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Spider-Man: Un nuevo universo

26 Ene

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Año: 2018.

Directores: Bob Persichetti, Rodney Rothman, Peter Ramsey.

Reparto (V.O.): Shameik Moore, Jake Johnson, Hailee Steinfeld, Mahershala Ali, Brian Tyree Henry, Luna Lauren Velez, Lily Tomlin, John Mulaney, Kimiko Glenn, Nicolas Cage, Kathryn Hahn, Liev Schreiber, Chris Pine, Zoë Kravitz.

Tráiler

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         Cualquiera que haya seguido el catálogo de Cartoon Networks, Adult Swim y alguna otra compañía puede haber llegado a la conclusión de que estamos atravesando la edad de oro de la animación. No solo por la audacia con la que su trasfondo aborda la sociedad contemporánea -la fidedigna Clarence y las familias disfuncionales; Steven Universe llevando a otro nivel su sensible actualización de los debates sobre la identidad, la familia y las relaciones-, sino también por su originalidad de impronta posmoderna –Hora de aventuras, Tito Yayo, Gravity Falls-, que puede incluir un jugoso manejo de referencias –Historias corrientes, Rick y Morty-. Y otro tanto es su arrolladora creatividad estética –El asombroso mundo de Gumball, una auténtica maravilla visual capaz de mezclar con fluidez, en un mismo universo, la animación tradicional, el stop-motion, las marionetas y actores con el rostro dado la vuelta y con ojos de pega en la barbilla-. Hasta series algo más formulaicas como Teen Titans Go! -reedición de bajo saldo, según reconoce ella misma, de la anterior Teen Titans– dejan detalles verdaderamente sorprendentes y se atreven a jugar con la metaficción mediante recursos conceptuales y formales -casi siempre de la mano de Control Freak, un personaje armado con un mando a distancia que encarna tanto al espectador como a un fanático pasado de rosca, y con frecuencia con sonoro sarcasmo contra la serie precedente y, en general, contra todo el género superheroico-. De hecho, a la par que Spider-Man: Un nuevo universo, explorarán satíricamente su propia multidimensión en un largometraje.

         Construida a partir de ese concepto del Spider-Verso desarrollado previamente en cómic, Spider-Man: Un nuevo universo es parte de toda esta corriente, con un salto a la gran producción cinematográfica vinculado a esa factoría de blockbusters que es la Marvel. Y, al mismo tiempo, es perfectamente fiel a la naturaleza del personaje: un adolescente cualquiera que, de repente, puede alzarse contra el Mal que detecta en la sociedad. Al fin y al cabo, la historia de Miles Morales es la misma que la de Peter Parker, como expresan de hecho esas realidades paralelas que convergen en su mundo. Descubrir las nuevas habilidades, conocer que un gran poder entraña una gran responsabilidad, sobreponerse a los problemas personales para derrotar al villano.

         A través de estos universos alternativos fundidos en uno solo, Spider-Man: Un nuevo universo despliega un sugerente juego de texturas y formas de animación que desprende amor por las páginas del tebeo, los fotogramas del cine y -explícito ya rizando el meme en la escena poscréditos- hasta el encanto vintage de los dibujos de los sesenta.

Erigido en protagonista sobre el resto de personas-araña, Miles Morales, por su parte, es lector y héroe, todo uno. Así pues, desde esta perspectiva metaficcional, el filme también revisa, retuerce y renueva a su gusto los códigos propios del cómic, la televisión y el cine -otros tres universos paralelos habitados por Spider-Man- utilizando se esa irreverente autoconsciencia pop y cinéfila a la que por otro lado son tan aficionadas las películas de la Marvel y que, en cualquier caso, se integra perfectamente en el desarrollo convencional del relato.

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Nota IMDB: 8,4.

Nota FilmAffinity: 7,6.

Nota del blog: 7,5.

Aquaman

25 Dic

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Año: 2018.

Director: James Wan.

Reparto: Jason Momoa, Amber Heard, Patrick Wilson, Willem Dafoe, Nicole Kidman, Yahya Abdul-Mateen II, Temuera Morrison, Michael Beach, Dolph Lundgren, Sophia Forrest, Graham McTavish, John Rhys-Davies, Djimon Hounsou, Julie Andrews.

