postín, es decir, sin demasiado respeto en el fondo.

En Bacurau, la denuncia posee un fuerte tono satírico que colisiona con el grafismo de la violencia, que hasta encuentra algun momento de crudeza gore. Esa tendencia a la farsa, en la que ganan peso unos caricaturescos villanos, termina por quitarle filo a la crítica y equilibrio a la narración, a la que le falta eficiencia en su progresiva tendencia al exceso. Al final, resulta más interesante impregnarse de los ritmos y la idiosincrasia del pueblo que unirse a la resistencia que, sin siete samuráis ni siete pistoleros que los secunden, deben armar contra un atajo de bandoleros que, pertinentes papeles mediante, vienen avalados por la autoridad constituida: un ridículo, vocinglero y parasitario cacique. En cualquier caso, esa heterodoxa y por momentos suicida combinación de realismo, lisergia, humor, política y agresividad nunca deja de ser sorprendente y estimulante.

         Premio del Jurado en el festival de Cannes, compartido con otra cinta de resistencia, Los miserables.

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Nota IMDB: 7,6.

Nota FilmAffinity: 6,5.

Nota del blog: 6,5.

La condesa descalza

25 May

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Año: 1954.

Director: Joseph L. Mankiewicz.

Reparto: Ava Gardner, Humphrey Bogart, Edmond O’Brien, Warren Stevens, Marius Goring, Rossano Brazzi, Valentina Cortese, Elizabeth Sellars.

Tráiler

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         La condesa descalza ofrece una de las maneras más hermosas y elocuentes de expresar la fascinacion que posee una estrella, una de esas personas dotadas de un carisma sobrenatural capaz de imantar la mirada y las emociones de aquel que se encuentre en su presencia. Se trata de una escena de varios minutos en la que el personaje, la bailaora madrileña María Vargas, queda retratado no por sus actos o su imagen, sino por las reacciones del público que contempla su fulgor. La cámara va saltando de mesa en mesa, de rostro en rostro, registrando cada uno de los sentimientos que despierta su arte, su magnetismo, su aura… dentro de un crescendo que, en algunos casos, conduce al éxtasis. Es una presentación maravillosa.

         La condesa descalza es un punto de giro en la carrera de Joseph L. Mankiewicz. Es la primera película que llevará a cabo con su propia compañía, Figaro -respaldada financieramente y en la distribución por la United Artist, eso sí-, desempeñando los cargos de productor, director y guionista de la obra. Es, además, su estreno en el color, acompañado por la fotografía de todo un experto como Jack Cardiff, que imprimirá ese cromatismo exacerbado, completamente fabuloso, que había llevado a sus cotas más altas al servicio de The Archers: Michael Powell y Emeric Pressburger. No deja de ser paradójico el empleo de esta fotografía romántica, que recuerda al pintado a mano de los fotogramas, mientras que, en el guion, el veterano y decadente realizador que interpreta Humphrey Bogart insista a los insensibles productores que su nueva estrella ha aparecer en pantalla con la mayor limpieza posible, prácticamente sin maquillaje, con vestuario sencillo, sin nada que disfrace o nuble ese hechizo innato que posee. E igual ocurre con los emperifollados ropajes que luce Ava Gardner.

El asunto es que los contrastes forman parte del fondo de La condesa descalza. Es un filme que arroja oscuras sombras contra las deslumbrantes luces del éxito, que sirve perdices podridas al final del cuento de hadas. La Cenicienta se convierte en una referencia recurrente en los diálogos y la historia, pero La condesa descalza comienza in extremis. Y lo hace en un funeral, bajo una lluvia torrencial que, como observa el realizador, es la atmósfera adecuada para ilustrar la vida de una mujer transformada en estatua de mármol, como si se tratase de una condena mitológica que certifica su destino irreparable. Los episodios de su vida los narrarán tres hombres que creyeron conocerla -e incluso muy brevemente y con intermediario, en una sola escena clave, por ella misma-.

         La condensa descalza es un filme profundamente triste, protagonizado por criaturas asustadas y perdidas, a pesar del boato, el glamour y la riqueza que los rodea e ilumina. Apenas hay refugios íntimos y tranquilos, como ese delicado oasis que construyen el director y la actriz, y en el que Bogart y Gardner muestran química -a pesar de las críticas del primero hacia las cualidades de quien por entonces había puesto uno de sus múltiples finales a su inestabe relación con Frank Sinatra, amigo suyo-.

En el texto, Mankiewicz insiste hasta la saciedad en contraponer los caminos del cine más tópico y su divergencia frente a las decisiones de las personas «reales», pero al mismo tiempo no rehusa de aspectos melodramáticos e incluso tremendistas del cuento tradicional, aunque sea para subvertirlos. Como esa Cenicienta que se niega a que nadie le calce el zapatito de cristal. Y, sin embargo, conmueve comprender que, en este turbio y a veces tremendamente sarcástico paisaje que Mankiewicz dibuja desde el conocimiento y una inteligente y afilada escritura -es probable que esa conquista de la independencia le facilitase saldar cuentas con las frustraciones del negocio-, hay una sentida autenticidad en este retrato recurrente, que podría ser el de la propia Gardner -lo que redobla la emoción de su papel- como el de cualquier otra gran sex-symbol de la industria de los sueños.

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Nota IMDB: 7.

Nota FilmAffinity: 7,3.

Nota del blog: 8.

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