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Cuando los dinosaurios dominaban la tierra

11 Ene

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Año: 1970.

Director: Val Guest.

Reparto: Victoria Vetri, Robin Hawdon, Patrick Allen, Drewe Henley, Sean Caffrey, Magda Konopka, Imogen Hassall, Patrick Holt, Carol Hawkins.

Tráiler

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         A mediados de la década de los sesenta, a la Hammer le dio por explotar un filón consistente en turgentes mujeres prehistóricas en apuros entre alimañas antediluvianas y, peor aún, hombres primitivos con tremebundas pelucas y barbas postizas. El bikini de piel de Raquel Welch en Hace un millón de años -en realidad un remake de la producción estadounidense de 1940 del mismo nombre– se había convertido en un icono pop automático que se intentaría replicar en Mujeres prehistóricas -explícito título a cargo de Michael Carreras, guionista en la anterior-; Cuando los dinosaurios dominaban la tierra y Criaturas olvidadas del mundo -de nuevo con el tándem formado por Don Chaffey en la dirección y Carreras en el libreto-.

         Cuando los dinosaurios dominaban la tierra, en concreto, se basa en un planteamiento del que J.G. Ballard sentó las bases y Val Guest terminó de dar forma, si bien posee elementos similares respecto de la primera entrega de esta especie de serie exploitation -el antagonismo entre una tribu violenta que mora en las ásperas montañas y otra más tolerante que habita la más apacible costa, el inevitable amor prohibido entre dos representantes de ambas cosmovisiones-, e incluso de la segunda -la enconada enemistad entre rubios y morenos-.

Para heredar la despampanante lubricidad de Welch, la productora británica volvería a confiar en una norteamericana, Victoria Vetri, cuyas curvas la habían convertido en playmate del mes en septiembre de 1967. El estilismo volvería a realzarlas con un sugerente sujetador de piel un par de tallas por debajo de lo recomendable. La escasez material de la prehistoria, evidentemente. No obstante, de interpretación limitadísima y personaje algo pánfilo, no alcanza la presencia de la bolivianoestadounidense.

Para la otra parte del espectáculo, los monstruos, se recurriría a un modelaje y stop-motion semejante al canonizado por el maestro Ray Harryhausen -comparecen un par de plesiosaurios, un chasmosaurus, un rhamphorhynchus, un megalosaurius de interpretación vintage, unas babosas colosales y varios cangrejos gigantes que podrían pasar por ancestros de los de La isla misteriosa-, así como, puntualmente, un varano y un caimán disfrazados.

         Con estos ingredientes elementales y un presupuesto inferior al que lucía Hace un millón de años -con todo, los efectos especiales cosecharían una nominación al Óscar-, Guest se las ingenia para enhebrar una aventura sencilla pero sostenida con buen pulso, tanto o más si se tiene en cuenta que los diálogos son en un lenguaje inventado en el que apenas se emplea un puñado de voces -aprender el idioma, que es perfectamente posible en la hora y media de metraje, puede ser otro juguete para divertirse-.

Del relato, hay apartados particularmente desafinantes -las pequeñas escenas cómicas- y herramientas tan básicas como forzadas -ese megalosaurius con el don de la oportunidad-, pero también se atreve a introducir reflexiones críticas acerca de la propagación y el contagio del fanatismo en un contexto de pánico colectivo que responde a la consciencia de la vulnerabilidad ante la desgracia y lo desconocido. El espectacular paisaje canario constituye además un decorado estimulante y épico para este tebeo en movimiento y a todo color.

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Nota IMDB: 5,2.

Nota FilmAffinity: 5,3.

Nota del blog: 6,5.

Voyage of Time: Life’s Journey

9 Nov

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Año: 2016.

Director: Terrence Malick.

