Archivo | octubre, 2015

El dragón rojo

31 Oct

«Lo trágico no es morir, sino echarse a perder.»

Hannibal Lecter (Hannibal)

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El dragón rojo

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El dragón rojo

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Año: 2002.

Director: Brett Ratner.

Reparto: Edward Norton, Anthony Hopkins, Ralph Fiennes, Emily Watson, Philip Seymour Hoffman, Harvey Keitel, Mary-Louise Parker, Anthony Heald, Frankie Fayson.

Tráiler

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            La esperada confirmación del doctor Lecter como revienta-taquillas con Hannibal dejaría el camino expedito para nuevas entregas de cinematográficas de sus macabras aventuras. Tanto así que el productor Dino de Laurentiis ni siquiera quiso esperar a que la mente de Thomas Harris diseñase una nueva trama, sino que prefirieron revisitar esa primera novela donde aparecía el sofisticado psiquiatra caníbal, El dragón rojo, que dos décadas atrás tantos disgustos le había proporcionado en su traslación al cine con Hunter, una cinta interesante saldada con un fracaso de público. 

De esta manera, Will Graham, el agente especial del FBI con una fidelísima empatía por los psicópatas, retornaba del olvido, ahora con el rostro de Edward Norton, para descender a los infiernos de la perversión humana guiado de la mano de Hannibal Lecter (el sempiterno Anthony Hopkins), su némesis cautiva. Bajo su tutela didáctica y corruptora Graham se empeña así en una obsesiva persecución de El Dragón Rojo (Ralph Fiennes), el asesino en serie inspirado por las pinturas de William Blake y víctima de una tormentosa lucha ínterna entre el monstruo que brota de sus entrañas y sus fragmentos todavía humanos, alentados por la inocencia de Reba (Emily Watson).

            Esta nueva versión de El dragón rojo es una producción menos ambiciosa y más centrada en satisfacer el paladar de los seguidores, por lo que la indagación estética y operística que afrontaba la ostentosa Hannibal se diluye aquí en una factura desprovista de personalidad donde solo el peso específico del elenco y la firma de Harris justificarían una posible vitola de blockbuster de calidad. En este sentido, es sintomática la confianza en Brett Ratner –se tantearía incluso al inefable Michael Bay– para asumir la dirección, un cineasta curtido en proyectos comerciales con escasas pretensiones y que si bien no imprime un sello artístico interesante a la obra, cuanto menos sí sabe dotarla de un ritmo absorbente que la haga entretenida y le permita superar con holgura los problemas de pulso que habían lastrado a su inmediata antecesora.

            La película, pues, busca más la espectacularidad que la introspección y el choque de caracteres entre Graham y Lecter, piedra angular del relato, permanecerá citado de forma superficial para dar testimonio del mismo pero sin abundar más de lo debido en estos terrenos psicológicos privados y retorcidos. Decisiones evidentes asimismo en el retrato más duro y agresivo de Dolarhyde que afronta Fiennes, un actor clásico en la interpretación de personajes inquietantes o perturbados y que da cuerpo con rotunda contundencia a un personaje menos ambiguo que la atípica y más matizada encarnación ofrecida por Tom Noonan en Hunter.

            Dando por bueno el original de Harris, el libreto mantiene textualmente una notable cantidad de líneas de diálogo que ya aparecían en la obra de Michael Mann y reproduce un esquema argumental muy semejante al de El silencio de los corderos, lo cual subraya esa mencionada querencia por reproducir las bases del éxito de la saga.

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Nota IMDB: 7,2.

Nota FilmAffinity: 6,5.

Nota del blog: 6,5.

Hannibal

30 Oct

«¿Han dejado ya de llorar los corderos, Clarice?»

Hannibal Lecter (El silencio de los corderos)

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Hannibal

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Hannibal

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Año: 2001.

Director: Ridley Scott.

