Archivo | May, 2011

El rey del rodeo

31 May

“Nada hay tan dulce como la patria y los padres propios, aunque uno tenga en tierra extraña y lejana la mansión más opulenta.”

Homero

 

 

El rey del rodeo

 

Año: 1972.

Director: Sam Peckinpah.

Reparto: Steve McQueen, Robert Preston, Ida Lupino, Joe Don Baker, Barbara Leigh, Ben Johnson.

Tráiler

 

 

           El rey del rodeo suponía para Sam Peckinpah la continuación del punto de inflexión en su trayectoria que había supuesto la controvertida Perros de paja, estudio sobre la violencia que alberga en su interior todo ser humano, con su viraje hacia temáticas ambientadas en tiempos contemporáneos, que tan solo se verá interrumpida en el futuro por Pat Garrett y Billy the Kid.

Por otra parte, El rey del rodeo era a su vez un nuevo intento de demostrar sus capacidades más allá de películas de muerte y violencia extrema, de despojarse en parte de su apodo de Bloody Sam, cosa que no había conseguido con La balada de Cable Hogue debido a los problemas de distribución que habían llevado a la cinta al fracaso pese a su enorme calidad. De este modo, Peckinpah llevaba a la gran pantalla el libreto original de Jeb Rosebrook –el cual, no obstante, cuadraba perfectamente dentro de sus propios valores e ideales-, y en el que participó solo en la reescritura de los diálogos; una historia intimista de reconciliaciones familiares y reivindicaciones personales ambientada en el mundo del rodeo.

           La película cuenta con elementos indisociables del cine de Peckinpah, uno de los directores que mejor supo comprender y retratar a los perdedores con dignidad, en cierto modo un reflejo de él mismo. Aquí, Steve McQueen –que también buscaba desencasillarse de productos de acción y violencia y que regala una de las mejores interpretaciones de su carrera- encarna a Junior Bonner, personaje perfectamente identificable en ese grupo de perdedores peckinpahquianos, molidos a palos por la vida, de vuelta de todo, hastiados de un mundo ingrato en el que no tienen lugar, donde lo que conocen pertenece al pasado y cuyas oportunidades de futuro ya se han ido para no volver. Un hombre este que retorna a su ciudad natal para participar en el rodeo, un mundo de por sí anacrónico y decadente, y para, en cierto modo, reencontrarse a sí mismo y refugiarse en aquello único que le queda: sus raíces, su relación con su familia y, en especial, con su padre (un gran Robert Preston), de quien podría ser su viva imagen y del que parece haberse distanciado en su recorrido a lo largo del país. Una familia en la que sus miembros han emprendido caminos divergentes, cada uno con sus motivos y razones, y que tendrán en el rodeo anual su elemento común de reunión, con una madre (Ida Lupino, tan magnífica como todo el reparto principal) que aún añora una relación de la que ambos son conscientes de su imposible reconciliación pese a conservar rescoldos de su amor y un hermano (Joe Don Baker) que representa el éxito capitalista pero que, en cierta manera, desconoce los verdaderos valores fundamentales de la vida, al contrario que su padre y su hermano, con quien acabará enfrentandose sin caer, eso sí, en el simplismo del recurso fácil de los hermanos antagónicos.

Un rodeo que significa al mismo tiempo el canto de cisne de Junior, su improbable reivindicación personal, único aliciente en el oscuro horizonte a excepción de la oportunidad de futuro que podría simbolizar la aparición de la bella Charmaigne (Barbara Leigh, por entonces novia de McQueen), de nuevo una figura de mujer que ofrece la renovación de oportunidades vitales y de la propia redención.  

           El rey del rodeo ofrece por tanto una nueva demostración de la capacidad poética del director californiano, que combina, con su incomparable maestría, amargura y sensibilidad a partes iguales, con enorme humanismo y habilidad en el reflejo de esas relaciones familiares y, sobre todo, de conexión y vieja complicidad entre padre e hijo, alejándose en todo momento del efectismo barato.

Una película en la que Bloody Sam se ponía tierno y que fracasó por esas mismas razones, por la expectativa de de unos espectadores que ansiaban una historia de sangre y violencia extrema del dúo Peckinpah-McQueen y que no supieron apreciar el profundo y agridulce lirismo que destilaba una obra de necesaria reivindicación.

