Tag Archives: Destierro

Loving

23 Ene

loving

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Año: 2016.

Director: Jeff Nichols.

Reparto: Joel Edgerton, Ruth Negga, Nick Kroll, Jon Bass, Christopher Mann, Terri Abney, Chris Green, Sharon Blackwood, Marton Csokas, Bill Camp, David Jensen, Michael Shannon.

Tráiler

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          Hecho insólito en los modos del cine contemporáneo -a no ser que uno sea el laborioso Takashi Miike– coinciden prácticamente en la cartelera española Midnight Special y Loving, las dos últimas películas de Jeff Nichols, uno de los nuevos autores más estimulantes del panorama cinematográfico estadounidense. Aparte de compartir buena parte del equipo técnico e interpretativo, ambas prolongan la cohesión de la trayectoria del director y guionista arkansés, donde la familia ejerce de elemento nuclear, sometido por lo general a distintas tensiones procedentes del entorno social que la circunda.

          En esta ocasión, Loving reflexiona acerca de los conflictos en torno a la imposible conciliación entre las normas sociales -artificiosas por definición y en algunos casos flagrantemente injustas- y la pureza de los sentimientos compartidos, inalienable fuente de realización y dignidad del ser humano. Para ello, recoge la decisiva batalla legal de los Loving, una pareja interracial en la Virginia de los años cincuenta y sesenta, contra el Estado que los oprime a través de un sistema legal que interpreta de manera retorcida la providencia divina para ajustar sus supuestos designios a un esquema ideológico excluyente y clasista, sintetizado en la atroz prohibición del matrimonio entre distintas razas.

Pese a fundar la obra sobre este episodio real -intermediado de hecho por el documental The Loving Story, del que se toman incluso algunas líneas para el libreto-, Nichols no está tan interesado en exponer una relación de hechos a través de un hilo cronológico como en desarrollar a los personajes y componer el arco emocional que recorren a lo largo de su traumática experiencia.

Gracias a esta sensibilidad para crear una historia con alma propia, autónoma respecto de estos acontecimientos que refiere, Loving se despega del envaramiento y la insipidez tradicional del biopic para elevarse como un sereno y elegante relato de amor y dignidad. La grandeza de estos actos inspiradores, determinantes para eliminar una inefable ignominia, proviene esencialmente de las trascendentales emociones de la que manan. Y la autenticidad, pues, no depende de recrear didácticamente estos actos ciertos, sino de la captura de estas emociones que lo sustentan todo.

          El realizador dedica gran atención y cariño a sus protagonistas, incluso a costa de perder profundidad en los márgenes de la narración -el sheriff, por ejemplo, poseía material suficiente como para profundizar en él o irle incorporando aristas, así como ese particular microuniverso del pueblo virginiano donde se mezclan las gentes-. Mientras que Ruth Negga complementa su elocuente mirada con el verbo para dar forma a su Mildred Loving, destaca el talento con la que, desde el gesto y el atoramiento oral, se retrata al esposo, Richard, encarnado por Joel Edgerton. Su ternura, que aparece en su relación con su esposa, queda reforzada mediante la delicadeza y la meticulosidad con la que se emplea en la construcción de casas; su desazón por depender de externos en la creación de su propia familia se manifiesta en silencios torpes, miradas elusivas y posturas reconcentradas.

          Abundando en este simbolismo de la vivienda, la noción de hogar es una de las piedras angulares del argumento, que es al fin y  al cabo lo que comporta el derecho al matrimonio por el que litigian los Loving. El derecho a formar un hogar; ese núcleo familiar como eje vital al que se aludía en la introducción del artículo. De ahí la hostilidad con la que Nichols expone el destierro en la ciudad, la persistente incomodidad que se percibe en Mildred o el hecho de que Richard solo pueda dedicarse a levantar hogares ajenos; detalles expresivos que se incorporan sin caer en clichés o desgarramientos melodramáticos, acordes por tanto con el maduro tono del filme. Quizás este estilo atemperado y pudoroso pudiera identificarse como un desperdicio de potencia dramática y discursiva; a mi juicio es una elección que consolida la credibilidad de los personajes y sus vivencias.

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Nota IMDB: 7,3.

Nota FilmAffinity: 6,7.

Nota del blog: 7,5.

