“Nada hay tan dulce como la patria y los padres propios, aunque uno tenga en tierra extraña y lejana la mansión más opulenta.”
Homero
El rey del rodeo
Año: 1972.
Director: Sam Peckinpah.
Reparto: Steve McQueen, Robert Preston, Ida Lupino, Joe Don Baker, Barbara Leigh, Ben Johnson.
El rey del rodeo suponía para Sam Peckinpah la continuación del punto de inflexión en su trayectoria que había supuesto la controvertida Perros de paja, estudio sobre la violencia que alberga en su interior todo ser humano, con su viraje hacia temáticas ambientadas en tiempos contemporáneos, que tan solo se verá interrumpida en el futuro por Pat Garrett y Billy the Kid.
Por otra parte, El rey del rodeo era a su vez un nuevo intento de demostrar sus capacidades más allá de películas de muerte y violencia extrema, de despojarse en parte de su apodo de Bloody Sam, cosa que no había conseguido con La balada de Cable Hogue debido a los problemas de distribución que habían llevado a la cinta al fracaso pese a su enorme calidad. De este modo, Peckinpah llevaba a la gran pantalla el libreto original de Jeb Rosebrook –el cual, no obstante, cuadraba perfectamente dentro de sus propios valores e ideales-, y en el que participó solo en la reescritura de los diálogos; una historia intimista de reconciliaciones familiares y reivindicaciones personales ambientada en el mundo del rodeo.
La película cuenta con elementos indisociables del cine de Peckinpah, uno de los directores que mejor supo comprender y retratar a los perdedores con dignidad, en cierto modo un reflejo de él mismo. Aquí, Steve McQueen –que también buscaba desencasillarse de productos de acción y violencia y que regala una de las mejores interpretaciones de su carrera- encarna a Junior Bonner, personaje perfectamente identificable en ese grupo de perdedores peckinpahquianos, molidos a palos por la vida, de vuelta de todo, hastiados de un mundo ingrato en el que no tienen lugar, donde lo que conocen pertenece al pasado y cuyas oportunidades de futuro ya se han ido para no volver. Un hombre este que retorna a su ciudad natal para participar en el rodeo, un mundo de por sí anacrónico y decadente, y para, en cierto modo, reencontrarse a sí mismo y refugiarse en aquello único que le queda: sus raíces, su relación con su familia y, en especial, con su padre (un gran Robert Preston), de quien podría ser su viva imagen y del que parece haberse distanciado en su recorrido a lo largo del país. Una familia en la que sus miembros han emprendido caminos divergentes, cada uno con sus motivos y razones, y que tendrán en el rodeo anual su elemento común de reunión, con una madre (Ida Lupino, tan magnífica como todo el reparto principal) que aún añora una relación de la que ambos son conscientes de su imposible reconciliación pese a conservar rescoldos de su amor y un hermano (Joe Don Baker) que representa el éxito capitalista pero que, en cierta manera, desconoce los verdaderos valores fundamentales de la vida, al contrario que su padre y su hermano, con quien acabará enfrentandose sin caer, eso sí, en el simplismo del recurso fácil de los hermanos antagónicos.
Un rodeo que significa al mismo tiempo el canto de cisne de Junior, su improbable reivindicación personal, único aliciente en el oscuro horizonte a excepción de la oportunidad de futuro que podría simbolizar la aparición de la bella Charmaigne (Barbara Leigh, por entonces novia de McQueen), de nuevo una figura de mujer que ofrece la renovación de oportunidades vitales y de la propia redención.
El rey del rodeo ofrece por tanto una nueva demostración de la capacidad poética del director californiano, que combina, con su incomparable maestría, amargura y sensibilidad a partes iguales, con enorme humanismo y habilidad en el reflejo de esas relaciones familiares y, sobre todo, de conexión y vieja complicidad entre padre e hijo, alejándose en todo momento del efectismo barato.
Una película en la que Bloody Sam se ponía tierno y que fracasó por esas mismas razones, por la expectativa de de unos espectadores que ansiaban una historia de sangre y violencia extrema del dúo Peckinpah-McQueen y que no supieron apreciar el profundo y agridulce lirismo que destilaba una obra de necesaria reivindicación.
Nota IMDB: 6,7.
Nota FilmAffinity: 6,9.
Nota del blog: 9.
Contracrítica