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Nuevo orden

26 Feb

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Año: 2020.

Director: Michel Franco.

Reparto: Naian González Norvind, Diego Boneta, Roberto Medina, Lisa Owen, Darío Yazbek Bernal, Fernando Cuautle, Mónica del Carmen, Eligio Meléndez, Claudia Lobo, Enrique Singer, Gustavo Sánchez Parra.

Tráiler

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          Parece una época propicia para vislumbrar distopías que transcurran prácticamente a tiempo real. A la espera de la ficción de alumbre la pandemia -una distopía casi inimaginable en sí misma hace apenas un par de años-, se cuenta ya con obras que exploran los rincones oscuros del homo tecnologicusBlack Mirror-, la fragilidad del mundo contemporáneo ante una catástrofe potencial –El colapso– o la volatilidad de una sociedad prograsivamente polarizada –El cuento de la criada, La caza, el reimpulso de la saga de La purga, Hijos de la ultraderecha-. En este último territorio se encuadra Nuevo orden, donde Michel Franco se imagina una nueva revolución en un país, México, históricamente renombrado por ellas.

          Al igual que El colapso, Nuevo orden extrae su fuerza de una poderosa e impactante verosimilitud. La serie francesa la obtenía apostando por crear una experiencia inmersiva mediante el empleo del plano secuencia, destinado a convertir al espectador en un personaje más atrapado en el progresivo hundimiento de la civilización -aunque, paradójicamente, el único capítulo en el que se detenía a plantear dilemas morales y emocionales era el que destacaba sobremanera frente al resto-. En esta, procederá de su recorrido por los diferentes estamentos de la sociedad mexicana –extrapolables no obstante al tratarse de la eterna contraposición entre una clase privilegiada y otra depauperada-, representada por una multiplicidad coral de personajes y escenarios, así como de la credibilidad con la que traza la crónica del proceso -la represión, el estallido, el caos, la perpetuación-.

La película se presenta con fragmentos surrealistas y agresivos, trazos de una tensión nuclear que quedarán subterráneamente enquistados en el ambiente que se respira en la lujosa casa donde, en la introducción del relato, se celebra la boda de dos jóvenes de familias de postín. Como la madre que corretea desasosegada por los pasillos, tratando de averiguar dónde se esconde una amenaza que el público barrunta de forma tácita, entrevista a través de pistas y gestos en mitad de una multitud agobiante, a la expectativa, tensa. Un palacio en los cielos manchado, salpicado, por la agitación que se agita tras sus altos muros. La detonación definitiva de la violencia, salvaje, cruda y despiadada, es lo que abre el angular para tratar de mostrar las facetas -la desigualdad congénita, la corrupción rampante, el racismo, el clasismo, la ineficacia de un Estado fallido para hacer valer garantías y derechos, el machismo recalcitrante, el ínfimo valor de la vida del otro…- de esta realidad que Franco aspira a retratar alegóricamente.

          Con gran dominio de la atmósfera y el nervio del relato -es inusual y narrativamente encomiable que un filme con esta complejidad de puntos de vista se concentre en menos de hora y media-, el cineasta descerraja un reflejo profundamente pesimista de la naturaleza humana, desesperadamente trágico, en el que los personajes se ven arrastrados por la deshumanización, bien como víctimas -atropelladas por muerte de la conciencia en el sálvese quien pueda y por una injusticia que por su parte es sistémica-, bien como entusiastas victimarios.

