“El ingenio del hombre va paralelo a su demencia.”
Presidente de la asamblea de simios (El planeta de los simios)
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El origen del planeta de los simios
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Año: 2011.
Director: Rupert Wyatt.
Reparto: Andy Serkis, James Franco, Freida Pinto, James Lithgow, Brian Cox.
Tráiler
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Cuando El planeta de los simios vio la luz en 1968, la ciencia ficción comenzaba entonces a dar sus primeros pasos como género adulto, con un mensaje más allá del espectáculo barato de naves espaciales de cartón y monstruos de goma. Muestra de ello son los pequeños detalles críticos de la película que justificaban la inclusión de Franklin J. Schaffner en su coetánea generación del compromiso y que dotaban a la aventura del misántropo salvador de la humanidad George Taylor de una cierta mirada, tanto alegórica como directa, sobre la sociedad de su tiempo, ciega, sorda y muda frente a la escalada de oscurantismo, odio y absurdo belicismo que parecía abocarla a la autodestrucción. Incluso entre los primates de ese mundo al otro lado del espejo existían rígidos escalafones sociales.
Las sucesivas y urgentes secuelas, como suele ocurrir, se encargarían de tamizar la materia prima dejando solo el grano grueso, basto, de producción rápida e imaginación escasa, si bien la cuarta de las mismas, La rebelión de los simios, con la que más se podría emparentar esta El origen del planeta de los simios, transformaba esa secuela-precuela –contradicciones de los viajes en el tiempo- en una cinta de revolución y lucha social de esclavos o clases minoritarias desfavorecidas contra la tiranía del explotador o de la mayoría privilegiada, en la que se dejaban sentir los aún próximos conflictos sociales de la convulsa década de los sesenta.
El origen del planeta de los simios, hija de su siglo en todos los sentidos, rebaja en parte estos planteamientos y añade al fondo cierta denuncia ecologista y reflexiones sobre deontología científica, ya que no será sino la conjunción de implacables cazadores de animales y empresas farmacéuticas desviadas de lo ético –sea por reprobables cuestiones económicas, sea por comprensibles dilemas morales nublados por desgracias familiares- las que dan el pistoletazo de salida a la subversión del orden natural y la supremacía de las especies.
No obstante, a pesar de esta significación comprometida y de las de mil y una referencias a la saga –insertadas de manera discreta y elegante eso sí-, El origen del planeta de los simios se presenta como una cinta que procura desmarcarse del pegajoso mito precedente, que tan malos resultados había reportado hasta a un director de la creatividad de Tim Burton, artífice de un olvidable remake en 2001.
El origen del planeta de los simios cuenta también con la indudable ventaja de la evolución tecnológica –aunque bien es cierto que, desde mi punto de vista, el CGI no supera el extraordinario maquillaje del filme de Burton-, pero, al mismo tiempo, su primera parte se centra en la reflexión sobre el sentido trágico del monstruo, en relación a su origen etimológico como “el diferente”. La búsqueda de aceptación del individuo incomprendido, fuera de lo común, pero encadenado, por esos mismos rasgos especiales –más que negativos o positivos- a la condena impuesta por un destino que solo favorece a la masa gris, ignorante, refractaria y temerosa hacia toda divergencia. César el chimpancé es un humano encerrado en un cuerpo de aspecto bestial que busca su lugar en el mundo con la desesperación y la fe ingenua e infatigable del niño que en realidad es. Un extranjero que camina en la frontera de dos mundos.
Es este el principal baluarte del filme, un planteamiento con enjundia de película –como veremos, El origen de los simios se compone de tres películas prácticamente autónomas-, profundamente emotivo, repleto al mismo tiempo de dulzura y amargura, cargado sobre los hombros de un personaje principal en el que se pueden percibir toda la paleta de sentimientos humanos con la misma hondura e intensidad de las mejores cintas dramáticas: la felicidad de un chaval que descubre el mundo, el cariño, la lealtad y las ligaduras familiares como hijo y nieto; los miedos hacia una sociedad extraña y hostil, la desazón y el desarraigo que trae consigo la adolescencia, la ira por frustración ante las injusticias del mundo.
Una pequeña joya que raya la perfección.
Sin embargo, las características intrínsecas del producto impiden un desenlace consecuente con este inicio puramente dramático, nada espectacular. Barato incluso. De este modo, el argumento evoluciona inexorablemente hacia una película –la segunda- carcerlaria, subgénero donde el director, Ruper Wyatt, contaba con la experiencia de The Escapist. La cinta, siniestro reverso de lo que otro “ojos claros” sufría en El planeta de los simios, se desarrolla entonces por cauces más convencionales, aunque el saldo permanece todavía positivo en materia de entretenimiento, con una evolución digna del personaje, no tanto así un guion que acusa ciertos trucos, algunos de los cuales algo forzados, como el cultivo de la inteligencia de los simios encerrados. Incluso en la ciencia ficción, todo tiene un límite de verosimilitud, o al menos, de credibilidad en su exposición, concepto muchas veces ligado a lo aparente, a lo estético en términos narrativos o de lenguaje.
En cuanto al tercer acto –o película-, el de teórico clímax, Wyatt opta por una catarsis más adaptada al perfil blockbuster, con un aparentemente inevitable frenesí totalmente impersonal de acción y efectos especiales que esconde más bien una imaginación y un interés mucho más limitados, simbolizado por detalles, puntuales al menos, fuera de todo lugar –¿era necesario que César cargase a caballo en plan libertador romántico?-.
Hechos que, finalmente, rebajan la calidad de un filme bastante meritorio pero que podría haber llegado aún a mejor puerto, si bien, más que probablemente, su idiosincrasia lo impedía.
En cuanto a la petición de Oscar –o nominación siquiera- para Andy Serkis, todo lo que un servidor puede decir es que también los chimpancés de Proyecto X conseguían ponerle un nudo en la garganta.
Nota IMDB: 7,7.
Nota FilmAffinity: 6,8.
Nota del blog: 7.
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