Archivo | julio, 2012

Ga’Hoole: La leyenda de los guardianes

31 Jul

«Al estudio y demás implicados les avisé de que no haría dibujos animados cómicos.»

Zack Snyder

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Ga’Hoole: La leyenda de los guardianes

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Año: 2010.

Director: Zack Snyder.

Reparto: Jim Sturgess, Emily Barclay, Ryan Kwanten, David Wenham, Anthony La Paglia, Joel Edgerton, Helen Mirren, Geoffrey Rush, Sam Neill, Hugo Weaving.

Tráiler

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            Zack Snyder cambia de tercio, pero solo en parte. Continúa la épica traducida en slow motion, horror vacui digital y combates entre conceptos absolutos –si bien habían aparecido más difuminados en la infravalorada Watchmen-, ahora en forma de aventura iniciática.

            Aunque en principio destinada a un público de menor edad que en sus anteriores proyectos, basado en una exitosa y voluminosa serie de novelas infantiles, Los guardianes de Ga’Hoole, de la escritora Kathryn Lasky, el mundo que refleja Ga’Hoole: la leyenda de los guardianes es igual de violento o terrorífico que el del centro comercial posapocalíptico de Amanecer de los muertos, la Lacedemonia de las Guerras Médicas de 300 o el ucrónico Estados Unidos de Watchmen.

            Aún con toda esa carga de negrura épica –en este tipo de cine ya no hay espacio para el humor, todo se toma muy en serio- Ga’Hoole apuesta por un clásico literario: la ventura fantástica como rito de paso de la infancia a la madurez, en el que se dejan atrás unos sueños que ha de concretarse en hechos, despojados de su aura de sublimación por una realidad oscura y agresiva, al modo de las más exitosas sagas de la novela infantil y juvenil contemporánea cuya fiebre vinieron a despertar en la gran pantalla a comienzos del milenio la trilogía de El señor de los anillos, los filmes de Harry Potter y otros ejemplos similares como Las crónicas de Narnia, Un puente hacia Terabithia, Stardust o La brújula dorada.

El Bien contra el Mal, canalizado a través de conceptos políticos –los Puros vendrían a representar una extrapolación del nazismo- y místicos como la profecía, el mesianismo y la lucha entre hermanos antagonistas como concreción personal de un enfrentamiento global, en este caso protagonizado por un impresionante muestrario de aves estrigiformes.

            Un campo bastante sobado por tanto, cimentado sobre un guion ligero y acumulativo que recorre a vuelapluma los tres primeros tomos de la obra original, pero en el que Snyder se siente cómodo, donde puede desarrollar su gusto por una epopeya heroica tan tenebrosa como hipertrofiada, con detalles rescatables, una impecable factura visual y también con momentos empantanados por la cada vez más acentuada tendencia del cineasta estadounidense al recargamiento y la incontención en el empleo de recursos característicos de su particular sentido de la épica, con el uso de la cámara lenta como paradigma.

Medianamente disfrutable.

 

Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 6,2.

Nota del blog: 6.

El hombre que mató a Liberty Valance

30 Jul

“A lo mejor el público se identifica conmigo, pero sueña con ser John Wayne.”

James Stewart

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El hombre que mató a Liberty Valance

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Año: 1962.

Director: John Ford.

Reparto: James Stewart, John Wayne, Lee Marvin, Vera Miles, Edmond O’ Brien, Andy Devine, Woody Stroode.

Tráiler

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             Un cambio, como situación traumática que es, requiere una espita que dinamite el enrocado ayer para abrir el camino al futuro. Un motor de transformación dinamizado por el sacrificio o por la heroicidad, uno u otro diferenciados por cuestión bien de matices, bien de suerte.

El Oeste representa la reproducción de la civilización occidental en territorio virgen. Un proceso sangriento y convulso de incontables siglos apenas resumido en unas pocas décadas. De la anomia a la ley del más fuerte, del Talión a la legalidad constitucional.

El Estado, como el ferrocarril y el telégrafo, marca el fin de unos tiempos tan indómitos como épicos. Es el melancólico terreno del western crepuscular.

