Archivo | julio, 2014

El viento

31 Jul

“El cine americano lo han hecho los europeos.”

Wim Wenders

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El viento

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El viento.

Año: 1928.

Director: Victor Sjöström.

Reparto: Lillian Gish, Lars Hanson, Montagu Love, Dorothy Cummings, Edward Earle, William Orlamond.

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            No es estrictamente un western, pero El viento, un melodrama femenino y romántico ambientado en el lejano Oeste estrenado en 1928, la obra más conocida del cineasta sueco Victor Sjöström en su periodo hollywoodiense, desentraña ya las capacidades dramáticas, poéticas y simbólicas que posee el espíritu de la frontera, el hálito de la conquista, el territorio donde todo está por hacer y todo puede hacerse de nuevo, el paisaje como una presencia insoslayable y decisiva. En manos de los directores americanos, el Oeste tardará al menos una década más en alcanzar semejante grado de enjundia.

            Como se comenta en el prólogo, la historia de Letty (la estelar Lillian Gish) es la historia de una lucha contra la todopoderosa y sobrecogedora naturaleza, representada por un viento hostil, feroz e perpetuo que es, a su vez, una somatización externa de los terrores y las represiones íntimas de la protagonista. La fuerza del viento, monstruosa y fascinante, terrible y desoladora, transformado en un elemento mágico, mítico, telúrico, divino, domina la escena en el mismo plano que Letty y siempre intermediado por su percepción personal.

En un inconmensurable trabajo visual, Sjöström demuestra con su superdotada sensibilidad estética que el silente, con su extinción ya a la vista en el horizonte, porfiaba todavía como una bestia herida para entregar sus máximas cotas expresivas, rebosante de belleza y sustancia.

            El caballo de los dioses encabritado, el vendaval humano que zarandea a su antojo a la chica, los montajes paralelos que comparan estados anímicos de personajes, una delicada muerte fuera de campo,… El viento que no cesa; los ojos desmesurados de Gish embarcados en un viaje a la locura, los inocentes sueños de juventud al pie del abismo, de la descarnada madurez; la tormenta de sombras y amenazas físicas y figuradas, volcada sobre el expresionismo en su deriva psicológica, próxima a las fronteras de lo fantástico –e incluso con una insólita cámara libre y trémula, puro terror-.

La colección de imágenes y sentimientos fusionados en fotogramas que arroja El viento componen un relato cargado de una atmósfera emocional de altísimo voltaje, apoyado también en el atrevidamente antimaniqueo retrato de personajes, presentados con encomiable elocuencia. Una narración extraordinariamente fresca y moderna en su maestría lingüística, conmovedora y apabullante en el aspecto plástico.

            El viento es un pedazo de cine palpitante, que arrastra con él a los protagonistas, al espectador. Ni siquiera la variación del desenlace respecto al de su novela original perturba o desmerece la colosal potencia del filme.

 

Nota IMDB: 8,3.

Nota FilmAffinity: 8,2.

Nota del blog: 9.

Calle Mayor

29 Jul

«La España fascista es muy chulita y asoma por muchos sitios, la programación de la televisión, la incultura,…»

Jesús Franco

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Calle Mayor

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Calle Mayor.

Año: 1956.

Director: Juan Antonio Bardem.

Reparto: Betsy Blair, José Suárez, Yves Massard, Luis Peña, Alfonso Godá, Manuel Aleixandre, José Calvo, René Blancard, Dora Doll.

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            Más de una década después de finalizada la guerra fratricida, los intelectuales de izquierdas comenzaban a tomar posiciones solapada y tímidamente, con la torva sombra de la censura permanentemente sobre sus rodajes. Así, de entre un sinfín de producciones menores y populacheras, se desgarraba un cine que desnuda con madurez, espíritu crítico y agrio pesimismo a una España hosca, zaherida aún por la devastación bélica y especialmente psicológica, cautiva del miedo, de la persecución de ideales y de cultura, dominada por esa país inferior que ora y embiste cuando se digna a usar la cabeza.

Al año siguiente de estrenar Muerte de un ciclista, Juan Antonio Bardem, cabeza preeminente de esta corriente cinematográfica, estrenaría una de las obras más amargas del periodo, Calle Mayor. Prueba de esa bota que no cesaba de oprimir cualquier postura subversiva, el rodaje del filme encontraría en la encarcelación del director uno de sus más importantes escollos.

