Archivo | agosto, 2014

I bambini ci guardano

31 Ago

«Los niños comienzan por amar a los padres. Cuando ya han crecido, los juzgan y, algunas veces, incluso los perdonan.»

Oscar Wilde

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I bambini ci guardano

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I bambini ci guardano.

Año: 1943.

Director: Vittorio de Sica.

Reparto: Luciano de Ambrosis, Emilio Cigoli, Isa Pola, Adriano Rimoldi, Giovanna Cigoli.

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            En 1943, Vittorio de Sica comenzaría a explorar las posibilidades expresivas y emocionales del naciente Neorrealismo en colaboración con Cesare Zavattini, su guionista de cabecera, con quien firmará obras capitales de esta corriente cinematográfica como El limpiabotas, Ladrón de bicicletas o Umberto D. Como siguiendo la lógica de la naturaleza, De Sica emprenderá esta primera incursión neorrealista desde la perspectiva franca y abierta de un niño.

            Expresión del talante humanista que caracterizará las cumbres de la filmografía de su autor, I bambini ci guarnano –»Los niños nos miran»-, describe desde la inocencia interrumpida del pequeño Pricò (Luciano de Ambrosis) la progresiva descomposición de un matrimonio a causa de la aventura extramarital de la mujer (Isa Pola).

En concreto, la película arroja una agria y rabiosa llamada de atención al mundo adulto, moralmente degradado, desde la límpida pureza que (falazmente) se presume a la mirada infantil, principal víctima de esta decadencia de las costumbres. Más allá de factores como el chismorreo y maledicencia, expuestos a modo de rasgo definitorio de la cultura italiana –y mediterránea por extensión-, las acusaciones se ciernen en especial sobre la voracidad sexual que parece gobernar la vida adulta, donde se diría que los críos en general, y Pricò en particular, son una carga en lugar de una bendición.

            Si bien la captación de la sensibilidad infantil goza de autenticidad, De Sica abusa de moralismos en su defensa de los valores familiares tradicionales. Aunque referida a todos los adultos, la culpabilización recae de manera directa e insistente sobre un solo personaje: el de la madre. La acertada aunque puntual conversión de esa infidelidad en una escena romántica al uso –la traición y la reivindicación del verdadero amor no dejan de ser, al fin y al cabo, una cuestión de punto de vista-, resulta insuficiente para rebajar el maniqueísmo que afecta a este divorcio compartido. Tampoco se fuerza un rechazo diametral hacia ella, eso es cierto, loable e incluso atrevido; al igual que la correspondiente postura comprensiva del progenitor.

No obstante, de discurso excesivamente plano, estereotipado y conservador en su conjunto, y a pesar de que el cineasta italiano luce una gramática limpia y clara de la cual consigue exprimir una notable intensidad a las relaciones paternofiliales –punto fuerte de De Sica, destacado director de actores infantiles-, a I bambini ci guardano le pesa bastante el paso del tiempo.

 

Nota IMDB: 7,9.

Nota FilmAffinity: 7,2.

Nota del blog: 5,5.

Viaje a la prehistoria

29 Ago

“Cuando fui un museo, en uno de los espectáculos había un niño que no podía tener más de seis años. Sus pies ni llegaban al suelo. Cada vez que aparecía un dinosaurio, gritaba «¡Tyrannosaurus!» «¡Stegosaurus!». Estuvo así durante una hora entera, y pensé «¿qué tendrán los dinosaurios para resultar tan fascinantes?»”

Michael Crichton

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Viaje a la prehistoria

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Viaje a la Prehistoria.

Año: 1955.

Director: Karel Zeman, Fred Ladd.

Reparto: Vladimír Bejval, Petr Herrman, Zdenek Hustak, Josef Lukás.

Tráiler

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            De tan elemental, la concepción de Viaje a la Prehistoria captura la esencia y el aroma de una de las mayores ilusiones que puede albergar la mente de un niño con un mínimo de imaginación y curiosidad: un regreso al pasado hasta reencontrarse con esos monstruos terribles y eternamente fascinantes que son los dinosaurios y demás criaturas antediluvianas.

            Con su espíritu didáctico y respetuoso siempre en equilibrio respecto a las tradicionales ansias de espectacularidad y magia que caracterizarían a las producciones americanas, Viaje a la Prehistoria -creación de la imaginativa industria checa y de su más ilustre representante, Karel Zeman, aquí debutante en el largometraje-, remonta el río de la Historia desde la mirada de cuatro intrépidos y simpáticos muchachos que, a golpe de envidiable fantasía y riguroso entusiasmo, deciden emular las visionarias novelas de Julio Verne –sobre las que ‘el Méliès checo’ haría gravitar su filmografía- y embarcarse en una expedición científica hacia el mismo centro de sus sueños y deseos infantiles.