             En esta ocasión, el forastero (James Stewart) no viene a poner paz en el pueblo blandiendo el revolver, sino por la dignidad de la ley, desde un idealismo un tanto ingenuo. Es el héroe, pero con su esfuerzo no basta para apagar el último y aún ardiente rescoldo del Salvaje Oeste en toda su expresión, Liberty Valance (Lee Marvin), un hombre cuyo poder emana de su intimidación, así como su frontera está donde acaba la misma. Carece de jurisdicción, por tanto, sobre Tom Doniphon (John Wayne), otra especie en extinción, un hombre, como el propio país, hecho a sí mismo, a base de empeño, orgullo y coraje, resolviendo sus propios problemas sin pedir ayuda, sin responsabilizarse de nadie, o casi nadie. Un tótem de tiempos olvidados, condenado a una marginalidad próxima e inevitable, a la soledad del héroe –su amada permanece en el marco de la puerta, símbolo de pertenencia recurrente en Ford, mientras Doniphon se aleja pesaroso, consciente de su condición irreparable-, y a la que decide servir por la fuerza de su valor, del que nace su capacidad única para sacrificarse y resistir con rostro impávido una tortura interior brutal.

             En El hombre que mató a Liberty Valance, Ford vuelve a la gravedad y el lirismo elegíaco del blanco y negro del pasado para retomar uno de sus temas predilectos, el del sacrifico, en el que fue experto en retratar la ingrata hiel del mismo, su amarga heroicidad, desde su estilo sencillo pero preciso, sutil y poético, apoyado en un reparto que no es sino la personificación sublimada de los estereotipos que representan. Y ningún sacrificio es más doloroso que el de Tom Doniphon.

             Como en Centauros del desierto, el inicio y el final del filme conectan casi de manera circular en ese viaje transformador en el que aparecen, con toda su crudeza, belleza, romanticismo, negras sombras, humor agridulce y emoción, en definitiva, la tortuosa lucha de la razón –la ley, la conciencia del periodismo, la regulación de un Estado democrático- contra la barbarie –los pistoleros a sueldo, la defensa del territorio abierto de los ganaderos-; los principios e ideales contra la brutalidad, el amor contra la muerte.

             Las victorias más importantes en el cine de Ford son antiépicas, hermosas,  desoladas y huelen, sin diferencia alguna, como la derrota.

 

Nota IMDB: 8,1.

Nota FilmAffinity: 8,4.

Nota del blog: 10.

Los diarios del ron

25 Jul

“No recomiendo el uso de drogas peligrosas, el consumo del alcohol, o la locura, pero en mi caso han funcionado.”

Hunter S. Thompson

 

 

Los diarios del ron

 

Año: 2011.

Director: Bruce Robinson.

Reparto: Johnny Depp, Amber Heart, Michael RispoliAaron Eckhart, Giovanni Ribisi, Richard Jenkins.

Tráiler

 

 

            El papel en Miedo y asco en Las Vegas puso en contacto a Johnny Depp y al periodista y escritor Hunter S. Thompson, tipos marginales bendecidos con el reconocimiento público.

A partir de ahí, perduró una amistad interrumpida finalmente por el suicidio de éste último, quizás único fin lógico para un personaje que, por otra parte, hizo de la irrealidad su razón de ser, aplicada a su vida personal y profesional, fructificada en forma de ese periodismo gonzo que, desde el sujeto, frecuentemente con la percepción adulterada por los psicotrópicos legales e ilegales, se dedicaba a mandar a la mierda cualquier tipo de convención o norma establecida.

Una vida al límite que en el cine popularizó precisamente Depp de la mano del ex Monthy Pyton Terry Gilliam en Miedo y asco en Las Vegas, esa película que en su intento de retratar el irretratable mundo de Thompson resultaba un auténtico pelmazo a excepción de para los fácilmente contentables incondicionales del cine de drogas.

             Ahora, de nuevo, por iniciativa personal, el camaleónico Depp vuelve a introducirse en el pellejo del peculiar periodista a través de Paul Kemp, el alter ego de Thompson en su novela Los diarios del ron, en una cinta que huele a homenaje póstumo mal acabado, apuntando hacia una revisión en cierta manera redentora de su controvertida figura.

             Pese a esa mentirosa apertura con un Depp acusando los efectos de una resaca de caballo en el paradisíaco Puerto Rico de comienzos de los sesenta, Los diarios del ron se acercan a la figura de Thompson en su novela homónima, con sumo respeto. Aparece aún como un tipo medianamente estable, responsable, con actuaciones racionales para canalizar su indignación por las injusticias y sinsentidos de la sociedad americana e, incluso, enamoradizo y luciendo lustroso tupé. Es un Thompson concienciado, ocasionalmente sobrio pese a la compañía de otro compañero de fatigas equiparable a Oscar Zeta Acosta, un fotógrafo igualmente gordo, aficionado a la borrachera y de apellido hispano, Sala (Michael Rispoli).