Lucky Luciano

12 May

«Lucky Luciano es la mejor película sobre la Mafia jamás rodada. La que retrata de manera más cuidadosa, profunda, verosímil y sensible las paradojas de una sociedad criminal.»

Norman Mailer

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Lucky Luciano

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Lucky Luciano

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Año: 1973.

Director: Francesco Rosi.

Reparto: Gian Maria Volonté, Edmond O’Brien, Charles Siragusa, Rod Steiger, Magda Konopka, Vincent Gardenia, Charles Cioffi.

Tráiler

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           Buenos réditos cinematográficos le había aportado a Francesco Rosi la aproximación con tono didáctico y documental a la figura del mafioso siciliano Salvatore Giuliano, un film-inchiesta o de investigación en el que se desgranaba con frialdad procesal el contexto histórico, político y cultural del que nace y donde muere el bandolero. Una obra sobre la esencia de Sicilia y de Italia, en definitiva.

           Ambicioso, once años después, cuando el género criminal gozaba de la tremenda popularidad legada por El padrino, Rosi volverá su interés hacia un gánster más internacional, Lucky Luciano, para ensayar una película de nuevo a caballo entre el drama y el documental, jalonada con un reparto estelar y que ésta vez encontraría sus fundamentos más deslocalizados a causa de la biografía del instaurador del crimen organizado contemporáneo, parido en Sicilia, crecido y enriquecido en Nueva York y desterrado en Italia por la justicia norteamericana.

Quizás por ello Lucky Luciano resulte una película fallida, en la que la exposición acerca de los orígenes y el final del protagonista es tan expansiva como deslavazada,  desprovista de fuerza en su colisión con las formas tradicionales del cine de ficción –se aprecian incluso apropiaciones de la obra maestra de Francis Ford Coppola– y carente de profundidad en el retrato humano del infausto Charles ‘Lucky’ Luciano, de nacimiento Salvatore Lucania (y Gian Maria Volonté en pantalla), “un hombre tranquilo de mirada triste”.

           De estilo urgente y poco elaborado en su estética, la narración es plúmbea y roza incluso cierta confusión debido a su montaje lleno de idas y venidas entre pasado y presente, y el cual indaga en las conexiones del crimen con el poder y su mutualismo o directamente simbiosis con la no menos turbia alta política.

En todo caso, el análisis del asunto es roma, puramente testimonial, por lo que sus pesimistas conclusiones se disuelven en la inanición. La cinta echa en falta mayor concreción y claridad a la hora de desentrañar las claves que explican la existencia, las motivaciones y el éxito de un hombre que, a causa de la fascinación que provocaba su obra delictiva y su carisma, alcanzaba entonces la categoría de celebridad cinematográfica.

 

Nota IMDB: 6,4.

Nota FilmAffinity: 6,1.

Nota del blog: 5.

Papá está en viaje de negocios

5 May

“La política es el arte de impedir que la gente se entrometa en lo que le atañe.” 

Paul Valery

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Papá está en viaje de negocios

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Papá está en viaje de negocios

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Año: 1985.

Director: Emir Kusturica.

Reparto: Moreno D’E Bartolli, Miki Manojlovic, Mirjana Karanovic, Davor Dujmovic, Pavle Vuisic, Mustafa Nadarevic, Mira Furlan, Slobodan Aligrudic, Emir Hadzihafizbegovic, Aco Djorcev, Amer Kapetanovic.

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           Ya desde el comienzo de su carrera, Emir Kusturica se convierte en uno de esos cineastas bendecidos por los festivales. Después de obtener el premio de la Fipresci y como mejor ópera prima en la Mostra de Venecia gracias a ¿Te acuerdas de Dolly Bell?, su primer largometraje para la pantalla grande, con su siguiente Papá está en viaje de negocios el joven realizador serbobosnio iniciaría su idilio con Cannes al coronarse con la Palma de oro del prestigioso certamen, prolongado con el galardón a mejor director por El tiempo de los gitanos y, de nuevo, la Palma de oro por Underground.

           Siempre interesado y comprometido con la conflictiva historia de la que considera su patria, Kusturica se retrotraería en esta ocasión al cambio de década entre los cuarenta y los cincuenta, instante en el que Yugoslavia rompía relaciones con la Unión Soviética de Josif Stalin, para investigar la influencia del régimen del mariscal Tito sobre una familia común de Sarajevo en la que el padre, empresario de clase media y adicto al Partido, caerá en desgracia a causa de un tibio comentario sobre una viñeta política.

