Tag Archives: Conspiración

Aquaman

25 Dic

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Año: 2018.

Director: James Wan.

Reparto: Jason Momoa, Amber Heard, Patrick Wilson, Willem Dafoe, Nicole Kidman, Yahya Abdul-Mateen II, Temuera Morrison, Michael Beach, Dolph Lundgren, Sophia Forrest, Graham McTavish, John Rhys-Davies, Djimon Hounsou, Julie Andrews.

Tráiler

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         Aquaman, mestizo entre humano y atlante, está llamado a ser el puente de unión entre dos mundos -el marino y el terrestre- que en realidad son uno solo -el planeta Tierra-. También se lo podría reclamar como punto de acercamiento en esa disyuntiva entre DC -el tormento interior aparejado a la oscuridad exterior- y Marvel -el superhéroe desenfadado y autoconsciente-, porque sus chascarrillos macarras de descastado, opuestos a los delirios genocidas de su hermanastro de sangre pura, priman sobre sus remordimientos por la desaparicion de su madre, divinidad trágicamente encadenada a las servidumbres de su condición superior.

         Los ingredientes dramáticos de Aquaman, así como su trasfondo crítico -ecologismo, multietnicidad, belicismo- son apenas alusiones que se encuentran por completo licuadas dentro de una vorágine de tópicas intrigas palaciegas -con una estrategia tremendamente cuestionable por parte de los pacifistas, en vista de la cruenta guerra que llevan a cabo para dar un golpe de Estado que establezca cierta concordia-. En su transcurso, siguiendo una de las ramas tradicionales del viaje del héroe, el marginal debe descubrir y revelar su inesperada naturaleza mayestática.

         La narración avanza sin tregua y sin dejar poso alguno en una sucesión de imágenes orgullosamente horteras, hasta lo confuso o lo ininteligible por esa falta de textura tangible, de difuminación por chroma del diseño de producción. Por momentos, entre coloridos imposibles, efectos cuestionables y ritmos intrépidos, Aquaman se acerca a un videoclip de música techno de principios de los dosmiles. Cuando la acción parece desarrollarse de manera más física, como el duelo en un patio siciliano entre Aquaman y Black Manta -un pobre villano de relleno-, se percibe cierto feísmo o cutrez próxima al tokusatsu -es decir, ese género fantástico japonés del que nacen cosas como Power Rangers-.

En parte, esta suicida desinhibición kitsch le aporta un punto entrañable -ese combate gladiatorio de serie B con un pulpo a los timbales, medusas por focos y cartas de presentación propias de la MMA- que se combina con la presencia carismática de Jason Momoa.

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Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 5,7.

Nota del blog: 4.

39 escalones

21 Oct

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Año: 1935.

Director: Alfred Hitchcock.

Reparto: Robert Donat, Madeleine Carroll, Lucie Mannheim, Godfrey Tearle, Peggy Ashcroft, John Laurie, Helen Haye, Frank Cellier, Wylie Watson.

Filme

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         39 escalones comienza en un vodevil y termina en un vodevil. Porque, en realidad, el filme puede considerarse un número de un espectáculo de variedades en el que el espectador queda absorbido por una representación trufada de peligros, emociones y romanticismo. Un regalo para que uno pueda evadirse de la realidad cotidiana.

De hecho, el protagonista de 39 escalones es un tipo corriente que, en un giro clásico en el cine de Alfred Hitchcock, se ve envuelto por los caprichos del azar en una épica trama de espionaje que le llama a convertirse en héroe inesperado en defensa de la nación, sumida en un inquietante ambiente prebélico e infestada de perniciosos quintacolumnistas. Las apariencias siempre engañan. En otro rasgo recurrente del inglés, el protagonista de 39 escalones es también un falso culpable que ha de escapar de las acusaciones de asesinato que pesan sobre él.