Y ante él, el mundo real de la América del ultracapitalismo, el neocolonialismo y la superioridad moral otorgada por dinero. Despiadado, también desquiciado como él mismo, pero recubierto con una pátina de hipocresía que lo convierte en “lo normal”, “lo que debe ser”.

             Múltiples variables a desarrollar que finalmente no se traducen en un argumento demasiado definido, que toca todos pero no se decide por ninguno –ni el romance, ni la trama inmobiliaria, ni los avatares del cochambroso San Juan Star, ni la decepción, ni la rebelión por el hedonismo,…- en lo que resulta una película más bien fría pese a la calidez tropical caribeña y más bien lenta pese al torbellino que es su protagonista, al que se tributa su memoria desde una idea más que respetable como es el aislamiento de Thompson de la extravagancia de su mitología, con escasas concesiones al respecto –ligeras menciones al consumo de alcohol, a su odio a Richard Nixon, bien empleado para definir el dilema del protagonista en lo sucesivo, o un episodio de alucinación lisérgica- pero que, a pesar del esfuerzo voluntarioso de Depp, tampoco termina de concretarse en nada.

             Un filme, en definitiva, que da más la sensación de resultar la precuela de un personaje desbordante, de decidirse tan solo por querer contar un principio, sin más.

Insulsa, en comparación con lo que debería ser.

 

Nota IMDB: 6,3.

Nota FilmAffinity: 5,5.

Nota del Blog: 5,5.

Los sobornados

24 Jul

“He hecho todas mis películas como un sonámbulo. He hecho todo lo que creía correcto, nunca he preguntado a nadie si lo que hacía estaba bien o mal.”

Fritz Lang

 

 

Los sobornados

 

Año: 1953.

Director: Fritz Lang.

Reparto: Glenn Ford, Gloria Grahame, Lee Marvin, Jocelyn Brando, Alexander Scourby.

Tráiler

 

 

             El paradigma del hombre acorralado, islote, para bien o para mal, en una sociedad hostil, tiene en el cine de Fritz Lang una presencia especial, base para crear películas opresivas, previas al cine negro o incluidas ya en un género cuya obra que contribuyó a crear de manera decisiva.

             En esta ocasión, el sargento Bannion (Glenn Ford, exhibiendo todo su aplomo) representa el último rescoldo de honradez en una sociedad putrefacta regida por un ratero de la ley seca venido a más, secundado por un estamento policial puesto a sus pies y, en caso de ser necesario, su cohorte privada de asesinos a sueldo.

Así, Bannion aparece siempre pulcro, decente, obstinado en su defensa de la justicia, dueño de un hogar idílico, con un matrimonio y una hija perfectos hasta lo cursi o lo cruelmente sarcástico –otros detalles también inciden en esa última idea, como que en una escena de bar suene el icónico Put the Blame on Mame de Gilda con Glenn Ford marcando territorio-.

Un efecto de contraste que, de tan exagerado, puede llegar a lo risible en su confrontación con un mundo sumido en la decadencia, corrompido por el dinero y los vicios, tan poderoso que amenaza incluso con contaminar el pequeño paraíso del último hombre honrado, reducido a ser una bestia más para combatir a la propia bestia.

             El bien social llevado al terreno de la venganza personal que aproxima a Bannion, aunque sin llegar a tanto, y con mayor turbiedad en el retrato de su ambigüedad moral, a la figura del vigilante bronsoniano, firme defensor de la acción por la fuerza como herramienta para la resolución de conflictos a pequeña y gran escala, indiferentemente.

             Quizás por estos elementos desconcertantes la trama policíaca, también algo plana y previsible, no llega nunca a alcanzar demasiado relieve. Queda, eso sí, el empaque incuestionable del duelo entre Glenn Ford y un Lee Marvin que empezaba a forjar su fama de villano con un papel de sádico matón y maltratador de mujeres, además de los detalles que ponen una vez más de manifiesto la maestría del director alemán, como esa escena en la que la música de fiesta se va desvaneciendo imperceptiblemente a medida que la discusión entre Bannion y Lagana aumenta en tensión y agresividad –recurso que más tarde utilizaría de manera similar Martin Scorsese en Uno de los nuestros-.

Considerada una de las obras maestras del noir.

 

Nota IMDB: 8.

Nota FilmAffinity: 8,3.

Nota del blog: 7.

Sábado noche, domingo mañana

23 Jul

“Los problemas de los hombres simples son también los problemas de los dioses.”

