«Charles Chaplin es el Adán del que todos descendemos.»
Federico Fellini
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Una mujer de París
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Año: 1923.
Director: Charles Chaplin.
Reparto: Edna Purviance, Carl Miller, Adolphe Menjou, Lydia Knott.
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Si hay un director que sabe cómo maniobrar los resortes emocionales del espectador, ese es Charles Chaplin. Baste con devolver la mirada a El chico, en concreto a la escena del rapto de Jackie Coogan por las autoridades. La transición desde el corazón en un puño y el nudo en la garganta hasta la sonrisa aliviada y la carcajada no puede ser más natural, más conmovedor, más perfecto. Aunque por entonces su reconocimiento provenía en exclusiva del género cómico, el cine de Chaplin ya poseía detrás de las risas un evidente poso melodramático, tanto de orden social como sentimental.
Bien encorajinado para buscar nuevos retos a través de los cuales continuar perfilando su madurez como cineasta, bien deseoso de librarse de incómodos encasillamientos, Chaplin decidiría con Una mujer de París volcar en un filme todo su potencial dramático, sin cortapisas humorísticas, por chocante que esto pudiera parecerle a sus seguidores. De ahí la doble advertencia de los títulos de crédito: primero, que él no hará acto de presencia en los fotogramas –una figura siempre asociada a la comedia, aunque interprete a un asesino en serie-, y, segundo, que la película es su primera obra “seria”. Toda una declaración de intenciones.
Una mujer de París narra la evolución a lo largo de los años de un romance prohibido y condenado al infortunio. Es la batalla a muerte entre el verdadero amor, imperecedero e insobornable, y un destino sádico que emplea a su servicio diversas armas familiares, sociales o económicos. Uno tiende a pensar que, presa de este ansia por demostrar seriedad, a Chaplin se le va la un poco la mano en una trama con cierto exceso de tragedias folletinescas. Clímax de dramatismo exagerado que contrastan, en cambio, con la innovadora sugerencia de las elipsis, que dinamizan el desarrollo del relato y esconden una parte del drama para reservarlo a la intuición o la imaginación del espectador, y la matizada exploración psicológica de los personajes –basten conmovedores detalles como el repudio paterno del novio-.
Protagonizada por Edna Pruivance, protegida del cineasta y fiel compañera secundaria de sus populares andanzas, la cinta se ambienta en los círculos burgueses de la hedonista capital francesa de los años veinte, cuyo boato se traslada a la expresiva puesta en escena –recargada en la lujosa estancia de ella, luminosa en los salones de baile, oscura y sucia en la casa del pintor-. París aparece entonces como paraíso de vida disoluta en contraste directo con un Hollywood que, tras ser proclamado Nueva Babilonia, rendía sus estudios a la pertinaz ola de hipócrita puritanismo –el convencional desenlace redentor podría pasar aquí como una concesión-.
El escenario y las imágenes ayudan por tanto a perfilar el carácter de los personajes –es especialmente significativo el trato del acaudalado amante en relación a su chica, como otro objeto del escenario puesto a su disposición-. Dentro del romanticismo y el arrebatado fatalismo de Una mujer de París, Chaplin guarda también lugar para algún gag visual, sutil o explícito, que aligera el tono del conjunto y, al mismo tiempo, otorga aún mayor profundidad a su composición del fondo del relato –la comparación de ricos y cerdos a través de las trufas, el “despacho”, la mirada censora de la esteticista durante la escena de confesiones entre amigas, el “padre”, el uso de objetos para sugerir situaciones entre los personajes implicados,…-.
La complejidad y la escasa complacencia en el retrato de caracteres que revelan estos citados recursos es, por tanto, la virtud revolucionaria de la película, de importancia capital en el posterior desarrollo del subgénero melodramático en particular y de un cine en general que abogaba por la exploración interior y exhaustiva del individuo.
En su época de estreno, supondría el primer gran fracaso de crítica y público Chaplin.
Nota IMDB: 7,2.
Nota FilmAffinity: 7,3.
Nota del blog: 7,5.
Contracrítica