 

Nota IMDB: 6,7.

Nota FilmAffinity: 6,9.

Nota del blog: 9.

La jungla de asfalto

30 May

“Si empezase de nuevo pasaría más tiempo con mis hijos; ganaría el dinero antes de gastarlo; aprendería los placeres del vino en lugar de los de las bebidas fuertes; no fumaría cuando tuviera pulmonía, y no me casaría por quinta vez.”

John Huston

 

 

La jungla de asfalto

 

Año: 1950.

Director: John Huston.

Reparto: Sterling Hayden, Sam Jaffe, Jean Hagen, James Withmore, Louis Calhern, Marc Lawrence, Marilyn Monroe.

Tráiler

 

 

           Hombre de marcado vitalismo, nacido para la aventura –fue boxeador, torero y soldado villista entre otras muchas cosas-, John Huston supo transmitir toda esa pasión y fuerza a buena parte de su cine que, además, le sirvió para vivir unas cuantas experiencias y desarrollar aficiones como la caza y la pesca en todo tipo de parajes exóticos, como luego reflejaría otro grande como Clint Eastwood en Cazador blanco, corazón negro, inspirada en su figura.

Su primera obra, El halcón maltés, ya marcó un hito en un género como el noir, considerada como la primera película en la que se definen en su totalidad los elementos paradigmáticos del cine negro en toda su esencia, en el que aparecen constantes que se repetirán más tarde en muchas de sus obras como la búsqueda de tesoros imposibles que llevan más a la tragedia que a la consecución de los sueños. Después de rodar unos cuantos documentales al servicio de la propaganda bélica de los Estados Unidos, iniciaba entonces su serie de aventuras con El tesoro de Sierra Madre, su tercera colaboración con Humphrey Bogart, tras la que sigue otro noir con la teatral y asfixiante Cayo Largo, de nuevo con Bogey, y un tercero en esta La jungla de asfalto, considerada también como una de las cumbres del género.    

            La jungla de asfalto, la historia de un robo de joyas en la que el asalto es solo el primer paso del relato, presenta muchos rasgos de la filmografía de Huston, como el cuidado retrato de los múltiples y complejos personajes, con sus propias motivaciones, preocupaciones, ilusiones y obsesiones; perdedores, ambiciosos, débiles y fuertes, de enorme humanidad y en busca de una utopía que probablemente no sea alcanzable o ni siquiera exista. Todos ellos atrapados en una ciudad insalubre y opresiva, dominada por la inseguridad y donde todo el mundo está en la cuerda floja, al borde de la desesperación; un agujero del que desean escapar independientemente de sus motivos, clase, procedencia o categoría moral. Son personajes estos que circulan por un sólido guion, basado en la novela homónima de W.R. Burnett, que incluye un buen número de frases punzantes, lúcidas y contundentes, sin renunciar tampoco al espectáculo y el entretenimiento en la trama.

Estas virtudes en la construcción de caracteres se ven a su vez impulsadas por un reparto que raya a gran altura, con un adusto y orgulloso Sterling Hayden al frente -seis años antes de participar en otro enormísimo robo planificado al detalle en Atraco Perfecto-, y con grandes intérpretes que llenan de cuerpo y matices sus papeles, como James Withmore, Louis Calhern o un gran Sam Jaffe, además de que aparece ya una joven Marilyn en el rol de mujer florero luciendo sonrisa y carnes prietas

             Claro que el tema de robos y atracos ha sido múltiplemente espectacularizado y retorcido hasta el límite, pero el ambiente y la fuerza de La jungla de asfalto es difícilmente alcanzable.

 

Nota IMDB: 8.

Nota FilmAffinity: 8,3.

Nota del blog: 9.

Dos colgaos muy fumaos

29 May

“La marihuana no es una droga, es una hoja.”

Arnold Schwarzenegger

 

 

Dos colgaos muy fumaos

 

Año: 2004.

Director: Danny Leiner.

Reparto: John Cho, Kal Penn, Paula Garcés, Neil Patrick Harris, Christopher Meloni, Ryan Reynolds.

