“Los premios son una tontería. Creo que enfrentan a gente buena, con talento, y no hacen más que herir a aquellos que no lo obtienen.”
Dustin Hoffman
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La habitación
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Año: 2015.
Director: Lenny Abrahamson.
Reparto: Jacob Tremblay, Brie Larson, Sean Bridgers, Joan Allen, Tom McCamus, William H. Macy.
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Reflejar la oscuridad más terrible de la naturaleza humana desde los ojos (idealizadamente) prístinos e inocentes de la infancia es un recurso tradicional del cine melodramático, el cual además se emplea habitualmente con intenciones chantajistas.
La habitación arranca como si fuese un videoclip idílico, intermediado por los ojos eternamente sorprendidos de un niño que trata de descubrir la vida. En este caso, el atroz contraste parte del suceso que enseguida se desvela: donde el chaval ve un microcosmos repleto de misterios y magia –idéntico al de cualquier otro niño de cinco años-, se esconde en realidad el secuestro y la constante violación a la que se ve sometida su madre e, inconscientemente, él mismo. Una historia, en resumen, con ecos de crónicas negras como la del monstruo de Amstetten, narrada entonces por uno de sus hijos-víctima.
No obstante, la película de Lenny Abrahamson no es tanto un cuento de ogros como podría serlo La noche del cazador, sino que prima en especial su discurso de sustrato universal y pretensiones inspiradoras a propósito de la reconstrucción de las profundas heridas que la vida abre en el interior de uno. Una apertura al mundo y un proceso de maduración frente a su maravilla y su hostilidad que, por tanto, no está excesivamente alejado de su anterior Frank, puesto que, en efecto, la prisión que atenaza a los protagonistas de La habitación trasciende el cobertizo donde penan su encierro, de igual manera que aquel frágil genio de la música vivía encerrado en una enorme cabeza de papel maché. La plasticidad de la mente infantil para cicatrizar y asumir las heridas, que señalarán en la presente.
Con todo, el filme está bastante más logrado en su faceta de intriga –el arrollador dibujo del secuestro y su resolución, el violento choque entre la consciencia de la madre y la fantasía de su hijo, la intensidad de Brie Larson, la tensión narrativa de Abrahamson- que en la de drama humano. En esta última se aprecia cierto simplismo en el tratamiento y la evolución psicológica de los personajes, dado que son las herramientas con las que el relato traza un recorrido que se percibe muy pautado y aun así disperso, con escasa naturalidad y profundidad –confundida ésta con extensión de metraje-, si bien consigue introducir interesantes matices –el cuestionamiento de las decisiones de ella-.
En este particular se enmarca el eterno problema de las películas con niño y la imperiosa necesidad de que éste consiga el favor del público –cuya respuesta dejaremos al albur de cada cual, ya que además en mi caso la vi doblada-, amén de la dificultad que supone hacerle verosímil en sus particulares procesos mentales. Del mismo modo que el resto de la obra, y en paralelo a la manifestación a las claras de la citada tentación chantajista que implica la mirada infantil, este personaje y su perspectiva -cada vez más dominante al difuminarse la dualidad antes compartida con la progenitora-, que ya podía sonar un tanto cursi de inicio, va perdiendo credibilidad conforme trata de componer esta exploración psicosociológica acerca de las cárceles que construyen las convenciones sociales -al estilo de El pequeño salvaje o El enigma de Gaspar Hauser– y que coartan los afectos innatos de la persona.
Óscar a la mejor actriz principal para Larson.
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Nota IMDB: 8,3.
Nota FilmAffinity: 7,7.
Nota del blog: 6.
Contracrítica