Reparto: Julianne Moore, Anthony Hopkins, Gary Oldman, Ray Liotta, Giancarlo Giannini, Zeljko Ivanek, Ivano Marescotti, Francesca Neri, Frankie Fayson.

Tráiler

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            Al productor Dino de Laurentiis no le había gustado Hunter -la primera inmersión cinematográfica en el universo del doctor Hannibal Lecter-, principalmente porque se había saldado con un claro fracaso de taquilla. Dueño de los derechos del personaje junto a su esposa Martha, cedería altruistamente su posesión a la productora Orion Pictures y su proyecto El silencio de los corderos, que pretendía adaptar la segunda novela del psiquiatra caníbal, publicada en 1988, dos años después del estreno de la cinta de Michael Mann. Empero, una vez comprobado el clamoroso éxito de público y crítica de El silencio de los corderos, los De Laurentiis se encontraron entre manos con un filón que explotar, a la espera de que Thomas Harris, el padre literario del personaje, escribiera una nueva entrega de la saga, la tercera -y a la postre, la última de la tetralogía, desde el punto de vista cronológico de la narración-. Llegaría en 1999, con el título de Hannibal. Entonces, Dino de Laurentiis adquiriría sus derechos por una cantidad récord de 10 millones de dólares.

No se ahorrarían esfuerzos para la secuela, con un presupuesto de lujo y elevadas pretensiones artísticas. No obstante, el director Jonathan Demme, pieza determinante en El silencio de los corderos, rechazaría repetir tras considerar el texto extremadamente violento. El guionista Ted Tally seguiría sus pasos. Les sustituirían dos nombres de altura: Ridley Scott, que en ese momento estaba rodando Gladiator, y David Mamet, que pergeñó una versión preliminar del libreto. Al final, sería Steven Zaillian, prestigioso guionista de La lista de Schindler, quien reescribiera el guion en buena medida. Sin embargo, toda la estructura se tambalearía después de que Jodie Foster descartara volver a ponerse en la piel de la agente Clarice Starling, desconcertada por los cambios que experimenta el personaje en el transcurso de una obra a otra, lo que consideraba una traición a su naturaleza. Las dudas de Anthony Hopkins para encarnar a Lecter sembrarían el terror. Sin él no habría película. Finalmente, el actor británico confirmaría su presencia y, más aún, recomendaría personalmente a la sustituta de Foster: Julianne Moore, con quien había trabajado en el biopic Sobrevivir a Picasso.

            Nívea como una estatua renacentista, Moore interpreta aquí a una Starling presentada desde la introducción con su renovado carácter, curtido en diez largos años donde ha descubierto que los corderos inocentes nunca dejan de chillar, por más que, de vez en cuando, pueda salvar a uno de ellos. Starling duerme antes de emprender una sangrienta redada antidroga. Es un guerrero que reposa, quizás a la espera del resurgir de su némesis, el antagonista absoluto que da sentido a su vida, como el ying y el yang o el día y la noche.

El tono de Hannibal es operístico y desaforado, oscuro y grandilocuente. El duelo entre Starling y Lecter surge en la distancia para acercarse trecho a trecho a medida que avanzan los acontecimientos, intermediados por otras criaturas deformadas por la mente y la mano del doctor, como el codicioso inspector Pazzi (Giancarlo Giannini) o el magnate pedófilo Mason Verger (Gary Oldman).

            El cazador y la presa se difuminan así en una aparatosa y no demasiado coherente revisión del cuento de la Bella y la Bestia regado de sangre y vísceras, y que se separa gradualmente del material original de Harris, todavía más retorcido –y un tanto trasnochado-; mucho de él luego repescado en la serie homónima con notable fortuna. Pero en su intento de construir un artefacto elevado y solemne, a la altura del sofisticado Lecter –de su Florencia de los Médici cercenada por imágenes de cámara de seguridad y fotogramas de vísceras sanguinolentas-, Scott entrega un filme con graves problemas de ritmo, que a pesar de la elaborada factura visual no consigue igualar el poder de fascinación que, paradójicamente, si obtenía un artesano a priori menos dotado como Demme.

