Archivo | enero, 2012

Nothing But the Truth

31 Ene

“El periodismo es la protección entre la gente y cualquier clase de regla totalitaria. Es por eso que mi héroe, obviamente dañado, es periodista.”

Andrew Vachss

 

 

Nothing But the Truth

 

Año: 2008.

Director: Rod Lurie.

Reparto: Kate Beckinsale, Matt Dillon, Alan Alda, Vera Farmiga, David Schwimmer, Noah Wyle, Angela Bassett.

Tráiler

 

 

           Sostenía Habermas que el periodismo debía ser el instrumento de reacción social en contra de la colonización que la política ejercía sobre la vida.

La profesión que surgió para informar sobre cuestiones comerciales acabó por convertirse en perro guardián, en cuarto poder al servicio del común en constante vigilancia del resto de poderes, en un pilar del sistema democrático como salvaguarda, a través de la garantía del acceso a una información independiente, de la libre participación del ciudadano en la vida social.

Este compromiso, junto con su indudable atractivo y relevancia, no será desaprovechado por un cine que ha elevado a la categoría de mito popular acontecimientos clave en la historia de la profesión como la firme y valiente oposición del periodista Edward R. Murrow frente a los abusos del mccarthismo en Buenas noches y buena suerte, en defensa de los valores liberales y democráticos, o el destape del escándalo Watergate en Todos los hombres del Presidente, además de otros relatos ficcionalizados a partir de hechos reales, como El dilema o esta que nos ocupa.

            Nothing But the Truth –“nada más que la verdad”- se inspira directamente en la situación de la periodista de The New York Times Judith Miller, que pasó 85 días en prisión por negarse a revelar sus fuentes de información, y el caso de la revelación de la identidad de la espía Valerie Plame –cuyo punto de vista sería llevado a la pantalla en Caza a la espía-, esposa del diplomático Joseph Wilson, quien contradijo públicamente algunos de los argumentos que había empleado la administración Bush para invadir Irak.

Así, sustituyendo el país medioriental por otro del eje del mal como Venezuela y cambiando en parte los motivos de la periodista –mucho se ha dudado y comentado sobre las intenciones de Miller, considerada instrumento del gobierno para desprestigiar a Wilson y justificar la guerra, mientras que aquí se presenta como un caso de cuestionamiento de los métodos del poder-, Rod Lurie, quien ya había indagado en los oscuros callejones de la alta política y su voraz opresión sobre el individuo, también desde una perspectiva femenina, en Candidata al poder, sienta las bases para analizar el conflicto entre la autoridad de un Estado casi policial o marcial y la libertad de información y sus derechos –el de ejercer el secreto profesional, que permite al periodista no desvelar sus fuentes-, secuestrados por dudosas razones de seguridad nacional.

            Lurie compone una trama sólida e inteligente, consigue hacerla pavorosamente verosímil –algo que, curiosamente, tiende a no ocurrir con las historias “basadas en hechos reales”- merced a la ausencia de dramatismos fáciles, golpes bajos emocionales o efectismos de saldo –aunque no termine de funcionar la ultimísima revelación, que de haberla suprimido no hubiera ocurrido nada-, y eso que suficientes motivos tenía para ceder a ellos –el ámbito carcelario, el conflicto familiar, la lucha del ciudadano de a pie contra la injusticia del poder omnímodo-.

Nada cae en clichés o imposturas cinematográficas melodramáticas, los personajes actúan con lógica, interpretados con sobriedad y credibilidad por un reparto entonado en todas sus líneas, desde una sorprendente Kate Beckinsale hasta un tipo soso como David Schwimmer, pasando por un correctísimo Alan Alda o la siempre agradecida presencia de Angela Basset, incluso en aquellos más peliculeros como la espía descubierta encarnada por una espléndida Vera Farmiga, esa soccer mom ideal, vulnerable y terrible al mismo tiempo.

            Incomprensiblemente, ya que es mejor que la mayoría de los estrenos de este u otros géneros, pasó directamente al DVD.

 

Nota IMDB: 7,3.

Nota FilmAffinity: 6,7.

Nota del blog: 7,5.