            Desde el Pleistoceno, dominio de los mamuts y los rinocerontes lanudos, hasta las profundidades del Cámbrico, patrimonio de los abundantes trilobites, la expedición contempla las inagotables maravillas de la naturaleza, reproducidas por medio de animaciones, marionetas y un stop motion por control electrónico que visto hoy resulta un tanto más rígido del que disfrutaba el Hollywood del maestro Ray Harryhausen.

            No hay apenas trama que distraiga del objetivo de este safari romántico y admirado. Viaje a la Prehistoria se desarrolla con una extrema sencillez que, al contrario de lo que pudiera parecer, favorece la saludable regresión mental del espectador, alistado como un tripulante más en la barquita de estos entrañables exploradores.

 

Nota IMDB: 7,4.

Nota FilmAffinity: 6.

Nota del blog: 7.

La araucana (La conquista de Chile)

27 Ago

“Chile, fértil provincia y señalada / en la región Antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa; / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida / ni a extranjero dominio sometida.”

La araucana, Canto I

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La araucana

(La conquista de Chile)

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La araucana (La conquista de Chile).

Año: 1971.

Director: Julio Coll.

Reparto: Elsa Martinelli, Venancio Venantini, Víctor Alcázar, Julio Peña, Beni Deus, Elisa Montes, Pepe Martín, Eduardo Fajardo.

Filme

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            La araucana (La conquista de Chile), que pretende ser una exaltación de la conquista y fundación moderna del país sudamericano a partir del célebre poema de Alonso de Ercilla, es en realidad toda confusión, fealdad y pobreza.

            Coproducción española, chilena e italiana –se percibe la influencia de los peores vicios de estos tiempos de spaghetti western-, cuesta imaginar una realización más deplorable que la acometida por Julio Coll, quien contaba en su haber con alguna incursión interesante en el cine criminal español de los cincuenta y que aquí se enfrentaría a su último largometraje.

En vez de disimular las evidentísimas carencias materiales de la producción, el director catalán las estimula haciendo notar su presencia, sabe Dios con qué fin, por medio de horrendos zooms y primeros planos, atroces movimientos de cámara y un montaje del todo insensato.

Es decir, decisiones estéticamente aborrecibles pero que, sobre todo, atentan contra el correcto desarrollo del relato. Esta lamentable puesta en escena no solo desarbola la esencia principal del poema en el que se basa, la épica y la lírica –unas batallas bochornosas y un par de obvias y torpes imágenes de pretendida poesía-, sino que se propaga en forma de metástasis a lo largo de todo el metraje, dado que en La aracucana se ignoran los conceptos más elementales de la narrativa visual como el eje o la continuidad.

            Graves defectos que propician que el espectador no logre situarse en la acción, comprender por completo qué ocurre en ese argumento urdido a martillazos o, incluso, qué pintan los personajes en algunas de las secuencias. No entraremos siquiera a valorar la mediocre ambientación, que en el caso de los pobres mapuches se limita a un par de pelucones baratos, disfraces de indios de carnaval y la introducción del seseo en su español hablado.

            Del mismo modo, el guion abunda en este nulo rigor narrativo, poblado por personajes defenestrados en su falta de dibujo, que ni siquiera se logra definir mediante clichés de mayor o menor calado dramático. Venantino Venantini aporta cierta presencia como Pedro de Valdivia, mientras que la bellísima Elsa Martinelli -recordada sobre todo por su participación en la entrañable ¡Hatari!-, le pone empeño y erotismo como la legendaria Inés Suárez, aunque se le nota bastante desorientada en ocasiones. Peor parado sale el inoperante Víctor Alcázar en su irritante encarnación del líder Lautaro.

Justamente relegada al olvido.

 

Nota IMDB: 6.

Nota FilmAffinity: 5,5.

Nota del blog: 2,5.

El Dorado

25 Ago

“En el cine me gusta lo heroico. Soy partidario del antirrealismo. El realismo es plano, monótono y moderno en el sentido más estúpido de la palabra.”

Riccardo Freda

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El Dorado

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El Dorado.

Año: 1988.

Director: Carlos Saura.

Reparto: Omero Antonutti, Gabriela Roel, Inés Sastre, Lambert Wilson, Eusebio Poncela, Francisco Algora, José Sancho, Francisco Merino, Patxi Bisquert, Féodor Atkine.