Tráiler

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         Aquaman, mestizo entre humano y atlante, está llamado a ser el puente de unión entre dos mundos -el marino y el terrestre- que en realidad son uno solo -el planeta Tierra-. También se lo podría reclamar como punto de acercamiento en esa disyuntiva entre DC -el tormento interior aparejado a la oscuridad exterior- y Marvel -el superhéroe desenfadado y autoconsciente-, porque sus chascarrillos macarras de descastado, opuestos a los delirios genocidas de su hermanastro de sangre pura, priman sobre sus remordimientos por la desaparicion de su madre, divinidad trágicamente encadenada a las servidumbres de su condición superior.

         Los ingredientes dramáticos de Aquaman, así como su trasfondo crítico -ecologismo, multietnicidad, belicismo- son apenas alusiones que se encuentran por completo licuadas dentro de una vorágine de tópicas intrigas palaciegas -con una estrategia tremendamente cuestionable por parte de los pacifistas, en vista de la cruenta guerra que llevan a cabo para dar un golpe de Estado que establezca cierta concordia-. En su transcurso, siguiendo una de las ramas tradicionales del viaje del héroe, el marginal debe descubrir y revelar su inesperada naturaleza mayestática.

         La narración avanza sin tregua y sin dejar poso alguno en una sucesión de imágenes orgullosamente horteras, hasta lo confuso o lo ininteligible por esa falta de textura tangible, de difuminación por chroma del diseño de producción. Por momentos, entre coloridos imposibles, efectos cuestionables y ritmos intrépidos, Aquaman se acerca a un videoclip de música techno de principios de los dosmiles. Cuando la acción parece desarrollarse de manera más física, como el duelo en un patio siciliano entre Aquaman y Black Manta -un pobre villano de relleno-, se percibe cierto feísmo o cutrez próxima al tokusatsu -es decir, ese género fantástico japonés del que nacen cosas como Power Rangers-.

En parte, esta suicida desinhibición kitsch le aporta un punto entrañable -ese combate gladiatorio de serie B con un pulpo a los timbales, medusas por focos y cartas de presentación propias de la MMA- que se combina con la presencia carismática de Jason Momoa.

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Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 5,7.

Nota del blog: 4.

Batman vuelve

15 May

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Año: 1992.

Director: Tim Burton.

Reparto: Michael Keaton, Michelle Pfeiffer, Danny DeVito, Christopher Walken, Michael Gough, Michael Murphy, Vincent Schiavelli, Pat Hingle.

Tráiler

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          El éxito de Batman en 1989 propiciaría un aluvión de adaptaciones del cómic de superhéroes que, por supuesto, incluiría una secuela de las aventuras del hombre murciélago, de nuevo con la confianza renovada en ese particular director, Tim Burton, que entretanto había entregado otra pieza de su particularísimo universo entre gótico y naif, Eduardo Manostijeras.

          Aunque su sensibilidad ya era manifiesta en la puesta en escena de la entrega inaugural, Burton, que guardaba un sabor agridulce de la experiencia, negoció su incorporación al proyecto demandando un control del que había carecido en la anterior, novato como era en las grandes producciones de la industria. Gracias a ello, conseguiría que Batman vuelve no fuera una continuación literal, sino prácticamente una película autónoma en la que se moverá con mayor libertad, reescribiendo incluso buena parte del guion previsto y disfrutando de los generosos medios proporcionados por la Warner Brothers, como los grandes espacios para construir a su gusto los decorados de Gotham City, el novedoso sonido Dolby Digital, la introducción de algunos efectos digitales e incluso la importación de pingüinos desde Reino Unido.

No obstante, en coherencia con su estilo, la factura de Batman Vuelve posee una textura más física, más de la vieja escuela, con miniaturas y trampantojos. Muestra de ello es que la gran urbe es todavía más Metrópolis que en Batman, con sus colosos de art decó, la desopilante torre desde la que Max Schreck -bautizado así por el actor de Nosferatu– maneja los designios de Gotham o las retorcidas y siniestras lineas que definen el zoológico abandonado donde mora El Pingüino -que por su parte parece sacado de El gabinete del doctor Caligari-. Referencias al expresionismo alemán que además conectan temáticamente con la trama de conspiración política que se cierne sobre la ciudad gótica, a merced de los turbios planes de un archivillano que llega a citar el incendio del Reichstag.

Con todo, quizás el ejemplo más claro de este dominio burtoniano es la atención y el cariño que la entrada del filme dedica al monstruo, a su villano -otra vez interpretado por otro hombre que voló sobre el nido del cuco, en esta ocasión Danny DeVito-. Es casi un cortometraje de desprecio y marginalidad, de repulsión hacia lo deforme, hacia lo distinto. Una historia, pues, que entronca con la filmografía del cineasta. De hecho, Batman aparece en contadas ocasiones durante el planteamiento de la narración.