La amenaza viene por múltiples frentes. Sin embargo, la fortuna sigue siendo juguetona y arroja a sus brazos a una hermosa muchacha que le ofrece además un objetivo amoroso. Héroe y galán. No falta de nada. El arranque, con enredos imposibles e interpretaciones exageradas, provoca incluso que pueda enarcarse la ceja en señal de excepticismo hacia esta historia en la que el tipo común, en vez de fugarse en su Canadá natal, decide seguir las pistas de esta aventura peligrosa. Pero el gesto muda hasta la sonrisa complacida en cuanto se entra en el juego. El humor es clave en ello.

         No sé cuántas películas de esta época, e incluso de tiempos posteriores, arrancan mostrando la suciedad que se acumula en el suelo de un music hall. Los niños lloran y el público es entrometido y respondón. Hitchcock, un as de la mala baba, despliega un arsenal de golpes satíricos a lo largo de 39 escalones. Este tono también anida en la composición de personajes, desde la carismática pareja esposada a la fuerza hasta los pintorescos secundarios -un villano familiar, un santurrón codicioso, un fenómeno de la memoria condenado a responder a lo que se le pregunta-.

Son mecanismos para conseguir la adhesión y engrasar este relato en el que se suceden vertiginosamente las situaciones de riesgo, motivadas por ese macguffin que es el secreto capaz de comprometer la seguridad de todo un país. Cuando mira por la ventana de su apartamento, el protagonista aparece simbólicamente encerrado entre líneas crispadas, atrapado en una realidad alternativa en la que la realización de Hitchcock convierte cada elemento cotidiano, cada figura, en un elemento sospechoso. Una realidad alternativa que es estimulante, divertida y emocionante.

         El éxito de El hombre que sabía demasiado y 39 escalones convertirían a Hitchcock en un director de renombre internacional.

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Nota IMDB: 7,6.

Nota FilmAffinity: 7,3.

Nota del blog: 7,5.

Capricornio uno

2 Sep

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Año: 1978.

Director: Peter Hyams.

Reparto: Elliott Gould, James Brolin, Brenda Vaccaro, Hal Holbrook, Sam Waterston, O.J. Simpson, Karen Black, Telly Savalas, David Huddleston, James Karen, David Doyle, Robert Walden, Norman Bartold.

Filme

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          El director de asignaciones del periódico pone como ejemplo de periodismo de investigación a Carl Bernstein y Bob Woodward, quienes desvelaron el caso Watergate que terminaría llevándose por delante la presidencia de Richard Nixon, a la vez que reprocha a su reportero díscolo sus presuntas exclusivas acerca de un segundo tirador en el asesinato de John Fitzgerald Kennedy o sobre el paradero de Patty Hearst tras su secuestro por el Ejército Simbiótico de Liberación. Capricornio uno -que de hecho tiene en el elenco a Hal Holbrook, James Karen y Robert Walden, participantes un par de años atrás en Todos los hombres del Presidente– es una película de tiempos convulsos, de paranoia, mientras que, en ella, la prosperidad del American Way of Life queda manifestada por medio de un entorno tan estandarizado y aséptico como un Holiday Inn, que no deja de ser un decorado carente de personalidad y de verdadera calidez humana; una estéril emulación del confort producida en cadena.

          Sobre estas aguas turbulentas, Peter Hyams, en funciones de guionista y director, concibe un futuro inmediato en el que la llegada del ser humano a Marte no es sino un simple producto televisivo, grabado en un hangar secreto del ejército. Ni siquiera, como la célebre teoría sobre la llegada a la Luna, Stanley Kubrick estará ahí para otorgarle credibilidad a las imágenes. En realidad, el del programa Capricornio uno puede considerarse incluso un engaño barato, resuelto con un chantaje bruto y tres tomas de estudio.

