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El secreto del libro de Kells

6 Mar

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Año: 2009.

Directores: Tomm Moore, Nora Twomey.

Reparto: Evan McGuire, Christen Mooney, Brendan Gleeson, Mick Lally, Liam Hourican, Paul Tylak, Paul Young, Michael McGrath.

Tráiler  

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          La etimología del verbo ‘ilustrar’ habla de iluminar, alumbrar, sacar a la luz. Incluso purificar con una especial intensidad. Ese es precisamente el tema de El secreto del libro de Kells, una película de animación, dibujada, que protagoniza un aspirante a ilustrador que mantiene viva la esperanza de que un humilde libro, elaborado con lo mejor de las cualidades humanas, pueda iluminar los tiempos oscuros en los que le ha tocado vivir: la Irlanda del siglo IX asediada por las razzias vikingas.

          Un contexto histórico que el relato aborda desde el conflicto entre la imaginación -la apertura al mundo mediante un entendimiento universal establecido a través del arte- y la cerrazón -las murallas, el enclaustramiento que da la espalda al mundo, ignorándolo ilusoriamente-. El contraste entre las tonalidades graves y cenicientas del poblado se contraponen a la claridad y el brillante cromatismo de un bosque en el que aún sobreviven las raíces paganas del país, de la tierra, arrinconadas por el cristianismo. El tercer elemento, los invasores, el Mal, son apenas sombras de ojos diabólicos.

          El estilo de la animación de El secreto del libro de Kells conecta con aquello a lo que homenajea: uno de los principales manuscritos ilustrados que ha sobrevivido desde la Edad Media, a lo que se suma el acervo cultural irlandés, su mitología y su simbología. Orgullosa y creativamente bidimensional, sin miedo a caer en una representación inusualmente abigarrada a consecuencia de ello. En la misma línea, el escenario queda poblado de siluetas hieráticas, compuestas por escasos trazos. En la manera en que cobran vida también se aprecian diferencias que distinguen personajes y roles, como se puede observar entre el estatismo monolítico del abad y la fluidez de movimientos del hada, espíritu romántico de la naturaleza.

El resultado posee enorme personalidad propia y un encomiable poder visual. Es, de hecho, el principal valor de una obra cuyo relato es quizás un tanto esquemático, quizás un tanto carente de profundidad o de densidad. Pero al fin y al cabo, es que esa iluminación, esa animación imaginada, es también el tema en sí mismo.

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Nota IMDB: 7,6.

Nota FilmAffinity: 7,1.

Nota del blog: 6,5.

Los invasores

13 Ago

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Año: 1963.

Director: Jack Cardiff.

Reparto: Richard Widmark, Sidney Poitier, Russ Tamblyn, Rosanna Schiaffino, Beba Loncar, Oskar Homolka, Clifford Evans, Edward Judd, Colin Blakely, Gordon Jackson, Lionel Jeffries.

Tráiler

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         Jack Cardiff algo sabía de la relación entre los hombres del norte y el séptimo arte, ya que había sido responsable de la fotografía de Los vikingos, de Richard Fleischer, estrenada un lustro atrás. Los invasores parece tratar de aprovechar el tirón aventurero de esta y otros blockbusters históricos como El Cid. De hecho, al igual que esta -una de las producciones de Samuel Bronston en España-, trasladará su set de rodaje al Mediterráneo, en concreto a otro de los escenarios que buscaban captar la atención del mundillo del cine, Yugoslavia. Sidney Poitier, enrolado como villano por su amigo Richard Widmark, afirmará que Belgrado fue la peor localización donde jamás trabajó.

         Realizada bajo bandera británica, Los invasores es, pues, una especie de variación de Los vikingos que, en esta ocasión, lleva los drekkars hasta las costas del Islam en pos de una legendaria campana de oro macizo de Bizancio. Su ambientación histórica no puede ser sino de novela barata, al igual que sus concesiones populares de la época -el saltimbanqui que luce sus habilidades físicas; el humor de escenas como la del harén, hoy de trasfondo siniestro-. Y, en el peor de los casos, un guion no especialmente desarrollado tira de convenciones poco rigurosas para hacer avanzar un relato que, aunque con personajes bien definidos y divertido en su ligereza, a veces muestra un ritmo algo irregular.

