“Creo que el mejor cine, la mejor música y a mejor literatura vienen de Europa. Pero es muy difícil posicionarlo porque el mercado está lleno de basura de mierda, lo cual indica que las expectativas de la audiencia son bajas.”
Peter Greenaway
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Phoenix
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Año: 2014.
Director: Christian Petzold.
Reparto: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Nina Kunzendorf, Imogen Kogge.
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“Es preferible crear una cara nueva: los resultados nunca son iguales cuando se quiere conseguir el rostro que teníamos y, además, una nueva cara significa una nueva vida”, le aconseja un cirujano a Nelly Lenz (Nina Hoss), protagonista de Phoenix; una mujer retornada del más allá tras ser dada por muerta por el pelotón de ejecución nazi responsable de limpiar su campo de concentración justo antes de capitular en la Segunda Guerra Mundial.
Nelly Lenz representa el conflicto de todo un país y de todo un pueblo –el judío, o más bien cualquiera que haya sido masacrado por el monstruo del nazismo y, por extensión, el totalitarismo-. Esto es, el combate entre la necesidad de olvidar el horror y la dificultad para desprenderse de la vida previa a ese horror. El imperativo psicológico y social de asumir el trauma y crearse una existencia nueva, puesto que intentar recrear la existencia pasada, exactamente como era entonces, como si nada hubiese sucedido, es imposible.
Para Nelly, esta disyuntiva se manifiesta en sus testarudos intentos de resucitar el calor de su matrimonio junto al pianista Johnny (Ronald Zehrfeld), indemne después del conflicto, y el tormento que le producen los obstáculos que se encontrará en su empeño, sutilmente señalados y distribuidos por el guion: las cruces y los círculos sobre las fotos íntimas, los rumores y las certezas sobre su tragedia, las actitudes y las reacciones de los allegados, etcétera.
La recreación aludida por el cirujano al comienzo del filme -ese término de lecturas metalingüísticas tan asociado a la naturaleza del séptimo arte-, se expande desde la acepción física a la sentimental: debido a su reconstrucción estética, Nelly acepta el plan de Johnny, quien no la reconoce, para hacerse pasar por su mujer –es decir, por ella misma-, a la que él considera indudablemente fallecida, con el propósito de percibir la herencia de su familia, aniquilada por el monstruo. El encuentro entre los dos amantes y desconocidos se debate entre el romance y el duelo, entretejido en un todo tortuoso y crispado, anhelante y esperanzado.
Phoenix desarrolla un poderoso juego entre realidad y ficción, entre ilusión y realidad, en el que las claves se aportan con elegancia y un gran sentido de la tensión emocional. Quizás le falta un punto de garra y los intérpretes, sobre todo Zehrfeld, no son especialmente intensos, pero desde luego rehúye con meritoria habilidad de las espurias tentaciones del sentimentalismo y el tremendismo que podrían lastrar, lastimosamente, semejante argumento.
Así, el drama afectivo se conjuga con una intriga privada pero también histórica, que nace del amargo choque entre el perdón y la justicia. Dos corrientes arrolladoras que confluyen para definir con rotundidad la atmósfera social de un país desfigurado que debe saldar cuentas consigo mismo para ponerse en pie y recobrar el paso.
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Nota IMDB: 7,3.
Nota FilmAffinity: 6,6.
Nota del blog: 7,5.
Contracrítica