El último atardecer

30 Ene

“Amaba a Aldrich. Siento mucho su muerte. Richard Jaeckel, que era un buen amigo suyo, solía visitarlo en el hospital. Le preguntaba si había algo que pudiera conseguirle y Aldrich le respondía, ‘Sí, un buen guion’.”

Lee Marvin

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El último atardecer

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Año: 1961.

Director: Robert Aldrich.

Reparto: Kirk Douglas, Rock Hudson, Dorothy Malone, Carol Lynley, Joseph Cotten.

Tráiler

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           Ferozmente independiente, rotundamente visceral, decididamente ecléctico pero con un estilo siempre identificable, Robert Aldrich logró ganarse el respeto de público e industria desde su trinchera de outsider.

Iniciado en labores de producción y ayudante de dirección en la RKO, dará el salto tras las cámaras en mundillo de la pequeña pantalla hasta obtener sus primeras alabanzas ya en el cine por su labor en dos cintas del Oeste: Apache, pionera en el western proindio, y Veracruz, auténtico antecedente del western sucio y donde ya se dibujaba una relación ambigua entre dos protagonistas desarraigados, tempestuosos, oscuros, complejos y, en el fondo, inesperadamente similares.

            El último atardecer suponía la vuelta de Aldrich al Oeste de la mano de Kirk Douglas y su productora Byrna. Con guion de Dalton Trumbo –que también había sido rehabilitado por el Douglas productor en Espartaco-, el neoyorkino compone un filme crepuscular y pesimista sobre rivalidades encarnizadas entre el forajido O’Malley (Kirk Douglas) y el sheriff Stribling (Rock Hudson), dos hombres que poco tienen a lo que agarrarse.

El primero –personaje maravillosamente dibujado por Trumbo en toda su complejidad y acometido por un Douglas que incluso se arranca a cantar en español macarrónico el Cucurrucucú paloma– arrastra la muerte de un hombre cometida en tiempos de zozobra existencial; la deriva de un hombre con tanto sentimiento como ira en su interior, emociones que provienen y se desatan por la nostalgia de tiempos mejores, inflamadas por el fracaso amoroso con la joven Belle, a la quien ahora ha encontrado para reencontrarse a sí mismo, si bien parece incluso conducirlo a un fetichismo que se derivará a la hija de esta, con la quien establece una ambigua relación entre paternofilial y amorosa.

El segundo, un viudo al que solo le queda la venganza contra el asesino de su cuñado, con el rostro inocente y la máscara de rectitud que ocultan motivaciones totalmente egoístas y un profundo vacío que quizás pueda llenar esa misma Belle, la salvación de su antagonista.

Una nueva dimensión para enfrentamiento inapelable que ha de acabar, a la fuerza, con la muerte de uno de los contendientes. Con el fin de uno de esos caminos que por fin parecían conducir a un futuro.

            Son antihéroes sombríos, desarraigados, contradictorios y poliédricos, cada uno atado a su propio drama –al igual que las dos mujeres secundarias, con sus secretos pasados y sus ilusiones futuras respectivas- y más similares de lo que quieren creer, enfrentados en el amor y el odio, evolucionando a lo largo de ese viaje que supone conducir el ganado de esa mujer redentora que desean, siempre imbuidos esa sentida atmósfera entre nostálgica, crepuscular y desgarrada, campo de maestría de un Aldrich que regala imágenes tan sugerentes como ese tiroteo y persecución envueltas en una tormenta de arena terrible, de tintes casi apocalípticos.

            El Destino aguarda paciente, inflexible, cruel con un castigo de tragedia griega para expiar con sangre unos pecados irremediablemente ligados a una condena terrible e inamovible, sin posibilidad de escape.

Notable western, aunque Trumbo y Douglas quedaran muy decepcionados con sus resultados.

 

Nota IMDB: 6,7.

Nota FilmAffinity: 7,3.

Nota del blog: 7,5.

Concursante

29 Ene

“¿Sabes qué es el capitalismo? ¡Joder y ser jodido!”

Tony Montana (Scarface)

 

 

Concursante

 

Año: 2007.

Director: Rodrigo Cortés.