           Si en ¿Te acuerdas de Dolly Bell? se analizaba el estado del volátil país desde la Sarajevo de los sesenta y la perspectiva de un adolescente en plena encrucijada existencial, en Papá está en viaje de negocios el punto de vista narrativo pertenece al benjamín de la casa; inocente, curioso y desenfadado por tanto.

A pesar del exceso de minutaje que lastra a la obra, el argumento conjuga con equilibrio el relato costumbrista y la exposición del opresivo clima político del periodo -infectado hasta la médula por las delaciones, traiciones, destierros, temores y coerciones-, con el entrañable desarrollo de las vivencias personales del chaval –la importancia de la pelota de fútbol, el primer amor, la pérdida de la inocencia sentimental, casi alegórica a la que experimenta la familia en el plano político-.

           De este modo, confluyen en sus fotogramas emociones contrapuestas, expresadas con veracidad y una notable empatía, a la vez que se intercalan lúcidas sentencias que desnudan el problemático contexto histórico yugoslavo, algunas de ellas dueñas de una estimable capacidad resonancia a través del tiempo y la distancia –“Todo es dinero; con las arcas vacías no existe la democracia”-. Un turbio drama nacional que se compensa así con una desencantada lectura satírica y el delicado empleo del humor, tierno pero en absoluto amable.

 

Nota IMDB: 7,9.

Nota FilmAffinity: 7,5.

Nota del blog: 7.

Prince of Persia: Las arenas del tiempo

3 Ago

“En este negocio, la gente se olvida de que hacer cine es un arte.”

Tim Burton

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Prince of Persia:

Las arenas del tiempo

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Prince of Persia. Las arenas del tiempo.

Año: 2010.

Director: Mike Newell.

Reparto: Jake Gyllenhaal, Gemma Arterton, Ben Kingsley, Alfred Molina, Richard Coyle, Toby Kebbell, Ronald Pickup, Gísli Örn Garðarsson.

Tráiler

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            Después del PC Fútbol, y en justa liza con el Arkanoid, el Tetris y el Commander Keen: Marooned on Mars, Prince of Persia, versión original de 1990 para MS-DOS, es el juego de ordenador en el que más horas de vida y temple de nervios he invertido. Para tratarse de cuatro píxeles de ocho colores, Prince of Persia ofrecía los movimientos, la acción y el grado de dificultad esencial para constituir una aventura adictiva que, además, en un rasgo de distinción particularmente apreciado –no por mi primo, que solía tener pesadillas con ello-, cultivaba unas ideas muy retorcidas e impactantes sobre el daño físico y la muerte violenta, en las que la fluida rotoscopia y la roja sangre se aliaba en perfecta armonía con la estridente gama de sonidos del Olivetti 286 o similares.

Esta razón sentimental –y legítima, considero-, es por la cual uno se muestra especialmente intransigente hacia lo que este pasatiempo pueda inspirar a otra colosal plataforma de ocio como es el cine, que siempre ha tenido una relación bastarda y tirando a deplorable con el videojuego. Que Prince of Persia: Las arenas del tiempo en realidad tome como modelo a una versión posterior de ese pequeño fetiche, poco importa para el caso.

            Prince of Persia es el típico producto de cuarta categoría con generoso presupuesto de ‘blockbuster’ veraniego –quizás no tanto, a vista de los resultados y de detalles como que algunos extras desaparezcan y reaparezcan en una misma escena-, y en el que el holgado capital se destina a la compra de la franquicia, a la campaña publicitaria, a la composición de un CGI que da espanto verlo y a la contratación de una estrella con gancho (Jake Gyllenhaal, con esa cara de buen chaval poco apropiada para un héroe épico) y de secundarios de peso y prestigio (Ben Kingsley, siempre en piloto automático, cosa que incluso el que suscribe, que no es en absoluto fan del británico, agradece).

La aventura: para otra ocasión, cuando haya guion.

            El libreto trata de armar una trama infantiloide a partir de personajes anémicos, un puñado de clichés literarios y cinematográficos –la conspiración palaciega, la muerte a traición del noble rey, el príncipe injustamente desterrado, la reivindicación del marginal-, y una abundante ración de dejes populacheros fatal entendidos –fantasmadas y chascarrillos de toda la vida, vamos-.