Al monstruo le sobra peso, minutaje, engolamiento, así como carece de un contrincante que ejerza de contrapeso como la compleja Starling de El silencio de los corderos, capaz de fascinar a aquel que ve a los hombres como alimento ocasional. Aquí Starling ha sufrido una metamorfosis, pero parece que solo queda una carcasa con la que Moore, que no es ni mucho menos una mala intérprete, no consigue llegar al listón dejado por su predecesora. Desmesurado, el monstruo no seduce tanto como antaño; le falta esa agudeza proverbial para describir la danza macabra de Starling y Lecter, engarzados al borde del abismo, luchando por sobrevivir a él o caer en sus profundidades.

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Nota IMDB: 6,7.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 6.

El silencio de los corderos

28 Oct

«A mí no me interesan los corderos. Solo me los como.»

Hannibal Lecter (Hannibal)

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El silencio de los corderos

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El silencio de los corderos

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Año: 1991.

Director: Jonathan Demme.

Reparto: Jodie Foster, Anthony Hopkins, Ted Levine, Scott Glenn, Brooke Smith, Anthony Heald.

Tráiler

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            En 1988, dos años después del estreno de Hunter -adaptación de la primera novela de la saga de Hannibal Lecter-, Thomas Harris, consciente del carisma del psiquiatra caníbal, publicaba una segunda entrega, El silencio de los corderos, de la que, en el futuro, será una tetralogía. En 1991, se estrenaría su versión en fotogramas, la cual catapultará definitivamente al personaje hasta convertirle en uno de los iconos del Mal en el séptimo arteen 2003 sería elegido por el American Film Institute como el mejor villano del cine– y sentará las bases junto a Seven del thriller psicopático de la década –no por casualidad, David Fincher será luego uno de los candidatos a dirigir Hannibal, secuela de ésta-, influyendo asimismo en otros relatos del FBI con componente de terror psicológico-esotérico como Expediente X, Copycat, El coleccionista de huesos o Fallen.

Además del descomunal reconocimiento público, la crítica encumbrará una obra que se coronará como la tercera en la historia –después de Sucedió una noche y Alguien voló sobre el nido del cuco– en conquistar el Óscar en las cinco categorías principales del galardón: película, director, actor y actriz principal, y guion adaptado.

            Sin duda, el mérito de la cinta de Jonathan Demme reside en la confluencia del arrollador magnetismo del Mal con mayúsculas –refinado, elegante, seductor, mortal- con un solvente relato policial protagonizado por un personaje perfilado con idéntica atención y presencia, la novata Clarice Starling, espíritu inocente encargado de bailar con el demonio a la luz de la luna y descubrir de su mano las sombras que proyecta su propio interior –la determinación, la ambición, la tentación-.

Anthony Hopkins y Jodie Foster, en definitiva; envueltos en una rotunda atmósfera tétrica –buen trabajo de fotografía y de banda sonora a cargo de Tak Fujimoto y Howard Shore respectivamente- bastante más tradicional que la propuesta por Michael Mann en Hunter aunque desde luego efectiva. El cado idóneo donde cultivar apropiadamente el caso de Buffalo Bill (Ted Levine), un Ed Gein redivivo, esencia del negro reverso de América. No obstante, la tensión apenas estallará de forma explícita, prescindiendo de golpes de efecto fáciles, y en cambio permanece siempre soterrada, aferrada a las entrañas de los personajes, bajo su piel, en los sótanos de su alma, ocultos en esa lectura angustiosa y tenebrosa de la esencia del país y de la especie humana.

Lecter, por tanto, se erige tan solo en libertador de las inclinaciones innatas, aquellas que ya discutía íntimamente con el agente Will Graham en El dragón rojo, constituido casi en su doble al otro lado del espejo –o del cristal de la celda-.

