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Monsieur Verdoux

23 Oct

“No hay nada permanente en este malvado mundo. Ni siquiera nuestros problemas.”

Charles Chaplin

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Monsieur Verdoux

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Año: 1947.

Director: Charles Chaplin.

Reparto: Charles Chaplin, Mady Correll, Audrey Betz, Marilyn Nash, Martha Raye.

Tráiler

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            “Una comedia de asesinos”. Ahí queda el subtítulo. Charles Chaplin procedía a emplear su imagen tierna y cómica para descerrajar un puñetazo al estómago del espectador.

Hombre de firmes creencias humanistas y de izquierdas, Chaplin componía con Monsieur Verdoux un nuevo alegato que atacaba la línea de flotación del sistema. La historia, una idea original de Orson Welles y tomada de la vida de Landrú -un conocido criminal francés sobre el que se planteaba rodar un documental-, retrata la sociedad posterior al crack del 29 a través de un producto directo de la misma: Henry Verdoux.

            Verdoux es una imitación de los hombres respetables de su sociedad; un individuo amable, atento y delicado pero descompuesto mental y moralmente por el maltrato de la sociedad, que lo rechaza como un objeto inservible, un ejemplo de la alienación del individuo por la maquinaria financiera global que ya había apuntado en Tiempos modernos. Antiguo cajero, el balance negativo de la crisis lo arroja a la calle, un lugar donde ha de sobrevivir como autónomo gracias a un negocio honorable como cualquier otro (fabricante de armamento, por ejemplo): casarse con mujeres mayores, asesinarlas y robar sus fortunas. Un empleo fatigoso pero rentable.

El asesinato, como las muertes en guerra, no significa nada para Verdoux, solo un trámite más para llevar el pan a casa.

             Monsieur Verdoux parece así una vuelta de tuerca intelectualizada y comprometida del Sospecha de Hitchcock –incluso surge una discusión similar sobre modos de llevar a cabo un asesinato-; dando pie a una comedia negrísima, quizás la más desesperanzada y negativa del británico.

Chaplin, uno de los cineastas más hábiles a la hora de remover los sentimientos del respetable, establece un contraste satírico de macabra ferocidad entre la presentación interpretativa y formal de sus actos, propia de una comedia inocua, y el terrible fondo del relato, que se oculta subyaciente en pequeños pero terribles detalles (un incinerador en un jardín de rosas, unas elipsis livianas en las que entra en la habitación de noche tras una mujer y sale de día con una caja).

Por si fuera poco, Chaplin apela con crueldad a la complicidad del espectador rompiendo puntualmente la cuarta pared y señalándolo como parte y solución del problema y que se extiende a una tétrica acusación directa en el desenlace.

Aun con todo ello, la escena más dolorosa no es la de un homicidio sugerido, sino la de la renuncia al bien, cuando rechaza reconocer a una chiquilla a la que ha ayudado, la corrupción positiva de su despertar cínico, la única vía de salvación para un hombre en el que todavía fluyen vivos (aunque enajenados) sentimientos humanos.

             Aunque está algo descompensada en el metraje –las ‘aventuras de negocios’ acaban por tener un punto de redundancia-, Monsieur Verdoux presenta uno de los latigazos más duros de Chaplin contra los males que asolaban a la sociedad de su tiempo, y como en El gran dictador –del que repite su condena al totalitarismo, hallándolo herencia de este frío y demencial sistema de beneficios y pérdidas-, con discurso final incluido.

             Su lucidez le valdría una acogida fría por parte del público y una próxima denuncia como comunista subversivo por el Comité de Actividades Antiamericanas en la Caza de brujas en Hollywood.

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Nota IMDB: 7,9.

Nota FilmAffinity: 8,1.

Nota del blog: 8.