“A través de la reflexión, he conseguido desarrollar mi propio estilo como director, prescindiendo de cualquier imitación innecesaria.”
Yasujirô Ozu
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Cuentos de Tokio
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Año: 1953.
Director: Yasujirô Ozu.
Reparto: Chisû Ryû, Chieiko Higashiyama, Setsuko Hara, Haruko Sugimura, Sô Yamamura, Kuniko Miyake, Kyôko Kawaga, Shirô Osaka.
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De los tres grandes cineastas japoneses –Akira Kurosawa, Kenji Mizoguchi y Yasujirô Ozu-, considerados los padres fundadores de la cinematografía nipona, Ozu siempre ostentó la etiqueta de ser el “más japonés” de todos. Una definición que ponía de relevancia el carácter especial, distinto e inimitable de su obra. Por ello, más que la voz de la sensibilidad definitoria de su país, Ozu componía una voz única en sí misma, inconfundible.
Como contrapartida de esta particularidad, la trayectoria de Ozu ha sido tradicionalmente la más ajena al espectador occidental. Sin duda, Cuentos de Tokio es su película más conocida y celebrada, mencionada con frecuencia entre las más grandes cumbres del séptimo arte.
En Cuentos de Tokio, Ozu aborda muchos de los más grandes temas de la condición humana, y lo hace desde la más prosaica sencillez. El viaje a Tokio de un matrimonio de ancianos para reencontrarse con sus hijos ya adultos enfrenta al espectador con el inexorable paso del tiempo, con el conflicto entre pasado y presente en el contexto del Japón surgido del trauma de la Segunda Guerra Mundial, con el contraste entre decepcionante entre las ilusiones personales y la realidad, con la crueldad e hipocresía de las convenciones sociales y de las relaciones humanas, con el indefectible ocaso de toda existencia.
Contenidos colosales que no aparecen en la pantalla a través de grandes y llamativos trazos, sino que se filtran con delicadeza, desapercibidos, por entre la estructura de un drama de apariencia sosegada y minimalista, con la naturalidad y la ausencia de enfatizaciones gratuitas como seña de identidad del argumento y el estilo. La característica técnica de filmado de Ozu, con cámara baja y tomas largas, apenas movimientos de cámara, ritmo apacible y casi nula visibilidad del montaje, baña las cuidadas imágenes de un lirismo pausado, cálido y melancólico a la vez.
Un marco de enorme belleza e inmenso significado en el que el realizador captura con exactitud milimétrica la tenue disolución de un modo de vida agonizante, en sordo pero vibrante conflicto con el cambio, expresado siempre a través de detalles cotidianos y sutiles y no de ostentosos aspavientos melodramáticos.
“Una hija casada es como un extraño”, observa el anciano patriarca de la familia. El transcurso de los años, las evidentes cicatrices de la guerra –los hijos muertos, la nuera viuda- y la irreparable contaminación cultural convierte a dos generaciones de una misma familia en absolutos desconocidos. Lazos íntimos en los que prima entonces la genuina conexión humana más que la sangre, ejemplificada por la conmovedora y honesta relación entre los ancianos y su nuera, una mujer valerosa que trata de cerrar sus ardientes heridas a base de esfuerzo, generosidad y disposición positiva.
El prodigioso oído de Ozu y Kôgo Noda, autor de los mejores libretos de la etapa de madurez del cineasta, alienta vida a los personajes que pueblan Cuentos de Tokio. El estoicismo de los ancianos en la asunción de su nuevo lugar en el microcosmos de la familia –condensación metafórica de toda la sociedad-, la mirada severa de los hijos, la condescendencia y comprensión sincera de la hija adoptiva –un individuo tan vulnerable y desamparado como ellos-, la actitud de los nietos –una habilidad para captar la mirada infantil que Ozu llevará a su cima en Buenos días-, la nostálgica desilusión de la tercera edad desplazada, insatisfecha y desesperanzada.
Son todos ellos retratos reconocibles, reales, insertos en un escenario igual de real y reconocible, lo que permite que la historia trascienda las peculiaridades del contexto histórico y cultural para convertirse en un relato universal.
Una demostración de veracidad solo al alcance de un pacientísimo observador de la existencia, de un sapiente analista de los resortes que accionan el insondable interior del ser humano.
Nota IMDB: 8,2.
Nota FilmAffinity: 8,2.
Nota del blog: 8,5.
Contracrítica