“Hay dos cosas que la gente cree que, como persona con discapacidad, tú no puedes hacer: pelear y tener sexo. Yo soy cinturón negro y tengo un polvo cojonudo.”
Mat Fraser
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The Tribe
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Año: 2014.
Director: Miroslav Slaboshpitsky.
Reparto: Grigoriy Fesenko, Yana Novikova, Rosa Babiy, Alexander Dsiadevich, Yaroslav Biletskiy, Ivan Tishko, Alexander Osadchiy, Alexander Sildenikov, Alexander Panivan.
Tráiler
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Asalta una pregunta cuando uno ve The Tribe. ¿Sería una película muy distinta a cualquier otra del subgénero adolescentes en un internado si emplease lengua hablada y/o subtítulos en vez de estar protagonizada por chavales sordomudos y expresada en exclusiva con lengua de signos (ucraniana, además)? Pues probablemente no, puesto que el meollo del asunto no es enfrentar los recursos propios de las personas con discapacidad contra una realidad hostil de espaldas hacia esta particularidad. Aquí, la lengua de signos es el vehículo común de expresión, compartido por todos los personajes sobre el escenario. Así que, en definitiva, sí, The Tribe es una película donde, a priori, el único factor de distinción, extraño al espectador, es la utilización por parte de los personajes de una lengua incomprensible.
No obstante, es entendible que esto forma parte del juego propuesto: dentro de un arte propenso a tratar a las personas con discapacidad con un paternalismo reconfortante para la platea general, The Tribe, decimos, no hace distinción entre adolescentes conflictivos con o sin discapacidad. Los jóvenes de The Tribe son cabrones, se pelean con violencia, quieren follar, abusan los unos de los otros y se emborrachan. Situaciones extremas –prostitución, alcohol, delincuencia de todo pelaje- que, por fortuna, no llega al extremo de las patochadas de, pongamos, un Larry Clark y sus intentos infantiles de ‘épater le bourgeois’ -aunque quizás no se ve así porque, desde occidente, se tiene en muy poca estima la capacidad de Ucrania para garantizar la ley y los derechos de sus ciudadanos; un poder también cuestionado por la cinta con su reflejo de la desprotección de este colectivo especialmente vulnerable-. Más bien, debido a la casi absoluta ausencia de adultos –más decisiva en cambio andando el metraje-, este internado recordaría a la isla de El señor de las moscas.
Así pues, teniendo en cuenta la naturaleza universal de los personajes, se retorna de nuevo a la discusión acerca de la comunicación humana y su universalidad primaria, así como, por extensión, acerca de otro lenguaje, el del cine, y sus convenciones o tópicos. A lo largo de la función, resulta sencillo identificar cada tipo humano de un vistazo: el inocente, el graciosete, el listillo, el bruto, el macho alfa, los secuaces, la femme fatale,…
Miroslav Slaboshpitsky, director y guionista, compone de esta forma una obra que pertenece por pleno derecho a este citado subgénero de internados problemáticos y que, más aún, no se sale nunca de sus límites habituales. En consecuencia, si dejamos de lado estos debates antes aludidos y si ‘traducimos’ mental y automáticamente la lengua de signos, nos quedamos con un filme no exento de clichés –lo que abarcaría también el algo tosco desenlace catárquico- y donde el dibujo de personajes se desinfla un tanto, en especial cuando aflora la igualmente roma relación de amor imposible, deseo irrefrenable, celos y ansia de liberación entre el protagonista –un recién llegado, como el espectador- y una veterana de mil guerras del lugar.
En compensación, Slaboshpitsky ofrece una realización poderosa, donde las escenas se organizan a partir de una sucesión de vigorosos y veristas planos secuencia que, combinados con la crudeza física y sin cortapisas de la narración –así en la vida como en la muerte-, convierten al público en uno más de esta tribu de sordomudos ucranianos, tan salvaje como cualquier otra.
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Nota IMDB: 7,3.
Nota FilmAffinity: 6,7.
Nota del blog: 7.
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Etiquetas: 10's, Adolescencia, Buena, Celos, Delincuencia, Discapacidad, Europa del Este, Internados y reformatorios, Prostitución, Sexo, Ucrania, Violencia
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