            Desde la realización, Demme estelariza acertadamente al doctor –la iluminación sombría o deslumbrante, las figuras que se arremolinan atemorizadas en su presencia al contrario que las que se ciernen masculinas y amenazadoras sobre Starling-, ensalzado asimismo por la justamente recordada interpretación de Hopkins.

El pulso narrativo dosifica con precisión la intriga, equilibrando en un espectáculo de grata intensidad y entretenimiento ese ramillete de duelos íntimos –Lecter y Starling; Starling contra sí misma debido a la capacidad de Lecter de desnudar y cuestionar la naturaleza de sus oponentes– y el derivado y por tanto secundario duelo policíaco e ilusoriamente redentor –Starling contra Buffalo Bill, contra su deuda del pasado-.

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Nota IMDB: 8,6.

Nota FilmAffinity: 8,2.

Nota del blog: 8,5.

Hunter

26 Oct

«Eres un chico extraordinario. Admiro tu valor. Me comeré tu corazón.»

Hannibal Lecter (El dragón rojo)

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Hunter

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Hunter

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Año: 1986.

Director: Michael Mann.

Reparto: William Petersen, Tom Noonan, Dennis Farina, Joan Allen, Brian Cox, Kim Greist, David Seaman, Stephen Lang.

Tráiler

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            Curiosamente, la primera película en llevar al cine las aventuras criminales del doctor Hannibal Lecter, creado por el escritor Thomas Harris, es quizás la que más desapercibida ha pasado en la cultura popular. Y eso que viene con la firma de un director potente, como Michael Mann, y que contiene suficientes elementos de interés para convertirse en una obra apetecible y sugestiva… aunque aquí, por decisiones de la producción, nuestro buen psiquiatra aparezca bajo el nombre de Hannibal Lecktor.

            Hunter recoge la novela El dragón rojo, publicada en 1981 y que supone la primera de las entregas de la tetralogía literaria del doctor Lecter, esteta, gourmet, antropófago y apasionado estudioso de la naturaleza dual del hombre. No obstante, Lecter no es aquí el protagonista, si bien sí una parte sustancial del argumento.

El relato describe la persecución por parte del agente del FBI Will Graham (William Petersen) de un misterioso asesino en serie con afición a aniquilar familias perfectas durante las noches de luna llena, inspirado por las pinturas de William Blake sobre El gran dragón rojo (Tom Noonan). Lecktor-Lecter (Brian Cox), encerrado en una penitenciaría psiquiátrica de blancura fulgurante y arquitectura art-decó, emerge por tanto como un tercer vértice que, armado por su poder de sugestión, estimula el reverso tenebroso de Graham, el cual es al mismo tiempo su principal herramienta de deducción y la flaqueza innata que le hace caminar junto al abismo, observando fascinado la pavorosa profundidad de su negrura.

            Michael Mann compone un thriller de cuidada estética –aunque puntuales e inexplicables fallos de montaje en las escenas de acción-, abierto con una excelente presentación en plano subjetivo alumbrado con linterna y luego envuelto en sus característicos juegos cromáticos con el neón para componer diferentes ambientes psicológicos, donde la disyuntiva mental de Graham –su ambivalencia como defensor de la ley y su potencial como psicópata- queda un tanto sometida al desarrollo de la investigación sobre el caso. La intensa creación de atmósfera se redondea con una acertada banda sonora de tintes electrónicos, eso sí, más estridente cuando aparecen temas vocales.

La atípica interpretación de Noonan provoca también cierto distanciamiento de esta magnética puesta en escena, mientras que la lucha interna de su personaje antagonista, en cierto modo correlativa a la de Graham –con quien se declara una especie de duelo westerniano también muy al estilo de Mann y un tanto pasado de rosca cuando de hecho se verbaliza-, se resuelve con semejante precipitación.