          Acaso más curtido, probablemente más relajado, Burton logra una realización más afinada, en la que el tempo de las escenas y el ritmo del filme están mejor resueltos. Es posible que otro rasgo, como esa combinación de humor sórdido, sexual y al mismo tiempo pueril, quede más al arbitrio del espectador. Lo cierto es que deja momentos desconcertantes e incluso incómodos. Porque, en cualquier caso, Burton apuesta por el delirio sobre todas las cosas. En especial, sobre cualquier verosimilitud. No hay nada como un radar de pingüinos para demostrar esta conexión con la atmósfera camp y surrealista de la serie protagonizada por Adam West.

          Batman vuelve obtendría de nuevo el favor de la taquilla, si bien no terminaría de contentar a los mandamases de la Warner, que apostarían por un cambio de tono para la tercera entrega, con Joel Schumacher en la silla de director. Aun así, Burton permanecería en un cargo de productor.

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Nota IMDB: 7.

Nota FilmAffinity: 6,3.

Nota del blog: 6,5.

Batman

12 Feb

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Año: 1989.

Director: Tim Burton.

Reparto: Michael Keaton, Jack Nicholson, Kim Basinger, Robert Wuhl, Michael Gough, Jack Palance, Pat Hingle, Billy Dee Williams, Jerry Hall, Tracey Walter, Lee Wallace, William Hootkins.

Tráiler

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         “La película fue fundamental para llevar realmente a las grandes masas el concepto de Batman. Siempre había sido un favorito entre los lectores de cómics y la gente recordaba con mucho cariño el programa de televisión. Pero lo que hizo Tim Burton fue realmente llevarlo a un nivel diferente, hacerlo más serio, barroco, romántico y espeluznante”, afirmaba en una entrevista Jim Lee, en el momento del estreno un dibujante en ciernes y, en la actualidad, presidente de DC Entertainment, la casa que domina los designios del hombre murciélago, tanto en papel, como en celuloide como en cualquier otro soporte.

En realidad, el proyecto de trasladar Batman a la gran pantalla había cogido impulso gracias al éxito del Superman de Stanley Donen, que abrió la confianza de los grandes estudios en la rentabilidad del superhéroe, dentro de un periodo en el que el cine destinado a un consumo popular reconquistaba los grandes proyectos de las principales productoras. En paralelo, autores como Frank Miller o Alan Moore aportaban una nueva dimensión, todavía más oscura y trascendente, de un personaje que hasta entonces, en cuanto a entretenimiento audiovisual se refería, contaba con el referente de la psicodélica y humorística serie encabezada por Adam West. Ya no eran tiempos para las mallas de licra.

         Este es el caldo de cultivo en el que se gestaría, largamente, el Batman que dirigiría Tim Burton, un joven que había confirmado con Bitelchús su sorprendente imaginario, profundamente cinéfilo y orgullosamente marginal. No obstante, su condición de director emergente no le favorecería a la hora de lidiar con las servidumbres y complicaciones intrínsecas de una superproducción multimillonaria que, ya desde bastante antes del estreno, acumulaba una importante inversión publicitaria. Tampoco para dominar las aspiraciones de Jack Nicholson, comprado a golpe de talonario para aportar lustre al reparto y que materializaría su influencia mediante un notable intervencionismo en el guion, casi como un agente del caos análogo al Joker que iba a interpretar en la pantalla. Además, el libreto arrastraba problemas derivados de la huelga de guionistas y la sustitución de Sam Hamm por Warren Skaaren.

         Tal vez debido a estos tumbos, al final lo más interesante del filme termina siendo la estética que nace de la sensibilidad de Burton en combinación con el estimulante diseño de producción de Anton Furst. A pesar de admitir que no era lector de cómics, el cineasta conecta con los influjos art decó de los ilustradores Bob Kane y Bill Finger de la mano de una Gotham City convertida prácticamente en Metrópolis. Esto es, una distopía steampunk donde la tecnología del presente convive sin solución de continuidad con estampas de los años veinte y treinta del siglo pasado, todo ello envuelto en sombras expresionistas y escenarios de fantasiosa pesadilla.