Pero, sea como fuere, Los invasores cuenta con una ventaja imprescinsible para la aventura: su protagonista es un fabulador redomado, más interesando en perseguir el mito, la ilusión del tesoro, que en el tesoro material en sí mismo. Es una visión existencialista que no se relaciona con la credulidad, pues Rolfe no profesa fe ni en dioses ni en maldiciones. Su personalidad se define en contraposición con los detentadores del poder que aparecen en la cinta, como son un rey que bajo su porte digno esconde un avaro despiadado y, sobre todo, un califa obsesionado con una ambición quimérica que pretende culminar a cualquier precio, por más que pueda perder todo por el camino. No por nada, es un cuento narrado por un contador de historias el que pone la función en marcha, y que, en un movimiento circular, deja su conclusión abierta a la imaginación.

         Cardiff dirige con solvencia una cinta en la que, no obstante, también deja huella de su gusto por el cromatismo en unos crepúsculos desaforados. Además, a buen seguro consultó también a otros de sus habituales socios artísticos, Michael Powell y Emeric Pressburger, para insuflar vida a la fantasía oriental donde transcurre una búsqueda del tesoro en la que, como en las buenas aventuras, el tesoro es lo de menos.

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Nota IMDB: 6,1.

Nota FilmAffinity: 5,8.

Nota del blog: 6,5.

El guerrero nº 13

24 May

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Año: 1999.

Director: John McTiernan.

Reparto: Antonio Banderas, Dennis Storhøi, Vladimir Kulich, Omar Sharif, Maria Bonnevie, Neil Maffin, Daniel Southern, Clive Russell, Richard Bremmer, Tony Curran, Erick Avari, Asbjørn ‘Bear’ Riis, Oliver Sveinall, John DeSantis, Diane Venora, Sven Wollter, Anders T. Andersen.

Tráiler

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         Escritor y guionista, Michael Crichton debutaría en la dirección de cine con Westworld, almas de metal, una declaración de principios acerca de que la Historia podía entenderse o convertirse, literalmente, en un parque de atracciones para disfrute del visitante. En esta concepción puede encuadrarse El guerrero nº 13, adaptación a la gran pantalla de su novela Devoradores de cadáveres y en la que, finalmente, el propio Crichton tendrá que rodar algunas tomas de posproducción para tratar de remontar los pésimos resultados de los pases de prueba previos al estreno. Aun así, no se conseguiría evitar el estrepitoso fracaso en taquilla del filme.

         El argumento de El guerrero nº 13 parece una especie de revisión del mito de Beowulf al que se le pretende otorgar cierta pátina de fundamentos históricos, aunque paradójicamente desde una aproximación que es por completo fantasiosa. Este tono de festiva ficción se percibe asimismo en la ambientación de la película, como por ejemplo en las heterogéneas armaduras de ese irregular contingente de luchadores que, al igual que los siete samuráis de Akira Kurosawa, acude altruistamente a la llamada de socorro de un recóndito poblacho en peligro. En este caso, de una amenaza de tintes sobrenaturales, de horror ancestral.

         En realidad, nada de lo que ocurre en El guerrero nº 13 tiene demasiado sentido. La lógica del relato es bastante arbitraria y, más todavía, no duda en introducir alguna que otra trampa para hacerlo avanzar. Por fortuna, por aquellos tiempos no se consideraba que una obra de semejantes características -una epopeya fantástica orientada al consumo masivo- poseyera un volumen de metraje análogo a sus pretensiones épicas. La función apenas sobrepasa una correcta hora y media, lo que permite que el ritmo narrativo se mantenga engrasado y a punto. Y, otra señal de un estilo pasado, no se dejará llevar por el frenesí más de lo debido.