Pero lo cierto es que, dentro de este lacerado y lacerante desencanto moral, Franco carga contra todo y contra todos. Reserva un puñado de caracteres para dotarlos de personalidad propia -la muchacha acaudalada, la madre e hijo sirvientes…- con el objetivo de, a partir de su individualidad, aportar matices ante unas partes enfrentadas que, por lo demás, se componen por medio de arquetipos -e incluso estereotipos- que tienden a representar esta dualidad y este conflicto de manera abstracta, limando casi cualquier detalle particular o reconocible, desideologizando en buena medida el planteamiento. Semeja preferir la perturbación, el zarandeo. Una decisión que a la postre, y probablemente de manera involuntaria aunque en cualquier caso cuestionable, termina por hacer prácticamente tábula rasa desde la barbarie e igualar las reivindicaciones de una masa que se rebela por los 60 millones de pobres del país con la situación que se vuelve en contra de una cleptocracia endémica. Con todo, es este devenir un tanto ambiguo podría admitir también cierto espacio para la reflexión y el debate.

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Nota IMDB: 6,3.

Nota FilmAffinity: 6,3.

Nota del blog: 7.

Llanto por un bandido

5 Oct

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Año: 1964.

Director: Carlos Saura.

Reparto: Francisco Rabal, Lea Massari, Philippe Leroy, Lino Ventura, Antonio Prieto, Fernando Sánchez Polack, Manuel Zarzo, José Manuel Martín, Rafael Romero, Agustín González.

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           Llanto por un bandido es el primero de lo que Carlos Saura vendrá a llamar sus “ensayos sobre personajes”, obras que se aproximan a figuras como el bandolero José María ‘El Tempranillo’ en esta, Lope de Aguirre (El Dorado), San Juan de la Cruz (La noche oscura), Francisco de Goya (Goya en Burdeos), Luis Buñuel (Buñuel y la mesa del rey Salomón) o Wolfgang Amadeus Mozart (Io, don Giovanni).

Precisamente, el cineasta invita a participar a sus dos compatriotas aragoneses en el filme. El primero, simbólicamente, a través de una reproducción de su Duelo a garrotazos. El segundo, de cuerpo presente, ya que realiza aquí un cameo como verdugo en una introducción que sería cercenada por la censura franquista y luego recuperada en 2018, es decir, 44 años después del estreno del filme. Junto a él, leyendo solemnemente la sentencia, aparece Antonio Buero Vallejo, quien llegó a ser condenado a muerte en las postrimerías de la Guerra Civil española y sufrió presidio y censura bajo la dictadura.

           En Llanto por un bandido subyace una evidente carga política. Dentro de estas referencias podría aventurarse una muerte a manos de la caballería del absolutista Fernando VII que parece emular la Muerte de un miliciano, de Robert Capa. En este contexto, El Tempranillo, en busca de conquistar el tratamiento de ‘don’, trata de mantenerse ajeno a los vaivenes de una España volátil, encaramado en las cumbres de la Sierra Morena desde donde cree haberse adueñado de un paisaje romántico, todo ruinas de poderosos castillos y eternos olivares en lontananza. Pero el retrato épico que pretende encarnar el bandolero es pura apariencia. No está subido a un caballo, sino sentado sobre un mísero tronco. Todo es política y, aunque El Tempranillo la rehúya, esta le dará pronto alcance.

Si bien esta última transición dramática -una toma de conciencia traducida en sacrificio redentor- se desarrolla de forma precipitada -tanto como las tajantes elipsis que hacen avanzar el relato, confiriéndole un aire de precariedad a la obra que se refuerza en las escenas de batalla-, Saura ya había diseminado antes elementos discursivos como el planteamiento del bandolerismo a modo de lucha de clases entre los desposeídos labriegos y los señoritos de cortijo, o el imperativo de la rebeldía contra las traiciones del poder establecido -ese Rey Felón que ajusticia a aquellos que le habían devuelto el trono combatiendo contra el Francés en la Guerra de la Independencia española-. El libreto, firmado por Mario Camus y el propio director, contiene pasajes elocuentes en el retrato social y personal, como el de los comensales de la venta.