La presentación de Batman con un tremendo contrapicado, como una sombra vigilante que se mueve animada por stop-motion, se conjuga con su aparición, descenso misterioso y alas extendidas, casi al estilo de los monstruos de la Universal. Cariño cinéfago en el que asimismo aparecen toques de humor posmoderno en esa apropiación de ecos y códigos, amén de hallazgos de ironía como esa sociedad atormentada cuando también a ella la despojan de una de sus principales máscaras: el maquillaje y los productos de belleza.

         Sin embargo, además de transgredir cánones de la historia del personaje para enojo de los acérrimos de la viñeta, la irregular narración no termina de perfilar a Batman -o al enlutado Bruce Wayne- como superhéroe trágico, solitario y marginal de una megalópolis en sempiterna crisis material y espiritual, dejándolo por tanto en una superficialidad análoga a la de una cinta abocada, pese a los esfuerzos, a ser un contenedor de palomitas de limitado potencial.

De igual manera, mientras que la alineación de su universo cinematográfico con el universo batmaniano resulta sugerente, Burton demuestra falta de pericia para manejar el ritmo interno de un buen puñado de escenas, de ejecución ruda.

         En cualquier caso, Batman fue la primera película que logró recaudar 100 millones de dólares durante sus primeros diez días de exhibición, lo que abrió paso para otras tres secuelas –la primera de nuevo con Burton y Keaton al frente– y un filón de películas de superhéroes y protagonistas del cómic como Capitán América, Dick Tracy, Darkman, Rocketeer, La sombra, El cuervo, Juez Dredd The Phantom (El hombre enmascarado), Steel, un héroe de acero, SpawnBlade.

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Nota IMDB: 7,5.

Nota FilmAffinity: 6,8.

Nota del blog: 6.

Liga de la Justicia

31 Ene

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Año: 2017.

Director: Zack Snyder.

Reparto: Ben Affleck, Henry Cavill, Gal Gadot, Ezra Miller, Jason Momoa, Ray Fisher, Ciarán Hinds, Amy Adams, Jeremy Irons, Joe Morton, Diane Lane, Billy Crudrup, Connie Nielsen, Amber Heard, J. K. Simmons, Michael McElhatton, Holt McCallany, Jesse Eisenberg, Joe Manganiello.

Tráiler

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         Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia dejaba ese desagradable regusto, tan propio de las franquicias contemporáneas de superhéroes, de ser en buena medida la antesala de la que vendría a ser la contestación de DC a la taquillera saga de Los vengadores de la Marvel. Es decir, su particular equipo de estrellas de las mallas, Liga de la Justicia, con Supermán, Batman, Wonder Woman, Aquaman, Flash y Cyborg salvando el mundo una vez más. El resultado fue un rotundo fracaso comercial, hasta el punto de que se cancelaran las secuelas y el lanzamiento de alguno de los spin-off previstos.

Tras tener que abandonar el rodaje antes de su finalización debido a problemas familiares y ser suplido por Joss Whedon -precisamente uno de los artífices principales de Los vengadores-, Zack Snyder arremetería contra los cambios impuestos desde la productora. Quizás sean ciertos, dado que es infrecuente que un proyecto de este tipo, que a veces parece que se hacen al peso como dudoso signo de distinción, se quede en las dos horas de metraje. Aunque, habida cuenta del bagaje que acumulaba con El hombre de acero y la citada Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia, tampoco cabe dejar mucho margen para un milagroso montaje del director que arreglase el desaguisado. Por mucho que tuviera el cuajo de citar Los siete samuráis como una de sus influencias de partida.

         Liga de la Justicia es como un mal potaje en el que se han volcado cuatro o cinco ingredientes a los que no se ha conseguido ligar mediante un caldo denso, sabroso y nutritivo. Es una película sin sustancia, con tan poca entidad como el malvado de turno -cabe recordar el viejo dicho de que el villano es la verdadera medida de una película de superhéroes-, a pesar del carisma de actores como Gal Gadot y Jason Momoa, o de la presencia de otros de talento pero lastimosamente innecesarios, como Amy Adams.

En el vacío, los personajes se agitan -y mucho- en un aguachirle de resobadas tragedias personales que no les aportan cuerpo dramático alguno, al igual que ocurre con las tres notas de lectura políticosocial acerca del convulso presente -la muerte de la esperanza con la pérdida de Supermán se traduce en xenofobia, desigualdades y catástrofe medioambiental-, desperdigadas con absoluta pereza y dejadez. A ello hay que añadir la ininteligible cháchara fantacientífica que envuelve la narración.