Porque, en el fondo, los motivos que llevan a este aparatoso montaje ni siquiera son grandilocuentes, sino bastante miserables y, por ello, veraces: todo se trata de una maniobra de los lobbys implicados en la carrera espacial ante la amenaza de que los copiosos fondos destinados a ella queden reconducidos hacia asuntos terrenales, como las desigualdades sociales o la lucha contra el cáncer, por ejemplo. En la misma línea, el personaje sobre el que recae el papel de villano de la función es un tipo amable pero desesperado, cuyo idealismo y bonhomía han sido destrozados por los mazazos de los cálculos políticos. Interpretado por Holbrook, actor de aspecto nada amenazador, parece un hombre arrastrado por las circunstancias. Casi una víctima más.

          La introducción ya había deslizado subrepticiamente este apunte cercano a la sátira. La actitud despreocupada y bromista de los astronautas restaba épica al histórico acontecimiento, lo que se subrayará con el rápido, hábil y afilado retrato de los políticos invitados al palco de honor, que muestran una personalidad absolutamente corriente -gorrones, salaces, enredados en pequeñas cuitas-. El libreto contiene buenos retratos de caracteres y unos ingeniosos y trepidantes duelos dialéctivos entre los habitantes del mundillo de la prensa.

En cambio, Hyams -que posteriormente sí saldrá al espacio exterior en Atmósfera cero, la relectura cósmica de Solo ante el peligro, y 2010: Odisea dos, la continuación de 2001: Una odisea del espacioquizás no esté tan afinado a la hora de reflejar el atroz maquiavelismo de quienes mueven los hilos sin rastro de piedad. El plan de los conspiradores da la sensación de dejar muchos cabos sueltos, aunque es cierto que la improvisación es un rasgo mucho más habitual de lo que se presupone. Pero hay pistas demasiado forzadas, como la de Flat Rock, y sorprende la inconstante vigilancia que se practica sobre los hombres clave que pueden tirar por tierra el asunto.

En cualquier caso, Capricornio uno filtra una interesante crítica hacia la ruindad con la que se gestionan los proyectos públicos y sobre la capacidad manipulativa del cine y la televisión, medios de masas, para fijar una verdad conveniente. Curiosamente, en otra de sus incursiones en la ciencia ficción, Permanezcan en sintonía, Hyams dejará al ciudadano medio literalmente atrapado por la televisión.

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Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 7.

Cuatro hombres y una plegaria

1 Jul

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Año: 1938.

Director: John Ford.

Reparto: Richard Greene, Loretta Young, David Niven, George Sanders, William Henry, C. Aubrey Smith, Alan Hale, Berton Churchill, Reginald Denny, J. Edward Bromberg, John Carradine, Barry Fitzgerald.

Filme

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         «No me gustaba el argumento ni nada, de modo que solo era un trabajo que hacer. Les tomé un poco el pelo», aseguraba John Ford a Peter Bogdanovich cuando este le entrevistaba. En parte, el maestro tenía razón en su evaluación de este encargo derivado de su contrato con la 20th Century Fox. El poco madurado, endeble y por momentos increíble libreto de Cuatro hombres y una plegaria -en el que por lo visto hay alguna aportación de William Faulkner difícilmente definible- está lastrado por un buen puñado de tópicos forzados -la espera alargada, la confesión truncada- y de giros efectistas -el asesinato que empuja exagerada e innecesariamente la trama, el descubrimiento del papel de otra paternidad-. Y, como muestra de ese socarrón desinterés del cineasta, podrían escogerse por su lado escenas humorísticas más bien desconectadas, caso de esa fordiana pelea de irlandeses chuzos en una taberna o esa marciana imitación que David Niven hace de Mickey Mouse, aparte del estilo interpretativo de una Loretta Young que la mayor parte de las veces parece sacada de una comedia romántica.

         Con todo, Cuatro hombres y una plegaria contiene elementos de interés en el fondo de la historia, como esa conspiración orquestada por una empresa armamentística que, no obstante, termina por ser bastante condescendiente con la figura del gran potentado y su lógica estrictamente mercantil, encargada de satisfacer una demanda -es decir, el mismo razonamiento que empleará el niño narcotraficante de la satírica Robocop 2-. Y esa trama literalmente global, que recorre los territorios del Imperio británico y más allá, deja secuencias destacables como esa revolución sudamericana escenificada en un poblado sumido en trágicas sombras expresionistas, con rotundas imágenes de la dignidad y el valor popular.

