“Los filmes de aventuras muestran cómo se comporta la gente ante la muerte; lo que hacen, dicen, sienten e incluso piensan. Las comedias son como las aventuras. La diferencia está en la situación, peligrosa en la aventura, embarazosa en la comedia. Pero en las dos vemos a nuestros semejantes en situaciones insólitas.”
Howard Hawks
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Río de sangre
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Año: 1952.
Director: Howard Hawks.
Reparto: Kirk Douglas, Dewey Martin, Elizabeth Threatt, Arthur Hunnicutt, Steven Geray, Buddy Baer, Henry Letondal, Hank Worden.
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Aparte de la popular trilogía conformada por Río Rojo, Río Bravo y Río Lobo, existe aún otro río más que fluye por los campos del western dentro de la filmografía de Howard Hawks: Río de sangre. El hecho de su no añadidura a la famosa terna no es casual. La alusión a tal accidente geográfico tan solo se encuentra en la visionaria nomenclatura española de la película, titulada en su versión original con un menos cruento y más bucólico The Big Sky. Por otro lado, las características híbridas del filme se aproximan más a las de la aventura que a las del cine del Oeste. A las de la gran aventura además, donde el camino andado es siempre más importante que el destino a alcanzar.
Río de sangre es un western de pioneros al igual que lo había sido Río Rojo, cinta que, con solemnes dimensiones bíblicas, dramatizaba la apertura de la vía Chisholm, ruta capital para el avance ganadero de los colonos estadounidense. En esta ocasión, el relato recoge un paso más allá en la consecución del Destino Manifiesto, la conquista del Gran Noroeste, región hostil en manos de indios y alimañas, si bien la hazaña vestirá en este caso ropajes más livianos. Hawks, al fin y al cabo, es uno de los más virtuosos todoterrenos de la historia del cine.
La presentación de personajes, elaborada como si de un cuento tradicional se tratase, deja explícito el tono del filme: dos pícaros no hechos para la vida en la naciente civilización urbana de Norteamérica que, en compañía del montaraz tío de uno de ellos, se enrolarán en una expedición mercantil francesa en dirección a tierras ignotas, con una bella princesa india como única garantía de entendimiento con los salvajes.
Desbordante de contagiosa vitalidad y optimismo, Río de sangre goza de un arrollador ímpetu aventurero en el que no falta (ni sobra) absolutamente de nada: la amistad sin fronteras, el combate cuerpo a cuerpo con el peligro desconocido, la solidaridad sincera como medio de supervivencia, la amenaza de la codicia del hombre blanco, desgrasante comicidad e intriga romántica a través de un triángulo amoroso que, en vista de la sana deportividad de sus contendientes, ni siquiera logra mancillar el jovial y luminoso espíritu que preside la función.
La dirección de Hawks, como no podía ser menos, gobierna el barco con la firmeza de un viejo lobo de mar, también gracias al inestimable apoyo del libreto de Dudley Nichols –uno de los guionistas de confianza de John Ford– y de un elenco actoral conjuntado y en forma que redondea esta tripulación de excepción. Resalta en el mismo el alegre carisma de Kirk Douglas, la inspiradora presencia de un enorme secundario como Arthur Hunnicutt –nominado al Oscar a mejor actor de reparto– y la singular belleza y buen hacer de Elizabeth Threatt en la que supone su única aparición en el séptimo arte.
Incluso el desenlace consigue legar una afilada reflexión a propósito de los odiosos prejuicios que en demasiadas ocasiones ciegan la lucidez del hombre.
Muy recomendable.
Nota IMDB: 7,1.
Nota FilmAffinity: 7,3.
Nota del blog: 8.
Contracrítica