           En unos tiempos en el que las producciones europeas empezaban a convertir Andalucía en un salvaje oeste alimentado de spaghetti, Llanto por un bandido comparte ese gusto por los rostros sucios y sufridos, incluso para los papeles protagonistas, con la contundencia de Paco Rabal y, en un papel más breve, Lino Ventura. No obstante, luce a la par composiciones pictóricas -esa cita a Goya, la visión romántica de la serranía andaluza, la estancia nupcial, las tétricas plañideras y el Cristo velado de la ejecución a garrote vil…- y un sentido lírico que arraiga en el dibujo de este bandolero sentimental, cuya visceralidad se acompaña desde los temas de la banda sonora, que son lamento racial.

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Nota IMDB: 6.

Nota FilmAffinity: 5,8.

Nota del blog: 6,5.

Matrix Revolutions

17 Ago

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Año: 2003.

Directoras: Lilly Wachowski, Lana Wachowski.

Reparto: Keanu Reeves, Laurence Fishburne, Carrie-Anne Moss, Hugo Weaving, Harold Perrineau, Jada Pinkett-Smith, Harry Lennix, Clayton Watson, Nona Gaye, David Roberts, Nathaniel Lees, Ian Bliss, Anthony Zerbe, Mary Alice, Helmut Bakaitis, Collin Chou, Tanveer K. Atwal, Bernard White, Tharini Mudaliar, Lambert Wilson, Monica Bellucci, Bruce Spence.

Tráiler

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         Todo lo que tiene un principio tiene un final -mientras no lancen una nueva secuela o un reboot-, y el de la trilogía Matrix fue de ruido y furia. Lanzada apenas seis meses después de Matrix Reloaded, Matrix Revolutions se estrenó simultáneamente en más de 20.000 salas de 50 países, entre ellos, por primera vez en un evento semejante, China. Aparte de suscitar una espectación de por sí desaforada, el objetivo era evitar el pirateo informático de la película, una auténtica curiosidad para un relato protagonizado por un hacker devenido en salvador de la humanidad.

         A partir de lo sembrado en la anterior entrega, Matrix Revolutions se ve obligada a saldar la saga en un enfrentamiento épico que, a la postre, reduce su apelotonado repaso filosófico-espiritual a un duelo entre el mesías y su némesis, entre el yin y el yang, entre el bien y el mal. Un cuello de botella que, con no pocas contradicciones, filtra el conflicto entre la máquina y el ser humano acercando las posturas entre ambos -los sentimientos compartidos, como el amor, la solidaridad o la esperanza-.

Si algo destaca en el discurso de Matrix Revolutions como elemento esencial de la existencia humana es la fe. Depositar ciegamente toda esperanza de futuro en algo ajeno a uno de lo que no hay prueba empírica. A golpe de pura insistencia, el concepto alcanza su cima en este desenlace, con cotas de verdadero anuncio religioso. Como en Matrix Reloaded, Neo sigue vistiendo negra sotana mientras sus acólitos le profesan reverencia. Brazos en cruz, el Elegido, que ya encarnaba el universal anhelo del tipo corriente de descubrir que en realidad es un ser providencial llamado a grandes hazañas, inspira definitivamente a los habitantes de Zion para que cumplar su destino legendario -al que llegan paradójicamente por su elección particular, si atendemos al mensaje del filme-. Venida la hora, todos pueden ser héroes. Todos somos Neo, una vez más.

         Matrix Revolutions es una película narrativamente poco consistente y, sobre todo, escasamente imaginativa -cabría rescatar acaso la estación de metro o detalles como la lluvia sobre fondo verde que remite al código de la simulación-. La mitología de la serie, que a fin de cuentas es bastante sencilla, no da para más. Su argumento es el preámbulo, desarrollo y resolución de la batalla definitiva -mil veces vista-, la cual se libra desde lo cósmico -Neo contra Smith- hasta lo común y colectivo -Zion contra la invasión de las máquinas-. No es de extrañar que el relato continuase a través del videojuego, que después de esta conclusión semejaba su prolongación natural. Como si la hubiese contaminado el agente Smith, Matrix era ya mero espectáculo visual. Una pantalla en verde, vacía realmente de sustancia alguna.