Tráiler

 

 

            Las comedias de fumaos encuentran su nacimiento y modelo fundacional en la obra de dos peculiares personajes, el dúo Cheech y Chong (Cheech Marin, luego actor fetiche de Robert Rodriguez, y Tommy Chong), que, a lo largo de las siete películas que ruedan, con títulos como Como humo se va, Cómo flotas, tío o Seguimos fumando, establecen los puntos clave del funcionamiento de dichas comedias, ideadas por y para aficionados al porro: que el espectador identifique por su propia experiencia y se regocije los procesos de colocón de los protagonistas. Así pues, son películas que basan toda su gracia en decir y hacer cosas relacionadas con porros y poco más.

La nueva comedia americana que surge en los noventa, cuyo leitmotiv es la llamada al instinto primario, a lo descerebrado sin cualquier tipo de atadura o pretensión intelectual o de trascendencia, encuentra en el porro, junto a las tetas y los pedos, uno de los tres pilares sobre los que se construye la risión. De este modo, tienen lugar obras –aparte, obviamente, de ser elemento recurrente en otras muchas-, centradas en su totalidad este mundillo marihuanero como Buen rollito o la lamentable Medio flipado -cuyo mejor gag, por único, era el anuncio de la FAD previo a la película-, y que siguen esos principios de hablar de drogas y de fumadas para hacer unas risas.

Algo más simpática y, desde luego, con más clase, es la contradicción entre una señora normal y su faceta de cultivadora y distribuidora amateur de hierba en la inglesa El jardín de la alegría, con muchos puntos de coincidencia con la exitosa serie Weeds.

Ya producto de la factoría Apatow, renovadora precisamente de esa nueva comedia americana dotándola en numerosas ocasiones de un cierto y sutil trasfondo sobre el gamberrismo y la incorrección general, es Superfumados, una comedia alocada con trazos de Tarantino y Ritchie en torno a gente que fuma marihuana, al servicio de las cuestionables dotes cómicas de Seth Rogen y que un servidor ha de reconocer que ni ha visto, ni puede comentar.

           Esta Dos colgaos muy fumaos mezcla esos principios de la nueva comedia americana pre-Apatow con el sentido de buddy movieroad movie de Cheech y Chong, en este caso protagonizada por un joven de ascendencia asiática (John Cho, que tiene cierta entrañable simpatía), representación del pringao formalito, y su amigo del alma, de ascendencia hindú (Kal Penn, ahora director asociado de la oficina de Relaciones y Asuntos Gubernamentales de la Presidencia de EEUU), imagen del rebelde vacío y geta. Ambos iniciarán una odisea hasta la hamburguesería White Castle, fruto de su antojo marihuanero; una parodia de los viajes iniciáticos con metas vitales que ridiculiza de paso, siempre de manera superficial y con regodeo en el trazo grueso, con sus inexcusables chistes de follar, fumar y peerse, muchos de los tópicos de la sociedad americana -elitistas, macarras, policía, beatería, actores estrellados, judíos, sueño americano, etc.-, con un poco de mayor calado y más gracia en cuanto al racismo. Un recorrido pesadillesco en una noche de supuesta diversión que ha sido experimentada en muchas ocasiones en la comedia americana pero que nunca logrará alcanzar el nivel de sonrisa tensa y estrés humorístico del ¡Jo, qué noche! de Scorsese.

           Una comedia poco original, en general con pocos puntos de interés, que se basa prácticamente en buscar esa complicidad del aficionado a las drogas blandas, al que probablemente no se le requiera sereno frente a la pantalla y donde lo más gracioso si acaso viene de la mano de Neil Patrick Harris, el Barney Stinson de Cómo conocí a vuestra madreen el papel de un decadente y trasnochado Neil Patrick Harris.

Hay varias continuaciones en la misma onda, pero probablemente no aparecerán en este blog.

 

Nota IMDB: 7,2.

Nota FilmAffinity: 4,7.

Nota del blog: 3,5.

 

El carnaval de las almas

28 May

«En ocasiones veo muertos.»

Cole Sear (El sexto sentido)

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El carnaval de las almas

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Año: 1962.

Director: Herk Harvey.

Reparto: Candace HilligossSidney Berger, Frances Feist, Herk Harvey.

