Amor

4 Jun

La crítica íntegra y original de esta auténtica obra maestra (y vaya por delante que uno no es precisamente aficionado al cine de Michael Haneke) se encuentra, con sus respectivas cinco estrellas, en la web de CINEARCHIVO.

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“El cine es, sobre todo, una cuestión de amor.”
Jesús Franco

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Amor

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Amor

Año: 2012.

Director: Michael Haneke.

Reparto: Jean-Louis Trintignant, Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert.

Tráiler

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            La violencia en la sociedad contemporánea, el desmoronamiento espiritual y afectivo de occidente, la deriva moral de las clases medias e intelectuales, la incapacidad en la asunción de la culpa, el perdón y el amor, el origen cultural y hereditario del mal, el apocalipsis concebido como un proceso interno e irreparable del ser humano.

Hasta el momento, el cine de Michael Haneke componía un universo bullente de emociones malsanas. Una colección de episodios claustrofóbicos que retrataban las más aberrantes pulsiones de un hombre despojado de su humanidad a causa de la alienación provocada por el colectivo –la opresión de la institución familiar, los monstruosos códigos de la sociedad-, elemento hipertrofiado hasta la deformidad, gélido, implacable y kafkiano.

El faro humanista de Europa, que ilumina y disecciona con deslumbrante maestría los aspectos sombríos de la existencia, tal y como se calificó al realizador de origen alemán durante la concesión de su premio Príncipe de Asturias.

           Estamos por tanto ante un cosmos de desvelos filosóficos y preguntas sin respuesta, plasmado de tal manera en un cine de vocación trascendente que enlaza la autoría de Haneke con la más oscura escuela nórdica, descendiente de otros bardos del desasosiego como Carl Theodor Dreyer o Ingmar Bergman. Un parentesco establecido para bien y para mal, ya la obra que este cineasta capaz de componer algunas de las imágenes más perturbadoras de las últimas décadas, experto en accionar mediante la pura sugerencia del fotograma los más ocultos y reprimidos resortes internos del espectador, acostumbra también a tender como contrapartida hacia un excesivo elitismo intelectual, la falta de equilibrio o piedad hacia sus personajes y hacia el público, y el hermetismo en demasiadas ocasiones injustificado. Es el precio de un estilo y una honestidad sin concesiones.

           Pero hete aquí que después de tantos años y tantas películas, Michael Haneke parece haber descubierto que su mejor cine trascendente no es aquel que enraíza con las insondables tribulaciones y la densidad erudita de Dreyer y Bergman, sino con el humanismo, la sencillez y la naturalidad de Yasujirô Ozu. Porque Amor, descrita por él mismo como “su película más tierna”, resulta ser su obra maestra.

           En Amor, la crónica de la agonía de un matrimonio de ancianos, Haneke, fiel a sí mismo, maneja los rasgos fundamentales de su estilo: sobriedad bressoniana, relevancia del plano general estático y dilatado, mínimos movimientos de cámara -no obstante fluidos y precisos-, y desnudez en la banda sonora. Una gramática propia, identificable con la neutralidad, que en anteriores filmes ponía de manifiesto una lacerante frialdad a la hora de abordar la absoluta miseria ética de los actos reproducidos ante la cámara.

Aquí, en cambio, esa neutralidad se traduce en la abrumadora veracidad de un relato que, al mismo tiempo, consigue transmitir calidez, dulzura e incluso un cierto lirismo derivado de esa entrega estoica y devota de un hombre hacia su esposa durante los últimos días de su existencia.

           El drama por excelencia, la pérdida del compañero de por vida y la toma de consciencia de la propia finitud, queda capturado así con la mayor austeridad posible, rehuyendo con encomiable éxito de subrayados redundantes y de las tentaciones obvias del ternurismo que en otras manos hubiera podido manar a raudales. En Amor no se derrama ni una sola lágrima, ni estalla ningún grito de desolación clamando al cielo. El desgarro emocional, intenso y descorazonador, cala hasta el interior de los personajes, hasta las vísceras del espectador.

           Buena culpa de ello reside en el elenco, factor clave para acometer con la debida satisfacción las premisas del filme. Bien es cierto que Haneke destaca como un excelente director de actores, pero no menos verdadero es que suele rodearse de repartos de talento contrastado. Es inevitable por tanto mencionar el sublime trabajo interpretativo de dos grandes de la escena europea como Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, ambos un derroche de sutileza y complicidad. El celebrado diálogo -más bien monólogo- entre la mirada vacía de ella y la mirada asustada, herida y entregada de él es una de las mejores muestras de cómo se puede expresar tanto diciendo tan poco. Las pequeñas flexiones en el gesto y los tenues temblores en la voz de Riva, más que su exigente actuación física (que también), hacen aflorar una compleja amalgama de notas y declinaciones emocionales en conflicto, que hallan su firme respuesta en la conmovedora contención de Trintignant. 

           Gracias a toda esta conjunción de recursos, Haneke demuestra que si otrora ostentó una habilidad sin parangón para reclamar los enterrados bajos instintos de la platea, ahora es de igual modo capaz de apelar a sus sentimientos más humanos. Su película transmite con delicadeza y precisión de cirujano emociones palpitantes, desbordadas y universales: cómo la muerte puede inundar pero no vencer a la vida; cómo los más profundos sentimientos perduran indelebles sin importar el tiempo o  las circunstancias; cómo el individuo puede encarar su término luchando por su dignidad como último asidero, mientras que a golpe de orgullo trata de camuflar el pánico de una fatalismo por desgracia cierto.