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Nota IMDB: 6,7.

Nota FilmAffinity: 6.

Nota del blog: 4.

Matrix Reloaded

15 Ago

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Año: 2003.

Directoras: Lilly Wachowski, Lana Wachowski.

Reparto: Keanu Reeves, Laurence Fishburne, Carrie-Anne Moss, Hugo Weaving, Harold Perrineau, Jada Pinkett-Smith, Anthony Zerbe, Lambert Wilson, Monica Bellucci, Adrian Rayment, Neil Rayment, Harry Lennix, Helmut Bakaitis, Gloria Foster, Collin Chou, Randall Duk Kim, Clayton Watson, Nona Gaye, David Roberts, Nathaniel Lees, Ian Bliss.

Tráiler

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          El boom de Matrix había sacudido inesperadamente a todo el globo, dejando una profunda huella en la manera de abordar y entender la relación entre los ciudadanos e incluso las entidades colectivas con el proceso de expansión de las tecnologias de la comunicación y la información, que colonizaban la vida privada y los espacios públicos. El fenómeno se había plasmado asimismo en los más de 450 millones de dólares de recaudación cosechados en todo el mundo. De ahí que, cuatro años después de la primera entrega, el estreno de Matrix Reloaded supusiera un auténtico acontecimiento internacional, además de una enorme presión para las hermanas Wachowski y su decisión sobre hacia dónde conducir una saga tan influyente en lo cinematográfico y lo sociológico.

          Matrix Reloaded aboga por el camino de la circunspección y la trascendencia -esto es, la pretenciosidad-, y amplía además el escenario mitológico de la serie mostrando los decorados y el funcionamiento de Zion -liderada, entre otros, por un consejero al que presta rostro Anthony Zerbe, quien ya había combatido con fuego a las máquinas en El último hombre… vivo-. Se insiste por tanto en ese existencialismo esencial que se planteaba en Matrix -el sentido de la propia vida, la discusión entre determinismo y libre albedrío, la naturaleza de la realidad-, al mismo tiempo que se consolida la configuración dual del conflicto místico -el Mesías y su Némesis; la eterna lucha entre el Bien y el Mal-, todo ello enredado en una maraña de referencias filosóficas que parecen aglomeradas de una forma un tanto difusa o arbitraria, dentro de un envoltorio de empalagosa espiritualidad cercana al new age -esa estética de la ciudad humana, la unión ecuménica de sus variopintas gentes, sus cuevas de estalactitas y estalagmitas y sus moradores vestidos con prendas de tejido orgánico y aficionados a la batukada-. Es paradigmática la conversación con el Arquitecto, donde el engolamiento y la sobreelaboración del diálogo trata de disimular la sencillez conceptual del asunto.

          En cualquier caso, este fondo trascendental aparece debidamente ribeteado, por supuesto, de un nuevo salto en la espectacularidad de una acción sustentada en buena medida en el impacto de los efectos especiales, que es la otra marca característica de la saga, a la misma altura que lo anterior y con un nivel de influencia idéntico.

Hay una evidente paradoja en la trilogía Matrix que ahora se extrema: su reflexión acerca de la progresiva virtualización de la experiencia colisiona con la intensiva digitalización de las escenas de acción y la dependencia del chroma y del ordenador para componer el fotograma. El efecto bala se redobla, las artes marciales tienen cada vez más vuelo, la persecución de la autovía sacrifica fisicidad artesanal en aras del más difícil todavía, sentando un precedente de referencia para los blockbusters de la década. Pero, ¿qué es una mierda de sicario incorpóreo al lado de la tangible rotundidad de Monica Bellucci? Ya no vale con un agente Smith, han de ser cientos. El espíritu de novelilla de ‘elige tu propia aventura’, que es lo que daba gracia al original, queda por el trayecto.

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Nota IMDB: 7,2.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 5,5.

Matrix

13 Ago

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Año: 1999.

Directoras: Lilly Wachowski, Lana Wachowski.