            Basada en una pieza teatral de Carlos Arniches, el guion desgrana la desalmada broma que cuatro imbéciles integrales –ejemplos escogidos del español medio, tipos grises por fuera y por dentro que matan su aburrimiento a costa del prójimo-, gastan a una solitaria y desdichada solterona encarnada por la adorable Betsy Blair, quien poco antes había interpretado en la premiada Marty a otra mujer marginada por el culto materialista y aborregado a la imagen -el único papel que Hollywood, receloso de su inquebrantable compromiso progresista, le permitiría protagonizar-.

De la misma manera que la mierda rueda hacia abajo, el patán abusa de quien puede; el cobarde, de quien es tan inocente que no devolverá nunca el miserable golpe.

            Con el argumento escondido en una pequeña ciudad de provincias, proclamada en el prólogo como síntesis universal de todo el país –y en la que se aprecian trazas de Palencia, Logroño y Cuenca-, Calle Mayor captura de forma sucinta y delicada a la vez -contraste entre el influjo neorrealista y el punto de vista de la víctima propiciatoria del relato-, la vida de la burguesía de la posguerra para, mediante su mediocridad inmunda y pegajosa, su carestía de valores y ambiciones de cualquier tipo en contraposición a su fe cosmética e hipócrita, su cerrilismo troglodita y su patriarcalismo irredento, descerrajar un retrato alegórico del régimen político-militar que la sustentaba y promocionaba. De ahí que la cruel aunque dubitativa mezquindad de Juan (José Suárez), de apariencia forzada a ratos, no tenga por qué ser en modo alguno increíble.

En el fondo del cuadro surge también, de manera secundaria, la intelectualidad patria: avejentada, aislada y ridiculizada, que dice examinar su ciudad a través de los cristales de una habitación, desde fuera, como un avezado entomólogo que siente a la vez curiosidad y repulsa hacia las criaturas que encuentra al otro lado de su vitrina. No se da cuenta de que el animal astutamente encerrado, preso sin cadenas, de voz sin proyección, es él. Ante él se contrapone la figura de Federico, que con su ética sin fisuras, situado en todo momento por encima de aquellos personajes que le rodean, acaso representa esta inquebrantable fuerza cultural y política floreciente.

            No obstante, uno, que como los personajes de Calle Mayor es chico de provincias, no puede sino observar la aberrante vigencia de ciertas situaciones, actitudes y caracteres, unos más vivos –las rutinas adocenadas de los amigotes, los dilemas que provoca la contradicción entre egoísmo y empatía-; otros más atenuados –el peso de la religión, el papel social de la mujer-. La España de hoy, la España atávica.

Si a ello se le suma además su reconocimiento en el festival de Venecia, las reminiscencias de Los inútiles e incluso de Las noches de Cabiria, de Federico Fellini, así como de la citada Marty en su acre exposición de la (i)lógica del machismo dominante, cabe pensar que Calle Mayor, si bien especialmente hábil para describir la España de los cincuenta, condensa pulsiones comunes a la raza humana, lo que la sitúa como una obra que traspasa las restrictivas barreras locales.

 

Nota IMDB: 8.

Nota FilmAffinity: 8.

Nota del blog: 8.

El planeta de los simios

27 Jul

“No se puede sobrepasar a nadie cuando se le siguen los pasos.”

François Truffaut

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El planeta de los simios

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El planeta de los simios (2001).

Año: 2001.

Director: Tim Burton.

Reparto: Mark Wahlberg, Helena Bonhan Carter, Tim Roth, Estella Warren, Paul Giamatti, Michael Clarke Duncan, Cary-Hiroyuki Tagawa, David Warner, Kris Kristofferson, Charlton Heston.

Tráiler

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            En 1968, la nave espacial de George Taylor, quien había revelado en el prólogo su carácter cínico y desencantado, se estrellaba contra las profundidades del monumental lago Powell. En 2001, la navecilla de exploración de Leo Davidson, quien había revelado en el prólogo su carácter heroico y honesto, impacta contra una fétida lagunilla.

Estas dos presentaciones y escenarios iniciales sirven de metáfora para resumir las diferencias de calidad entre sendas versiones de El planeta de los simios.

            La idea de resucitar la saga daba vueltas por los grandes estudios desde finales de los ochenta, con un millar de ideas distintas y numerosos nombres de prestigio implicados. Pero, ¿era necesario realizar un remake de la inmortal El planeta de los simios, una obra que perduraba igual de sorprendente, absorbente y estremecedora más de tres décadas después de su estreno?