Reparto: Leonardo Sbaraglia, Chete Lera, Miryam Gallego, Luis Zahera, Fernando Cayo.

Tráiler

 

 

            Alrededor de 2007 parecía que todos nos habíamos vuelto ricos. El liberalismo sonreía ufano, repartiéndose cómplices codazos con los neocons del mundo entero y la banca encendía puros con billetes rosas. El Tigre Celta rugía orgulloso, el único problema de Grecia era decidir entre el viejo héroe Charisteas o el melenudo y eficiente Samaras, Berlusconi aún podía descansar tranquilo en Villa Certosa sin preocupaciones que le formaran improbables arrugas y Zapatero repartía a manos llenas los beneficios que sobraban al Estado.

A Rodrigo Cortés, receloso como buen gallego, algo le olía raro. Al fin y al cabo, ¿qué puede salir mal en un sistema del que su hegemonía mundial es el mejor ejemplo de su perfección?

             Surgido del feraz mundo del cortometraje nacional, Cortés saltaba a las arenas del largo con la escritura y dirección de Concursante, una negra farsa que indaga en los oscuros callejones del supuesto éxito del capitalismo desenfrenado.

Y, como decimos, antes de que nadie hablara de crisis.

Concursante sumerge al espectador en las trampas fundacionales de todo un sistema en el que, como es obvio, siempre gana la banca, a través del hilo conductor que es Martín Circo Martín (Leonardo Sbaraglia), joven profesor asociado de historia de la economía y ganador de un concurso televisivo que lo condena a la pobreza y la esclavitud que supone ser rico sin serlo. Un personaje que ofrece una voz en off con toda la carga de ironía sobre el absurdo que solo la muerte es capaz de dar, al estilo de El crepúsculo de los dioses o American Beauty.

El ascenso y caída, sobre todo caída, del triunfador capitalista.

            Cortés despliega un barroco virtuosismo en la forma –curioso contraste con la concisión de su posterior Buried– para narrar un fondo cimentado en torno a una argumentación lúcida pero, sin embargo excesiva. Y es que Concursante funciona mejor como campo de entrenamiento y experimentación y como furibundo alegato profético que como película.

             Desde luego, el realizador gallego logra demostrar su fuerte personalidad, su innegable atrevimiento, sus aptitudes en la puesta en escena y su capacidad de sugerencia en la creación de imágenes. Sin embargo, no todas funcionan, muchas están metidas de regalo por el mero hecho de lucir músculo, con el efecto distractor consiguiente.

Lo mismo sucede con un guion en el que algunos personajes se pierden en su sarcástica deformación, disipando su ferocidad al no guardar la contención necesaria, a lo que se añado, por otro lado, un exceso de discurso, en ocasiones clase de economía en vivo y en directo, que no le hace ningún bien a una cinta que no es documental, sino película. Es decir, que la explicación debería integrarse más en la historia, entreverarse y filtrarse disimuladamente de entre las rendijas que sugieren relato e imágenes en lugar de aparecer tanto y tan en crudo.

Un fallo de inexperiencia que contribuye a restar cohesión a un libreto en el que esa voz en off, cicerone del espectador, cometido en el que puntualmente Sbaraglia rompía incluso la cuarta pared, queda olvidada en el frenesí de la segunda mitad del filme.

             Razonamientos creíbles –nada más que se lea un periódico- e impactantes, si bien yo diría que ya latentes en la conciencia de una ciudadanía cuyo problema, empezando por el que suscribe, es más la falta de rebeldía que de conocimiento.

Meritoria, prometedora, sorprendentemente profética, pero aún mejorable.

 

Nota IMDB: 6,5.

Nota FilmAffinity: 6,6.

Nota del blog: 6.

El único superviviente

28 Ene

“El hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza.”

Friedrich Nietzsche

 

 

El único superviviente

 

Año: 1985.

Director: Geoff Murphy.

Reparto: Bruno Lawrence, Alison Routledge, Pete Smith.