Tráiler

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           En El árbol de la vida, Terrence Malick entregaba una asombrosa sinfonía de la creación que terminaba por constituir uno de los pasajes para el recuerdo no solo de la película, sino de toda su filmografía. El segmento no era fortuito: es una pieza desgajada de un proyecto en el que el cineasta texano llevaba trabajando décadas, desde sus comienzos en el séptimo arte, capturando fotogramas significativos, investigando al amparo de prestigiosos científicos, interrogándose sobre las relaciones entre el ser humano y la naturaleza, sobre el porqué de la vida y de la muerte, sobre las fuerzas que gobiernan el cosmos. Las preguntas que arden en su cine, hasta el punto de brotar literalmente a partir de hitos como La delgada línea roja.

Voyage of Time: Life’s Journey es, quizás, la culminación de este proceso artístico y personal. Un poema visual y existencialista desde el que Malick busca e incluso contempla la maravilla. Y es un poema este que parte desde el cuestionamiento, desde una sensación de orfandad y decadencia que, paulatinamente, parece irse llenando en un recorrido que conduce al amor. Al amor por la vida, al amor por el prójimo.

           Para ello, Malick camina y habla a través de la imagen y la música, de cuya combinación infiere respuestas, expresa emociones -la inquietud, la violencia, la conexión, el afecto…-. Werner Herzog, otro explorador infatigable, exponía en La cueva de los sueños olvidados que el arte es la herramienta con la que el ser humano se define y trata de indagar en su relación con todo aquello que lo rodea, lo cotidiano y lo trascendente, lo material y lo sublime. A partir de esta belleza, e interpelando a una personificación con ecos pandeístas, persigue el retrato de una madre de infinitos rostros; amante, indiferente, terrible. En cierta manera, la progenitora que interpretaba Jessica Chastain en El árbol de la vida ya mostraba determinados sesgos alegóricos que apuntaban en dirección a esa Gaia conceptual.

           En Voyage of Time: Life’s Journey hay una confrontación formal entre las imágenes asentadas y de rotunda plasticidad con las que se manifiesta el cosmos y de la vida, eternos y sobrecogedores, frente a otras urgentes, digitales e imperfectas que muestran la dimensión humana, mudable y efímera. Pero, en una simbólica maniobra, Malick acaba integrando ambas corrientes, haciendo partícipe al ser humano de ese ciclo infinito, explosivo, prodigioso. Una nota principal -por consciente, por compleja- en una fascinante sinfonía.

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Nota IMDB: 6,4.

Nota FilmAffinity: 5,9.

Nota del blog: 8.

Jurassic World: El reino caído

18 Jun

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Año: 2018.

Director: Juan Antonio Bayona.

Reparto: Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Isabella Sermon, Rafe Spall, Justice Smith, Daniella Pineda, Ted Levine, Toby Jones, BD Wong, James Cromwell, Geraldine Chaplin, Jeff Goldblum.

Tráiler

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          Hay una tendencia en el cine comercial hacia la marca, hacia la franquicia como estrategia. Los antiguos estudios se han reciclado en casas mercantiles, como Marvel o Star Wars, explican los expertos. El cine se serializa mediante la repetición o la reformulación de una receta preestablecida que se controla con visión de conjunto, con independencia de unos capítulos muy pautados, en los que la voz propia del cineasta -que en muchas ocasiones ha sido fan antes que realizador del producto- posee un escasísimo margen de maniobra dentro de esta uniformización del conjunto, que mediante libretos diseñados en base a estrategias casi estrictamente mercadotécnicas, busca tanto la aprobación explícita del otrora ‘friki’ -erigido en ente social normalizado a través de su condición de consumidor poderoso- como la capitalización de su pasión, hasta exprimir la última gota entrega tras entrega. El sentido de la maravilla se agota antes o después. La sorpresa acostumbra a quedarse fuera de la ecuación, pues es un valor artística y económicamente volátil y, además, fugaz por naturaleza.

          «Parque Jurásico fue mi Star Wars«, sostiene Chris Pratt en una declaración orgullosamente generacional. Parque Jurásico es otra de estas marcas refundadas y apenas remozadas. Jurassic World mostraba su autoreconocimiento posmoderno como consciente juguete nostálgico prácticamente como única novedad. Con unos cuantos diálogos de lectura claramente metalingüística -y disculpatoria por parte de los guionistas-, la película llegaba a admitir la imposibilidad de asombrar ya a nadie con una galería de dinosaurios corrientes y molientes. De ahí el indominux rex -que tampoco es que fuese la repanocha de imaginación-. Pero muerto el bicho más grande, ¿ahora qué? El estallido de la isla Nublar, de primeras, recalca la necesidad de clausurar definitivamente el parque.