Tráiler

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            Resulta curioso observar cómo, en ocasiones, ceñirse a la realidad histórica contribuye a desdibujar o a difuminar un personaje tan fascinante, excesivo y alimentado por la leyenda como Lope de Aguirre: el príncipe de la Libertad y la ira de Dios.

            Presa del magnetismo del conquistador de Oñate, Carlos Saura escogería su contrahecha y siniestra figura para realizar El Dorado, una de las primeras películas dentro del marco de las celebraciones del quinto centenario del descubrimiento de América. La costosa superproducción –sería la película española con mayor presupuesto hasta aquella fecha-, tomará el camino opuesto al de la célebre aproximación minimalista, operística, antihistoricista y onírica de Werner Herzog, que sublimaba el aura quasimitológica que desprende Aguirre para arrojarlo a un viaje delirante, etéreo y abstracto. Atemporal y, por tanto, intemporal.

Saura, por el contrario, describe con minuciosa precisión la ambientación histórica de la época. Y, a través de anclarlo a este contexto determinado, su dimensión ‘auténtica’ como proyección de sueños, quimeras y pesadillas universales y eternas, queda por el contrario pálida. De igual manera, se disuelve la dimensión épica y alucinada de la todopoderosa inmensidad del equinoccio amazónico. En conclusión, la superficie del retrato aparece registrada con sumo realismo; pero apenas se logra rasguñar hacia su interior –quizás únicamente por medio de la presencia de la intrigante Inés de Atienza-.

Los entresijos de Aguirre, su esencia, permanecen ocultos e inescrutables durante todo el voluminoso metraje, el cual, en última instancia, tampoco se presta a concluir aquella desastrosa jornada en busca del fabuloso El Dorado. En cambio, cierra el filme con una premonición que podría resultar sugerente si no se le agregase a modo de coda el siempre inelegante texto explicativo acerca del desenlace de Lope de Aguirre, aquí Omero Antonutti, actor ligado a papeles paternales y gran economía expresiva que fía su eficacia interpretativa al trabajo de voz, rasgo que se pierde con el doblaje impuesto.

            Esa ausencia de intensidad y de poder de evocación propicia que El Dorado sea una película narrada con excesiva sobriedad y que, a causa de su propio peso, le terminan flaqueando las fuerzas.

 

Nota IMDB: 6,4.

Nota FilmAffinity: 5,4.

Nota del blog: 6.

1492: La conquista del paraíso

22 Ago

– Es cierto que mucha gente pasa hambre en el mundo, Mal, pero ninguno de ellos pasa hambre por el hecho de que hayamos llegado a la Luna. Tampoco pasan frío o son más tontos porque hayamos llegado a la Luna

– Vale, llegamos a la Luna. ¿Pero de verdad necesitamos llegar a Marte?

– Sí.

– ¿¡Por qué!?

– Porque es el siguiente paso. Porque nos decidimos a salir de las cavernas, y miramos por encima de la primera colina, y descubrimos el fuego, y cruzamos el océano, y conquistamos el Oeste, y alcanzamos el cielo. La historia del hombre es un insaciable proceso de exploración, y este es el siguiente paso.

Sam Seaborn y Mallory O’Brian (El ala oeste de la Casa Blanca)

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1492: La conquista del paraíso

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1492. La conquista del paraíso.

Año: 1992.

Director: Ridley Scott.

Reparto: Gerard Depardieu, Armand Assante, Sigourney Weaver, Ángela Molina, Fernando Rey, Michael Wincott, Bercelino Moya, Tchéky Karyo, Kevin Dunn, Frank Langella, Mark Margulis, Arnold Vosloo, Steven Waddington, Fernando Guillén Cuervo, Juan Diego Botto, Achero Mañas.

Filme

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           El cine, como arte conservador que es, aprovecha para sumarse a las modas y las tendencias fijadas por la agenda sociocultural de su tiempo. A principios de los noventa, la cercanía de los actos de celebración del quinto centenario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón deparó un puñado de producciones ambientadas en tiempos de los conquistadores españoles: El Dorado, Jericó, Cabeza de Vaca, Cristóbal Colón: el descubrimiento, La controverse de Valladolid, Las mil y una… Américas, Érase una vez… las américas, Las aventuras de Cristóbal Colón y, como ejemplo más representativo, mayor esfuerzo del gigante norteamericano en dicha empresa, 1492: La conquista del paraíso.