            Se percibe la mano de Mann en la adaptación del texto, patente en estos duelos entre personalidades marginales y agonizantes, inmersas en un conflicto compartido por su supervivencia dentro un mundo melancólico y degradado –la muerte omnipresente, la amistad sometida a intereses, la fragilidad del núcleo familiar, la infidelidad-, expresado además por una ciudad que se amolda, tétrica, deshumanizada e hipnótica, a las emociones de los antihéroes y antivillanos, enzarzados en una competición a muerte.

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Nota IMDB: 7,2.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 7.

Contraté un asesino a sueldo

23 Oct

“Hay dos formas de reaccionar ante la realidad: el humor o el suicidio.”

John Landis

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Contraté un asesino a sueldo

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Contraté un asesino a sueldo

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Año: 1991.

Director: Aki Kaurismäki.

Reparto: Jean-Pierre Léaud, Margi Clarke, Kenneth Colley, Nicky Tesco, Charles Cork, Walter Sparrow, Serge Reggiani.

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            Henri Boulanger está solo, extranjero en la inmensidad de Londres, huérfano de una Francia que le repudia, siervo de un trabajo de mierda con el que paga un piso de mierda, abandonado por sus plantas que se niegan a vivir, dueño de una agenda de teléfonos que no tiene teléfonos. Tan miserable que no puede disponer siquiera de su propia vida, por lo que ha de fiar su muerte inmediata a sicario subcontratado, como hacía el protagonista de Las tribulaciones de un chino en China. Y así, a Aki Kaurismäki le sale, a su manera, una de sus obras más simpáticas e incluso esperanzadas: Contraté un asesino a sueldo.

            La tragicomedia, un cóctel de melancolía irreparable, vacío existencial, humor negro y teatro del absurdo, ahonda en las ruinas de la clase proletaria contemporánea –escenificadas en una megalópolis de derribo, casi anónima, dejada a su suerte marginal y barrida por el desapacible viento-, la cual, de acuerdo con la óptica del cineasta finés, tiene compradas todas las papeletas para ser un perdedor decepcionado, constreñido por unos códigos y convenciones que no solo carecen de todo sentido, sino que además son irreparablemente estúpidas.

            El absurdo se adueña del guion de la obra, zarandeando bajo su sobrenombre de ‘azar’ la deriva de los personajes –Boulanger, una vendedora de rosas solitaria, un ejecutor con cáncer terminal-, embrollados entre sí en un juego caprichoso de amor y muerte jugado por un titiritero que se descojona con escasa piedad de sus marionetas. El espectador, compasivo, siente una profunda ternura ante su patetismo –que en realidad es el suyo propio, solo que caricaturizado, hecho ficción con interpretaciones acertadamente teatrales como la de Jean-Pierre Léaud, icono de la Nouvelle Vague admirada por Kaurismäki-.

            Por su parte, el director y guionista transmite estas sensaciones con una destacable composición de atmósfera y su gramática ascética y subyugante, aquí con cierta adaptación a usos más tradicionales si bien únicamente para desmontarlos con sorna –caso por ejemplo de la satírica entrada en el pub del extrarradio o la ironía que reviste el empleo dramático del zoom-.

Encantadora.

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Nota IMDB: 7,3.

Nota FilmAffinity: 7,2.

Nota del blog: 8.

Ispansi (¡Españoles!)

21 Oct

“Ser buen director es conseguir que se entienda tu idea a la perfección.”

Álex de la Iglesia

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Ispansi (¡Españoles!)

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Ispansi (¡Españoles!)

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Año: 2010.

Director: Carlos Iglesias.

Reparto: Carlos Iglesias, Esther Regina, Iñaki Guevara, Isabel Blanco, Bruto Pomeroy, Isabelle Stoffel, Dorin Dragos, Eloísa Vargas.