Pero todo ello se encuentra enhebrado de manera atropellada e incoherente –y con algún que otro saqueo notorio de otras obras del séptimo y el octavo arte-, en lo que supone una demostración de nulo rigor narrativo y desinterés de artesano a sueldo por parte del frecuentemente anodino Mike Newell, quien tampoco logra imprimir tensión y furia a las secuencias de acción –las cuales, cabe reconocer, en este tipo de producciones acostumbran ser responsabilidad de la segunda unidad de dirección-. No obstante, poco podía esperarse si la torpe puesta en escena, estruendosa y hortera, ya sumaba confusión a las escenas más estáticas y dramáticas, estas sí, por lo general, a cargo del realizador que encabeza el proyecto.

            Aparte de la ligera vis cómica que aporta un anacrónico apóstol de las pymes, tan solo alegra la función, como no podía ser de otra forma, la presencia refulgente y adictiva de Gemma Arterton.

 

Nota IMDB: 6,6.

Nota FilmAffinity: 5,7.

Nota del blog: 4.

La corona de hierro

27 Sep

“En mi opinión, Blasetti es uno de los grandes. Nunca será superado. Ha inventado todo, incluso el Neorrealismo. Desde luego, Blasetti tiene cerebro de cineasta.”

Guido Celano

 

 

La corona de hierro

 

Año: 1941.

Director: Alessandro Blasetti.

Reparto: Massimo Girotti, Elisa Cegani, Gino Cervi, Luisa Ferida, Rina Morelli.

 

 

 

            Desde los comienzos de su industria cinematográfica, Italia siempre mostró gran predilección por la aventura y el drama de corte histórico. Tanto es así, que es en el belpaese donde se definirán en firme, en tiempos anteriores a la Gran Guerra, las características del peplum y del kolossal en base a obras de directores como Luigi Maggi, Enrico Guazzoni, Giovanni Pastrone y otros.

Es en los años del régimen fascista de Benito Mussolini cuando se recupera este género del colosal, que comenzaba a sentirse ya caduco, con múltiples producciones destinadas a legitimar la política imperialista italiana, signo de un dictador que vio en el cine un arma más de lucha.

El romano Alessandro Blasetti será considerado en sus inicios como uno de los más importantes directores de este periodo y contexto debido a películas como Sole!, su debut tras las cámaras, una defensa de los valores fascistas del régimen del Duce, o Vecchia guardia, apología de la marcha sobre Roma de 1922.

            Cineasta atrevido, versátil e innovador –suyas son las primeras investigaciones del cine transalpino en el sonoro (Resurrectio) y el uso del color (Caccia alla volpe nella campagna romana)-, Blasetti procurará con La corona de hierro alejarse de interpretaciones políticas en pos de la evasión -como ya había tratado anteriormente en otro filme de época, Un’avventura di Salvator Rosa-, un trabajo que retoma el espíritu de los viejos colosales italianos a través de una aventura medieval en tono pacifista, batiburrillo de leyendas históricas, mitologías y cuentos tradicionales mediterráneos, europeos y universales.

            La cinta relata la historia del joven príncipe Arminio, hijo póstumo del justo y noble Licinio, soberano del imaginario reino de Kindaor, destronado y asesinado por el malvado Sedemundo, su hermano, padre también de la bella Elsa, que crecerá como su hermana de Arminio hasta su destierro, fruto de los temores de Segismundo a las profecías del destino, que vaticinan al niño como futuro rey de Kindaor y causante de la muerte por amor de Elsa.

            La corona de hierro se muestra como una película con un enorme sentido de la aventura, ambientada en un pasado medieval mágico e indefinido, con una compleja puesta escena fantástica, tremendamente sugestiva, casi onírica, de fastuosos escenarios y decorados. Un marco en el que deambulan unos personajes de tragedia griega, seres humanos que viven y sienten impotentes ante los retorcidos designios de los hados, encadenados a un destino despiadado del que no pueden escapar.

Es ahí, en ese drama fatalista, donde reside el mayor atractivo de una obra en la que Blasetti hace gala de sus virtudes de narrador pero que será dilapidada en parte por su indefinición, derivada del contraste con unas pretensiones populistas que conceden unas escenas humorísticas fuera de lugar, con manieristas interpretaciones y momentos infantiloides por medio de pizpiretos saltimbanquis en mallas, prácticamente elemento indispensable del cine de aventura de aquellos tiempos.

