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Luz silenciosa

27 Ene

“El cine es el arte de esculpir en el tiempo.”

Andrei Tarkovsky

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Luz silenciosa

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Luz silenciosa.

Año: 2007.

Director: Carlos Reygadas.

Reparto: Cornelio Wall, Maria Pankratz, Miriam Toews, Peter Wall, Jacobo Klassen, Elizabeth Fehr.

Tráiler

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            El amor no entiende de fe, de leyes sociales o de hábitos de vida. Luz silenciosa narra los dilemas románticos de un hombre que, casualmente, es miembro de una comunidad menonita del estado mexicano de Chihuahua, descendiente directa del movimiento anabaptista fundado en Países Bajos en el siglo XVI.

            En consonancia con su cine de pronunciada autoría artística, Carlos Reygadas, director con amplio reconocimiento desde festivales y crítica especializada –Cámara de Oro en la Quincena de realizadores de Cannes por su opera prima Japón, premio del Jurado en el festival de Cannes por la presente, premio al Mejor Director con Post Tenebras Lux en el mismo certamen-, dibuja una película que destila su esencia poética de la milagrosa belleza de la naturaleza, desapercibida en medio del hecho cotidiano, y de la resonancia mística de las imágenes. El guion, sucinto y escaso de diálogos, es aquí por tanto un acompañamiento de la escritura visual.

En cierta manera, son lecturas y evocaciones que remiten a poetas del séptimo arte como Andrei Tarkovsky o Terrence Malick, además por supuesto de a Ingmar Bergman, al que cita directamente. Reygadas esgrime recursos estéticos y simbólicos similares a los que caracterizan el cine del segundo, como la conexión metafísica entre lo divino y lo creado -naturaleza y ser humano-, el empleo del trasluz y una notable cantidad de movimientos de cámara –más atemperada e inadvertida por su combinación por las tomas fijas y prolongadas en el tiempo-. Por el contrario, presenta a su vez otras tantas diferencias evidentes y personales: la exclusión de la banda sonora, la supresión de reflexiones en voz en off o la elección de actores no profesionales como garantía de frescura y espontaneidad –e interpretaciones mediocres, todo sea dicho-, en este caso escogidos entre auténticos menonitas que se expresan en su idioma particular, el plautdietsch.

            Tal y como se puede observar por medio del reloj de pared que preside el comedor familiar, las sigilosas elipsis que cabalgan a lo largo de las estaciones y en modo último por la estructura circular del filme, circundada por un amanecer y un atardecer –en su anterior Batalla en el cielo, el mecanismo de apertura y clausura había sido nada menos que una explícita felación-, Reygadas convierte el tiempo en una dimensión maleable, ajustada a la subjetividad del protagonista, a sus fantasías y anhelos. Un tiempo que se encuentra en directa relación con las pulsiones amorosas: la fidelidad sentimental a la esposa y la familia o la irrefrenable realización romántica del espíritu en brazos de una amante.

A través de su desafío contra las normas religiosas y sociales imperantes, el buen granjero –también bastante caradura, apoyado interesadamente en las férreas estructuras patriarcales de su sociedad- se pregunta si algo tan precioso como este amor irresistible, inesperado e incierto es obra de Dios, fuerza creadora, o del Diablo, fuerza destructora; si es justificable a ojos de la ley civil o, en cambio, abyecto y condenable. El metafórico y esotérico desenlace desnuda las claves y facilita las respuestas.

            Con el compás que marca la cadencia parsimoniosa de los fotogramas, emulación de los imperturbables ritmos naturales de la vida, Luz silenciosa no está exenta por otro lado de unos cuantos detalles de autocomplacencia autoral. La excesiva dilatación de ciertas escenas, que confirman que al filme no le hubiera sentado mal un podado de tijera, recarga por momentos la afectación lírica de la propuesta y exagera el desafío que plantean al espectador.

 

Nota IMDB: 7,2.

Nota FilmAffinity: 6,8.

Nota del blog: 7,5.