Tráiler

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             Carlos Iglesias ha encontrado un filón de inspiración en los relatos de emigración y desplazamiento. Aparte de que, azares de los tiempos, estos son de nuevo acordes al contexto presente español, se trata de historias donde las emociones son fácilmente palpables e identificables, y que rescatan además episodios nacionales atractivos y desaconsejablemente olvidados. Situado entre las dos miradas atrás que proponen las parcialmente autobiográficas Un franco, 14 pesetas y 2 francos, 40 pesetas, Iglesias prolonga el díptico sobre emigrantes españoles en una trilogía para recordar las tragedias y heroísmos sordos de los republicanos refugiados en la Unión Soviética, atrapados por la enajenación de un mundo entre dos guerras sucesivas que, en realidad, son una sola: la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial.

             Iglesias, en resumen, tiene entre manos una buena historia. La labor de investigación y el interés por lo que cuenta es manifiesto, extendido al cariño con el que enarbola una visión humanista de unos personajes ante los que la Historia y la política solo pueden resultar injustos y absurdos, desnaturalizándolos de su bondad y empatía.

De nuevo es en la recuperación de esa memoria afectiva del país y de sus gentes donde el realizador, guionista y actor se muestra más ducho, sobre todo en comparación con la impericia, fruto de la inexperiencia, con la que rueda escenas de violencia y agitación bélica como, por ejemplo, los ametrallamientos aéreos. Unos defectos semejantes a los que se pueden achacar al dibujo de unas personalidades individuales que resultan un tanto planas –perjudicadas además por una desacertada dirección del reparto- en comparación con el tremendo escenario que los embarga y al que se enfrentan física, moral y sentimentalmente.

             El texto con el que se construye este discurso en favor de la reconciliación emocional de un país –y un planeta- seccionado en dos mitades, es más cálido y tierno que afilado, incluso en ocasiones donde se precisaría una carga de rabia, amargura y dolor que hiciese más explosivo –o mejor dicho, más incisivo- el legítimo idealismo que exhibe la propuesta, puesto que el contexto lo merece.

Hay crítica a la España fascinada por el rumor, la maledicencia y el cainismo, como se percibía en la ópera prima del cineasta, pero también una reivindicación igual de tópica de un pueblo que parece definirse por anteponer las emociones –loables o condenables- al cálculo racional. Quizás consciente de las limitaciones de su estilo, se diría que Iglesias deja por el camino ciertos guiños que suenan a disculpa –los niños imitando con sorna una escena romántica climática-.

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Nota IMDB: 5,7.

Nota FilmAffinity: 5,6.

Nota del blog: 5,5.

Irrational Man

18 Oct

“Con la edad, abordas temas nuevos y los miras desde una perspectiva distinta. Los miras desde la perspectiva de los 84 años de conocimientos y no de 44 años de conocimientos o de cualquier otra edad. Probablemente todo es distinto. Probablemente habría hecho cosas diferentes en el pasado si pudiera volver y rehacerlas.”

Clint Eastwood

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Irrational Man

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Irrational Man

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Año: 2015.

Director: Woody Allen.

Reparto: Emma Stone, Joaquin Phoenix, Parker Posey, Jamie Blackley, Ethan Phillips, Betsy Aidem, Sophie von Haselberg.

Tráiler 

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           Woody Allen -y por tanto su filmografía- se encuentra prendado de unas obsesiones que acompañan, con absoluta fidelidad, su maduración personal y artística, paralela a las experiencias existenciales y las reflexiones filosóficas del autor. Al igual que muchas de las obras del neoyorkino ensayan matices y versiones sobre un mismo tema, el romance, el sustrato filosófico de estas mismas obras también tiende a ofrecer matices y versiones de un puñado de cuestiones concretas que, en palabras de Immanuel Kant -expuestas por boca del protagonista de Irrational Man en la apertura del metraje- son aquellas que el hombre no puede ni obviar ni resolver: la moralidad de los actos humanos, la arbitrariedad de la vida, el sentido de todo. A priori, e independientemente de la calidad de las propuestas, no lo encuentro tanto un agotamiento de ideas o una tendencia a la redundancia como, en cambio, un marco de reflexión continua, maduración y evolución.

