Tag Archives: Parodia

El último gran héroe

23 Ene

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Año: 1993.

Director: John McTiernan.

Reparto: Arnold Schwarzenegger, Austin O’Brien, Charles Dance, Robert Prosky, Anthony Quinn, Tom Noonan, Bridgette Wilson-Sampras, Frank McRae, F. Murray Abraham, Art Carney, Mercedes Ruehl, Toru Tanaka, Danny DeVito, Ian McKellen.

Tráiler

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          En El moderno Sherlock Holmes, Buster Keaton encarnaba a un desdichado proyeccionista que, milagros del surrealismo, conseguía adentrarse en la pantalla de cine para materializar sus fantasías mientras que luego, de vuelta a la realidad exterior, utilizaba los códigos aprendidos del cine como guía para actuar en ella. Aunque sin plasmarlo con esta literalidad -que volverá a tener gloriosos y emocionantes ejemplos como La rosa púrpura de El Cairo-, son los cineastas cinéfilos de la Nouvelle Vague quienes considerarían que el espectador podía elevarse a la categoría de protagonista de unas películas con las que lograba abandonar, por un mágico instante, su anodina vida cotidiana. Un salto cualitativo en el cine que reflexiona sobre sí mismo. La puerta abierta para una posmodernidad en la que ver y hacer cine son, en ocasiones, vertientes de un mismo juego. Quentin Tarantino es probablemente el autor que recogería esta herencia con mayor entusiasmo, con una apuesta todavía más decidida por los géneros populares, recombinándolos y recomponiéndolos a su antojo en su particular mesa de mezclas.

El último gran héroe también se adscribe a este territorio, donde al devoto se le concede el deseo de sumergirse de lleno en la experiencia a la que hasta ahora solo accedía de una forma delegada, a través de compartir las emociones de los personajes, e incluso, gracias a su condición de iniciado, tener en su mano la llave para resolver los entuertos y peligros que se le proponen en este juego en primera persona.

Y esta carta de amor al cine de evasión, en su categoría de películas de acción ochenteras y noventeras -podrían añadírsele gotas de las aventuras juveniles de la Amblin y de juegos de rol como Dragones y mazmorras-, está plasmada con las mismas técnicas y premisas que se homenajean, satirizan y analizan, llevadas a cabo, con plenitud de poderes, por sus propios artífices, como un Arnold Schwarzenegger que se metería a fondo en la producción y un John McTiernan que dirige con ironía pero sin cinismo, ambos dando una lección de cómo reirse de uno mismo y, a la vez, reivindicar un oficio que tampoco es capaz de hacer cualquiera con el éxito que ellos logran alcanzar. El tributo prima sobre la vocación y la agudeza ensayística, obviamente.

          Es decir, que El último gran hombre es una metaficción que se adentra en la entraña del cine popular sin mirarlo por encima del hombro, sin traicionarlo falsariamente desde la pedantería artística o las ínfulas ególatras que, por ejemplo, podría aplicar un presuntuoso onanista como Jean-Luc Godard, quien, por mucho que declare su pasión por él en algunos títulos de crédito, se ama a sí mismo por delante y a costa de cualquier otra cosa. En cambio, El último gran héroe eviscera las fantasmadas de este universo con sus propias leyes físicas y dramáticas pero guardándole el respeto que se merece, encomiando su poder para extraernos de nuestras penurias cotidianas y regalarnos un viaje a lo asombroso, por chusca que, en verdad, sea esta maravilla. Sin la profundidad humana y sentimental de las obras de Buster Keaton o Woody Allen, pero sin asomo de esnobismo y con un festival de guiños y cameos muy simpáticos de encontrar.

          Claro que cuando Jack Slater tiene que desarrollar sus dotes de héroes en la ‘realidad’ fuera de los fotogramas no es esta una realidad cruda, antiépica, como la que vivimos día a día, que desactivaría por completo unas habilidades que un guionista de saldo y un jefe de efectos especiales ha convertido en sobrehumanas. Pero es que tampoco hace falta que Michael Haneke o Albert Serra desciendan de sus torres intelectuales para reprendernos -o provocarnos- acerca de que estamos divirtiéndonos con una violencia frívola o con personajes un poco ridículos. Porque todos somos como Danny Madigan, que a sus 12 años sabe perfectamente que las explosiones que revientan bloques enteros, los tiroteos a bordo de descapotables o los chistes lapidarios forman parte de unas convenciones que, evidentemente, nada tienen que ver con lo que nos puede ocurrir en una jornada de oficina, yendo al súper a hacer la compra o quedando con los amigos a tomar unas cañas. Es parte de un juego que disfrutamos en mayor o medida, según cada cual, pero en el que todos conocemos las normas.