El productor Richard D. Zanuck, uno de los hombres clave en la elaboración de este filme primigenio, debió pensar que sí. Tim Burton, uno de esos cineastas de mentalidad juguetona, talentosa y ‘peterpanesca’ que han encontrado en Hollywood su afortunado patio de recreo, creyó que también. Y, por si fuera poco, consideró además que podría llevarse el proyecto a su terreno, a partir de una “reimaginación” que trasladaba el planeta dominado por los primates hasta su universo siempre gótico, en perpetuo ejercicio de equilibrio entre lo naif y lo siniestro -sensibilidad propia que, en opinión de un servidor, parece en principio poco propicia para el cariz de la franquicia-. Por supuesto, esta “reimaginación” personal cederá el inevitable espacio anecdótico al regalo de guiños arrobados hacia su predecesora, por lo general ñoños y afectados –mención aparte merece el un tanto bochornoso cameo, frase legendaria incluida, de Charlton Heston-.

Finalmente, los hechos demostrarían un importante error de cálculo en las elucubraciones de Zanuck y Burton, que dará lugar a una película más bien mediocre, a un notable éxito de taquilla y al comienzo del aparente declive artístico del cineasta californiano.

            El planeta de los simios propuesto por Burton ofrece lo esperable en el siglo XXI: la impresionante modernización del ya de por sí excelente maquillaje de la original –también pareja a un considerable aumento del presupuesto-, a lo que se añade el fascinante diseño de producción marca de la casa. Una mejora que es esencialmente cosmética pero que permite al realizador describir la sociedad simia de manera más individualizada en lo físico y lo psicológico en comparación con un original que, aunque ajeno a monocromías, apuntaba su retrato alegórico sobre todo hacia la fuerte estratificación social y mental de la cultura simia.

Paradójicamente -y esto es un rasgo que hay que alabar en la versión de Schaffner-, el reflejo empañado y deforme que la presente arroja de la sociedad humana es sin embargo tibio y endeble, por sencillo y gráfico, apoyado además sobre unos personajes que tampoco son un dechado de complejidad –en efecto, algunos de ellos presentan mutaciones de motivación raudas y poco justificadas- y que posibilitan comprobar que Tim Roth puede resultar sobreactuado hasta en la piel de un chimpancé.

Así pues, el drama deja a su paso un buen puñado de tópicos bastante sobados y molestos, defecto que será patente todavía en mayor grado en la parte de acción épica. Tres frases obvias y sin pegada, en definitiva, insertadas de manera más o menos forzosa dentro de un espectáculo pirotécnico probablemente más adaptado al gusto de un Zanuck que, en una muestra de pavorosa ingenuidad, de sibilino disimulo o de simple mentira autoinducida, siempre rechazó que El planeta de los simios fuese una película con lectura política.

            Decepcionante en su conjunto, Burton recrea un El planeta de los simios dolorosamente innecesario, intrascendente en su mayor parte y que encuentra como mejor baza su vertiente de entretenimiento ligero y visualmente poderoso.

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Nota IMDB: 5,7.

Nota FilmAffinity: 5.

Nota del blog: 5,5.

Killer Joe

25 Jul

“Jamás he conocido a un actor que no repita a diario en su cabeza un discurso de aceptación del Óscar.”

James Woods

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Killer Joe

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Killer Joe.

Año: 2011.

Director: William Friedkin.

Reparto: Emile Hirsch, Juno Temple, Matthew McConaughey, Thomas Haden Church, Gina Gershon.

Tráiler

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            Matthew McConaughey, harto de encarnar galanes en dudosas comedietas románticas, dijo basta. El intérprete texano hizo un alto en el camino, oteó el horizonte y decidió cambiar el curso de sus pasos. Una reinvención artística que andando el tiempo -y sin que a un servidor le haya llegado a convencer aún de su talento-, le ha convertido en el actor de moda gracias fundamentalmente a su carismático Rust Cohle de True Detective y al Óscar por su papel protagonista en Dallas Buyers Club.

Killer Joe fue una de las primeras estaciones de este viaje transformador hacia la gloria y el reconocimiento. Obviamente, su enigmático detective de policía, dueño un próspero segundo negocio como sicario y con lascivas inclinaciones pederastas, poco tenía que ver con sus encasillados personajes pretéritos.

            Último largometraje hasta el momento del defenestrado William Friedkin -­uno de los cineastas de referencia de los setenta debido a obras como The French Connection: Contra el imperio de la droga y El exorcista-, Killer Joe presenta un thriller criminal con tono de farsa basado en la pieza teatral del actor televisivo y guionista ocasional Tracy Letts, estrenada en Broadway en 1998.