Por mucho desdén que confesara después Ford, su puesta en escena contiene fuerza expresiva para dotar de dramatismo y calor humano al relato y al dibujo de la personalidad de sus personajes. La presentación de los hermanos es tan concisa como efectiva. La manera en la que manifiesta la relación entre padres e hijos, o la reverencia y solemnidad del plano presidido por el retrato de la matriarca, son detalles cargados de sabiduría narrativa, así como de belleza y sentimiento.

         «Haces películas que no quieres hacer, pero hay que tratar de sobreponerse y entusiasmarse. Llegas al set, te olvidas de todo lo demás y les dices a los actores que lo están haciendo lo mejor posible, porque ellos también tienen que vivir de algo», manifestaría Ford sobre estos trabajos alimenticios.

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Nota IMDB: 6,1.

Nota FilmAffinity: 5,6.

Nota del blog: 7.

Excelentísimos cadáveres

19 Jun

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Año: 1975.

Director: Francesco Rosi.

Reparto: Lino Ventura, Tino Carraro, Luigi Pistilli, Paolo Bonacelli, Renato Salvatori, Fernando Rey, Max von Sydow, Alain Cuny, Charles Vanel.

Filme

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            «La verdad no es siempre revolucionaria», sentencia en la última escena un burócrata profesional para apuntillar una trama de poder, ambición y oscurantismo. En Excelentísimos cadáveres, Francesco Rosi, que entendía el cine como una investigación documentada, siempre enfocada desde un firme compromiso político, pone al inspector Rogas (Lino Ventura) a perseguir fantasmas, sombras y reflejos difusos a través de la Italia de los años de plomo y la ‘strategia della tensione’, un polvorín a punto de reventar en mil pedazos. Su inspiración es un escritor, Leonardo Sciascia, que también hizo de la cara oculta de la sociedad italiana, especialmente concentrada en su Sicilia natal, su terreno de juego.

            El filme comienza en las catacumbas de Palermo, entre momias de notables conservadas a lo largo de los siglos, y concluye en el Museo Nacional Romano, entre conmemorativas estatuas de mármol. El poder que se perpetúa generación tras generación, como un ente que va más allá de lo terrenal, esculpido en el tiempo. Entre un escenario y otro, queda un reguero de cadáveres de fiscales, procuradores y jueces que hace temblar el frágil equilibrio del país. El avezado inspector busca explicaciones que no se reduzcan a la cómoda hipótesis del loco homicida, pero el precio es sumergirse progresivamente en una paranoia por donde asoma una conspiración.

En su camino, Rogas viaja desde los defenestrados por el sistema hasta las altas esferas de la sociedad, desde la indagación a pie de calle hasta los asépticos laboratorios de la policía política y sus sórdidas mazmorras de interrogatorio. Palacios, rincones y escondrijos que llegan a descubrirse hasta de forma un tanto gratuita, destinada a subrayar ciertas consideraciones. El aplomo que tan bien encarna Ventura se va desarmando paso a paso.

            Las pistas confluyentes que persigue Rogas no acaban de congeniar dentro de un relato que da la sensación de no estar del todo bien estructurado, con una trama en la que la tensión de la intriga termina siendo bastante irregular y que se dirige hacia un remate no demasiado creíble en su formulación. El argumento resulta confuso incluso más allá de esa idea conceptual que puede formar parte del fondo que expresa Rosi, tan turbio -o enturbiado por una terrible ambigüedad moral y política- que es prácticamente imposible entrever qué ocurre entre esas sangrientas bambalinas. Tan opaco que el excluido ciudadano común, por muy comprometido y tenaz que sea, se encuentra desprotegido ante su poder. Un poder que atraviesa indemne los siglos, perpetuándose.