Tráiler

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          El carnaval de las almas es una película hecha de un modo amateur, casi desapercibida en su momento, pero que supone un punto de inflexión en la evolución del cine surrealista en general y de terror en particular, con una huella presente y referenciada en posteriores obras, como parte de la filmografía de David Lynch o películas como El sexto sentido, Los otros y otras tantas cintas actuales de terror de éxito.

Nunca hasta esta película, a excepción quizás de algunas de las obras fantásticas de Tourneur o, en cierto modo, me atrevería a decir de Vértigo, la frontera entre muerte y vida, la realidad y el surrealismo había sido tan difusa. El argumento presenta a la joven Mary Henry (Candace Hilligoss), milagrosa superviviente de un accidente automovilístico y que empezará desde entonces a sufrir alteraciones en su percepción de la realidad, con apariciones de hombres misteriosos, sucesos paranormales, etc., a la vez que siente una llamada casi lovecraftiana, onírica e inevitable, de un misterioso edificio de la pequeña localidad donde reside.

           Basada ligeramente en un episodio de La dimensión desconocida, junto con otras muchas influencias de la literatura gótica, El carnaval de las almas posee unos cuantos fallos de principiante, acentuados además por el paso del tiempo, entre ellos la posiblemente sobrante, por obvia, última escena; aunque largamente compensados por indudables virtudes, entre las que destaca con diferencia la conseguidísima ambientación, fundamentada en el tono pesadillesco que recubre todo el relato más que en el susto puro y duro, con una tensión y desasosiego permanente lograda a través de la potente dirección de Herk Harvey –quien encarna también a la aparición principal y que nunca volvería a dirigir un largometraje-, beneficiada por un blanco y negro de contrastes y sombras casi expresionistas así como por la meritoria banda sonora, obra de  Gene Moore, que introduce al espectador en el mundo inquietante y  alucinado de la protagonista, ayudado al mismo tiempo por la, voluntaria o no, gelidez de Hilligoss, cuyos desorbitados ojos hacen ostensibles la confusión y alienación de su personaje.

           Película mucho más apreciable en la versión de mayor duración y, muchísimo más aún, en versión original.

Realmente interesante.

Contaría con un discreto remake, producido por el afamado Wes Craven, ya en la década de los noventa.

 

Nota IMDB: 7,1.

Nota FilmAffinity: 6,8.

Nota del blog: 7,5.

Behemoth

27 May

«Hay muy pocos monstruos que garanticen los miedos que les tenemos.»

André Gide

 

 

Behemoth

 

Año: 2011.

Director: David Hogan.

Reparto: Ed Quinn, Pascale Hutton, Cindy Busby, William B. Davis, Jessica Parker Kennedy.

Tráiler

 

 

           SyFy ataca de nuevo. Autoproclamada heredera de las sesiones dobles de monstruos, aventuras y sucesos popularizadas en los años cincuenta, el canal SyFy se ha encargado de trasladar, también en estimulantes dobles sesiones, todo el espíritu de estas producciones a la pequeña pantalla de la sobremesa dominical de Estados Unidos (y Canadá).

Behemoth muestra esa conexión con la Edad de Oro de la ciencia ficción ya desde el nombre de la criatura, heredado de otro monstruo, el de la película Behemoth, the sea monster, aunque la similitud de los seres solo queda ahí. Al igual que los Testigos de Jehová, los guionistas de Behemoth ven más allá de los recientes y frecuentes desastres naturales, concatenando sus causas entorno a un hacedor común, llámese justiciero Yahvé en el primer caso, legendario monstruo horroroso en el segundo; un ente anunciado por múltiples mitologías que mora entre la corteza terrestre y la superficie y que se va a encargar de equilibrar los abusos que el ser humano perpetra sobre el planeta azul. A no ser que uno cuantos arrojados ciudadanos de un pequeño pueblo del sur del Canadá se lo impidan.

