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Año: 2018.
Director: Damien Chazelle.
Reparto: Ryan Gosling, Claire Foy, Jason Clarke, Kyle Chandler, Corey Stoll, Patrick Fugit, Olivia Hamilton, Shea Whigham, Ciarán Hinds, Brian d’Arcy James, Christopher Abbott, Lukas Haas, Pablo Schreiber, Luke Winters, Connor Blodgett, Lucy Stafford.
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Antes de que finalicen los créditos de apertura de First Man (El primer hombre), se percibe el zumbido de una nave. Y este se convierte en estrépito en cuanto aparece el primer plano del filme, encerrado junto al piloto en una cabina claustrofóbica e inquietantemente precaria, con los componentes del avión que atruenan zarandeados, a merced de unos elementos inimaginables ya para el hombre corriente, a punto de desmontarse en un amasijo de hierros.
First Man se adentra en la gran aventura, en la conquista de la frontera definitiva, con una plasmación muy humanizada. La épica espacial que reconstruye es, por así decirlo, muy terrenal. Porque su épica es la de niños jugando con maquetas -como acusa atemorizada la señora Armstrong- que osan alcanzar las estrellas a bordo de latas fabricadas con cuatro chapas atornilladas, un puñado de cables pelados y enganches que se pueden obstruir con cualquier inmundicia que haya por el suelo. Lo eterno, pues, se conquista desde este esfuerzo, esta curiosidad y esta audacia humana, primigenia, sin fanfarrias.
Esta manera de mostrarla, su dimensión tan física y palpable, retrotrae la experiencia de Neil Armstrong, efectivamente, a la ensoñación infantil en permanente búsqueda de la maravilla. Aunque este romanticismo del visionario -en su trabajo colectivo- o del pionero -en su arrojo individual- está por supuesto trabado por la amenaza cierta y ubicua de la muerte, de unas fuerzas y unas dificultades que, a priori, superan con mucho las capacidades humanas.
Se puede entrever aquí un nuevo acercamiento de Damien Chazelle a la cultura del éxito. La carrera con la Unión Soviética, las dudas respecto del sacrificio y el coste de tocar la gloria. Los entrenamientos y los ensayos de los astronautas son metódicos, constantes hasta alcanzar cierto punto obsesivo que se refrenda por la base rítmica que acompaña a la exposición del cineasta, que ya había desarrollado un monomaníaco entrenamiento, esta vez literalmente musical, en Whiplash, una obra de dudosas lecturas morales en este sentido.
Dentro de este armazón dramático se encaja la tragedia íntima del héroe, afectado por la muerte que lo rodea, en especial en el sanctasanctórum del hogar, de la familia. Por su incapacidad, humana de nuevo, de no poder obrar el milagro -o todos los milagros-.
Su premisa no se desarrolla con excesiva convicción y tampoco termina de tener una presencia totalmente dominante en el texto, lo que no obstante se agradece, dado que es un tanto plana en su formulación. Con ello, y a juego en cierta manera con lo planteado en anteriores párrafos, First Man tampoco acude -al menos no por completo- a esa tentación de convertir al retratado en materia literaria, en protagonista de una tragedia trascendente, más grande que la vida, como tratan de forzar determinados biopics.
Sea por acierto o por defecto del libreto, Armstrong no se configura como un superhombre ni por sus pasiones ni por sus aflicciones a pesar de vivir hechos extraordinarios, los cuales por tanto no quedan sepultados por esa fractura sentimental, que permanece en el discreto tono triste, luctuoso, que contrasta con ese a priori relato de éxito. La interpretación de Ryan Gosling, que es un actor a quien algunos acusan de inexpresivo, impasible o directamente pasmado, se mantiene en esta línea, en ese carácter introvertido ante el desgarro que todo lo puede invadir -ya que estamos con el elenco, Claire Foy continúa demostrando que es una actriz más que competente-.
Siguiendo con esta coherencia de conjunto, la cámara se comporta como si fuera un personaje más que comparte escenario con el resto, frecuentemente a escasos centímetros de estos. El objetivo observa inestable y se muestra nervioso, sobre todo, significativamente, en los momentos de tensión emocional, más que intriga ante el peligro físico. Los fotogramas, de grano duro y textura añeja, imperfecta, se amoldan igualmente a esta concepción, en contraposición después con el triunfo universal del alunizaje, evocado ya sí con solemnidad y en sobrecogedor silencio, y con una ambigua sensación personal por parte de esa figura individual, privada, sobre la que se carga la victoria.
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Nota IMDB: 7,7.
Nota FilmAffinity: 6,7.
Nota del blog: 7,5.
Contracrítica