El año que vivimos peligrosamente

6 Ene

«A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.»

Oscar Wilde

 

 

El año que vivimos peligrosamente

 

Año: 1982.

Director: Peter Weir.

Reparto: Mel Gibson, Linda Hunt, Sigourney Weaver, Bembol Roco.

Tráiler

 

 

            ¿Puede haber algo más estimulante para un licenciado en historia apasionado de los procesos de la política internacional en el siglo XX, periodista en ciernes y emigrante ocasional que El año que vivimos peligrosamente?

            Un inexperto reportero australiano, Guy Hamilton (Mel Gibson), se enfrenta a su primera corresponsalía en la Indonesia de Sukarno, tiempos convulsos e impredecibles, de miedos y de esperanzas, entre los que se abría paso un país recién nacido en un mundo totalmente nuevo, simbolizado a su vez en la nueva vida de ese periodista en su sentido más romántico.

Una aventura exótica y urbana, con el sabor de los dramas coloniales clásicos y una realización impecable, maravillosamente lírica y jugosamente profunda, empapada de antiguos misterios y pasiones a flor de piel, en la que el hombre blanco es un ser impostado, ajeno a un lugar al que no pertenece y en el que vive ignorante e impotente como un niño engreído, fatuo y malcriado.

Es el fotógrafo Billy Kwan (Linda Hunt) el único capaz de imbuirse en cuerpo y alma en los secretos de esas tierras ignotas, de comprender los ocultos hilos que mueven la existencia, quien guía los pasos de Hamilton en el despertar de su conciencia a la realidad inapreciable a los ojos del orgulloso y decadente Occidente, al mismo tiempo que le descubre, titiritero omnisciente oculto tras el telón, las puertas que conducen a la verdadera felicidad: el amor incondicional y sin barreras. Es el sabio humilde y lúcido al que los atrevidos y engreídos representantes de la superioridad del Primer (y único) Mundo ningunean y tachan de ingenuo, si bien encarna al mismo tiempo el ascenso de las ilusiones y la caída en la amarga decepción de ese último idealismo que creía que esta vez sí todo era posible.

Simples siluetas en el gran teatro de la vida.

            Weir vuelve a demostrar que, aparte de un director dueño de una encomiable sensibilidad y elegancia, es también único captando y creado ambientes, como ya había logrado con el onirismo hipnótico, turbadoramente plácido pero pegajoso que impregnaba Picnic en Hanging Rock, el más inquietante, anuncio de la pesadilla, de La última ola o la tensión, el miedo latente y la camaradería de la amarga Gallipoli. Se experimenta ese nerviosismo, excitación y ansiedad del contacto con lo extraño, con la aventura; se palpa ese romance torrencial en el calor del trópico; se siente la desolación de los sueños rotos y el vacío de las ilusiones perdidas.

             Linda Hunt –galardonada con un Oscar– está formidable en su papel del pequeño Billy, cuya complejidad colma mediante una actuación llena de matices e inflexiones, aportando desde ese extraño travestismo un cierto halo en su mirada a Hamilton que sugiere algo más que la pura devoción y expectación. Tanto Gibson –en su consagración definitiva, y con quien Weir ya había trabajado en Gallipoli– como Weaver también están magníficos.

Excelente película.

 

Nota IMDB: 7.

Nota FilmAffinity: 7.

Nota del blog: 10.

5 respuestas to “El año que vivimos peligrosamente”

  1. plared 7 enero, 2012 a 07:42 #

    Muy buena esta critica de una pelicula, que muy pocas veces se nombra y coincido contigo. Es magnifica y sus dos protagonistas estan esplendidos. Una pelicula que merece ser recordada ya que es de las que mejor capta el ambiente que se deneria de respirar en una situacion y en un pais como el que se describe. Cuidate y un abrazo

  2. ALTAICA 7 enero, 2012 a 11:06 #

    Es una película que vi hace ya muchísimos años y de la que guardo un grandísimo recuerdo. No sé si un 10 es excesivo, pero no me extraña lo más mínimo que sea tu puntuación, pues como bien dices en el ingreso de la crítica, tiene todos los elementos internos y externos para hacerla una obra especial y magnética para un joven historiador y periodista.