           Como es natural, el protagonista de la película –y, probablemente, mejor actor- es el monstruo, creado con efectos especiales algo más dignos de lo habitual, sobre todo en el tramo final en el que aparece en todo su esplendor. Por el contrario, la obligada historia humana se desarrolla alrededor de cuatro tópicos inexcusables para cualquier función de desastres apocalípticos, como son la reconciliación del héroe con su ex mujer (bueno, aquí tan solo ex novia), el conflicto de autoridad entre el héroe y su hija por motivo de salir de acampada (aquí es su hermana, para que no se diga que no son originales, los muy astutos), la incredulidad e incompetencia de la autoridad pública local y el loco iluminado que ya se olía el asunto pero al que nadie cree; personajes arquetípicos interpretados por actores de medio pelo y entre los que destaca la inclusión de un derrengado William B. Davis, destinado a convocar a los adictos a lo paranormal debido a su popularidad, derivada de su personaje de “El fumador” en la serie de culto Expediente X. Nada que pueda distraer la atención de la innovación primordial de este tipo de películas: el monstruo-estrella.

            No es de las peores, no es de las más lógicas –no se le exigía, aunque las hay mucho más descabelladas-, tampoco es de las más divertidas y, desde luego, está lejos de ser de las más originales, por más el monstruo en cuestión sea interesante.

 

Nota IMDB: 4,3.

Nota FilmAffinity: -.

Nota del blog: 3.

Matrimonio a la italiana

26 May

“Me casó un juez. Debería haber pedido un abogado.”

Sylvester Stallone

Matrimonio a la italiana

Año: 1964.

Director: Vittorio de Sica.

Reparto: Sophia Loren, Marcello Mastroiani, Marilú Toló, Aldo Puglisi.

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           Es a partir de la década de 1950 cuando Italia iniciaba su recuperación económica y moral, alzándose de nuevo sobre las ruinas de la Segunda Guerra Mundial. Es entonces cuando se produce una variación en el cine transalpino, dominado hasta el momento por el Neorrealismo, corriente que presenta en sus aspiraciones de base la búsqueda de la realidad cruda y absoluta a favor de una definidísima preocupación social.

Comienza así el peyorativamente denominado Neorrealismo rosa, de iguales preocupaciones humanísticas pero con mayor peso de la comedia en el tratamiento de las mismas, con situaciones cómicas que encuentran su inspiración también en la realidad del momento. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno de la Democracia Cristiana desviaba las subvenciones cinematográficas hacia fondos más amables y con mayores pretensiones de entretenimiento, lo que incide en esa decadencia del Neorrealismo y la reconversión de sus principales representantes. Estos factores conducen a la aparición de la llamada commedia all’italiana, en la que el que la carga social satírica es aún notable pero que, en cambio, el realismo pierde fuerza frente al humor de tono más grotesco y a las interpretaciones tendentes a la máscara, a lo exagerado; la gestualidad exacerbada, uno de los tópicos culturales de Italia.

            Es en este contexto donde Vittorio de Sica, uno de los más reconocidos autores del movimiento neorrealista con obras maestras como El ladrón de bicicletas o Umberto D., realiza esta Matrimonio a la italiana, una película que presenta ya elementos característicos de ese alejamiento progresivo del realismo puro que pretendía el Neorrealismo, como son el empleo de efectos de cámara, una mayor incidencia de la banda sonora –incluidas estereotipadas notas de arpa para introducir los flashbacks-, transición brusca de escenas marcando el paso del tiempo, la expresividad de la fotografía y la puesta en escena, etc., que conserva en muchos aspectos el aire teatral de la obra original del napolitano Eduardo de Filippo –de hecho, el fondo de los títulos de crédito imita el telón de un escenario-.

            El argumento desarrolla en pantalla el devenir de la relación entre el aburguesado Domenico Soriano (Marcello Mastroiani) y la prostituta y abnegada madre y amante Filomena Marturano (Sophia Loren), iniciado in media res, con la rememoración de los prometedores y más tarde decepcionantes inicios en la primera mitad del film y el matrimonio, futuro y nuevas problemáticas de la relación en la segunda. Una historia en cierto modo paralela a la propia historia del país y ambientada en Nápoles, una ciudad que en sí misma representa como ninguna toda esa amalgama de sentimientos, emotividad y pasiones exaltadas y contradictorias.