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Nota IMDB: 6,4.

Nota FilmAffinity: 5,3.

Nota del blog: 8.

Están vivos

20 Dic

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Año: 1988.

Director: John Carpenter.

Reparto: Roddy Piper, Keith David, Meg Foster, George ‘Buck’ Flower, Peter Jason, Raymond St. Jacques, Jason Robards III, John Lawrence.

Tráiler

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         En una década en la que, probablemente de forma un tanto tópica aunque no por ello injustificada, el cine de corte popular suele asociarse al consumo acrítico de palomitas por parte de hordas de adolescentes, los filmes de género de John Carpenter se alzan como un referente de causticidad subversiva y, huelga decir, de diversión. Están vivos puede que sea el ejemplo más bruto.

         Al igual hacía La cosa con los cuerpos que asimilaba -otro ente del espacio exterior que, a pesar de encarnar una maldad pura, puede mimetizarse con los seres humanos con poco esfuerzo-, Están vivos es una película que da la vuelta, como un calcetín, a las premisas del subgénero de invasiones extraterrestres que tanta presencia había tenido en un contexto de paranoia anticomunista en la que los pérfidos marcianos no eran sino una trasposición de los espías soviéticos que se infiltraban en el tejido social estadounidense, imitando al ciudadano corriente, para destruir desde dentro su modelo de vida y sus valores nacionales.

Y es que, ambientada en tiempos de crisis y hastío, en Están vivos son los garantes de ese American Way of Life quienes menoscaban la libertad del tipo de a pie por medio de subterráneas estratagemas -el materialismo, el consumismo, el fomento del individualismo, la competitividad homicida entre el proletariado, el elitismo, la propaganda a través del control de los medios de comunicación de masas…-. De una forma mucho más creíble que el anterior, por supuesto. Y también con una mayor vigencia, en vista de la deriva ultraliberal del país, así como su ascendencia sobre el resto de estados sujetos a una economía de mercado.

         Están vivos arremete contra todo: la economía predatorial, el culto al dinero, el nacionalismo como cortina de humo sometida al capital, la sobreexplotación del planeta, la falta de conciencia de clase, el conformismo que abraza un estado de consciencia artificial -análogo al posterior Matrix, por tanto- coloreado con abundantes sustancias tóxicas… No es una cinta nada sutil -con unas simples gafa de sol queda todo a la vista-, pero es endemoniadamente gamberra -ese recurso tan delirante y genial, por desvergonzadamente increíble, es prueba de ello- y, además, certera -bien conocidas son las alabanzas que le dedica el influyente filósofo Slavoj Žižek en su Manual de cine para pervertidos-.

         En esta trinchera de serie B, a la que Carpenter había regresado para recobrar su independencia y su amor por el cine, el argumento tampoco está excesivamente desarrollado, al igual que ocurre con los personajes. El protagonista sigue el arquetipo de forastero solitario propio del western -territorio tan querido por el cineasta- y está flanqueado por el tradicional compañero de fatigas -que ofrece otro ángulo desde el que censurar esa alienación y desconexión individualista frente a los problemas de la colectividad- y la mujer atractiva  -quien abre una subtrama romántica que, como ella misma, apenas está esbozada-. Pero, en cualquier caso, su aguerrida mala leche y su espíritu rebelde se elevan muy por encima de esta modestia.

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Nota IMDB: 7,3.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 7.

Tropic Thunder, ¡una guerra muy perra!

28 Oct

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Año: 2008.

Director: Ben Stiller.

Reparto: Ben Stiller, Robert Downey Jr., Jack Black, Brandon T. Jackson, Jay Baruchel, Nick Nolte, Tom Cruise, Danny McBride, Steve Coogan, Bill Hader, Brandon Soo Hoo, Matthew McConaughey, Tobey Maguire, Jennifer Love Hewitt, Jon Voight, Jason Bateman, Lance Bass, Alicia Silverstone, Tyra Banks.