    La recuerdo especialmente brillante en el lado humano, en ese lirismo especial que describes y en su ritmo cinematográfico sobresaliente. También se hicieron buenas películas al respecto como aquella notable Bajo el fuego del mismo año (más sobrecargada en elementos de impacto y menos sumerjida y profunda a nivel de personajes), pero me quedo sin duda con la que nos ocupa. Creo que es sin duda la mejor película de su autor y una referencia absoluta en el género de reporteros o similar. Tu pasión o devoción por esta película se refleja sobremanera en tu crónica. Un abrazo

    • elcriticoabulico 7 enero, 2012 a 13:08 #

      Los años ochenta dejaron unas cuantas películas que situaban al periodista como espectador (o partícipe) del nacimiento entre sangre y fuego de esos países del entonces autodenominado Tercer Mundo -en oposición al primero, Occidente, y al segundo, el mundo comunista- y de regiones en disputas de Guerra Fría, muchas veces sacudiéndose furibundamente la tutela paternalista, interesada y forzosa del mundo desarrollado: esta El año que vivimos peligrosamente, que es mi favorita; Los gritos del silencio, que también es estupenda; Salvador, bastante interesante, o Bajo el fuego, que comenté hace no mucho y de la que, pese a tener cosas majas, me esperaba más.
      El año que vivimos peligrosamente, como bien señala Plared, tiene una atmósfera admirable. Weir es un maestro a la hora de crear ambientes capaces de introducirte en la película, de hacerte partícipe del contexto, de vivir las situaciones como propias. Y para mi, en este caso, es una atmósfera muy estimulante, por motivos obvios.
      Es cierto, se la recuerda menos de lo que se debería. Posee el aroma de los buenos clásicos.
      Saludos.

  3. Deckard 26 marzo, 2020 a 01:55 #

    Ahora que parece bastante evidente que parece difícil que Peter Weir vaya a volver a dirigir de nuevo una pelicula es un buen momento para reivindicarle de manera muy entusiasta. Un hombre que ha tenido una carrera ejemplar tanto en territorio australiano como hollywoodiense sin traicionarse ni un ápice, y siempre sabiendo encontrar proyectos que aunaban sus preocupaciones más íntimas con las de un amplio sector de espectadores. Un hombre que supo aunar como pocos calidad con comercialidad, respetando siempre la inteligencia y los buenos instinttos de aquellos que pagaban su entrada para entrar en la sala oscura. Sin levantar la voz, y sin pisar a nadie, Weir ha conseguido erigir una filmografía más que notable, en la que destaca un numeroso puñado de clásicos contemporáneos (esta misma, más «Galipolli», «Unico testigo», «El club de los poetas muertos», «Matrimonio de conveniencia», «El show de Truman» y «Master and commander» entre algunas otras de su primera etapa en su país natal). Incluso sus notorios fracasos de taquilla y crítica tienen elementos salvables y son películas que merecen la pena verse una vez o incluso más («La costa de los mosquitos» y «Sin miedo a la vida»). Lästima que esta última década o él no se haya sentido con fuerzas o ningún productor le haya confiado un proyecto a su altura, pero lo cierto es que lo echaremos de menos cuando no esté. De hecho ya lo estamos haciendo. Hacen falta detrás de las cámaras nombres con su constrastada sensibilidad y buen gusto.

    Saludos.

    • elcriticoabulico 27 marzo, 2020 a 14:33 #

      Pues sí, la verdad es que es una lástima. Lo cierto es que siempre se ha tomado su tiempo entre proyectos, en parte por el coste de su independencia y en parte porque se debe de tomar con calma las cosas, pero por lo visto no se considera oficialmente retirado. O eso decía hace poco en una visita a España. Por lo visto, está a la espera de que se den las circunstancias adecuadas. Ojalá sea así.
      Saludos, Deckard.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.