           Generalmente calificada como comedia, Matrimonio a la italiana se ajustaría más al drama con ligeros tintes cómicos, notorios en la interpretación de ocasionales matices bufonescos de Mastroiani o en lo que parece ser una inicial guerra de sexos, aunque lo que mayor peso y calidad mantiene es la parte trágica de la obra, fruto del enorme saber hacer de de Sica en el arte de tocar la fibra al espectador; un autor que bien es cierto que solía dar un ligero margen de esperanza dentro del dramatismo de sus obras anteriores pero que aún en esta película, incluida ya en la commedia all’italiana, no renuncia a la reflexión y preocupación por conflictos sociales, manifiestos en la situación de una Filomena que se alza como heroína del relato, de sufrimiento y coraje casi épicos, zarandeada emocionalmente por el egoísta, bon vivant e inconsciente Domenico, individuo de posición social acomodada –personajes infrecuentes, si no inexistentes, en papeles principales durante el Neorrealismo- que representa muchos de los males que podrían aquejar a la Italia del momento. Una comedia que combina la lucha amorosa entre un hombre y una mujer pero que incluye momentos de amargura que hielan cualquier sonrisa posible.

En cuanto al reparto, es obligado referirse a la enorme química entre el, como se ha dicho, cómicamente afectado Mastroinani y la Loren, ya mito erótico mundial en el momento tras su Oscar por Dos mujeres, también de de Sica, y su participación en grandes éxitos de Hollywood, que pone todos sus encantos y carisma de maggiorata por excelencia al servicio de un papel de mujer tan guapa como de carácter fuerte, ajustado perfectamente a sus capacidades.

           Otra muy destacable película de un cine, el italiano, que ha legado grandes obras al Séptimo Arte.

Nota IMDB: 7,4.

Nota FilmAffinity: 7,1.

Nota del blog: 8,5.

Kamchatka

25 May

“No puedo pensar en ninguna necesidad en la infancia tan fuerte como la necesidad de la protección de un padre.”

Sigmund Freud

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Kamchatka

Año: 2002.

Director: Marcelo Piñeyro.

Reparto: Matías del Pozo, Ricardo Darín, Cecilia Roth, Milton de la Canal, Tomás Fonzi, Héctor Alterio.

Tráiler

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            Los conflictos sociales, la intolerancia, la guerra, el horror, son conceptos que posiblemente no sean innatos en el ser humano. No son comprensibles desde la inocencia de un niño. En el cine ha habido buenas muestras de ese contraste, de aprendizaje vital en un entorno de degradación y desolación humanos a través de una relación paterno-filial que se erige en la única esperanza frente a esa pérdida de humanidad, en contextos de huida, aislamiento o supervivencia forzosa por motivos como la violencia, la intolerancia y demás perversiones del alma humana derivadas de razones como la caída en desgracia en una organización gangsteril (Camino a la perdición), la radical bipolaridad y conflictividad social cainita, al igual que esta Kamchatka, (La lengua de las mariposas), del horror y sinsentido más absoluto como el Holocausto (La vida es bella), o, incluso, con el ser humano reducido casi a animal salvaje tras un Apocalipsis nuclear (La carretera).

             Con una trayectoria marcada por la preocupación por los valores humanos, la opresión del sistema sobre los individuos o de la familia como unidad, Marcelo Piñeyro enfocaba la irracionalidad, ignorancia y absurdo de la dictadura de Videla, instaurada en Argentina en 1976, desde el punto de vista de Harry (Matías del Pozo), un niño que se refugia con sus padres, hermano y el joven Lucas en una aislada casa de campo, acorralados por la amenaza del orden militar reinante en el país. Un niño que descubre los misterios de la vida y las contradicciones del ser humano, una mirada inocente que aprende sobre el valor del amor de la familia, de la resistencia y la firmeza en las propias convicciones humanistas en ese universo aislado en el que se apartan de la brutalidad; una historia desarrollada con enorme sensibilidad y delicadeza, con la contradicción entre el mundo de los juegos e ilusiones del niño -visión de inocencia reforzada también por la banda sonora- frente a un entorno hostil, de amenaza latente e incomprensible –comparada en su mente con su serie favorita, Los invasores– en una sosegada pero firme progresión dramática que conduce hasta un final realmente emotivo, impulsado por lo mejor de la escena argentina como Cecilia Roth y Héctor Alterio, que ya habían participado en trabajos previos del director, y, sobre todo, con un espectacular Ricardo Darín.

Muy recomendable.

 

Nota IMDB: 7,4.

Nota FilmAffinity: 7,1.

Nota del blog: 8.