Tráiler

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           Hay dos vetas interesantes que surgen del humor satírico de Tropic Thunder, ¡una guerra muy perra! La primera, la más obvia y predominante, es aquella en la que se realiza una burlona caricatura de Hollywood: desde sus tópicos peliculeros hasta los individuos que forman sus engranajes y que, gracias a ellos, adquieren un aura estelar que, sin embargo, contrasta con sus miserias humanas. La segunda es la que habla de la sociedad estadounidense, y que se puede extraer de la controversia generada por algunos golpes probablemente nada sutiles, pero sí bastante contundentes.

Durante la celebración de Halloween de 2018, Shaun White, triple medallista olímpico en una modalidad del snowboard, fue el centro de la polémica y tuvo que pedir disculpas por disfrazarse de Jack el Simple, el personaje con el que el protagonista de Tropic Thunder, típico héroe del cine acción, buscaba reciclar su carrera hacia papeles cazapremios, con el resultado de un rotundo fracaso de crítica y público. «Todo el mundo sabe que no hay que hacer de retrasado total», le explicaba su compañero de reparto, ganador de cinco óscares, para aclararle cómo funcionan los gustos de la Academia norteamericana en cuanto a retratos de la discapacidad intelectual. Tal fue el revuelo con White, reprobado tanto por internautas como por entidades como por el comité de los paralímpicos estadounidenses, que incluso Ben Stiller tuvo que declarar que mantenía su disculpa por la película, ya boicoteada en su momento por idénticos motivos, y reiterar que la intención del gag «siempre fue la de burlarse de los actores que tratan de hacer lo que sea para ganar premios».

En cambio, Tropic Thunder sí se llevó palmadas en la espalda en lo referente a la cuestión racial, centrada en ese reputadísimo actor de método australiano que profundiza tanto en sus roles que, en este caso, se somete a un tratamiento de pigmentación para meterse con mayor autoridad en la piel de un sargento afroamericano. Es, al tratarse de una parodia de esta parodia, uno de los pocos ejemplos considerados positivos del denominado ‘blackface’, esto es, blancos que interpretan negros pintándose la cara apropiándose de elementos ajenos que habitualmente despreciarían o perpetuando los correspondientes estereotipos.

           Pero Ben Stiller, que dirige Tropic Thunder y escribe su guion junto a Justin Theroux y Etan Cohen -no confundir con Ethan Coen, la importancia del orden de una letra muda-, también da muestras de inteligencia narrativa y sentido de la comicidad, como ocurre en la presentación de los personajes, zanjada de un hilarante plumazo a través de tres falsos tráilers y un anuncio -una especie de mezcla entre Tom Cruise y Sylvester Stallone; otra de Daniel Day Lewis y Russel Crowe; un tercero que podría pasar por primo de Chris Farley y, por último, el clásico rapero que trata de abrir paso a su fama desde un nuevo medio-.

           Haciendo palanca sobre lugares comunes y neurosis generales, el filme consigue mantener un nivel chispeante a lo largo de su desarrollo, que hacia el final cae en esa contradicción recurrente de tener que poner un espectacular punto y final recurriendo precisamente a aquello que se parodia. Por su parte, las estrellas invitadas aportan picante, en especial un desopilante y coprolálico Cruise.

De ese juego entre lo grueso y lo fino, entre la ridiculización y el homenaje, entre lo terrenal y lo divino del cine, Tropic Thunder obtiene un notable equilibrio para convertirse en una meritoria comedia.

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Nota IMDB: 7.

Nota FilmAffinity: 5,5.

Nota del blog: 7.

Deadpool 2

21 May

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Año: 2018.

Director: David Leitch.

Reparto: Ryan Reynolds, Josh Brolin, Zazie Beetz, Julian Dennison, Morena Baccarin, Stefan Kapicic, Brianna Hildebrand, Shioli Kutsuna, Eddie Marsan, Karan Soni, T.J. Miller, Leslie Uggams, Rob Delaney, Terry Crews, Bill Skarsgård, Lewis Tan, Jack Kesy, Brad Pitt, Matt Damon, Alan Tudyk.