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Nota IMDB: 7,4.

Nota FilmAffinity: 6,6.

Nota del blog: 6.

Batman vuelve

15 May

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Año: 1992.

Director: Tim Burton.

Reparto: Michael Keaton, Michelle Pfeiffer, Danny DeVito, Christopher Walken, Michael Gough, Michael Murphy, Vincent Schiavelli, Pat Hingle.

Tráiler

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          El éxito de Batman en 1989 propiciaría un aluvión de adaptaciones del cómic de superhéroes que, por supuesto, incluiría una secuela de las aventuras del hombre murciélago, de nuevo con la confianza renovada en ese particular director, Tim Burton, que entretanto había entregado otra pieza de su particularísimo universo entre gótico y naif, Eduardo Manostijeras.

          Aunque su sensibilidad ya era manifiesta en la puesta en escena de la entrega inaugural, Burton, que guardaba un sabor agridulce de la experiencia, negoció su incorporación al proyecto demandando un control del que había carecido en la anterior, novato como era en las grandes producciones de la industria. Gracias a ello, conseguiría que Batman vuelve no fuera una continuación literal, sino prácticamente una película autónoma en la que se moverá con mayor libertad, reescribiendo incluso buena parte del guion previsto y disfrutando de los generosos medios proporcionados por la Warner Brothers, como los grandes espacios para construir a su gusto los decorados de Gotham City, el novedoso sonido Dolby Digital, la introducción de algunos efectos digitales e incluso la importación de pingüinos desde Reino Unido.

No obstante, en coherencia con su estilo, la factura de Batman Vuelve posee una textura más física, más de la vieja escuela, con miniaturas y trampantojos. Muestra de ello es que la gran urbe es todavía más Metrópolis que en Batman, con sus colosos de art decó, la desopilante torre desde la que Max Schreck -bautizado así por el actor de Nosferatu– maneja los designios de Gotham o las retorcidas y siniestras lineas que definen el zoológico abandonado donde mora El Pingüino -que por su parte parece sacado de El gabinete del doctor Caligari-. Referencias al expresionismo alemán que además conectan temáticamente con la trama de conspiración política que se cierne sobre la ciudad gótica, a merced de los turbios planes de un archivillano que llega a citar el incendio del Reichstag.

Con todo, quizás el ejemplo más claro de este dominio burtoniano es la atención y el cariño que la entrada del filme dedica al monstruo, a su villano -otra vez interpretado por otro hombre que voló sobre el nido del cuco, en esta ocasión Danny DeVito-. Es casi un cortometraje de desprecio y marginalidad, de repulsión hacia lo deforme, hacia lo distinto. Una historia, pues, que entronca con la filmografía del cineasta. De hecho, Batman aparece en contadas ocasiones durante el planteamiento de la narración.

          Acaso más curtido, probablemente más relajado, Burton logra una realización más afinada, en la que el tempo de las escenas y el ritmo del filme están mejor resueltos. Es posible que otro rasgo, como esa combinación de humor sórdido, sexual y al mismo tiempo pueril, quede más al arbitrio del espectador. Lo cierto es que deja momentos desconcertantes e incluso incómodos. Porque, en cualquier caso, Burton apuesta por el delirio sobre todas las cosas. En especial, sobre cualquier verosimilitud. No hay nada como un radar de pingüinos para demostrar esta conexión con la atmósfera camp y surrealista de la serie protagonizada por Adam West.

          Batman vuelve obtendría de nuevo el favor de la taquilla, si bien no terminaría de contentar a los mandamases de la Warner, que apostarían por un cambio de tono para la tercera entrega, con Joel Schumacher en la silla de director. Aun así, Burton permanecería en un cargo de productor.

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Nota IMDB: 7.

Nota FilmAffinity: 6,3.

Nota del blog: 6,5.