            Primera película italiana en la que se muestra el pecho desnudo de una actriz, honor que recae sobre Vittoria Carpi.

Vencedora de la Coppa Mussolini de 1941, antecedente del León de Oro de la Mostra de Venezia.

 

Nota IMDB: 6,8.

Nota FilmAffinity: 6,1. 

Nota del blog: 6.

Thor

12 Sep

“Los superhéroes son importantes para la gente corriente. Siempre hemos necesitado esas figuras, desde los tiempos de la La Ilíada y La Odisea hasta hoy en día.”

Sam Raimi

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Thor

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Año: 2011.

Director: Kenneth Branagh.

Reparto: Chris Hemsworth, Natalie Portman, Tom Hiddleston, Stellan Skarsgård, Anthony Hopkins.

Tráiler

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            En unos tiempos en los que, ante el erial de nuevas ideas y proposiciones originales, el cómic se erige, en especial con los superhéroes de DC y Marvel, como uno de los principales reclamos para perpetrar películas de todo pelaje, venía destacando, por el contrario, una nueva corriente que decide afrontar este universo de la viñeta y su mitología desde una perspectiva más adulta, llevándolo a su mayoría de edad a través de obras como el Sin City de Robert Rodríguez y su autor original, Frank Miller; la adaptación del Watchmen de Will Eisner por parte de Zack Snyder, y, sobre todo, la recuperación de la franquicia Batman por Christopher Nolan, con una buena primera aproximación con Batman Begins y, después, un auténtico peliculón como El caballero oscuro. Lamentablemente, son oasis en medio del desierto.

Quizás las intenciones iniciales de Thor, otro de los éxitos de Stan Lee con la Marvel, en colaboración con Jack Kirby esta vez, apuntaban a ese camino, lo que justificaría la contratación para encabezar el proyecto de un actor y director más ligado a Shakespeare que a las palomitas como es Kenneth Branagh y el rodear al aún poco conocido protagonista –un por otra parte cumplidor Chris Hemsworth- con unos cuantos buenos actores como Natalie Portman o Stellan Skarsgård. No pasará de ahí.

            Thor es una película que se relaciona más al espectáculo y entretenimiento despreocupado y sin tapujos que representaría otra película como Iron Man, contando también con que, ya de primeras, el protagonismo recae en un héroe sin apenas conflicto. Thor no es un mortal que cargará con el peso de ser un superhéroe contra natura como Peter Parker, que no deja de ser un adolescente metido a justiciero, también alejado de oscuros y torturados héroes modernos como Bruce Wayne, un hombre sin superpoderes que se basa prácticamente en echarle un valor irracional al asunto movido por el rencor; sino que, más en la línea de Superman, es un Dios entre los hombres. Es superior de largo, ha nacido para reinar entre inferiores. Lo único que determinará su camino es el proceso de aprendizaje desde su condición de joven príncipe impulsivo y bravucón en su exilio y rito de paso a la madurez definitiva entre los seres inferiores de la Tierra, a la vez que se plantean las indispensables intrigas palaciegas de mano de Loki, su hermanastro –moreno, por supuesto-, un personaje bastante más complejo e interesante pero condenado a desempeñar el papel secundario de villano de turno, uno de los puntos clave en el éxito de este tipo de producciones, para lo cual tampoco termina de alcanzar la fuerza y el atractivo suficiente.

            Al fin y al cabo, Thor no pasa de ser la inexcusable primera parte de las trilogías, cuatrilogías, etcétera, habituales de los superhéroes, actuando en consecuencia como presentación del sujeto en cuestión, de su mitología particular y de los objetivos presentes y futuros que van a dar pie a la saga, lo que revierte en un guion poco elaborado, que no va más allá de ajustarse a esa meta, y en un entretenimiento bastante justito donde, finalmente, la mejor parte acaba por ser el humorístico juego de contrastes entre la introducción del Asgaard épico de CGI –con un gusto horrendo para la decoración, forrado en oropeles y bañado en irisaciones- y el posterior descenso a lo terrenal del protagonista en la dura realidad de un pueblecito cualquiera del polvoriento Nuevo México.

No consigue pasar el corte.

 

Nota IMDB: 7,2.

Nota FilmAffinity: 5,9.

Nota del blog: 4,5.

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