El estrafalario plan de una familia de deshechos sociales para asesinar a su madre y exesposa drogadicta respectivamente y así cobrar el montante de su seguro de vida sirve de punto de partida para explorar la cara más sórdida de una Texas decrépita y corrompida hasta lo caricaturesco, poblada por una versión todavía más despreciable y desastrosa de los patosos y avarientos delincuentes de los Coen.

La receta, no obstante, no siempre liga bien, por lo que en ocasiones la mezcla acaba cortándose y sacando al espectador de la película, caso de ciertos episodios en los cuales lo grotesco se escapa de las manos a través de escenas mal medidas en su ejecución.

            Frente a un Emile Hirsch histérico y un Matthew McConaughey con demasiada composición a cuestas (y demasiado evidente), es la británica Juno Temple la que con su combinación de inocencia, sexualidad y perversidad consigue robar el filme y cautivar a la platea. Su presencia –la virgen sacrificial ofrendada para conseguir el favor del monstruo y que se rebela contra su destino; la caperucita roja que se merienda al lobo-, permite en sostener en buena medida los altibajos de un libreto irregular que incluso se permite el lujo de abandonarse a un desenlace abierto que a uno le suena más a incapacidad por parte de su redactor que a posibles intenciones de aportar un toque de distinción y sugerencia.

 

Nota IMDB: 6,7.

Nota FilmAffinity: 6.

Nota del blog: 6.

El amanecer del planeta de los simios

23 Jul

«No puedo evitar pensar que en algún lugar del universo tiene que haber algo mejor que el ser humano. Tiene que haberlo.»
George Taylor (El planeta de los simios)

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El amanecer

del planeta de los simios

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El amanecer del planeta de los simios.

Año: 2014.

Director: Matt Reeves.

Reparto: Andy Serkis, Jason Clarke, Gary Oldman, Keri Russell, Toby Kebbell, Kodi-Smit McPhee, Nick Thurston.

Tráiler

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           En su novela El planeta de los simios, Pierre Boulle exponía la incapacidad del hombre para evolucionar a un estadio de civilización superior: la comprensión de sí mismo y de su entorno; la empatía y el amor como valores primordiales frente a la desconfianza y el odio. El respeto absoluto por la vida, la paz ecuménica. Es decir, la frontera final que lo separa definitivamente de su condición animal.

El amanecer del planeta de los simios es, desde el otro lado del espejo, una reflexión acerca del devenir imperfecto e inapelable de toda civilización y una renovada constatación de la imposibilidad de esta utopía anhelada. La pretendida sociedad ideal de los primates es, como no podría ser de otra manera, un fracaso; al igual que ocurría en la saga original, donde evidenciaba uno por uno –en cumplimiento de su función como metáfora crítica- los vicios de la sociedad humana, corrompida hasta la muerte. La inviabilidad de ese último paso cultural y evolutivo no es potestad exclusiva de la especie humana.

           Siguiendo un proceso ya advertido en aquellos primeros capítulos –La rebelión de los simios sobre todo-, el ‘reboot’ de la serie continúa con la reversión de esta alegoría primigenia. Si en El origen del planeta de los simios el chimpancé César sufría en primera persona el rechazo, las vejaciones y el encierro vivido por el hombre George Taylor –inversión de papeles que ya había explorado Huida del planeta de los simios, de forma más humorística y endeble-, por su parte El amanecer del planeta de los simios sitúa a la sociedad simia ante su propio reflejo deformado: la sociedad humana. Y a los primates, claro, no les gusta lo que se ve en él. “Ahora me doy cuenta de lo que nos parecemos”, exclamará este César carismático y cansado, vapuleado sin piedad por los desengaños de la edad y la experiencia.

El discurso no podrá alcanzar el poder filosófico, analítico y reflexivo de la obra inaugural de la franquicia, pero ofrece una vuelta de tuerca con jugo. Otro. El suyo propio, el que dicta su universo narrativo, en el que ni el protagonismo, ni el punto de vista pertenecen al hombre.

           El amanecer del planeta de los simios comienza con evocaciones de western fronterizo. Del receloso choque de dos civilizaciones que entrecruzan sus caminos en tierra de nadie y entienden que, para que una conquiste su hogar predestinado o simplemente sobreviva, de uno u otro modo, voluntaria o involuntariamente, deberá eliminar a la otra. En este contexto, se trata de un espacio de pugna dramática entre dos corrientes antagónicas de pensamiento y política: la predisposición a tender puentes, armarse de valores morales y levantar la vista hacia el futuro, y la predisposición a destruir puentes, regodearse en la bilis del pasado y hacer arder el mundo hasta las cenizas.