Iván el Terrible. Parte II (La conjura de los boyardos)

25 Mar

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Año: 1958.

Director: Sergei Eisenstein.

Reparto: Nikolai Cherkasov, Serafima Birman, Pavel Kadochnikov, Mikhail Kuznetsov, Amvrosi Buchma, Mikhail Zharov, Andrei Abrikosov, Aleksandr Mgebrov, Mikhail Nazvanov, Pavel Massalsky, Erik Pyryev.

Filme

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           Cuanto más cerca estás del César, mayor es el miedo. «Eres un buen bolchevique», le había agasajado Josif Stalin a Sergei Eisenstein por Alexander Nevsky, película con la que recuperaba su prestigio como cineasta del Estado. La primera parte de Iván el Terrible, zar con el que el dictador soviético se identificaba y a quien pretendía eregir en figura inspiradora durante la Gran Guerra Patria contra el enemigo alemán, le proporcionará incluso el Premio Stalin. Pero la segunda entrega de esta pretendida trilogía defenestrará de nuevo al cineasta letón, hasta el punto que se cancelará su estreno, se interrumpirá el rodaje de la tercera parte y, a la postre, Eisenstein jamás volverá a realizar otra película. Finalmente, gracias al proceso de desestalinización emprendido en la Unión Soviética, este segundo episodio vería la luz en 1958. Es decir, una década después del fallecimiento del director y un lustro tras el entierro del autócrata.

           «El zar ha de ser duro y temible porque, si no, no es zar», cavila Iván el Terrible en su palacio, que desde el boato y la majestuosidad anteriores se ha ido transformando progresivamente en poco menos que una sórdida cueva. Los ojos permanentemente desorbitados de Nikolai Cherkasov confirman en este segundo episodio que la desquiciada psicología de Iván IV es incontenible dentro de unas restricciones propagandísticas que liman las asperezas de un controvertido y sangriento reinado. Aunque los villanos siguen siendo pérfidos -la aristocracia feudal de los boyardos, capitaneados por su propia tía- e incluso caricaturescos -unos cortesanos polacos con bastante pluma-, al monarca ruso se le agrieta la determinación heroica que había consolidado su poder contra los enemigos locales y extranjeros.

Huérfano, viudo y traicionado, el zar se eleva como un personaje trágico, inestable y desesperado, que atraviesa entre dudas y tormentos las encrucijadas en las que le sitúa el peso de un trono cada vez más difícil de soportar. De ahí las ambigüedades que surgen en torno a su relación con el pueblo -erigido en su guardia personal- y con sus adversarios -su inocente primo Vladimir, otra víctima todavía más dramática de un destino que le ha sido impuesto, respaldado además por la inesperada ternura que desprenden algunos planos junto a su madre-. Elementos que condicionan y perturban su autoproclamación como protector de la nación.

           A medida que el protagonista gana en dimensión, la audacia formal de Eisenstein se dispara. Los fotogramas, ahora febriles, se abocan incluso a escenas musicales que funcionan como pesadillas alegóricas y que terminan por explosionar en un atrevido juego con el color, con el blanco y negro que domina el metraje reventado inesperadamente en violentos tonos rojos. Esta artificiosidad, propia de un delirio y espoleada por la mente desquiciada de Iván el Terrible, se manifiesta también en el empleo de la luz, que deforma una vez más los rostros con vaivenes inquietos. De igual manera, los rayos de sol que antes penetraban en las estancias para bendecir al zar ahora se cambian por unos decorados sobreiluminados, feistas en comparación con la suntuosidad que relucía en la primera parte.

           Esta atmósfera alucinada hace que La conjura de los boyardos sea una obra mucho más rica e interesante que la anterior, superando incluso las dificultades narrativas y el extravío de líneas argumentales que provocará el desmantelamiento de la producción y la extirpación de su colofón.

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Nota IMDB: 7,9.

Nota FilmAffinity: 8,1.

Nota del blog: 7.

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