La realización es correcta en su mezcolanza de aventura y terror, aunque patina un tanto en esta segunda vertiente. Mientras que John McTiernan consigue insuflar ciertos patrones míticos desde el punto de vista del poeta árabe que interpreta Antonio Banderas -ese estoico e imponente jefe Biliwyf de Vladimir Kulich-, trasposición de la mirada ajena de un espectador ávido de fascinación, se desaprovecha en cambio formalmente la oportunidad de presentar a los wendol con un mayor impacto visual o de reforzar una abstracción que probablemente hubiera estimulado el sabor de su naturaleza misteriosa, como sí se aprecia al menos en planos clásicos con el uso de la niebla sobre el imponente paisaje.

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Nota IMDB: 6,6.

Nota FilmAffinity: 5,7.

Nota del blog: 5,5.

Los vikingos

26 Sep

“El cine es sangre, lágrimas, violencia, odio, muerte y amor.”

Douglas Sirk

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Los vikingos

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Los vikingos.

Año: 1958.

Director: Richard Fleischer.

Reparto: Kirk Douglas, Tony Curtis, Ernest Borgnine, Janet Leigh, James Donald, Alexander Knox, Frank Thring.

Tráiler

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            Ahora que la entretenida serie Vikingos (Vikings) ha devuelto al Valhala audiovisual a los feroces hombres del norte, formidables guerreros, expeditivos comerciantes y ávidos exploradores, tan denostados por los tópicos y la apropiación ilegítima desde execrables tribus urbanas, conviene rescatar una vez más el clásico de aventuras Los vikingos, de Richard Fleischer.

De hecho, ambos comparten inspiración: el caudillo semilegendario Ragnar Lodbrok, más parcial y fabulada en el caso del largometraje, donde pasa a ser un personaje secundario aunque determinante en el drama, ya que en su mismo inicio siembra el Destino en el presente mediante un asesinato y una violación. Por supuesto, encarnado por el físico contundente y expansivo de Ernest Borgnine, está lejos de la apariencia punky-apolínea de su nueva y contemporánea reencarnación, con cuerpo de Travis Fimmel.

            Rayana en lo operístico en su síntesis argumental y por la hermosura de sus imágenes como las valkirias añoradas por Richard Wagner, violenta y furibunda en su ejecución como demandaría cualquier vikingo que se precie, el filme de Fleischer -quien había probado su valía para el género (y para dirigir a Kirk Douglas) en 20.000 leguas de viaje submarino, contiene todos los elementos posibles para dar lugar a la acción, la aventura y el ensoñamiento romántico: expediciones de saqueo, duelos de hachas contra espadas, estéticos drekkar, sana camaradería bárbara, pozos infestados de perros hambrientos de sangre humana, intrigas palaciegas, tuertos que hierven en ansias de venganza, reivindicaciones morales del héroe marginal, sacrificios de pasión, triángulos amorosos marcados por los hados y enfrentamientos a muerte entre hermanos antitéticos.

            A pesar de que al cine de aventuras históricas suele pesarle en demasía la modernización de las reconstrucciones, donde el píxel otorga una cota de realismo inalcanzable para el cartón piedra, Los vikingos permanece fresca porque es tan festiva y embriagadora como esos banquetes en los que lúbricas doncellas no cesan de escanciar agria cerveza y que parece prolongar su espíritu arrollador en la manera en el que los rubicundos guerreros escandinavos abrazan la muerte. En efecto, esa manera desgarrada de invocar a Odín es una de los iconos que asocio a los comienzos de mi vida cinéfila y de historiador –de hecho, nunca la he querido ver sin doblar-.

En paralelo a su desatada orgía pagana, la cuidada construcción de caracteres consigue dotar de calado y carisma a los protagonistas. Ese Einar terriblemente mutilado, invadido por la furia, el desprecio y el coraje, es una de las mejores interpretaciones que uno recuerda a Douglas. Por supuesto, su calidad de productor le garantizaba el personaje más jugoso, complejo y atractivo de la función, ideal para lucirse. Y así lo hace. Su potencia llena la pantalla incluso en la última instancia: un magnífico desenlace en forma de duelo que exhibe la capacidad del guion para matizar con retazos de humanidad a unos individuos que no aparecen de un solo trazo.