Tráiler

 

 

 

            Geoff Murphy, uno de los hombres fuertes del renacimiento de la industria cinematográfica neozelandesa a partir de finales de los setenta, a la que da el espaldarazo definitivo con el éxito recaudatorio de su road movie de desheredados Vaya movida, dejaba de lado tras el estreno de UTU, cinta sobre conflictos y venganzas entre maoríes y británicos, unas constantes temáticas de fuerte raigambre local para introducirse en una película fantacientífica sobre juicios finales, muertes aplazadas, redenciones e indagaciones sobre la condición humana y de lo divino.

            Dentro de los muchos y variopintos ejemplos de cintas postapocalípticas, El único superviviente podría verse como el transcurso entre las premisas de las adaptaciones del Soy leyenda de Richard Matheson (El último hombre sobre la Tierra, El último hombre… vivo), con el científico solitario como único superviviente del desastre, pasando por Cuando el viento sopla, con la pareja de la que la Parca parece haberse olvidado, hasta llegar a El mundo, la carne y el diablo –con la que guarda no pocas similitudes- o la cormaniana La última mujer sobre la Tierra, cuando el principal problema para el menage a trois sobreviviente, fuera de las tortuosas tragedias personales cargadas desde el pasado, es, precisamente, el sexo y la elección de la Eva postrera entre los dos adanes en disputa.

Un carácter tríptico que se traduce en la irregularidad de un filme mejor concebido en esa parte de hombre omega, fantasía universal, jugosa y siempre efectiva, campo abonado para la generación de sugerentes imágenes de ciudades vacías y desolación pero, al mismo tiempo, paralelo al fin de las inhibiciones, de las barreras morales.

El amanecer de un rey entre las ruinas, todopoderoso e impotente. Trágico en su soledad.

            Un planteamiento más pensado y mejor desarrollado que unos segundo y tercer acto que dan sensación de relleno, peor trabajados, más inconsistentes, bastante menos interesantes, sobre todo en un final donde se bosqueja la innecesaria explicación pseudocientífica –en mi opinión, ni siquiera hace falta explicar las causas o las consecuencias de un Apocalipsis contemporáneo, pudiendo reducirlo a una cuestión abstracta o conceptual-, abordada de manera precipitada, confusa y con escasa credibilidad.

Se antoja casi como mera excusa para conducir al filme a un desenlace que expone definitivamente sus reflexiones sobre el carácter del hombre moderno y sus orgullosas aspiraciones de divinidad –la hybris que condena al desastre, según decían los clásicos- por medio de un simbolismo social y religioso –los supervivientes son el científico que jugando a ser Dios lleva a la catástrofe, un hombre que también ha decidido sobre la vida de otra persona y una mujer que representa la fe auténtica y natural, es decir, sumisa y respetuosa con Dios, el de “verdad”, desde su posición de inferioridad consciente y asumida- y sobre todo de alegorías cristianas –la redención, el Purgatorio- bastante simplones, que no logran alcanzar en ningún caso demasiada profundidad.

Daba para más.

 

Nota IMDB: 7.

Nota FilmAffinity: 5,6.

Nota del blog: 5,5.

El espía negro

27 Ene

“Michael Powell sabe lo que voy a decir incluso antes de que lo diga –puede que incluso antes de que lo piense-, lo que es una cosa muy rara. Tienes suerte si conoces siquiera una vez a alguien así en tu vida.”

Emeric Pressburger

 

 

El espía negro

 

Año: 1939.

Director: Michael Powell.

Reparto: Conrad Veidt, Valerie Hobson, Sebastian Shaw.

 

 

 

             Al mismo tiempo que comenzaban a labrar su propia carrera cinematográfica, originalísima y compleja, The Archers (“los arqueros”) Michael Powell y Emeric Pressburger construían la base de su libertad artística atendiendo con eficiencia encargos ajenos destinados a ser puro entretenimiento y vehículo de lucimiento de las estrellas británicas del momento bajo argumentos de moda.

El espía en negro, primer fruto de su feraz colaboración con el director y productor Alexander Korda, rodado casi paralelamente a su monumental El ladrón de Bagdad, será uno de esos ejemplos: una muestra de su genialidad artística y su inconmensurable habilidad como narradores puesta al servicio de un atractivo filme bélico cuyos actores principales serán los entonces populares Valerie Hobson y Conrad Veidt, nombre propio del expresionismo alemán, ahora exiliado del nazismo y ciudadano británico.