           De la misma manera que su inmediata antecesora –dueña de una primera mitad magistral y una segunda parte más convencional aunque solvente-, la propuesta trasciende el espectáculo veraniego para armar una película madura, elaborada con sentido del gusto y respeto al espectador, en la que la intensidad de la aventura y la acción no quede supeditada a la fría pirotecnia de los efectos especiales.

Si bien obviamente no estamos (ni queremos estar) ante un estudio de caracteres, la trama no es un armazón vacío, sino que en su interior al menos moran personajes palpables y conflictos creíbles, tanto íntimos como externos –incluso resuelve con pericia argumental y emocional un cliché tan trillado como el de la rebeldía adolescente y los consiguientes desacuerdos paternofiliales-, enmarcados en una atmósfera lluviosa y cenicienta acorde a su concepción pesimista. Los humanos, en su referido rol secundario, poseen un dibujo más básico -en especial ese líder interpretado por Gary Oldman, que termina por quedar menos definido-, y el desenlace echa en falta una pizca de concisión, pero el filme proporciona un entretenimiento con bastante sabor y un elogiable puñado de sustancia.

 

Nota IMDB: 8,3.

Nota FilmAffinity: 7,1.

Nota del blog: 7.

Extraterrestre

21 Jul

“En Nueva York todo el mundo es un poco extraterrestre.”

Scarlett Johansson

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Extraterrestre

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Extraterrestre.

Año: 2012.

Director: Nacho Vigalondo.

Reparto: Julián Villagrán, Michelle Jenner, Carlos Areces, Raúl Cimas.

Tráiler

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           Si algo nos ha enseñado Hollywood, es que en los momentos de mayor adversidad es cuando surgen los héroes. Cuando uno toma conciencia de su deber moral y asume el sacrificio que le corresponde sobreponiéndose a minucias como el egoísmo, la indecisión o el miedo. Pero a Nacho Vigalondo no le engañan. Él sabe que, en cualquier situación que se precie, corriente o extraordinaria, lo que realmente predomina en la convivencia humana son los momentos incómodos y humillantes, el patetismo más indecoroso y vulgar que, por lo general y de manera inmisericorde, tiende a predominar en la existencia del individuo de a pie.

El contraste entre épica y cotidianeidad, entre lo ejemplar y lo mediocre, entre lo memorable y lo mísero. Una contradicción de irónica mordacidad que, en muchos aspectos, se traduce a una situación por casi todos conocida: el bochornoso contraste entre la emulación de los códigos ideales que vemos en las películas y su cutre resultado de su puesta en práctica en la realidad.

           En Extraterrestre, el invasor alienígena no es una herramienta para una parodia chusca, y ni siquiera alcanza en la trama la categoría de ‘macguffin’. Es un simple decorado anecdótico bajo el que una serie de personas, perfectamente normales, entrecruzan por azar sus caminos y sus prosaicas preocupaciones, necesidades y deseos. Siguiendo esta idea, la premisa de la última Eva, una constante del cine apocalíptico, queda reducida a una comedia de enredo absurda pero a su manera sobria y muy creíble, en la que destaca la absoluta e hilarante naturalidad de las líneas de guion, hechas buenas por un buen reparto en el que, faltaría más, destaca la particularísima e impagable vis cómica de Carlos Areces.

           Se agradece por tanto que el argumento, de nuevo, se centre más en la descripción de ese absurdo indisociable de la sociedad y del hombre que en el puro (y básico) entramado romántico -el desenlace, más convencional y mucho menos inspirado, presenta la única excepción a tan recomendable norma-. Una decisión difícil de acometer, resuelta con talento -incluso superando con admirable suficiencia la barrera que supone la pérdida de la sorpresa inicial-, y que por otro lado permite a Vigalondo, gracias a esas pequeñas, mezquinas, reconocibles y dolorosas traiciones que refleja, trazar una visión bastante amarga del género humano. De cualquier hijo de vecino, vamos. En boca de los personajes, las alusiones a los bichos, al Mal, nunca van dirigidas hacia los extraterrestres.

 

Nota IMDB: 5,8.

Nota FilmAffinity: 5,6.

Nota del blog: 7,5.

A cara descubierta

17 Jul

Bryan Forbes bajo el terror de Golan y Globus. El último largometraje estrenado en cine del británico como director, en la segunda parte del Especial Bryan Forbes de Cine Archivo.

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