           1492: La conquista del paraíso presenta un retrato idealizado de Colón con el objetivo de exponer la intrínseca necesidad del hombre de perseguir la utopía. Un ansia idealista de progreso que es, en definitiva, lo que verdaderamente define a la especie como ente racional, como ser humano propiamente dicho. De este modo, el Almirante queda definido como un visionario alzado en rebeldía contra las fuerzas oscurantistas y conservadoras que retienen al hombre anclado en un medievo de violencia, superstición, odio e intransigencia. La filantropía y el egoísmo; la creación quijotesca y la cínica depredación. El eterno combate interior y exterior entre luz y sombras que contempla el curso de la civilización.

Así pues, el libreto de la francesa Rosalynd Bosch pule y desbasta las arrugas y nudosidades que pudiera tener la mentalidad de un individuo nacido hace cinco siglos, más allá de ese par de matices puntuales de ambición y narcisismo –por ejemplo, el castigo de cortar la mano a los mineros indígenas que robasen metal precioso la implanta Colón, y no Adrián Múgica, su Némesis en el filme-. Con ello, el guion trata de exprimir la esencia sublimada de un viaje osado, genial y trascendente sea cual fuese la proporción verdadera de sus motivaciones. Siguiendo con esta inspiradora idea, las conclusiones del argumento quedarán agridulces al constatar la imposibilidad de, en una repetición del relato bíblico, conservar el Paraíso a causa de la imperfección natural del hombre –“¡nunca supiste hablar mi lengua!”- y la terrible fuerza que aún posee su lado pernicioso, si bien progresivamente contrarrestada mediante ese anhelo inagotable y perseverante de continuar con la persecución del sueño.

           Además de esta vertiente digamos más intimista de la producción, el entonces pujante cineasta británico Ridley Scott aporta temperamento y poderío visual a las imágenes, arrebatadas de intensidad épica hasta el punto de bordear el exceso de grandilocuencia; impresión que se traslada de la misma manera a la convencida interpretación protagonista del temperamental Gerard Depardieu o a la popular banda sonora del siempre barroco Vangelis.

           Al igual que la semblanza que propone de Colón, 1492: La conquista del paraíso es una película suicida y desesperada en su desmesurado romanticismo, lo que, en muchos casos, la condena a la incomprensión y el repudio.

 

Nota IMDB: 6,5.

Nota FilmAffinity: 5,8.

Nota del blog: 7,5.

Soy leyenda

20 Ago

“Todo el mundo tiene su propia fantasía sobre el Apocalipsis, qué harían si el mundo se acabase.”

Simon Pegg

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Soy leyenda

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Soy leyenda.

Año: 2007.

Director: Francis Lawrence.

Reparto: Will Smith, Alice Braga, Charlie Tahan, Salli Richardson-Whitfield, Willow Smith, Dash Mihok.

Filme

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            En Soy leyenda, el escritor Richard Matheson establecía un poderoso juego psicológico con el lector, quien, a lo largo de las páginas, había establecido su identificación con Robert Neville, el único superviviente de la extinción de la raza humana enfrentado a los vampiros que han surgido de entre los innumerables cadáveres. Toda esta traslación de personalidad quedaba desmontada al final del relato, en un desenlace dueño de una fuerza reflexiva y moral apabullante donde ese desprevenido lector descubría que, en realidad, su punto de vista en la narración se había correspondido con la figura que más se aproximaba al papel de monstruo, y no al de héroe.

            Tercer largometraje sobre la novela de Matheson –obviaremos I am Omega, el ‘mockbuster’ de la temible The Asylum-, Soy leyenda reduce tamaño conflicto moral al sempiterno y maniqueo enfrentamiento entre el Bien y el Mal, entre luz y oscuridad. En este sentido, el Neville de la película de Francis Lawrence ahonda en el enfoque mesiánico que se le había conferido en El último hombre… vivo para, como sucedía en aquella con Charlton Heston, amoldarse de nuevo como un guante a las pretensiones de su estrella: aquí Will Smith, héroe campechano, familiar y religioso.

Neville, por tanto, es simplemente un hombre bueno que, como el santo Job, después de sufrir una pavorosa sucesión de castigos –producidos en origen porque el ser humano ha tratado precisamente de jugar a ser Dios con el ‘inicuo’ objetivo de curar el cáncer-, debe reencontrar el camino perdido, recuperar la fe y redimirse. Así pues, frente a él, los monstruos son monstruos, sin más vueltas, a pesar de incipientes matices de personalidad que, en última instancia, quedarán por desarrollar, sometidos a un desenlace tontorrón dictado por las normas de esa figura tiránica, pura falacia esgrimida por productores timoratos e incapaces, que es el ‘consumidor medio’ –el final alternativo propuesto sí apostaba en cambio por potenciar definitivamente estos rasgos-.