La parte irredimiblemente tonta de Jurassic World no era ceder a la tentación de ver luchar a un velociraptor junto a un tiranosaurio, el uno cabalgando a lomos del otro. Esa es la indulgencia friki que decíamos. La parte tonta era la trama militar, que ni siquiera tenía gracia como delirio. Pues bien, esa visión presuntamente crítica de la utilización del dinosaurio como superarma biológica centra en gran medida Jurassic World: El reino caído. En realidad, esta decisión parece una evidencia del agotamiento de las posibilidades argumentales de la saga, y de que Derek Connolly y Colin Trevorrow -que cede la silla de director a Juan Antonio Bayona- no saben bien qué hacer con lo que tienen entre manos. El juguete del dinosaurio está bastante visto, perdido el impulso de esta nueva reedición. Al respecto, intentan redoblar la apuesta crítica con una roma admonición acerca de las apocalípticas consecuencias del ser humano que juega a ser Dios, de lo monstruoso como parte íntima de la propia naturaleza de la especie.

          El carisma campechano y relajado de la pareja Chris Pratt-Bryce Dallas Howard, y la presencia de Ted Levine como villano chusquero, apenas logran evitar que Jurassic World: El reino caído, construida sobre clichés del género que hasta ya habían estado presentes en anteriores capítulos de la serie, caiga en la molicie durante sus dos primeros tercios.

En su tramo final, Bayona -un realizador que ha hecho del «parece Made in USA» su sello de prestigio- trata por fin de reconducir el espectáculo hacia un nuevo terreno, el terror gótico -el caserón, la noche, la niña inocente y el monstruo que llama a la puerta-. Pero tampoco funciona. El monstruo está sobreexpuesto, los movimientos de cámara son demasiado artificiosos y no hay sugerencia. Al igual que en todo el metraje precedente, los sustos y los alivios se conocen al dedillo.

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Nota IMDB: 6,7.

Nota FilmAffinity: 6,1.

Nota del blog: 4.

Jurassic World

5 Jul

“Las secuelas son una pérdida de tiempo y dinero. Las películas deben alumbrar nuevas historias.”

Francis Ford Coppola

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Jurassic World

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Jurassic World

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Año: 2015.

Director: Colin Trevorrow.

Reparto: Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Irrfan Khan, Vincent D’Onofrio, Ty Simpkins, Nick Robinson, Jake Johnson, Omar Sy, BD Wong, Judy Greer, Lauren Lapkus, Katie McGrath.

Tráiler

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           Mal asunto si los guionistas aprovechan el texto para colar excusas. En cierta escena de Jurassic World, Simon Masrani (Irrfan Khan), el multimillonario dueño del parque, y el doctor Henry Yu (BD Wong), jefe de los ingenieros responsables de cultivar sus “activos”, discuten acerca del Indominus Rex, la aberrante criatura creada genéticamente a partir de ADN de múltiples especies de dinosaurios para crear al espécimen más terrorífico posible y satisfacer así a visitantes y patrocinadores, aunque ahora salida de control para desesperación de todos. Después de recibir las furibundas críticas de Masrani contra el clásico juego de ser dios que realiza el laboratorio, el científico replica que él, con obediencia y oficio, se ha limitado a ceñirse a las instrucciones precisas dadas por la dirección del complejo turístico en su memorándum –es decir, por Masrani mismo-, que eran las de subordinar la fidelidad científica de los especímenes extintos –por ejemplo, nota de este articulista, que los raptores sean emplumados- a la crianza de monstruos más grandes, que den más miedo, tengan más dientes, rujan más y sean “más guays”.