            Contradictoriamente, las relaciones de los personajes afloran con toda su vivacidad ante la muerte, sobre todo en comparación con el sucinto romance principal entre la princesa Morgana (fulgurante Janet Leigh) y el esclavo Erik (su esposo Tony Curtis), otro ser que tampoco puede etiquetarse como un héroe clásico a causa de su ambigüedad, decantada por su orgullo y su evidente rudeza de animal herido –no hay más que observar su deleite cuando azuza el halcón contra su adversario-. Siguiendo esta circunstancia, da la casualidad (o la encomiable intención) de que ambos contendientes sufren por igual taras físicas.

            Desde sus hermosos títulos de crédito, que emulan el tapiz de Bayeux, hasta su apocalíptico desenlace a los pies de un castillo en los confines del mundo -repleto de planos cenitales que remiten al extremo abismal del Mar Venenoso temido por la mitología nórdica-, Los vikingos transportan al espectador a un mundo regido por el placer de la aventura y donde ésta queda expresada con un sentido muy físico e impetuoso. Como parecían apreciarla sus protagonistas.

 

Nota IMDB: 7,1.

Nota FilmAffinity: 7,4.

Nota del blog: 8.

La sombra del cuervo

21 May

“No penséis que he venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer la paz, sino la espada.”

Jesucristo

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La sombra del cuervo

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La sombra del cuervo

Año: 1988.

Director: Hrafn Gunnlaugsson.

Reparto: Reine Brynolfsson, Tinna Gunnlaugsdóttir, Egill Ólafsson, Sune Mangs, Kristbjörg Kjeld, Klara Íris Vigfúsdóttir, Helgi Skúlason, Johann Neumann.

Filme

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             El cine habla y escribe un idioma global. No es preciso conocer el lejano Oeste para sentir fascinación por el sheriff heroico, ni por el forastero de rostro imperturbable y pasado nebuloso. Tampoco haber recorrido los sórdidos callejones de San Francisco para impregnarse de la amoralidad y el cinismo del noir, ni ser un radical comunista para experimentar las emociones de las películas propagandísticas de Eisenstein o sumirse en las ensoñaciones cotidianas del contemplativo cine oriental.

El cine es un vehículo de entretenimiento, de expresión e incluso de arte capaz de volar por encima de los contextos políticos, históricos y culturales de cada espectador. ¿Acaso no hemos visto westerns de todo tipo de procedencias exóticas; medievales, contemporáneos o futurísticos; criminales, sociales,…? ¿Capers bélicos, occidentales, orientales, históricos, fantacientíficos,….? Y el consecuente y largo etcétera.

La fusión es, pues, la esencia del cine, a través de la cual éste se reinventa y evoluciona retroalimentándose de las influencias, innovaciones e invenciones más dispares.

             Ejemplo de lo insólito de estas mezcolanzas, bastardías y pastiches, es la Trilogía de los vikingos, firmada por Hrafn Gunnlaugsson. Tres películas en cuyo seno convive un sustrato histórico típico islandés -la Edad Media vikinga-, junto con rasgos procedentes del cine de samuráis y el spaghetti-western, entre otros.

             Si en la primera entrega, Cuando los cuervos vuelan, Gunnlaugsson planteaba una apropiación del Cosecha roja de Dashiell Hammett –en el cine, Yojimbo y Por un puñado de dólares-; esta segunda entrega, La sombra del cuervo –o La venganza de los vikingos-, mantiene ciertos rasgos leonianos en los duelos a daga y espada, adornados con la mejor parafernalia épica de cuño italiano, y en el empleo como un elemento escénico más de la singular y ensuciada fisionomía de los actores; ubicado todo ello sobre una base narrativa que recuerda a las sagas mitológicas germánicas y a las intrigas sobre el poder de William Shakespeare.

Además, la repetición de buena parte del elenco, de los escenarios naturales y de pasajes de la banda sonora abundan en esa sensación cíclica que redondeará la trilogía.

