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Fargo

30 Jun

«No atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez.»

Principio de Hanlon

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Fargo

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Fargo

Año: 1996.

Directores: Joel Coen, Ethan Coen.

Reparto: Frances McDormand, William H. Macy, Steve Buscemi, Peter Stormare, Harve Presnell.

Tráiler

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           Los Coen, como su cine, poseen una apariencia inofensiva que, en realidad, oculta el verdadero alma de dos destripadores de géneros, códigos y convenciones. Cada obra les pertenece, independientemente de su naturaleza, su clasificación temática o las posibles referencias de origen. Un thriller en el que todos los elementos atmosféricos y argumentales parecían chirriar al unísono (Sangre fácil), el secuestro de un bebé por una pareja de inútiles (Arizona Baby), el dramático e hilarante sufrimiento del creador ante la página en blanco (Barton Fink), la vuelta de tuerca a la novela negra chandleriana (Muerte entre las flores), la opresión y minimización que sufre el individuo inocente en el despiadado mundo de los negocios en una tragicomedia de aires caprianos (El gran salto),…

Méritos suficientes como para situar a los hermanos bajo los atentos focos de crítica y público. Con su siguiente obra, Fargo, alcanzarían el que en ese momento se erigiría en su más sonado éxito en ambos campos.

           Situado como satírico trasfondo dentro de un torpe caso de secuestro basado en hechos reales, se encuentra en Fargo el que, tal y como observaba el crítico Ángel Fernández-Santos, compone uno de los elementos clave de la obra de los Coen y mediante el cual parecen definir su perspectiva de los Estados Unidos, siempre envueltos en una especie de bruma atemporal que combina coyunturas contemporáneas con otros factores ambientales que se diría sacados de un cartel publicitario de los tiempos de propaganda del American Way of Life.

Esto es, al igual que los criminales de medio pelo de Arizona Baby, la inefable pandilla que secunda al Nota en El gran Lebowski, los prófugos de O’Brother, el infausto protagonista de El hombre que nunca estuvo allí, los patosos ladrones de Ladykillers y los chantajistas de Quemar después de leer, el empleaducho de un concesionario con sueños de librarse de la soga económica de su suegro mediante el disparatado secuestro de su propia esposa, es un completo patán.

Este individuo lamentable, con el fracaso como patología, atropellado por la amargura de su grisácea vida laboral y familiar, es la cabeza visible de un grupo de personajes peculiares cuya ingenuidad linda con la ignorancia y, por qué no, con la estupidez más absoluta. Una idiocia galopante que le conduce a un optimismo inconsciente y suicida –otro de los signos esenciales del país-, el cual le insta a desafiar a su Destino de perdedor tan solo para quedar cruelmente sepultado bajo el peso de su inmutabilidad.

Seres mediocres en definitiva –nada más compararlos con la gigantesca estatua de Paul Bunyan que domina el pueblo desde las alturas como una deidad impasible, o comprobar su desprotección y reducido peso en el gélido escenario-, ampliamente sobrepasados por unas circunstancias que en modo alguno controlan.

            En consecuencia, esta extraña y divertida propuesta anti-noir no se resuelve entre planes intrincados y geniales tan solo vencidos por los funestos hados, ni entre diálogos afilados que desnudan el alma de sus torturados moradores.

Aquí, el denominador común del diálogo es el «yeah» hueco empleado a modo de interrogación, respuesta e interjección; la descripción más detallada es un “tenía un aspecto raro, más incluso de lo normal”. El héroe –la heroína-, no es un tipo lacónico, desengañado y de dudosa ética, sino una entrañable sheriff embarazada con aspecto de perfecta ama de casa –es decir, con su carácter convencional asumido sin fisuras en forma de ambiciones inalcanzables- que va atando cabos mediante sonrisas y expresiones maternales (Frances McDormand, actriz fetiche, devota esposa).

            Son rasgos todos ellos que ponen de manifiesto, una vez más, el implacable e intransferible talento creativo de los hermanos Coen, dueños de un universo singular en el que lo más patético de la realidad abraza definitivamente ese surrealismo que, desde una mirada con un poco de comprensión, amor y capacidad de reírse de uno mismo, en verdad merecía.

 

Nota IMDB: 8,2.

Nota FilmAffinity: 7,8.

Nota del blog: 8.