Tráiler

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         Por lo general, la potencia de un chiste no está tanto en su contenido como en quién lo cuenta y en cómo lo cuenta. 

No lo vamos a negar, Deadpool 2 es un chiste repetido. Es cierto que incorpora renovados hallazgos -Peter-, pero al mismo tiempo repesca incluso unos cuantos gags calcados de la película inaugural que ejercen ya a modo de coñas internas, de compadreo entre personaje y espectador, unidos en un diálogo constante que, desde una autoconsciencia total y orgullosamente sarcástica, no respeta la barrera de la pantalla ni la narración en sí. Sin embargo, a quien cuenta los chistes se le da tan bien hacerlo que casi no importa. Porque sigue siendo importante saber reírse de uno mismo.

         Obviamente, la sorpresa estaba prácticamente agotada desde aquella primera parte, que, con todo, lograba sortear el desgaste mediante un hábil montaje del relato. Aquí, dado que es nula de inicio, puede concentrarse en explotar la idiosincrasia del personaje, irreverente hasta la parodia contra todo, con el mayor salvajismo posible, sin ahorrar escatología, sexualidad o slapstick sangriento. Aunque los mejores golpes siempre van destinados contra el resto de superheroes, contra Hollywood en sentido extenso -ojo a los cameos- y, por supuesto, contra el propio producto.

         Sigue funcionando, por tanto, la vis cómica del mercenario más macarra del universo de los X-Men. Deadpool sabe como mantener alta una fiesta. Su desfachatez permanece fresca gracias a la amplia y equilibrada combinación de impulsos humorísticos de diversa procedencia, paradójicamente, la suficiente suspensión de la incredulidad para seguir sus aventuras, si bien el hecho de que se trate de una prolongación implique necesariamente su progresiva conversión en fórmula. La dirección de David Leitch -uno de los dos coordinadores de especialistas que cosechó prestigio como renovadores del género de acción con John Wick (Otro día para matar)aporta también trabajadas coreografías en las secuencias más espectaculares. Además, los productores saben como dejar buen sabor de boca rematando la función con escenas poscréditos especialmente jugosas y delirantes, esencia concentrada de un antihéroe que confirma ser de lo más carismático.

Otra cosa es que aguante estirar el chicle una vez más -o las que vengan, pues su ironía al respecto de las sagas superheroicas interminables es bastante cínica-.

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Nota IMDB: 8,2.

Nota FilmAffinity: 7,4.

Nota del blog: 6,5.

Deadpool

18 May

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Año: 2016.

Director: Tim Miller.

Reparto: Ryan Reynolds, Morena Baccarin, Ed Skrein, T.J. Miller, Stefan Kapicic, Brianna Hildebrand, Gina Carano, Leslie Uggams, Jed Rees, Karan Soni, Stan Lee.

Tráiler

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         Qué importante es que un superhéroe se deje sodomizar con un strap-on por su pareja, con toda naturalidad. La escena podría estar sacada de Agárralo como puedas, pero pertenece a Deadpool, una cinta en cierta manera revolucionaria dentro del género superheroico por su absoluta desfachatez para sumergir un proyecto de blockbuster rompetaquillas en una calificación para adultos a priori completamente nociva de cara a estas pretensiones. La estrategia anticonservadora, basada en dar rienda suelta a la violencia explícita y a las alusiones sexuales directas -y con ello al humor negro y al humor escatológico- le sienta estupendamente desde el punto de vista cinematográfico y, a su vez, esta frescura y atrevimiento terminará revirtiendo en su cosecha de beneficios, ayudado también por hábiles campañas publicitarias que explotan su potencial para el meme.

         Deadpool lleva un paso más allá el irónico gamberrismo del que hacían gala superhéroes como Iron Man o Peter Quill y por extensión a los trajes relaxed-fit de la casa Marvel para adentrarse en un terreno que, en muchas ocasiones, es abiertamente paródico, orgullosamente inmaduro allí donde otros buscan una pretendida e impostada madurez. No solo es que desmonte desde la comicidad los tradicionales puntos climáticos del género -el melodrama personal, el duelo frente al mal, el romance-, sino que recurre a estos desde una intención que es humorística de raíz. La lucha de Deadpool es por las risas.