Como se puede intuir, este diálogo –que es además la repetición de un soliloquio pronunciado metraje atrás por la protagonista, directora del parque- bien podría leerse en clave metalingüística, sustituyendo a ambos personajes por, respectivamente, el productor ejecutivo –quien, al igual que Masrani, sería un autoproclamado médium del gran público- y los guionistas. “Sentimos la ramplonería argumental de este blockbuster, pero solo cumplíamos órdenes”.

           Más acomodaticios o mercenarios indiferentes que ineptos para el trabajo, los redactores de Jurassic World –de base, el dúo  compuesto por Amanda Silver y Rick Jaffa, firmantes de los muy respetables libretos de El origen del planeta de los simios y El amanecer del planeta de los simiostiran de oficio (o rutina) para plasmar en el guion los designios de los hombres al mando, armados con calculadoras y pronósticos de beneficios, y que han sabido prever que comienza la nostalgia de los años noventa y que la fascinación por los dinosaurios nunca termina –una perspicacia que le ha valido al filme, así de primeras, batir el record de celeridad en alcanzar los 500 millones de dólares recaudados-.

De este modo, Silver y Jaffa –con remiendos de Derek Connolly y el propio director del filme, Colin Trevorrow- se limitan a reescribir el esquema de la película inaugural de la serie, agregándole alguna subtrama tremendamente insensata y ridícula –el delegado militar que pretende convertir a los velociraptores en el arma bélica del futuro-, una avalancha de ‘product placement’ –más les hubiera valido incluir parones publicitarios-, homenajes y citas autorreferenciales a la saga, y una saludable dosis de humor distanciado –o de autoflagelación, que continúan la idea de las disculpas antes referidas-.

           Abonada al entretenimiento sencillo y para toda la familia –a pesar de lo sangrientos que son los dinosaurios-, Jurassic World se levanta sobre un armazón bastante básico –con sus personajes cortados con patrón, sus secundarios sin entidad,…- que, empero, se muestra al menos funcional, dentro de la abundante gama de tonterías que contiene, unas infantiles y algunas aprovechables, caso de la fina sátira hacia el lenguaje mercantil que todo lo devora o de la hipótesis de que hasta los dinosaurios normales y corrientes también puedan caer víctimas de la limitada capacidad de asombro del ser humano –un concepto que puede interpretarse otra vez metalingüísticamente, en cuanto a la relación del espectador con el cine-.

Contribuye a hacerla aceptable para un servidor –y probablemente a irritar buena parte de la platea- el poco respeto que la cinta alberga hacia sí misma; la tendencia a reírse de sus propios clichés y de las exigencias de la producción -¿hay algo más épico y absurdo que un velociraptor “cabalgando” un tyrannosaurus rex?-, incluso hasta bordear la autoconsciencia, ora con agudeza, ora con simpleza, ora con nuevos tópicos ya empleados en el blockbuster desenfadado.

           Ágil, entretenida, con buena acción y con bonitos dinosaurios –que no es poco-; pero no demasiado más.

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Nota IMDB: 7,4.

Nota FilmAffinity: 6,2.

Nota del blog: 5,5.

Parque Jurásico III (Jurassic Park III)

28 Jun

«El problema con una película como Jurassic Park no es lo que hacen los dinosaurios, sino lo que hace la gente.»

Alexander Payne

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Parque Jurásico III

(Jurassic Park III)

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Parque Jurásico III (Jurassic Park 3)

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Año: 2001.

Director: Joe Johnston.

Reparto: Sam Neill, William H. Macy, Téa Leoni, Alessandro Nivola, Trevor Morgan, Michael Jeter, John Diehl, Bruce A. Young, Taylor Nichols, Laura Dern.

Tráiler

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           Viejos protagonistas, nuevos y más poderosos adversarios; idéntica ambición de explotar el gancho popular de los dinosaurios. En 2001, cuatro años después de la segunda entrega y ocho de la primera, y a pesar del cambio en la dirección –Steven Spielberg se reservará labores de productor ejecutivo, sustituido por Joe Johnston como realizador mientras que el libreto no estará basado en un original en papel de Michael Crichton pese a tomar ideas de las dos novelas utilizadas anteriormente-, el parque reabría sus taquillas, ávido de una nueva remesa de dólares cosechados entre los incondicionales de los lagartos terribles.