             Ambientada en este caso en la Islandia del siglo XI, en la que el paganismo queda relegado al olvido frente a la implantación de la religión cristiana, la aparición de una ballena varada abre una espiral de guerras clánicas y disputas de soberanía a tres bandas entre el joven Trausti, recién llegado de sus periplos por Noruega transformado por sus novedosos ideales de paz; Isold, la bella y ambiciosa hija del jefe rival, y la poderosa familia del obispo, cuyo primogénito se encuentra prometido con la anterior.

Un triángulo de amor y ambición regido por los designios de la mujer, vértice a cuyo alrededor bascula el dominio de la isla, que se debate entre los ideales pacíficos del Trausti, respetuoso con su herencia pagana pero firme converso a los valores y la moralidad cristiana, y las aspiraciones de la recién surgida casta eclesiástica, corrompida, mezquina y avariciosa.

De hecho, la figura de Trausti va adquiriendo paulatinamente elementos crísticos hasta ‘resucitar’ en el desenlace, envuelto en paños y con herida de lanza en el costado, para desencadenar una venganza fantasmagórica digna del Clint Eastwood de, de nuevo, Por un puñado de dólares.

             Es durante su particular revisión del spaghetti western cuando La sombra del cuervo alcanza el máximo de su atractivo. El remate firme, juguetón y divertido –y más logrado, a mi entender- de una película cuya estética y trasfondo se encuentran determinados inicialmente por la confluencia de alientos legendarios junto con una realización de cadencia parsimoniosa y prolija en tonalidades introspectivas e incluso fantasiosas, lo que otorga al filme una atmósfera especial, diferente.

            Así, aunque a ratos adolezca de cierta confusión en su trama y personajes, La sombra del cuervo resulta una película muy curiosa, ejemplo de cómo el cine es una constante, creativa e asombrosa ida, venida, reinvención y amalgama de influencias.

Le seguiría, como punto y final de la serie, El vikingo blanco.

 

Nota IMDB: 6,2.

Nota FilmAffinity: 6,9.

Nota del blog: 7.

Thor

12 Sep

“Los superhéroes son importantes para la gente corriente. Siempre hemos necesitado esas figuras, desde los tiempos de la La Ilíada y La Odisea hasta hoy en día.”

Sam Raimi

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Thor

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Año: 2011.

Director: Kenneth Branagh.

Reparto: Chris Hemsworth, Natalie Portman, Tom Hiddleston, Stellan Skarsgård, Anthony Hopkins.

Tráiler

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            En unos tiempos en los que, ante el erial de nuevas ideas y proposiciones originales, el cómic se erige, en especial con los superhéroes de DC y Marvel, como uno de los principales reclamos para perpetrar películas de todo pelaje, venía destacando, por el contrario, una nueva corriente que decide afrontar este universo de la viñeta y su mitología desde una perspectiva más adulta, llevándolo a su mayoría de edad a través de obras como el Sin City de Robert Rodríguez y su autor original, Frank Miller; la adaptación del Watchmen de Will Eisner por parte de Zack Snyder, y, sobre todo, la recuperación de la franquicia Batman por Christopher Nolan, con una buena primera aproximación con Batman Begins y, después, un auténtico peliculón como El caballero oscuro. Lamentablemente, son oasis en medio del desierto.

Quizás las intenciones iniciales de Thor, otro de los éxitos de Stan Lee con la Marvel, en colaboración con Jack Kirby esta vez, apuntaban a ese camino, lo que justificaría la contratación para encabezar el proyecto de un actor y director más ligado a Shakespeare que a las palomitas como es Kenneth Branagh y el rodear al aún poco conocido protagonista –un por otra parte cumplidor Chris Hemsworth- con unos cuantos buenos actores como Natalie Portman o Stellan Skarsgård. No pasará de ahí.