El filme ataca al arquetipo desde principios presentes incluso en clásicos literarios -lidiar con problemas cotidianos que son obviados o elididos en la narración convencional, como los desplazamientos hasta los escenarios, que aquí se realizan en taxi-; la hipérbole definitiva de tópicos aceptados que fuerzan la credibilidad -por momentos uno parece estar viendo La máscara y no le extrañaría que bajo el traje rojo del protagonista estuviera Jim Carrey-, la contradicción estilística -el empleo sarcástico del lenguaje visual, la elección de la banda sonora-, el compadreo con el espectador a partir de una adoración común de la cultura popular -hay guiños, referencias y diálogos metatextuales que podrían venir firmados por Quentin Tarantino-, o, en definitiva, la autoconsciencia irreverente -que abarca desde el microcosmos del cine de superhéroes hasta el universo del séptimo arte en general, pasando con ahínco sobre el propio Ryan Reynolds y su relación particular con ambos, así como por la ruptura desinhibida de la cuarta pared-. Qué bueno es saber reírse de uno mismo.

         El recorrido de la sorpresa es limitado, por supuesto, pero Deadpool también demuestra inteligencia narrativa para alargar su aguante, como por ejemplo en el montaje paralelo de la presentación del personaje y su contexto -una espesa tarea que a veces hunde sagas desde su capítulo inicial- con la misión y las secuencias de acción pura de un antihéroe que, además, en un detalle puntual de profundidad crítica, no cree en los héroes porque él, antiguo soldado de las fuerzas especiales, proviene de donde presuntamente se forjan estos en la vida real y conoce la mentira de primera mano.

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Nota IMDB: 8.

Nota FilmAffinity: 6,8.

Nota del blog: 7,5.

La muerte de Stalin

25 Mar

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Año: 2017.

Director: Armando Ianucci.

Reparto: Steve Buscemi, Simon Russell Beale, Jeffrey Tambor, Michael Palin, Andrea Riseborough, Jason Isaacs, Dermot Crowley, Paul Whitehouse, Paul Chahidi, Rupert Friend, Olga Kurylenko, Paddy Considine, Adrian McLoughlin.

Tráiler

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         La epopeya gloriosa la escriben los vencedores; la épica lírica y romántica, los perdedores. La comedia, los bufones, que somos todos. Es decir, aquellos que no protagonizamos las mentiras anteriores. Hacen falta redaños y un frustrante ejercicio de madurez para asimilar que lo más probable es que nuestra existencia no sea suficiente para que los aedos canten los milagros de nuestros días, ni que miles de espectadores se conmuevan o inspiren contemplando la película de nuestra vida, como en cambio sí puede ocurrirles a quienes detentaron o detentan el poder y los privilegios, ya que son quienes se encargan -o al menos tratan- de escribir la Historia. Frente a ellos -que en su mayoría están hechos de la misma carne, los mismos huesos y la misma mierda que nosotros-, la sátira y parodia es nuestra primera línea de defensa y la principal arma de contraataque.

         El escocés Armando Ianucci lo tiene bien asumido, pues lleva años trabajando en un campo de batalla que ha tenido en la política su trinchera prioritaria. Ahí se encuadran el falso documental Clinton: His Struggle with Dirt, las series The Thick of It y Veep, y el largometraje In the Loop, una especie de prolongación del universo de The Thick of It. Así, después de someter a escarnio a las altas esferas británicas y estadounidenses, se lanza ahora a devorar a la Unión Soviética.

La diferencia salta a la vista respecto a las anteriores: este es un cadáver putrefacto y las detonaciones explosivas de su material cómico se oyen desde lejanos ecos del pasado. Resulta cómodo y sencillo ridiculizar a un leviatán al que se le conoce fundamentalmente por los tópicos, sean estos propagandísticos, verídicos o ambas cosas a la vez. La mordiente de la parodia, en consecuencia, es menor. E incluso no demasiado original, puesto que la esencia humorística de La muerte de Stalin puede equipararse a otras numerosas parodias acerca del totalitarismo. Del nazismo, por ejemplo, son legión, e incluso han contribuido a frivolizar a Adolf Hitler, las SS o la Whermacht hasta convertirlos en una especie de arquetipo de la cultura popular. En España puede citarse como muestra el perfil de twitter Norcoreano, ya fuera del cine, obviamente, pero emparentado con esta veta humorística -y puede que aquí con el mérito de su coexistencia con su caricaturizado, si bien queda el factor de la tremenda lejanía, que impone todavía una evidente barrera de fantasía exótica-.