         Pero el espectáculo visual no es mejor. Los efectos especiales dan sensación de una ramplonería sorprendente en una cinta de semejante presupuesto e intenciones. El montaje y la planificación de las escenas de acción es de cuestionable gusto, coherencia y eficacia, con los habituales tics del realizador.

Un desastre, vamos.

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Nota IMDB: 6,4.

Nota FilmAffinity: 5,5.

Nota del blog: 3,5.

Wonder Woman

24 Jul

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Año: 2017.

Dirección: Patty Jenkins.

Reparto: Gal Gadot, Chris Pine, David Thewlis, Danny Huston, Elena Anaya, Ewen Bremner, Saïd Taghmaoui, Eugene Brave Rock, Lucy Davis, Connie Nielsen, Robin Wright.

Tráiler

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         Wonder Woman surge, en primer lugar, como la conexión natural entre los héroes de la mitología clásica y los superhéroes del cómic y el cine, que según muchos es la traslación de este universo legendario tradicional al mundo contemporáneo. Y es, en segundo, la reivindicación del protagonismo femenino -en el relato y aquí detrás de las cámaras- dentro de un género donde los prejuicios determinan que la acción, y más aún si esta consiste en salvar a la humanidad, es un asunto de hormonas viriles. William Moulton Marston, psicólogo y autor del cómic original, marido en dos matrimonios con esposas de fuerte carácter y convicciones adelantadas a su tiempo, era defensor de que la sensibilidad y la inteligencia de la mujer le hacía superior al hombre.

Posteriormente reivindicada como icono feminista, la nueva y poderosa ola del movimiento la convertía en un personaje irresistible para recuperar -después de la atractiva aparición de Jessica Jones y antecediendo a la llegada de la Capitana Marvel y la cinta en solitario de Viuda Negra, con mayores o menores disimulos mercantiles-. “El feminismo hizo a Wonder Woman; más adelante, Wonder Woman rehizo el feminismo”, que resumía la historiadora Jil Lepore. En este sentido, es interesante que, de hecho, se haya producido una valoración dispar sobre la película entre dos admiradoras de Wonder Woman y escritoras feministas como Gloria Steinem -uno de los grandes nombres del feminismo de los sesenta y setenta- y Elisa McCausland -autora del reciente ensayo Wonder Woman. El feminismo como superpoder-. Esta última lo atribuye a que la inspiración del guion -elaborado por Allan Heinberg, Jason Fuchs y Zach Snyder, al alimón hombre fuerte de la producción- se asienta sobre los «conservadores» cómics de Brian Azzarello y Cliff Chiang, realizados entre 2011 y 2014, con lo que la función termina por entregar el protagonismo al espía Steve Trevor.

         Aunque no estoy del todo de acuerdo con este último punto -entiendo que el personaje sirve de cicerone en la evolución de una diosa ajena a las complejidades de la Tierra y aporta una coherente resolución ‘humana’ a la parte ‘humana’ del conflicto-, sí es cierto que tampoco se puede considerar Wonder Woman una subversiva rebelión femenista en el subgénero superheroico. No obstante, se puede interpretar igualmente que a su condición mesiánica y su superioridad manifiesta no le hacía falta más subrayado exhibicionista -ahí está el ejemplo de cierta escena de Vengadores: Endgame-, más allá de deslizar tres o cuatro pullas de guerra de sexos y dejar alguna que otra referencia al espíritu de las sufragistas. Y, en lo que a ella respecta, Gal Gadot da la talla en presencia en pantalla y credibilidad física para llenar tan rotundo personaje.

En cualquier caso, el peso ideológico del filme no tiende a la grandilocuencia y los complejos cósmicos que bien elevaba, bien afectaba a la trilogía de El caballero oscuro y la recuperación de Supermán acometida en la última década por la factoría cinematográfica de la DC. El éxtasis final parece mostrar huellas de los característicos ralentí e hipertrofia de Snyder y hay dilemas tradicionales de la franquicia, como es la mirada de la entidad divina o semidivina sobre la corruptible humanidad y el merecimiento o derecho de esta a la redención -ahí es donde se produce esa citada participación de Trevor a modo de ese compás humano que, por ejemplo, en Los Vengadores: la era de Ultrón lo encarnaba un reivindicado Ojo de Halcón-.