Todavía nos encontramos en un mundo turbulento –la descomposición familiar, la amenaza frecuente del robo-, pero por fin Haneke abre una ventana a la esperanza, a la humanidad. De entre las terribles y amargas cenizas de la agonía, Haneke extrae amor.

 

Nota IMDB: 7,9.

Nota FilmAffinity: 7,7.

Nota del blog: 10.

8 respuestas to “Amor”

  1. kaldina 4 junio, 2013 a 20:14 #

    Siempre me he querido ver esta peli! Gracias por la crítica.

    • elcriticoabulico 4 junio, 2013 a 22:30 #

      Pues la peli tiene mi bendición (si es que eso significa algo). Además, puedes aprovechar porque ya la han sacado en Blu-ray y DVD. Por cierto, dentro de tres entradas sale por aquí La mujer y el monstruo

      • kaldina 5 junio, 2013 a 18:35 #

        Enserio? que bien!!! Estaré pendiente para leerla!! Me encantó la peli. Gracias

  2. ALTAICAaltaica 5 junio, 2013 a 00:52 #

    Como ya escribí, te ha quedado una crónica ilustre con sabias vinculaciones cinematográficas sobre la manera de afrontar esta historia por parte de Haneke, en esa sencillez aparente al estilo Ozu, pero que en el fondo le otorgan su reverso, es decir, una densidad superior en un viaje inverso de lo natural y limpio hacia lo complejo en su naturalismo.

    Si esta película es grande lo es, entre otras muchas cosas, no solo por la manera impoluta de afrontar un tema sembrado de minas, más aún por una ejecución formal superlativa. Pausada e inmovilista pero inundada de una vital elegancia plástica sin subrayados estéticos que la conducen a la belleza y perfección en el estilo.

    De un rigor de confección y planteamiento que se antoja imposible de mejorar y como se ha dicho, probablemente la mejor película sobre el tema jamás rodada. Y es un su arranque donde ya se nos avisa del desarrollo en su realización, con ese plano estático y contemplativo de un auditorio en la representación de un concierto de piano. Y desde esa ejecución la morada de los protagonistas se hace un personaje más, un universo enorme en su pequeñez en el que habitan «las terribles y amargas cenizas de la agonía» y al mismo tiempo el amor y la ternura con mayúsculas.

    Sin duda una lección de cine desde el punto de vista formal y de planteamiento, que visita las entrañas sin cámara endoscópica y solo con tenues miradas, llegando de esa manera a los rincones más remotos. Es el claro ejemplo de como desde la decente sencillez se visita lo inmenso, pues esta obra realmente trata sobre uno de los grandes temas y pilares de la condición humana.

    Enhorabuena.

    • elcriticoabulico 5 junio, 2013 a 19:10 #

      Altaica, te voy a tener que censurar comentarios así, que me deslucen las críticas.
      Es cierto, como dices, que Amor sortea casi todas las minas posibles, peligros con las líneas divisorias tan finas como el regodeo en la conmiseración, la poesía barata sobre el padecimiento de la carne, el tremendismo emocional, la insistencia subrayadora de sus ideas y hallazgos para demostrar que es el más listo entre los cineastas,…
      Como digo, no me suele gustar Haneke, pero esta vez hay que reconocer que ha dado en el clavo de lleno con un tema que no era precisamente fácil de tratar.

  3. ALTAICAaltaica 5 junio, 2013 a 20:32 #

    Me recordó, salvando las distancias conceptuales y de valoración, «La escafandra y la mariposa», en el sentido de tratar ambas, desde lo distinto, temas de difícil abordaje, que abrigan múltiples peligros emocionales. Obviamente la segunda no está a la altura de la primera, pero sí coinciden en la manera diferente de encarar temas tan delicados vistos en el pasado, bien desde un discurso y ejecución impoluta o desde la libertad creativa y mágica, a veces ésta última en el filo de la navaja. Dos ejemplos, el primero magistral y el segundo espléndido, de como el talento, la autenticidad y la valentía no tienen que estar reñidos con la congruencia o ciertas aspiraciones ético estéticas.

    Y ¡ojo!, no perdamos de vista que si bien el dolor y la agonía inundan la película de Haneke, haciéndola aterradora, igualmente es cierto que se eleva sobre unos pilares de abnegación y conjunción de sentimientos hermosísimos. No solo es una película desoladora, es también una oda brutal en su desesperación a la capacidad humana de ser otro desde la filantropía que solo el amor es capaz de poner de manifiesto en la condición humana. Un desgarrador y al mismo tiempo hermoso retrato el primero, y un asfixiante y vitalista el segundo.

    • elcriticoabulico 5 junio, 2013 a 20:54 #

      Es que por momentos La escafandra y la mariposa parece más una película de náufragos que una película sobre una enfermedad terminal, o sobre la eutanasia, o sobre el sufrimiento físico (ya lo comenté cuando hice su crítica respectiva).
      Una de las cosas que más se agradece para esa capacidad para mantener al personaje dentro de una humanidad digna y no lastimera es que el protagonista, aun en su irreparable desgracia, no renuncia a dos elementos que pueden definir la vida: el deseo sexual y el humor, incluido aquel que sirve para reírse de uno mismo.
      No llega a la categoría de obra maestra, pero como dices es un filme muy recomendable, más aún teniendo en cuenta lo arriesgado de la propuesta.

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