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El rostro impenetrable

27 Oct

“Brando fue un genio que comenzó y terminó su propia revolución.”

Jack Nicholson

 

 

El rostro impenetrable

 

Año: 1961.

Director: Marlon Brando.

Reparto: Marlon Brando, Kart Malden, Pina Pellicer, Ben Johnson, Katy Jurado, Larry Duran, Slim Pickens, Sam Gilman.

Tráiler

 

 

             La renuncia del prometedor Stanley Kubrick a dirigir El rostro impenetrable propició que Marlon Brando –señalado como detonante de la espantada del neoyorkino- siguiera construyendo su icono mediante su única incursión en la realización.

              El rostro impenetrable es un filme señalado y perseguido por la etiqueta de megalómana oda cantada por Brando a sí mismo. Como todas las etiquetas, tiene una parte de verdad y otra de mito. Obviamente, Brando se concede jugosos planos en los que lucir con total libertad (y un tanto excesiva, vistos los resultados de su composición) su rostro permanentemente torturado.

Pero, salvando esta concesión generosa a su propia estrella, El rostro impenetrable presenta un western sólido, repleto de intensidad y que disfruta de un guion muy bien trabajado que Brando, a fin de cuentas, plasma con eficacia y extrema dedicación en pantalla, en el que destaca el aprovechamiento dramático y operístico del mar (siempre embravecido y atormentado, como la mente del protagonista), cuya furia anuncia la telúrica entrada del protagonista en el pueblo en el que ha de llevar a cabo su venganza.

Y es que el temperamental actor interpreta a un ladrón de bancos lejanamente inspirado en Billy el Niño obstinado en la revancha contra su antiguo amigo y traidor compañero de fatigas (Karl Malden, siempre una garantía), reciclado en sheriff de Monterrey.

Es la venganza como deber inapelable, casi irracional –más allá de una idea de justicia o, incluso, de necesidad emocional-, que se contrapone a la posibilidad de redención, de la sanación del alma a través del amor, en este caso con las delicadas formas de Luisa (la debutante Pina Pellicer).

            Más dos horas de metraje sostenidas por un libreto soberbio, que combina con eficacia la trama del asalto al banco con los conflictos emocionales de unos personajes que gozan de una psicología pulida: bullentes de ambiciones, remordimientos, requiebros y dudas, nobleza y mezquindad; contradicciones representadas en pantalla con gran sutileza y expresividad por Brando, atento hasta el menor detalle en la puesta en escena.

Son individuos complejos y ambiguos, lejos de ser héroes y villanos por definición. La lealtad existe entre los participantes del robo al banco de Monterrey –el mexicano Chico Modesto-; el mismo Río hace del embaucamiento una de sus señas de identidad, compartida con la abnegada fidelidad a aquel que considera que la merece (la escena introductoria del sorteo amañado en la huida y asedio), capaz de reconocer y respetar la bondad, personificada en la joven Luisa.

             Un contraste interior también presente en las formas externas del filme, en ese choque entre el leve aire onírico que sobrevuela la escena y la explosividad y crudeza de la violencia, repentina, seca y despiadada, con víctimas colaterales como en el asalto al banco, anuncio del fiero western venidero a lo largo de la década.

Película infravalorada.

 

Nota IMDB: 7,1.

Nota FilmAffinity: 7,2.

Nota del blog: 8.