“El set de rodaje de una película de John Ford es de todo menos tranquilo. Ford consideraba el trabajo de actor como una competición. Para ello, es necesario mantener la tensión, desconfiar del resto de actores. Su método de dirección consistía en pequeños apartes, susurros,… En una de sus películas, uno no sabe bien qué puede pasar a continuación, y así es como él lo quería.”
James Stewart
.
.
Dos cabalgan juntos
.
Año: 1961.
Director: John Ford.
Reparto: James Stewart, Richard Widmark, Shirley Jones, Linda Cristal, Andy Devine, John McIntire, Anabelle Hayes, Henry Brandon, Woody Strode.
.
.
James Stewart y Richard Widmark parten en misión de búsqueda y rescate de un numeroso grupo de rehenes blancos, secuestrados años atrás por el feroz comanche. Sin embargo, los verdaderos actos de salvajismo los hallarán durante su retorno, en el seno de la civilizada y orgullosa sociedad estadounidense.
Tras la agria conmoción provocada por Centauros del desierto, ahondada más tarde por El sargento negro, John Ford continuaba descerrajando con ira su revisión desencantada y pesimista del western. Un territorio áspero en el que el cineasta se pronunciaba con desarmante contundencia contra la imagen romántica y mitificada de la conquista del Destino Manifiesto de la nación norteamericana.
Si en la primera Ford se atrevía a dinamitar el paradigma del héroe, asociado sin discusión a la figura fea, fuerte y formal de John Wayne, aquí procederá a desarmar la imagen de rectitud y honestidad sin fisuras de otro icono del cine y de América, James Stewart, transformado en un simple cuatrero con una corrompida estrella de sheriff pendiendo de la camisa, capaz de hacer frente al indio con tal de no asumir la responsabilidad de un posible matrimonio, de regatear sin inmutarse el precio de una vida humana, de escupir la cruda realidad a la cara de una víctima por el simple motivo de que le dejen en paz con su garrafa de whisky y sus negocios cicateros.
Anthony Mann ya había trazado numerosas sombras sobre el rostro inmaculado de Stewart –sus personajes marcados por la obsesión monomaníaca y brutal en películas como Winchester ‘73, Horizontes lejanos, Colorado Jim, Tierras lejanas y El hombre de Laramie-, pero éste nunca había exhibido una ambigüedad semejante, de tan gratuita vileza. De hecho, uno diría que incluso intercambia su papel natural con Widmark, quien en los inicios de su carrera se daría a conocer por interpretar individuos sicopáticos y virulentos.
En cualquier caso, embarcado en un trabajo humanitario del que solo aspira a obtener réditos económicos, el innoble sheriff experimentará al lado de su viejo amigo un periplo transformador que, en el transcurso de su regreso a la civilización, le abrirá los ojos a una renovada conciencia, si bien establecida tan solo como respuesta contra el asco natural que le produce lo que en ella encuentra. Y es que una de las escenas más hirientes de Dos cabalgan juntos, no procede del enfrentamiento entre el virtuoso hombre blanco y el indio salvaje, sino que tiene como escenario un melifluo baile organizado dentro de un fuerte militar.
Como Centauros del desierto, son dos películas que gravitan en torno a las agrestes relaciones de frontera y alrededor de la conquista y pacificación del territorio indómito por medio de la supresión de la pavorosa amenazada india –en ambos casos, tribus comanches lideradas por Harry Brandon-. Sin embargo, se trata de dos manifiestos que, en realidad, orientan su mirada de reprobación hacia la nunca inocente sociedad occidental, hacia la corrupción de sus valores más elementales, hacia la pérdida de la humanidad más básica.
Materialismo egoísta, hipocresía mezquina, delirios religiosos, prejuicios raciales,… Un dechado de defectos que se van acumulando de manera atroz para esculpir en hiel y lodo un desenlace demoledor.
Ford, empecinado en reescribir durante el rodaje el guion inicial de Frank S. Nugent, que encontraba insatisfactorio –“la peor mierda que he hecho en veinte años”, escupirá más tarde sobre el resultado-, maneja sus mejores armas de narrador para ocultar ese carácter airado y sombrío bajo la apariencia de un filme aventurero: una excelente composición de personajes, magnificada por un elenco conformado por actores mayúsculos y los rostros de confianza del cine del director, que se encuadra dentro de un relato fluido, aparejado con una gran precisión visual y en el que se combina la ligereza cómica y romántica de ciertos pasajes con ese tono crítico y áspero subyacente, in crescendo según se avanza hacia un clímax trágico, atronador por su absoluta inmisericordia.
También prolongación de estos westerns desilusionados y oscuros, característicos del final de la obra del maestro, serán los futuros El hombre que mató a Liberty Valance y El gran combate.
Nota IMDB: 6,8.
Nota FilmAffinity: 7,4.
Nota del blog: 8.
Contracrítica