Reparto: Keanu Reeves, Laurence Fishburne, Carrie-Anne Moss, Hugo Weaving, Joe Pantoliano, Gloria Foster, Marcus Chong, Matt Doran, Belinda McClory, Julian Arahanga, Anthony Ray Parker, Paul Goddard, Robert Taylor.

Tráiler

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         Para convertirse en un auténtico fenómeno cinematográfico y sociológico, impreso a fuego en la cultura colectiva, Matrix supo rastrear y pulsar las fibras sensibles del cambio de siglo. La democratización y universalización de la tecnología; la expansión de la world wide web, las plataformas y videojuegos virtuales y el alumbramiento de una vida alternativa digital; el efecto 2000 y la amenaza del hacker en la sombra; el milenarismo, la fusión cultural en un mundo globalizado, las coreografías hongkonesas de artes marciales llevadas a un nivel poco o nunca visto anteriormente, la estética de discoteca techno que dominaba el periodo… Todo ello sobre la base de el tradicional y siempre efectivo esquema del aparente marginal -el tipo corriente de aburrida e incluso desazonadora existencia, en resumen- a quien se le revela su razón de ser como mesías providencial, lo cual entremezcla por tanto existencialismo con referencias bíblicas, filosofías orientales, clásicos literarios…

         Dos décadas después, Matrix sobrevive perfectamente como cuestionamiento del homo tecnologicus y de su experiencia de la realidad. Aunque aboga por la distopía tortuosa en lugar de por esa distopía de progreso ilusorio que parece ser la predominante –la sumisión mediante el placer superficial y no mediante la opresión brutal, como pronosticaba Aldous Huxley en Un mundo feliz-, su vigencia argumental puede considerarse reforzada incluso por el desarrollo y ampliación de la vida paralela y simulada por la vía de las redes sociales como nuevo opio en el que hasta se puede cuantificar objetivamente la gratificación obtenida -likes, matches, corazones…-; la ultraexposición de la privacidad también por el big data y los sistemas de espionaje disimulados o hasta relativamente voluntarios; la hiperconectividad y la hiperinformación como herramientas de control y confusión…

Peor fortuna corren todas las escenas que encajarían en un anuncio de batalla de djs, caso de la entrada en Matrix de la tripulación del Nabucodonosor o el imitado y parodiadísimo asalto del recibidor del rascacielos. Con todo, es imposible negar la influencia posterior de esos equilibrios coreográficos, ralentíes de cámara y trucajes visuales como el ‘efecto bala’. El catálogo de horrorosas gafas de sol no se mencionará porque volverán a estar de moda en algún momento de la próxima década.

         En definitiva, en mitad de este universo confuso e inaprensible que conspira contra él, Thomas Anderson, un perdedor cualquiera, se pregunta quién es y qué hace aquí, en un cuchitril nauseabundo, sin amigos y con cara pasmada de estar esperando no se sabe qué. Hasta que, de la nada, el conejo blanco otorga carta de validez a su alter ego Neo y le guía hasta su destino manifiesto, con una épica entre apocalíptica y salvífica a la altura de las más elevadas expectativas de su ego desencantado y doliente con la insulsa vida de todo hijo de vecino. Una alucinación en tonos verdosos o azules, según se esté a uno u otro lado de la ilusión.

Vista desde esta distancia de 20 años -y del paso de la adolescencia a la edad adulta-, se percibe con claridad, en la escena de presentación del protagonista, la construcción trascendental que configuran alrededor de él las hermanas Wachowski -por entonces eran los hermanos Wachowski, como es sabido; un conflicto de identidad que ahora puede añadir un elemento más desde el que interpretar esta temática acerca de personalidades ocultas bajo la piel impuesta a priori por la naturaleza o la sociedad, y acerca de la capacidad de decisión del individuo para conquistar su propio y espectacular sino-. «Eres mi Jesucristo personal», «necesitas desconectarte», «no distingo sueño de realidad»… Las claves en la primera conversación.