           Parque Jurásico III es la celebración de la propia saga, repleta de autorreferencias y con un sentido del espectáculo que prefiere la redundancia a la diversificación. Más liviano -y corto, alrededor de hora y media de metraje- que sus precedentes –El mundo perdido ya adolecía de cierta pesadez-, este tercer episodio apuesta por incrementar el peso de la tecnología digital, más avanzada que en el momento de estreno de la serie, aunque sin prescindir de la fisicidad de los muñecos animatrónicos que tan buenos réditos le habían reportado hasta ahora. Johnston demuestra que no es Spielberg con una factura visual menos rotunda pero sí que, al menos, sabe conducir con ritmo un blockbuster, su principal campo de acción en el cine.

Por su parte, el guion, elaborado a seis manos y entre las que destaca Alexander Payne, interesantísimo cineasta, infiltra una mayor dosis de humor en el conjunto de la mano de la desastrosa pareja de divorciados encarnada por William H. Macy y Téa Leoni, en búsqueda de su hijo en común, desaparecido en la isla de Sorna, la zona B de InGen o su criadero de dinosaurios, con la ayuda contra su voluntad del doctor Grant (Sam Neill), protagonista del filme inaugural. A su vez, los redactores se esfuerzan (poco) en dotar de un trasfondo tridimensional a sus personajes –el drama familiar de pérdida y reconciliación; la tentación y la redención-, pero resulta tan tópico y somero que apenas aporta nada.

Respecto a las estrellas del filme, los velociraptores y los tiranosaurios quedan sustituidos –además de manera gráfica en su presentación, con un duelo entre carnívoros que deja las cosas claras en cuanto al poder del bicho en cuestión-, por el mayor depredador conocido entre los dinosaurios: el Spinosaurus Aegypciacus, menos fotogénico que los anteriores. Sin embargo, el culto al velociraptor no desaparece, sino que avanza un nuevo paso hasta dotarlos de una inteligencia que no duda en trasgredir la verosimilitud –que intuyan la desaparición de un par de huevos como un robo recobrable y no como un acto de depredación para alimento por parte de otra especie desconocida-.

           Dado que al fin y al cabo Parque Jurásico III es una película sencilla de ver, que en conjunto tampoco se toma demasiado en serio y en la que siguen apareciendo dinosaurios muy curiosos, consigue pasar el corte. Y, aunque más discretos que Parque Jurásico y El mundo perdido, obtendría unos jugosos réditos en las salas del mundo entero.

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Nota IMDB: 5,9.

Nota FilmAffinity: 4,8.

Nota del blog: 5,5.

El mundo perdido: Jurassic Park

27 Jun

«Detesto a Spielberg y creo que le ha hecho un daño brutal al cine.»

David Trueba

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El mundo perdido: Jurassic Park

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El mundo perdido. Jurassic Park

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Año: 1997.

Director: Steven Spielberg.

Reparto: Jeff Goldblum, Julianne Moore, Vince Vaughn, Vanessa Lee Chester, Arliss Howard, Pete Postlethwaite, Peter Stormare, Richard Schiff, Harvey Jason, Thomas F. Duffy, Richard Attenborough, Joseph Mazzello, Ariana Richards.

Tráiler

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           A Steven Spielberg poco le ha importado las acusaciones de reconducir al floreciente, original y comprometido artística y socialmente Nuevo Hollywood de los setenta por el oscuro sendero del espectáculo para todos los públicos, la infantilización emocional en aras de cosechar millones de dólares y la sustitución del riesgo cinematográfico por la seguridad de la taquilla. O, bueno, le ha importado solo lo justo para, de vez en cuando, intentar el asalto a un cine presuntamente serio o de prestigio –El color púrpura, El imperio del sol, La lista de Schindler, Amistad, Salvar al soldado Ryan, Munich, Lincoln-, en muchas ocasiones también cortado por patrones sobados, asequibles y premiables por la sensibilidad popular.

