El juez Priest

23 Abr

“Los grandes hombres son sencillos, los mediocres ampulosos.”

Jaime Luciano Balmes

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El juez Priest

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El juez Priest

Año: 1934.

Director: John Ford.

Reparto: Will Rogers, Tom Brown, Anita Louise, David Landau, Brenda Fowler, Berton Churchill, Stepin Fetchit.

Filme

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            A partir de 1930, John Ford jamás apareció acreditado como autor o colaborador del guion de ninguna de sus películas. Sin embargo, su huella es visible en todo momento, impregnada en rasgos recurrentes palpables a lo largo de la obra de un autor con unas ideas personales claras y definidas.

Entre estos denominadores comunes se encuentra la elección de un refugio idealizado e intransferible. Ese Edén particular que todo hombre anhela con melancolía, resguardo frente a la antipática realidad, y que en el caso de John Ford se encontraba situado en un pasado mítico, una Edad de Oro de desbordante humanidad y ternura que el viejo maestro localizaba ora en el profundo Sur rural (La ruta del tabaco), ora en Irlanda (El hombre tranquilo), venerada tierra de sus ancestros.

El juez Priest corresponde al primero de estos casos.

             El achacoso y pobretón Kentucky, doliente pero orgulloso tras la derrota en la Guerra de la Secesión, sirve así el escenario en el que se desenvuelven las tragedias y comedias, la existencia misma en definitiva, del juez Priest, un magistrado cuya irrupción, ya genial en sí misma, consiste en llamar orden a unos espectadores que parecen interrumpir su pacífica lectura de las tiras cómicas del periódico, de la misma manera que harán luego las engoladas peroratas del irritante fiscal Mayhew, a la sazón senador y, por tanto, representante del entrometido Estado.

Pícaro, independiente y bonachón, sencillo y espontáneo, de incalculable sentido común y una desmedida pasión por la vida, Priest es el inmaculado héroe fordiano. Uno de los personajes con mayor humanidad de toda la obra del cineasta estadounidense, si no el que más.

No en vano, como imprescindible pilar de la comunidad, el bueno del juez tendrá que lidiar por separado y finalmente al mismo tiempo con el mal de amores de su sobrino, los tiránicos caprichos de su cuñada y unos engorrosos juicios que no son sino producto del absurdo que los tiempos modernos han enquistado en la mente del pueblo en forma de insensateces como el elitismo, la codicia y la ambición.

            Guiado por el carisma y la personalidad de tamaño personaje, al que la atinadísima interpretación del popular cómico Will Rogers es capaz de insuflar todavía mayor vida, El juez Priest adopta las llanas y cálidas formas del cuento, tampoco exentas de tenues sombras como el apunte al carácter crepuscular de su irrepetible protagonista.

            Ford conduce la obra con dulzura, impregnándola de un desbordado tono romántico y de lírica nostalgia, y empleando algunas de las más reconocibles y expresivas marcas de la casa –la conversación con la difunta esposa, la muerte que no significa el fin de las relaciones sentimentales-.

A pesar de dejar por el camino algún apunte humorístico más deslavazado y a que el aire caricaturesco contribuye al envejecimiento de ciertos estereotipos (el polémico coon característico de Stepin Fetchin) y a desequilibrar alguna de las interpretaciones (en concreto la de esa tiránica Branda Fowler), el filme consigue deleitar al espectador gracias la innegable ternura de sus cuidados personajes, retratados con mirada cariñosa, cómplice y añorante.

              De este modo, la trama avanza con candor y suavidad en un apacible crescendo que, de repente, se agiganta a ritmo de Dixie a lo largo de un clímax progresivo y apoteósico al que ni siquiera el exceso de edulcorantes es capaz de minar su irresistible poderío visual y emotivo.

Una película encantadora.

 

Nota IMDB: 6,5.

Nota FilmAffinity: 6,8.

Nota del blog: 7,5.

4 respuestas to “El juez Priest”

  1. kaldina 23 abril, 2013 a 17:07 #

    Me encanta el cine de los años 30, gracias por el dato.

    • elcriticoabulico 23 abril, 2013 a 23:26 #

      ¡Me gusta tu estilo! Alguien capaz de dedicar un finde temático a Schwarzenegger y Stallone y luego tiene debilidad por el cine de los años treinta merece todos mis respetos. A mí también me da por hacer combinaciones abruptas y, en general, considero a los treinta como una de las décadas gloriosas del cine (aunque tampoco me tiembla el pulso si tengo que ponerme en contra de un clásico que no lo considere tal).
      En fin, yendo al tema. Si pruebas con ésta y te parece bien la cosa, Ford y Rogers tienen una trilogía entera de comedia que mantiene bastante el tono y el estilo en todos sus capítulos. Son, aparte de la presente, Doctor Bull y Barco a la deriva.

      • kaldina 24 abril, 2013 a 16:53 #

        Muchas gracias… Y si, igual me encanta tu estilo, pienso que el cine es para verlo con toda y sin tapujo, sin prejuicio, gozarlo hasta que sea pecaminimoso, devorarlo como la gula. Me encanta.

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