             El espía negro, ambientada en la Primera Guerra Mundial pero estrenada en unos tiempos en los que ya se podía sentir en el aire el hedor del próximo y aún más terrible enfrentamiento, presenta una trama de espionaje en principio desde el punto de vista alemán, con un capitán de submarinos (Veidt) encargado de infiltrarse en la isla de Hoy, base de la marina británica en el Mar del Norte, con la ayuda de un contacto, la bella comandante Tiel (Hobson), y con el renegado teniente Ashtington (Sebastian Shaw) como traidor informante.

            Al igual que en el resto de su carrera, la temática bélica no se traduce en maniqueísmo, ni en canto burdo a los valores patrióticos o al ardor militar. Los arqueros, con Powell en la dirección y el apartado visual y Emerich en el libreto fundamentalmente, demuestran de nuevo sus aptitudes de cuentacuentos en el dibujo de personajes vivos, creíbles, pertenezcan a uno u otro bando. Los militares alemanes son humanos, poseen unos objetivos propios que son también legítimos. Si acaso, destacan por una cierta obstinación irreflexiva en su firmeza marcial, en el teleologismo con el que la aplican, contrapuesta a la mayor humanidad de los británicos, comprensivos y clementes en la victoria.

Esa capacidad de comprensión para las actuaciones de los personajes abunda en las virtudes de un entretenido relato de tensiones bélicas y sexuales, suspense y equívocos; desarrollado con inteligencia mediante un intenso guion en el que las frases soterradas poseen igual o mayor valor que las explícitas y al que tan solo cabría achacar el hecho de que la explicación que da lugar a la intriga de espionaje, colaboración y conflictos entre los tres caracteres principales queda verbalizada con poca elegancia y una credibilidad cuestionable, demasiado cogida por los pelos.

Aún así, es una cinta plenamente disfrutable.

 

Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 6,6.

Nota del blog: 7.

Amphibious 3D

26 Ene

“Ninguna buena película es deprimente. Todas las películas malas son deprimentes.”

Roger Ebert

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Amphibious 3D

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Año: 2010.

Director: Brian Yuzna.

Reparto: Monica Sayangbati, Janna Fasaert, Michael Paré, Francis Bosco.

Tráiler

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            Brian Yuzna, director, productor y guionista de género, apasionado por su trabajo, experto en el splatter con guindas de humor y dueño de un talento que se definiría con cierta amabilidad como irregular, apuraba el primer cambio de década del milenio, paralelo a la pérdida de encanto y decadencia de su obra, en el viejo continente, en especial a las órdenes de productora española Filmax, de la cual dirige su terrorífica, en sentido amplio, división Fantastic Factory, a través de la cual, desde la producción y la dirección, abrirá el horizonte del cine patrio en los géneros fantástico y de terror.

De su actividad se podrán rescatar loables intentos como el de tratar de asentar el terror gótico español con la fallida Romasanta o el surgimiento de nombres como uno de los abanderados del nuevo, exitoso y exportable horror español, como Jaume Balagueró con Darkness o Paco Plaza con la anterior.

            Auspiciado ahora por la discreta industria cinematográfica holandesa, localizada en sus antiguos y exóticos territorios de ultramar -Indonesia, anteriores Indias Orientales neerlandesas- y rodada con un desopilante 3D anunciado a bombo y platillo, destinado a las mejores pantallas de portátil, Yuzna traslada sus andanzas a los Mares del Sur, lugar donde un antediluviano monstruo marino se dedicará a aterrorizar a los habitantes de una plataforma pesquera mantenida por medio de la esclavitud infantil –la excolonia, ese dechado de vicios y corrupciones, lo que también permite el tópico del niño especial como elemento inquietante por su conexión espiritual con la criatura-, así como a los tripulantes, más civilizados, del bote alquilado por una trabajadora bióloga marina con cicatrices de madre desatenta sin cerrar, un marinero occidental desastrado y vividor y su fiel ayudante local.