           En su gran taquillazo de los noventa, Parque Jurásico, el rey Midas de Hollywood había tenido la suficiente perspicacia como para detectar el incalculable valor de los dinosaurios a partir de una novela del escritor de ‘best sellers’ Michael Crichton, adelantándose por unas pocas horas a propuestas como las de James Cameron, quien pretendía comprar los derechos para realizar una cinta bastante más oscura y violenta pero igualmente atractiva para el público general. Con idéntica habilidad a la de John Hammond -impulsor del ficticio ese parque atracciones creado por tipos que jugaban a ser Dios pero que no contaban con el avaricioso Newman como agente encubierto del caos-, Spielberg unía en un solo producto el entretenimiento cinematográfico de primer orden, una imagen de marca mundialmente reconocible –los dinosaurios, el logo del cráneo y la grafía del título, la partitura de John Williamse incluso una línea de merchandising que aparecía ya en los propios fotogramas.

El parque temático estaba montado desde el comienzo del proyecto. Si el blockbuster del milenio entrante encontraría en las atracciones favoritas de Disneyworld la cantera ideal para sus producciones –Piratas del Caribe-, Parque Jurásico avanzaba ésta investigación de márquetin cinematográfico recorriendo el camino opuesto: una película destinada invariablemente a convertirse en una atracción de parque de cine.

           Justo después de purgar su recaída en el comercialismo con la fallida Amistad y la exitosa Salvar al soldado Ryan, Spielberg apostaba por perpetrar un nuevo saqueo de los bolsillos del espectador empleando como arma de asalto una secuela de Parque Jurásico que prometiese más y mayores dinosaurios, El mundo perdido: Jurassic Park, también basada en la novela que continuaba el relato original de Crichton.

Ahora, el argumento del filme planteará una lucha maniquea entre ecologismo –el doctor Ian Malcolm y su familia, quienes deberán redimir los pecados de Hammond y documentar el nuevo hábitat de los monstruos en la isla de Sorna para su posterior preservación- y capitalismo –el sobrino del empresario, que pretende convertir la ínsula costarricense en un safari y luego trasladar a las bestias a una nueva localización en el continente: San Diego-.

Buenista hasta la ingenuidad en este aspecto dramático, El mundo perdido da un paso adelante en la infantilización potencial de la saga mediante un libreto construido de forma perezosa y con abundancia de clichés, extremadamente inane y endeble, limitado a ofrecer el soporte mínimo para que, haciendo gala de un pulso que todavía logra dominar una bestia de desaconsejable tamaña, Spielberg ofrezca una renovada dosis de pasión por los dinosaurios; fastuosa pero tan vacía y repetitiva que la tensión y el entusiasmo por el filme decaen irremediablemente.

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Nota IMDB: 6,5.

Nota FilmAffinity: 5,6.

Nota del blog: 5,5.

Parque Jurásico (Jurassic Park)

26 Jun

“En nuestro interior, todos tenemos un dinosaurio que lucha por salir afuera.”

Colin Mochrie

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Parque Jurásico (Jurassic Park)

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Parque Jurásico

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Año: 1993.

Director: Steven Spielberg.

Reparto: Sam Neill, Laura Dern, Jeff Goldblum, Richard Attenborough, Joseph Mazzello, Ariana RichardsBob Peck, Martin Ferrero, Samuel L. Jackson, Wayne Knight.

Tráiler

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            David Foster Wallace, escritor maldito ahora reciclado en ‘trending topic’, citaba a Parque Jurásico como epítome de lo que el denominaba “porno de efectos especiales”. Además, no recuerdo qué crítico de cine se lamentaba que, siguiendo esta idea de Wallace, eran estos efectos especiales los verdaderos y únicos protagonistas del filme de Steven Spielberg, otro de los descomunales taquillazos de su rentabilísima carrera. Tienen razón… a medias. Es innegable que el uso de animación por ordenador y sobre todo el espectacular rendimiento de los animatronics componen el plato fuerte de la función que ofrece Parque Jurásico. Pero, en sí mismos, esos efectos y esas marionetas no alcanzan por sí mismos tanto valor como para convertir Parque Jurásico en una película tan popular durante tantos años –ya son más de dos décadas desde su estreno- y hasta tantas generaciones.