En resumen, no es complicado revertir regímenes tan excesivos. En este sentido, a través del hilo narrativo -un tanto deslavazado-, un buen puñado de los chistes de La muerte de Stalin son bastante previsibles. Por ello, algunos de ellos se quedan sin punch y otros son hasta repetitivos. Aunque, con todo y ello, muchos otros no dejan de ser medianamente resultones.

         Lo que sí es más complicado, y este es uno de los méritos de la obra de Ianucci -arropado además por notables actores de comedia-, es conseguir desvelar que el terrible mago es, en realidad, un tipo corriente astutamente oculto detrás de una cortina. Que el torturador y el dictador son funcionarios y no monstruos extraordinarios; burócratas armados que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea, tal y como los describía, con tono bastante más pesaroso, Eduardo Galeano. La muerte de Stalin logra, pues, que se perciba la esencia humana, miserable y cainita en base a sus impulsos primarios -la supervivencia, la avaricia, la maldad retorcida en ciertos casos-, pero también carismática, de este esperpéntico politburó soviético, aun y cuando se le enfrenta puntualmente, pero sin paños calientes y dejando congelada toda sonrisa, contra las consecuencias del desaconsejable poder que acumulan en sus manos. Que son manos como las de cualquier hijo de vecino.

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Nota IMDB: 7,2.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 6,5.

El terror de las chicas

27 Sep

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Año: 1961.

Director: Jerry Lewis.

Reparto: Jerry Lewis, Helen Traubel, Pat Stanley, Kathleen Freeman, Buddy Lester, Harry James, George Raft.

Tráiler

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           El frenesí de los personajes de Jerry Lewis acostumbraba a imbricarse en la esencia de las obras que dirigía, de una creatividad desaforada y, en ocasiones, fuera de todo control.

El terror de las chicas es una película donde la comicidad gestual del actor se encauza en un argumento delirante que, en su camino, arrolla también, con atrevida intención experimental, con los códigos y convenciones del séptimo arte. Una vertiente metalingüística que se manifiesta en la parodia y, en especial, en el descubrimiento del artificio de la propia producción, escenificada en una mansión que es al mismo tiempo casa de muñecas e indisimulado plató de rodaje.

           La excusa: un joven traumatizado por un desengaño amoroso renuncia a mantener relaciones románticas con mujeres e incluso contacto físico con ellas, por más que el destino le haya conducido a convertirse en mozo de servicio de una residencia de bellas aspirantes a actrices de Hollywood.

El relato se desarrolla a golpe de sketch, sin una gran profundización dramática en los personajes. Como una forma de dar rienda suelta a las ocurrencias de Lewis, que en algunos casos son verdaderamente divertidas y originales en su intromisión en el absurdo y el surrealismo, rematadas además con unos movimientos de cámara y una coreografía muy elaborada y precisa, que hacen un gran aprovechamiento del espacio y el tempo, demostración de la ambición de Lewis como cineasta -que aquí incluye un pionero uso de la video asistencia con una cámara de 35 milímetros pegada a la principal-. En otras, los menos, quizás se percibe menos inspiración, cierto uso del calzador o un mayor envejecimiento, algunas de ellas ejecutadas tan pobremente como el episodio con el técnico de sonido.

El fuerte colorido, herencia de las colaboraciones del actor con Frank Tashlin, inunda los fotogramas realzando la sensación de encontrarse ante un cartoon de la Warner Brothers interpretado por personajes de carne y hueso, con su delirio, su desbarre y su irregularidad.

           Con El terror de las chicas nacería el tópico sobre la reivindicación de Lewis como genio mayor por parte de la siempre singular e influyente crítica francesa. De hecho, el siempre pedante Jean-Luc Godard tomará luego esta idea del escenario como casa de muñecas para Todo va bien.

tomará la idea de .

Nota IMDB: 6,2.

Nota FilmAffinity: 6,5.

Nota del blog: 7.