“La venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno.”
Walter Scott
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Infierno de cobardes
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Año: 1973.
Director: Clint Eastwood.
Reparto: Clint Eastwood, Geoffrey Lewis, Billy Curtis, Verna Bloom, Marianna Hill, Walter Barnes, Jack Ging, Stefan Gierasch, Scott Walker.
Clint Eastwood desmentía que Escalofrío en la noche, su primera incursión como director, fuera un simple capricho de estrella. Dos años después, Infierno de cobardes reafirmaba las insospechadas ambiciones artísticas de un hombre de cine que pretendía volar más allá de las limitaciones de la sola interpretación.
Con Infierno de cobardes, Clint retornaba al género que le había hecho famoso, el western, ahora desde una óptica distinta, combinando protagonismo y realización. Voluntarioso y humilde, todavía inmerso en la búsqueda de su propia voz, Eastwood adopta como maestros de cabecera a Sergio Leone y Don Siegel.
El filme presenta por ello un marcado acento spaghetti, con una estructura argumental que propone una variación de Por un puñado de dólares –un forastero anónimo e inescrutable situado entre dos bandos, con los que juega a placer-, barnizado con detalles de soterrado humor negro y rodado con estilo directo, conciso y vigoroso, si bien, por otro lado, tampoco faltan hallazgos que revelan una loable osadía y una estimable iniciativa particular por parte de este realizador principiante que por aquellos tiempos sería aún escasamente valorado.
Más que de un lugar inconcreto y enigmático, el llanero solitario surge como una presencia sobrenatural, un espejismo de ultratumba nacido de las ondulaciones del calor, entre música espectral, con unas continuas alusiones al infierno como elemento recurrente de su lapidario discurso y extrañamente conectado con un sosias asesinado a latigazos –el doblaje español ultrajará el original incorporando una pista gratuita e inadmisible en la escena final-.
Un personaje fantasmagórico que, en el recorrido circular indisociable a su estereotipo, deberá lidiar con los impasibles testigos del crimen -los habitantes de un villorrio dejado de la mano de dios, dependientes de la corporación minera local- y unos forajidos recién liberados de prisión y con misteriosas ansias de venganza sobre la localidad.
Prácticamente no existen los personajes positivos en Infierno de cobardes. En su presentación, el héroe aniquila sin compasión a tres desagradables pistoleros y, sin mutar el gesto, viola a una provocativa lugareña en un nauseabundo pajar ante la mirada bufonesca del enano del pueblo.
Respecto a su antecesor de la Trilogía del dólar y la paródica Dos mulas y una mujer, este nuevo ‘hombre sin nombre’ de Eastwood acentúa al máximo la amoralidad y cinismo: es un individuo antipático, dedicado a extorsionar sin escrúpulo alguno, hasta resultar incluso repulsivo a sí mismo, a un populacho endeudado moralmente, acobardado, mezquino y con una evidente fascinación morbosa por la violencia como espectáculo público. Todos ellos forman parte de un desquiciamiento, irracionalidad y perversidad que envician por completo la atmósfera de esta atípica obra.
En consecuencia, empleando de nuevo un recurso recurrente del western de cuño europeo, Eastwood se sirve de la característica geografía humana del elenco como un factor más de la poderosa y audaz ambientación, en este caso destinada a reforzar el intenso tono emponzoñado y pesimista de la película, que incorpora el concepto de venganza como un elemento espiritual al mismo tiempo que, de una manera tan libérrima y en cierto sentido consecuente como el pensamiento del propio Eastwood, deja alguna sentencia en favor de la sacralidad de la vida humana como valor innegociable frente a cuestiones como el progreso o los ideales.
Un filme atrevido y diferente, revelador de las interesantes evoluciones de un auténtico autor en ciernes.
Nota IMDB: 7,6.
Nota FilmAffinity: 7,2.
Nota del blog: 7,5.
Este personaje de Clint era el que me venía a la mente cuando el de «Sin Perdón» evocaba al pasado.
Saludos.
Éste es un personaje cabrón, sin duda, pero, por las historias que se cuentan de él, el joven William Munny debía de estar hecho de las barbas del mismo demonio.
Quizás un apunte de lo que seria luego el jinete pálido y sin perdón. Una primera piedra de toque bastante años anterior. La verdad es que no me gusto demasiado, aunque si su estética
Me ad que se fijo mas en el cine de Leone que en el de Siegel. Y el italiano, aunque no me disguste me atrae simplemente por su estética fría y parquedad de palabras. Ya que de contenido mas bien flojito. Cuidate.