Alan Sillitoe

 

 

Sábado noche, domingo mañana

 

Año: 1960.

Director: Karel Reisz.

Reparto: Albert Finney, Shirley Anne Field, Rachel Roberts, Norman Rossington, Bryan Pringle, Hylda Baker.

Tráiler

 

 

            Arthur Seaton es un joven que no encuentra mayor motivo ni objetivo en la vida que derrochar su escueto salario en amargas pintas de cerveza negra, levantar faldas de mujeres casadas y seducir jóvenes guapas, explotado como una pieza más de la cadena de montaje de la fábrica en la que trabaja, insatisfecho por un horizonte que parece arrastrarle a un matrimonio aislado por las ondas catódicas del televisor en una casa suburbial confundida en el mar de la ladrillo de la gris, humeante y acabada Nottingham.

Ante ello, opone su rebeldía por el hedonismo, visceral, antiintelectual, airado e insuficiente. Una vida que solo transcurre entre la noche del sábado y la mañana del domingo.

             Aunque fuera uno de sus miembros más moderados, Karel Reisz hace notar de nuevo el rugido de rabia de los Angry Young Men, también representados por miembros fundacionales del movimiento en la idea, basada en la novela homónima de Alan Sillitoe; la producción, a cargo Tony Richardson, y la interpretación, con Albert Finney, uno de los rostros de la renovación de la escena británica, en estado de gracia.

Son los hijos de la caída del imperio, aquellos que se agitan contra el conservadurismo del gobierno, contra la desigualdad de una sociedad elitista, contra un cine timorato y acartonado. Tipos que han mamado sus conocimientos de las nuevas técnicas y tecnologías de la televisión británica, que extraen su influencia del cine documental británico de los años treinta y cuarenta. Creadores que ponen a la clase obrera como pilar fundamental de su mirada a la decadente realidad británica. La generación del fregadero de la cocina.

Es en esa estancia, considerada entonces tan poco cinematográfica, donde Arthur Seaton aparece por primera vez en su humilde casa.

              Sábado noche, domingo mañana recorre la existencia sin futuro de un joven medio, en una ciudad media, atado a las cadenas infinitas del trabajo y de una realización vital que no merece la pena conocerse, por imposible de antemano. El perdedor al que solo le quedan pírricas y absurdas victorias de fin de semana, fanfarronear con melancolía sobre lo que podría ser y no será.

              El estilo acompaña al fondo. Una fotografía acerada, cruda, impregnada del humo y la humedad fabril de esa Nottingham roñosa y de ocasionales de efluvios alcohólicos en los sudorosos garitos en los que Arthur ejercita su mísera libertad. Resignada sobriedad y detalles irónicos descarnados –la música de circo que sobrevuela la imagen de Arthur apaleado en un callejón-, con un final al que pese a las apariencias cuesta calificar como feliz.

              Quizás acusa algo el paso del tiempo pero, bien mirada, puede que no tanto como sería deseable.

 

Nota IMDB: 7,6.

Nota FilmAffinity: 7,2.

Nota del blog: 7,5.

Cita en Sundown

18 Jul

“Antes de embarcarte en una venganza, cava dos tumbas.”

Confucio

 

 

Cita en Sundown

 

Año: 1957.

Director: Budd Boetticher.

Reparto: Randolph Scott, John Carroll, Noah Berry Jr., John Archer, Karen Steele, Valerie French, Andrew Duggan, Ray Teal, Vaughn Taylor, James Westerfield.

Tráiler

 

 

            En el cuarto episodio del Ciclo Ranown, el triplete artístico conformado por el productor Harry Joe Brown, el director Budd Boetticher y el actor Randolph Scott, elementos inmutables del mismo, como el paisaje árido y aislado, como la sensación de ausencia y el aparente círculo irrompible que gobierna estas cintas, relevaría temporalmente al eficaz Burt Kennedy a los mandos del guion a favor de Charles Lang, al igual que sucederá en la posterior Buchanan cabalga de nuevo.

             Sin embargo, permanecen constantes esenciales y recurrentes de la serie. De nuevo, un hombre con un vacío interior en forma de mujer, provocado por una viudez trágica, metáfora de un país que aún sangra por las heridas de la fratricida Guerra de Secesión, que en esta oportunidad, como sucedía en Tras la pista de los asesinos, ha de rellenarse con la venganza, entendida como pura y simple necesidad visceral, contra el hombre que actuó como desencadenante del drama, un playboy venido a más que ejerce de tirano local en la pequeña Sundown, antiguo paraíso y hoy villorrio moralmente desahuciado, con el interior de su ser corrompido por los vicios de la violencia o el silencio.