El fondo es menos intrincado de lo que asemeja, y es probable que las propias directoras y guionistas fueran bien conscientes de ello, porque en esta entrega inaugural de Matrix se hallan infiltrados pequeños detalles de humor y un agradecido regusto de serie B en parte de su imaginería -las torres chisporroteantes del criadero, el gancho de rescate, los enormes enchufes cerebrales, el kung fu, los guiños cinéfagos…-. Son rasgos que casan con ese espíritu de novela juvenil de ‘elige tu propia aventura’ que domina la trama del neófito Neo -arrastrado de improviso a una epopeya inesperada en la que debe ir dilucidando qué pastilla escoge o no, qué camino sigue o no, qué debe creer o no…- y que, en cierto modo, invita a participar al espectador y que resulta bastante entretenido.

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Nota IMDB: 8,7.

Nota FilmAffinity: 7,9.

Nota del blog: 7,5.

Tierra en trance

1 Abr

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Año: 1967.

Director: Glauber Rocha.

Reparto: Jardel Filho, Glauce Rocha, Paulo Autran, José Lewgoy, Paulo Gracindo, Hugo Carvana, Danuza Leão, Joffre Soares, Flávio Migliaccio, José Marinho.

Tráiler

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            Arte, compromiso. En los años sesenta, el Cinema Nôvo se lanzaba a las calles de Brasil para dar testimonio de sus injusticias y contradicciones desde unas imágenes que trascendían la herencia del Neorrealismo italiano, paradigma de la conciencia social en el séptimo arte, para articular sus alegatos y denuncias también desde la experimentalidad estilística. Su idealismo se encontrará con el golpe de Estado militar de 1964 y la instauración de una dictadura castrense que se prolongaría por más de dos décadas.

Tres años después de esta Contrarrevolución, Glauber Rocha entregaba Tierra en trance, un manifiesto simbólico y visceral escrito en rabia y decepción. El protagonista, a quien suele considerarse un alter ego del cineasta, representa a la intelectualidad embarcada en crear la revolución en un prototípico país latinoamericano, Eldorado, en el que retrata con ambición los diferentes estratos de poder que determinan los designios de una nación violentada y empobrecida.

            Tierra en trance posee la inmediatez descarada y desaforada de la Nouvelle Vague francesa y el cine underground estadounidense, pero también, por momentos, el reflujo instintivo y alegórico del agitprop soviético y el Luis Buñuel alzado en rebelión contra las fuerzas reaccionarias que dominan a la sociedad. Con los fotogramas naciendo en una derrota, su estructura narrativa rompe con la linealidad para encabalgarse en los arrebatos de indignación, de romanticismo, de desencanto, de duda y de muerte del poeta-revolucionario.

Son fragmentos arrancados en crudo, todavía palpitantes, que hasta se arrojan contra el rostro del espectador, a quien interpela puntualmente desde una ruptura de la cuarta pared atronadoramente agresiva. Demasiado, incluso; ya envejecida tras el paso del tiempo, de igual manera que el relato se torna en exceso embarullado y confuso en mitad de las propias incertidumbres del pensador situado a uno y otro lado de la cámara, en errática crónica sentimental; engolado por la incontención y la altisonancia de su discurso.

            Las escenas de Tierra en trance, agitadas y de brusco montaje, muestran coléricas un país zarandeado por tradicionalistas iluminados, por políticos incapaces, por plutócratas inmorales, por una Iglesia desnortada, por un pueblo humillado sin voz ni voto, por un neocolonialismo económico que se erige en el auténtico monstruo en la sombra. Se adentran a dentelladas asimismo en reflexiones a propósito de la impotencia del arte para ofrecer soluciones o consuelo a las problemáticas sociales; acerca de la revolución quizás como expresión de amor, a tenor de la relación del poeta y su musa en el romance y el activismo.