           Irrational Man cita Crimen y castigo, como también cita la relación de Martin Heidegger y el fascismo, la abrumadora libertad de elección del individuo de Søren Kierkegaard o el imperativo categórico de Kant. Mimbres, sobre todo la alargada sombra de Fiódor Dostoievsky, que ya estaban presentes de manera evidente en películas previas de Allen que resultaría imposible no citar, caso de Delitos y faltas, Match Point, El sueño de Casandra o incluso La última noche de Boris Grushenko.

Allen enfrenta aquí a Abe (Joaquin Phoenix), un profesor de filosofía abandonado al nihilismo por el desencanto que le produce la realidad y la intrascendencia de sus concienciadas acciones, contra la postura menos reconcentrada y vitalista que ofrece la joven Jill (Emma Stone) y contra la paradoja de descubrir en el impulso irracional su estímulo perdido y su respuesta a un mundo, desde su perspectiva, idénticamente irracional. “Un hombre razonable es aquel que se adapta al mundo a su alrededor. El hombre no razonable espera que el mundo se adapte a él. Por lo tanto, todo progreso es hecho por los hombres no razonables”, en palabras de George Bernard Shaw, por continuar jugando con las citas.

           En efecto, el guion está rebosante –hasta casi la saturación- de referencias y alusiones, agolpadas un tanto a la ligera –y no sabría determinar con qué grado de autoridad, no soy un experto en la materia-. Aunque también es cierto que, probablemente consciente de ello, Allen, como el atormentado Abe, quien las tacha de “pajas mentales”, parece renunciar a todas ellas para intentar explicar lo inexplicable -cosa que, a decir verdad, tampoco hará andando el argumento-. En este ocasión, lo inexplicable se refiere a la exploración los mecanismos de deseo y culpabilidad en el comportamiento y, a su vez, el desentrañamiento de la finalidad de la existencia, la cual, había advertido el propio protagonista antes de su epifanía delictiva, se trata de un enigma sin resolución, por más que él trate de justificarla luego con la pretensión de crear un mundo mejor mediante la acción directa e implacable. Esto es, asesinando a un juez de dudosa imparcialidad –es decir, una lógica semejante a la que podría haberle dado por perpetrar un Holocausto-.

Abe, por tanto, decide con libertad, opta por una solución extremista –un crimen sin paliativos- que bien podría encajar en el fascismo aplicado y, de este modo, permite la entrada en su universo decepcionado pero íntegro al resplandor de una acción inmoral aunque gratificante, capaz de desmoronarlo todo a su paso.

           Así, el filme se mueve de forma un tanto descompensada entre el drama existencial, la fingida comedia romántica y las trémulas gotas de comedia negra con un tono general un tanto cenizo y pastoso –el que habita Abe, por otro lado-, para alcanzar después la discusión moral –no demasiado incisiva- y una intriga criminal de reminiscencias hitchcockianas, más entretenida cuanto más se libera de ataduras éticas y vitales el personaje angular. El abuso del soliloquio aporta una desaconsejable pesadez al conjunto, sostenido por momentos por los afinados Phoenix y Stone, y a la pluma de Allen se le echa en falta cierto filo. Como acusa Abe a sus estudiantes, el cineasta parafrasea mucho y profundiza poco, ni abunda en la tragedia ni termina de ponerse tan travieso como uno desearía –que es el campo donde suele extraer sus indagaciones existenciales más afortunadas, aunque a él le duela admitirlo-.

Suscita interés esta nueva variación –lo más llamativo serían quizás las lecturas que los caprichos del azar dejan esta vez en la conclusión del filme- de este viejo debate alleniano. Otro asunto es que posea fuerza necesaria para volar tan alto cabe esperar de semejante cineasta.

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Nota IMDB: 6,8.

Nota FilmAffinity: 6,6.

Nota del blog: 7.

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