            Con un esquema típico que había practicado en Arachnid en la producción y Rottweiler tras las cámaras: un grupo de variopintas personas, personajes tan planos que compensan la imagen tridimensional, maniqueos, dibujados con el tópico como brocha, que tratan de escapar de la muerte o sucumben sangrientamente a ella, encarnada por un ser salvaje sobrenatural –araña gigante, perro biónico, escorpión marino prehistórico-.

            Yuzna conduce con ritmo esclerótico y nula tensión o sensación de inquietud una película cuyo argumento no está preparado para durar más de veinte minutos, no digamos ya una alargada casi hora y media. Sin planificación más allá del un monstruo-mata-gente, mal dirigida, peor interpretada y con un ser poco sugerente, Amphibious no logra conseguir llegar a los mínimos de distracción o gracia cutre que pueden exigirse a una película de sus características y pretensiones.

Enervante coñazo.

 

Nota IMDB: 5.

Nota FilmAffinity: 2,3.

Nota del blog: 2.

Roma, ciudad abierta

25 Ene

“La historia del cine se divide en dos partes: antes y después de Roma, ciudad abierta.

Otto Preminger

Roma, ciudad abierta

Año: 1945.

Director: Roberto Rossellini.

Reparto: Aldo Fabrizi, Ana Magnani, Marcello Pagliero, Francesco Grandjacquet, Vito Annichiarico.

Tráiler

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            Aunque el Neorrealismo italiano había nacido un par de años atrás, según ciertos teóricos con Ossessione de Luchino Visconti, e incluso contaba ya con películas de cierta relevancia aparte de la mencionada, como I bambini ci guardano, de Vittorio da Sicca, la historiografía considerará a Roma, ciudad abierta, la película fundacional del movimiento, la que da origen a su misma denominación.

Es el cine de un país arruinado económica y moralmente, hundido bajo la abominable herencia del fascismo y la guerra, y que necesitaba imperiosamente nuevos impulsos para resurgir de sus cenizas.

             El cine neorrealista venía a representar esa aspiración de reconstrucción, al menos moral, de ese pueblo italiano que había de dejar atrás la ignominia, de recobrar la nobleza perdida. En este caso, Rossellini afronta esta premisa mediante la crónica de una etapa negra, recientísima, la de los últimos días de ocupación alemana de Roma, cuando los bombardeos aliados parecían augurar la pronta liberación y la caída del aún poderoso y aterrador monstruo nazi.

Y lo hace desde el punto de vista del pueblo llano, el protagonista absoluto del Neorrealismo. La tragedia total como suma de tragedias familiares e individuales, personas que, no obstante, siempre sacrifican lo egoísta en favor del colectivo.

             Es este el mensaje último: lo necesario de la solidaridad humana para derrotar a la barbarie y la irracionalidad, individualizada en estereotipos sociales como el cura y su confianza absoluta en el poder de la fe como fortaleza indestructible y victoriosa frente al Mal; el partisano con su compromiso, su valor e integridad como paradigma de una sociedad invencible como poseedora la razón y la justicia, o esa la madre coraje interpretada por Ana Magnani, una de las musas de la corriente, despeinada, ojerosa, con ligero bozo, pero majestuosa entre la devastación, capaz de sostener sobre sus hombros la prosaica pero pesada base de toda oposición.

             Una crudeza argumental que transcurre pareja a un estilo formal descarnado producto de la firme oposición a las formas consideradas artificiales y engañosas tanto del cine fascista como de la industria norteamericana –rechazo de cualquier embellecimiento con recursos y elementos cinematográficos, predominio de actores no profesionales, empleo de la calle como escenario,…-; al mismo tiempo fruto de una coyuntura de pobreza y destrucción que se traducía en carestía de medios y ruina de los platós de rodaje existentes.

Es la dirección de la realidad, se dirá. Es la fuerza y la habilidad en esa dirección, en la captación de esa veracidad, la que permite la empatía e identificación con unos personajes prácticamente universales.

             Dentro de ese final de apariencia desesperanzada, habitual en su filmografía, Rosellini convierte en triunfo lo que se diría derrota.

Una película profunda y emotiva.

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Nota IMDB: 8,2.

Nota FilmAffinity: 8,3.

Nota del blog: 8,5.

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