            De esta manera, el drama pierde complejidad y se convierte en rutinario y predecible; sensaciones que se acrecientan con la adscripción del filme a la plaga zombi –o de infectados, tanto da-, que reverdecía en los ‘blockbusters’ veraniegos durante la primera década del milenio. Las criaturas, además de tediosas, están animadas con unos efectos especiales impropios de una película de estas características y este presupuesto.

            No obstante, dejando de lado su conservador trasfondo ideológico, Soy leyenda tampoco es mal entretenimiento, en sentido estricto. Posee buen ritmo, sabe dosificar bien las dosis de intriga, exhibe algún detalle reivindicable –una muerte elegantemente ejecutada fuera de campo, con un rostro fijo y sonidos de fondo- y como vehículo de lucimiento sabe explotar el carisma y la intensidad de Will Smith, un actor decente, aunque su interpretación atraviese unos cuantos clichés. Y, más que nada, Soy leyenda es corta, con poco más de hora y media de metraje. No corre el riesgo de caer en la grandilocuencia y andarse por las ramas, un defecto que en vez de aportar seriedad y profundidad a las películas taquilleras, acaba sumiéndolas en el marasmo.

 

Nota IMDB: 7,2.

Nota FilmAffinity: 6,5.

Nota del blog: 5.

Pitfall

18 Ago

“Todos encontrarían su vida más interesante si dejamos de compararla con la vida de los demás.”

Henry Fonda

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Pitfall

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Pitfall.

Año: 1948.

Director: André de Toth.

Reparto: Dick Powell, Lizabeth Scott, Jane Wyatt, Raymond Burr, Byron Barr.

Tráiler

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            En ocasiones, el cine negro se convierte en un cuento moral en el que la denuncia de una sociedad deshumanizada y amenazadora pasa a ser loa a los valores familiares y tradicionales. Al igual que le ocurrirá un par de años después al anodino contable de Con las horas contadas, acosado por la Parca tras huir del hogar para echar la última canita al aire antes de casarse, al gris y aburrido agente de seguros de Pitfall (Dick Powell, impecable en su hastiado amuermamiento) le sobrevendrá la tragedia por tratar de encontrar fuera los estímulos que era incapaz de disfrutar en su trabajo y, sobre todo, en su modélica familia. A fin de cuentas, más le hubiera valido seguir protestando por lo vulgar y alienante de su existencia.

            No obstante, anclarse en este mensaje sería rascar solo la capa más superficial de la película, sobre todo habida cuenta de la frialdad glacial y la amarga ambigüedad que corona su desenlace. En Pitfall, André de Toth, europeo escéptico y esquinado, cuestiona el sueño americano a través de referentes intocables como la unidad familiar y, al mismo tiempo, subvierte desde dentro las claves del noir trastocando trama, protagonistas e incluso el peso de los géneros sexuales en el argumento. Y es que, en un ámbito por lo general de tendencias misóginas y evidente regusto a testosterona, son dos mujeres las únicas dueñas de fuerza moral y, por ende, las que cargan sobre sus hombros y su rostro la mayor tensión dramática del metraje -un año antes, De Toth ya había demostrado en La mujer de fuego que otra categoría tan masculina como el western podía ser raptada con absoluta legitimidad por dos figuras femeninas-.

            En Pitfall, el liderazgo de la acción recae, como decíamos, en un agente de seguros que personifica al americano medio, columna vertebral del país, y embarcado en un tortuoso ‘tour de force’ desencadenado por motivos de faldas. El elemento opresivo y alienante no mana de la ciudad de altos muros de hormigón y acero –un Los Ángeles simplemente feo y desaborido-, sino desde el cálido interior del hogar y de los personajes, al que solo cabe combatir con mordaces pero inanes chascarrillos resignados.

De hecho, en cierto modo, la impersonalidad de la masa urbana sirve un abrigo de protección para caracteres como el de Mona Stevens (Lizabeth Scott), a priori femme fatale pero en realidad mujer inocente y conmovedora vapuleada por el destino, la voracidad predatoria del macho y la trampa autodestructiva de su belleza. El rostro dulce, la apariencia atractiva aunque frágil y la voz profunda de Scott, actriz desaprovechada, le confiere el apropiado halo trágico, desesperado y doliente a esta ‘antivamp’ que, en su recorrido opuesto y paralelo a la vez respecto a la otra víctima sacrificial del filme, la esposa del protagonista, dota a Pitfall de una dimensión dramática poco habitual en estos predios.

Notable y atrevida.

 

Nota IMDB: 7,2.

Nota FilmAffinity: 6,9.

Nota del blog: 8.