              El ciclo se aproximaba al western psicológico, convirtiendo una venganza amorosa generada por una deuda que saldar más imaginada que real en un motor de reacción social que despierta al pueblo contra la mano de hierro del cacique con pies de barro, que ve minada su autoridad con la sola presencia desafiante del forastero.

              Es una vendetta cegada por la ira, una maniobra de defensa contra del dolor. Su origen obsesivo se refleja en la aparición del siempre cariacontecido Scott: rauda, atípicamente agresiva, enfrascado en cuerpo y alma en una misión para la está en guardia en todo momento.

La propia naturaleza de la misma, desentrañada poco a poco durante un filme que si bien no es el más tenso de la saga sí es uno de los más intensos, descubre al mismo tiempo el profundo pesimismo que subyace bajo Cita en Sundown, revelado, gracias a la sencilla genialidad de Boetticher, en la mirada de un cantinero escarmentado de la condición humana, en la insobornable firmeza racional del doctor, único superviviente verdadero de los viejos tiempos, en la vergüenza propia de un pueblo de ovejas, en la estupidez o inutilidad, en el mejor de los casos, de los actos de los personajes.

Muy recomendable western.

 

Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 6,4. 

Nota del blog: 7,5.

Persiguiendo a Amy

17 Jul

«Ya he hecho una película de ciencia ficción: Persiguiendo a Amy. Pregúntale a cualquier lesbiana, pasan cosas que nunca sucederían en la realidad. Incluso si (y puede que especialmente porque) el tío en cuestión es el puto Ben Affleck.»

Kevin Smith

 

 

Persiguiendo a Amy

 

Año: 1997.

Director: Kevin Smith.

Reparto: Ben Affleck, Joey Lauren Adams, Jason Lee, Dwight Ewell, Jason Mewes, Kevin Smith.

Tráiler

 

 

            Algo (me) pasa con Kevin Smith. Reconozco la pasión que pone en sus primeras películas, la parte personal que aflora en forma de sentidos himnos generacionales y reivindicativos. Aprecio su honradez, su fidelidad a sí mismo, los destellos geniales de alguna de sus ideas y de sus diálogos.

Pero Kevin Smith, en mi opinión, y salvando a la primigenia Clerks, no hace funcionar del todo sus películas. Los personajes que parecen ir más allá de tipos extraídos de su experiencia vital o pretenden aparentar ‘normalidad’, no resultan tan verosímiles como los anteriores –incluso enfrentados a los más extraños-, sus relatos se agotan con facilidad y su sentido del ritmo es más que cuestionable incluso en la propia dinámica de cada escena.

            Persiguiendo a Amy posee elementos reconocibles del universo de su creador. Una historia corriente de base transformada en personal bajo hechuras puramente indies, un ambiente con fuerte impronta de la cultura popular, en concreto del cómic, los superhéroes, el cine y la ciencia ficción; amigos de confianza en el reparto principal y en la sección de cameos, donde también encuentran su lugar sus icónicos Jay y Bob el Silencioso sobrevolando la trama transmutados en enmascarados vengadores de viñeta, y desparpajo, cierta autenticidad y ocurrencias ingeniosas con aire de batallita privada a la hora de abordar temas de la calle como la amistad, el amor, la homosexualidad, además de otros más particulares como las diversas reinterpretaciones de historietas y películas clásicas y no tanto desde su propio prisma.

Y, como parte de esa misma sensación, un esfuerzo en conducir la película por cursos más corrientes que acaba en aburrimiento en cuanto deja de ser especial, en cuanto se acaba la sorpresa, escenas que o bien carecen de tensión y fuerza o bien se alargan y resultan redundantes, mientras que no se profundiza en aspectos que quizás lo merecerían más que otros, el gamberrismo reinante se adocena pese a resurrecciones dosificadas a cuentagotas y el romance pierde frescura y pulso, deja de interesar y se torna cursi inclusive según va encarando su resolución.

             De nuevo, y pese a ser el cierre de su fundacional trilogía de Jersey –le preceden Clerks y Mallratsy uno de sus títulos más populares y alabados -puede que el último previo a su decadencia-, el resultado no (me) convence demasiado.

 

Nota IMDB: 7,4.

Nota FilmAffinity: 7.

Nota del blog: 4,5.