El mérito, pues, recae en poner ese material tecnológico y frío al servicio de unas de las criaturas más fascinantes que jamás han existido sobre la Tierra, capaces de alentar la imaginación enfebrecida de millones y millones de niños y adultos a lo largo y ancho del planeta, germen de fábulas y mitologías admiradas y aterradas desde la noche de los tiempos, tal es su potencia de impacto sobre las capas ancestrales del cerebro humano, quien se reconoce vulnerable e impotente ante semejante fuerza indomeñable de la naturaleza. Y, con ello, servir un espectáculo de cine festivo, ilusionante y gozoso, realizado con artesanal buen gusto y los imprescindibles gramos de pasión narradora.

            Recuerdo al detalle cuando, de niño, acudí a verla a los cines Tomás Luis de Victoria de Ávila acompañado de mi madre, santa mujer. No llegaba a los siete años, porque tengo asimismo presente en mi memoria que mi amigo Raúl, quien también andaba por ahí con su respectiva madre sufridora, insistía vehementemente en que yo no podía entrar a ver una película no recomendada para menores de siete años. Por supuesto, el muy bastardo los había cumplido apenas un par de meses antes. El asunto -que es a donde iba todo esto-, es que un servidor, con sus seis años y once meses, asistía a la sala de cine contento como unas castañuelas pero también perfectamente consciente de que algunas de las estrellas protagonistas –el Tyrannosaurus Rex, el Triceratops, el Velociraptor,…- no pertenecían al periodo Jurásico, sino al Cretácico; que además los velociraptores no medían tanto como los ejemplares de la pantalla –dimensiones que sí alcanzaban los Deinonychus, primos suyos de la familia de los dromeosaurios-, y que los Dilophosaurus que aparecían en pantalla eran pura mamandurria nacida de a saber qué mente de Hollywood. Es decir, que un niño como yo no iba al cine a ver efectos especiales en sí mismos –bastante credibilidad y miedo les concedía a los efectos especiales de la correosa serie B-, sino a contemplar, casi como vueltos a la vida, a esos lagartos terribles que tanto me encandilaban. O, lo que es lo mismo, a comprar mi pase a distancia para ese parque jurásico que ¡vive Dios! tenía que haber existido en realidad.

            Vista con un poco más de distancia, aunque con el nervio infantil por fortuna todavía palpitante, Parque Jurásico aguanta la pegada en su aspecto visual –los dinosaurios no se han acartonado demasiado, sobre todo ese colosal Tyrannosaurus Rex- y continúa siendo un entretenimiento magnífico porque su esquema, sencillísimo, se halla resuelto con una energía envidiable –Spielberg, guste o no, es un tipo que conoce su oficio al milímetro-. Las dos horas de metraje –que no es poco tiempo-, aún se pasan voladas.

Herencia de su escenario, el filme funciona como un parque de atracciones, con sus sustos en el paseo de los monstruos, sus carreras a velocidad de vértigo a un pelo de ser devorado y su aventura de supervivencia esencial. Los personajes y la trama presentan clichés –diría que parte de ellos conformados a posteriori debido a la influencia de la película-, pero considero que guardan suficiente respeto por el espectador para que éste, a pesar de su filiación por los dinosaurios y su favoritismo especial por uno ellos –el velociraptor, obviamente-, permanezca de lado de los frágiles humanos, puesto que, si bien elementales, los percibe como sus pares y no se distancia de ellos, indiferente a su suerte.

            En conclusión, Parque Jurásico posee la acción trepidante, una sensación de peligro bien plasmada y la consistencia dramática justa para acompañar y complementar de forma adecuada esta ofrenda de veneración hacia su colosal protagonista: el dinosaurio. No es simple porno de efectos especiales.

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Nota IMDB: 8,1.

Nota FilmAffinity: 7.

Nota del blog: 7.

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