El contenido es esquemático, lo que acentúa su abstracción y simbolismo. A mí me parece acorde al tono del filme. Que cumple de sobra, vamos.
“Dicen que un muerto no descansa si en su tumba no está escrito su nombre”, afirma Sarah casi divertida.
Pocos “westerns” se han revelado tan desmitificadores y mordaces. “Infierno de Cobardes” tergiversa las claves del género hasta llevarlo a su más negro y pesimista reverso, burlándose de clásicos como “Sólo ante el Peligro” o “Raíces Profundas” mientras rinde homenaje a Siegel, Leone, Peckinpah y “Conspiración de Silencio”, de John Sturges, en particular. En todo el “western” ha existido ese forastero que llega a un pueblo para luchar contra los malvados; ahora el extraño llega para castigar sin piedad a los lugareños. Llega de la nada, cual ángel exterminador, y a la nada regresa, su nombre y origen quedan en incógnita, tradición seguida por Eastwood desde “Cometieron dos Errores” (el muerto que vuelve de la horca convertido en comisario para vengarse…).
Así, el “bueno” pasa a ser un antihéroe en las antípodas de Wayne o Cooper y más propio de una novela negra de Jim Thompson. En futuros títulos como “El Fuera de la Ley” y “El Jinete Pálido” (versión luminosa de la que nos ocupa) los personajes encarnados por Eastwood tienen un objetivo: convertirse en benefactores de una comunidad, una pequeña nación capaz de resistir la maldad del Mundo, que reúnen y protegen; en “Infierno de Cobardes” esa comunidad soñada experimenta un revés de pesadilla, pues el forastero siembra la discordia entre las gentes, culpables de un crimen.
Eastwood lanza su dura crítica: el pueblo americano ha avanzado a lo largo de su historia a base de injusticias y sacrificios en pos del progreso (así lo declara Lewis), por lo que toda comunidad puede ocultar un acto horrible si en ello le beneficia. El pueblo será, finalmente, pintado de rojo: América se va al Infierno. Pero si algo da el valor a este “western” para distinguirse de los demás es la fantasmagoría que lo recorre de principio a fin, el enigma de ese sueño torturando la mente del extraño, la imagen del restallar de los látigos y un Duncan moribundo, la incógnita final con respecto a la identidad del forastero (a causa de un error de doblaje, muy malintencionado, el personaje de Eastwood le dice a Mordecai “Ese era mi hermano”, refiriéndose al sheriff Duncan. Una frase que cambia, de arriba abajo, todo el sentido del film).
Eastwood reinterpreta al “Hombre sin Nombre” de la Trilogía del Dólar y lo hace más cínico, bruto, desagradable y despiadado, logrando una de sus actuaciones más salvajes y radicales; a su sombra, unos muy decentes Verna Bloom, Mitchell Ryan, Walter Barnes y Ted Hartley junto a los impagables Geoffrey Lewis, Mariana Hill y Billy Curtis, sin olvidar al colaborador del director (además de su doble) Buddy Van Horne, que da vida a Duncan.
Suspense de tintes sobrenaturales que por momentos roza el terror psicológico, realzado por una arriesgada y experimental puesta en escena, unos diálogos mordaces y cargados de humor negro y la ensoñadora música de Dee Barton, todo ello engarzado en un Oeste degenerado y desencantado, lo que no gustó nada a los defensores de los ideales tradicionales (se cuenta que John Wayne mandó una carta a Eastwood quejándose de la película…).
En cualquier caso, un “western” imprescindible.
En efecto, a partir de aquí es eso que decía Wayne que él solo dispararía de frente al malo, mientras que Clint no tendría reparos en coserlo por la espalda. Infierno de cobardes es un western muy divertido y muy cabrón. Tiene ese toque paródico-subversivo del spaghetti y la agresividad de Siegel; Clint siempre fue muy hábil aprendiendo de sus maestros. Avanza el jinete de ultratumba de las que dices, sí, pero tiene también un montón de paralelismos con Sin perdón, que al fin y a al cabo es otra revolución (esta más desmitificadora, melancólica y sombría) que Clint aplica a su propio arquetipo de pistolero. El cual también, en el desenlace, regresa de entre los muertos para impartir justicia justiciera entre los pérfidos lugareños en una escena muy de pesadilla, precedido por el trueno y en un chaparrón igualmente apocalíptico.
Gracias por pasarte, Christian, a eso se le llama un señor comentario.