         Pero en último término lo que prima es un goloso sentido de la aventura que permite a Wonder Woman superar con holgura y capacidad lúdica su condición de cinta de presentación del superhéroe -con los obstáculos que supone la necesidad de introducir al profano a una nueva mitología-, con una relación compensada entre el poderío de Gadot y el acertado minimalismo de Chris Pine, a juego con sus respectivos personajes, y bien punteados, con suficiencia y sin excesos, por unos compañeros y unos villanos con una agradecida esencia comiquera. Ello no es óbice, con todo, para interesantes detalles visuales como las pinturas en movimiento que recrean la leyenda.

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Nota IMDB: 7,5.

Nota FilmAffinity: 6,3.

Nota del blog: 7.

Capitán América: Civil War

23 Jul

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Año: 2016.

Directores: Anthony Russo, Joe Russo.

Reparto: Chris Evans, Robert Downey Jr., Daniel Brühl, Scarlett Johansson, Elizabeth Olsen, Paul Bettany, Sebastian Stan, Anthonie Mackie, Chadwick Boseman, Jeremy Renner, Paul Rudd, Tom Holland, Don Cheadle, William Hurt, Martin Freeman, Emily VanCamp, Alfre Woodward, Marisa Tomei, John Slattery, Stan Lee.

Tráiler

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         Hay voces que relacionan los picos de popularidad de los superhéroes con los periodos de auge de tendencias políticas fascistas. Responde esta teoría a la naturaleza del superhéroe como dios entre los hombres, cualidad que le inviste de atribuciones casi plenipotenciarias, por encima de la corruptibilidad de cualquier institución civil. Irrefutable policía, juez, verdugo. Pero ¿quién vigila a los vigilantes?, que se preguntaba Alan Moore con su causticidad y descreimiento de cuño europeo. Aunque el espectador de los Estados Unidos contemporáneos tampoco parece admitir ya la inviolabilidad sin mácula de la acción superheroica -aunque las conclusiones del discurso terminen por justificarla-. Así, con sus más y sus menos, Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia se atrevía a sentar al hombre de acero en el banquillo de los acusados. Los Vengadores: La era de Ultrón, precedente cronológico de Capitán América: Civil War en la saga de la Marvel, intercalaba preguntas acerca de la responsabilidad y las consecuencias de actuar de forma heroica, así como sobre la elasticidad de conceptos morales el Bien y el Mal. Capitán América: Civil War asienta de hecho su argumento sobre las secuelas de esas acciones. Los daños colaterales.

         Hay un dilema entre el remordimiento y la convicción. Entre las dudas de un tipo posmoderno como Tony Stark y las certezas morales del Capitán América, que es el abanderado de ‘la mejor generación’, aquella que no dudó en sacrificarse contra un enemigo a cara descubierta como era el nazismo -una firmeza en la encarnación del bando correcto que ya se exponía en El soldado de invierno, donde se le enfrentaba a tiempos de rivales inciertos y paranoia-. Aunque, a la postre, ambos encarnan sendas representaciones de los Estados Unidos, puesto que el primero no deja de ser un individuo sumamente emprendedor, un plutócrata decisivo, que, en esta ocasión, contradictoriamente decide someterse a los designios del Estado, frecuente coartador de la iniciativa ciudadana de acuerdo con los principios de la cultura nacional.

Los desencadenantes de la trama de Capitán América: Civil War, en definitiva, son las muertes en Sokovia e incluso una desclasificación arbitraria de documentos de Hydra por parte de la anárquica Viuda Negra. De ellos surge un enemigo, no obstante, con el que no cabe mano izquierda, pues -como era bastante previsible, sobre todo tratándose de este universo fantástico- nunca será su intención negociar. De ahí que el debate crítico que se proponía quede contaminado y de nuevo acabe entrando en constantes contradicciones y diluyéndose, esta vez trasvasado a una perspectiva más sentimental que política. Con todo, a través de los detalles que deja, no está exento de posibles lecturas alegóricas acerca de la escalada armamentística en un escenario global, similar a la protagonizada por el país norteamericano y la Unión Soviética durante la Guerra Fría: el desafío llama a adaptarse y replicar a la amenaza planteada.

         Sea como fuere, dado que en lugar de ensayar una pausa dramática y un poso de madurez la película se aboca al clímax del duelo épico y de autoafirmación siguiendo los cánones convencionales del género, el ritmo resulta dinámico a pesar del voluminoso metraje y la acción espectacular está resuelta con contundencia y posee cierta fisicidad -lo que uno percibe personalmente en la dolorosa falta de limpieza de las caídas al vacío-.

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Nota IMDB: 7,8.

Nota FilmAffinity: 6,8.

Nota del blog: 6,5.

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