            Thor es una película que se relaciona más al espectáculo y entretenimiento despreocupado y sin tapujos que representaría otra película como Iron Man, contando también con que, ya de primeras, el protagonismo recae en un héroe sin apenas conflicto. Thor no es un mortal que cargará con el peso de ser un superhéroe contra natura como Peter Parker, que no deja de ser un adolescente metido a justiciero, también alejado de oscuros y torturados héroes modernos como Bruce Wayne, un hombre sin superpoderes que se basa prácticamente en echarle un valor irracional al asunto movido por el rencor; sino que, más en la línea de Superman, es un Dios entre los hombres. Es superior de largo, ha nacido para reinar entre inferiores. Lo único que determinará su camino es el proceso de aprendizaje desde su condición de joven príncipe impulsivo y bravucón en su exilio y rito de paso a la madurez definitiva entre los seres inferiores de la Tierra, a la vez que se plantean las indispensables intrigas palaciegas de mano de Loki, su hermanastro –moreno, por supuesto-, un personaje bastante más complejo e interesante pero condenado a desempeñar el papel secundario de villano de turno, uno de los puntos clave en el éxito de este tipo de producciones, para lo cual tampoco termina de alcanzar la fuerza y el atractivo suficiente.

            Al fin y al cabo, Thor no pasa de ser la inexcusable primera parte de las trilogías, cuatrilogías, etcétera, habituales de los superhéroes, actuando en consecuencia como presentación del sujeto en cuestión, de su mitología particular y de los objetivos presentes y futuros que van a dar pie a la saga, lo que revierte en un guion poco elaborado, que no va más allá de ajustarse a esa meta, y en un entretenimiento bastante justito donde, finalmente, la mejor parte acaba por ser el humorístico juego de contrastes entre la introducción del Asgaard épico de CGI –con un gusto horrendo para la decoración, forrado en oropeles y bañado en irisaciones- y el posterior descenso a lo terrenal del protagonista en la dura realidad de un pueblecito cualquiera del polvoriento Nuevo México.

No consigue pasar el corte.

 

Nota IMDB: 7,2.

Nota FilmAffinity: 5,9.

Nota del blog: 4,5.

Valhalla Rising

12 Ago

“Quizás este mundo sea un Infierno de otro planeta.”

Thomas Aldous Huxley

 

 

Valhalla Rising

 

Año: 2009.

Director: Nicolas Winding Refn.

Reparto: Mads Mikkelsen, Maarten Stevenson, Ewan Stewart, Gary Lewis.

Tráiler

 

 

             Valhalla Rising tiene mucho del sabor, salvando las distancias, de alguna de las novelas de Cormac McCarthy -sobre todo de su impagable Meridiano de sangre-, pobladas con esos personajes desarrapados, guiados por un iluminado en busca de su perdición, muchas veces vistos desde una mirada ajena e inocente, como el niño de ésta, atravesando una Naturaleza tan sobrecogedora, fascinante y temible como solo puede ser una encarnación maligna; un Mal que probablemente se encuentre personificado entre ellos, enquistado en su viaje alucinado.

             El propio director, el danés Nicolas Winding Refn, conocido por su vigorosa trilogía de Pusher, concibe la película como un viaje de ácido, dejando de lado cualquier significación vikinga épica –un escenario de violencia y muerte sin futuro como otro cualquiera, al igual que el Salvaje Oeste de Meridiano de Sangre, para armar ese giro al Infierno- aparte de la ambientación decadente, sucia, de una violencia hiperrealista, salvaje y terrorífica, en la que un hombre que es en sí un misterio, un tótem terrible, una atracción al Hades, ese guerrero tuerto encarnado con fuerza y empaque, a pesar de no contar con una sola palabra en el guion, por el siempre intrigante Mads Mikkelsen, acompaña hacia su condena a un grupo de hombres obsesionados con la salvación, que buscan ver la cara de Dios en una cruzada para limpiar con sangre la Tierra Santa.

             Valhalla Rising es una película de odisea, de descenso a los infiernos, que basa su mayor efectividad en ese conseguido ambiente malsano, desasosegante, de vívida y febril pesadilla. Una película eminentemente visual, que sí es cierto que quizás se empantana por momentos, con un libreto que probablemente no llegue a las dos caras de diálogo; lo de menos para una cinta que pretende crear sensaciones, no mover emociones.

Bastante interesante.

 

Nota IMDB: 5,8.

Nota FilmAffinity: 5,5.

Nota del blog: 7,5.