            Censurada en Brasil por atentar contra el prestigio nacional, el apoyo del mundo del cine le permitiría concursar en el Festival de Cannes, donde se alzaría con el premio Fipresci.

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Nota IMDB: 7,5.

Nota FilmAffinity: 6,8.

nota del blog: 6,5.

Tiempo después

13 Ene

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Año: 2018.

Director: José Luis Cuerda.

Reparto: Roberto Álamo, Miguel Rellán, Blanca Suárez, Manolo Solo, Carlos Areces, Gabino Diego, Daniel Pérez Prada, Arturo Valls, Berto Romero, César Sarachu, Pepe Ocio, María Ballesteros, Antonio de la Torre, Joaquín Reyes, Raúl Cimas, Miguel Herrán, Javier Bódalo, Nerea Camacho, Martín Caparrós, Secun De La Rosa, Saturnino García, Estefanía de los Santos, Iñaki Ardanaz, Joan Pera, Andreu Buenafuente, Eva Hache.

Tráiler

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         El arte debe de ser el único mundo donde es hermoso pagar las deudas. Según explicaba Berto Romero, fueron él y otros cómicos los que acudieron al rescate de José Luis Cuerda cuando este les confesó que no encontraba financiación suficiente para su nuevo proyecto, Tiempo después -adaptación de su propia novela homónima-, con el que pretendía seguir el universo en el que orbitan Total, Amanece, que no es poco y Así en el Cielo como en la Tierra, una trilogía que ha sido referencia para múltiples generaciones de humoristas por su inventiva, su carisma, su capacidad crítica y, por su puesto, su gracia desternillante. Se trata de un microcosmos de realismo mágico manchego, detenido en un paisaje social propio de los años cincuenta a modo fotografía congelada de las pulsiones inmutables de todo un país, ya sea de su pasado, de su futuro o de su vida ultraterrena, y en el que lo trascendente convive y colisiona con lo costumbrista, lo culterano con lo coloquial, la sátira con el absurdo. El elenco será también un fiel reflejo de esta devoción retribuida, así como los pequeños homenajes que contiene el guion.

         En Tiempo después, ambientada en el año 9177, milenio arriba, milenio abajo, este pueblecito interior se establece ya en el Edificio Representativo, un ciclópeo inmueble a las afueras que condensa al orbe entero, regido por unos rigurosos principios de eficiencia económica. Cuerda, un autor de firme posicionamiento ideológico, encuentra que la tiranía ya no se halla explícita bajo las formas de un totalitarismo nacionalcatólico, sino más bien bajo una apariencia ordenada y aparentemente accesible a todos: la del capitalismo como ideología rectora de la sociedad.

Sobre esta base crítica, el cineasta sirve una distopía esperpéntica en la que, de la misma manera que el presente, se mueve una sociedad a dos velocidades: la de los privilegiados y la de los no privilegiados. Cuerda las enfrenta desde ese estilo cómico marcado por una ilógica antinaturalidad -reflejada primordialmente en los diálogos, propios de un tratado económico, social, filosófico o religioso, e incluso de una obra literaria de la Generación del 27-, que, combinada con los reflejos cruelmente deformados de la actualidad, cargados sobre arquetipos ordinarios, es a partir de la cual brota el absurdo. A través de una observación y de una reflexión concienciadas, el autor albaceteño desnuda la realidad, sajándola con el afilado bisturí del humor.

         Los chistes estallan en cada plano, producto de un hábil manejo de las múltiples historias que, engarzadas con mayor o menor unidad en ese tronco satírico principal, quedan en manos de un reparto coral. Ante semejante bombardeo, es imposible pedir que todo funcione al mismo nivel, porque además hay puntos verdaderamente gloriosos, pero esta distribución contribuye a mantener a buena altura el tempo cómico y narrativo sin que las elevadas revoluciones del absurdo de Tiempo después agoten o se agoten.

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Nota IMDB: 6,4.

Nota FilmAffinity: 6.

Nota del blog: 7,5.