El sargento de hierro

8 Mar

“Admiro la capacidad de Clint Eastwood para plasmar la dignidad y la nobleza de todos sus personajes de la misma manera en la que John Ford extraía la humanidad de lo más miserable.»

Juan Antonio Bayona

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El sargento de hierro

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El sargento de hierro

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Año: 1986.

Director: Clint Eastwood.

Reparto: Clint Eastwood, Marsha Mason, Mario Van Peebles, Everett McGill, Arlen Dean Snyder, Moses Gunn, Eileen Heckart, Boyd Gaines, Vincent Irizarry, Ramón Franco, Mike Gómez, Tom Villard, Peter Koch, Bo Svenson.

Tráiler

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            Con el estatus de autor respetado todavía sin certificar, a Clint Eastwood le llovería una buena ración de palos a causa del sargento de artillería Thomas Highway. Militarista, homófoba, patriotera, reaccionaria, rancia,… Pesan graves calificativos sobre El sargento de hierro, los cuales, curiosamente, contrastan con la aceptación pública de la cinta, una de las más recordadas dentro de la mitología popular que rodea al ‘cacho-perro’ de Clint.

En ambas posturas, la razón esencial es la misma: Eastwood sublima su condición de fantasía de masculinidad regalando a la audiencia (y a sí mismo) alguna de las sentencias más cafres y cachondas de su carrera –o retrógradas y ridículas-, justificadas por el carácter de veterano de Corea y Vietnam de su personaje, un museo de testosterona con galones militares.

            Sin embargo, pacifista declarado y dueño de una fuerte sensibilidad humanista evidente en su filmografía –ni siquiera habría que acudir para ello a la sucesiva demolición de su propio mito que suponen obras recientes como Sin perdón, Million Dolar Baby o Gran Torino-, Eastwood no ofrece con el sargento Highway una glorificación sin mácula del macho alfa y del marine como lo harían otros filmes coetáneos –la saga Rambo, Amanecer rojo-, promocionados propagandísticamente por la administración Reagan en su pretensión de recuperar el orgullo americano reivindicando el músculo guerrero y dignificando la criticada figura de los soldados de Vietnam –quizás por ello abundarán en la década, si bien con gran variedad de tono e intenciones, otros argumentos acerca del reclutamiento y formación castrense, como La recluta Benjamín, Up the Academy, Taps, más allá del honor, El pelotón chiflado, Oficial y caballero, Hombres de hierro, Top Gun (Ídolos del aire), Jardines de piedra, Desventuras de un recluta inocente, La chaqueta metálica o Cadence, el valor del honor-.

            Por entonces alcalde republicano de Carmel y siempre respetuoso hacia los símbolos nacionales –en contraposición, insinúa la película, de una sociedad olvidadiza o simplemente hipócrita-, es cierto que Eastwood rinde pleitesía a los veteranos de guerra desde un punto de vista que mira con cierto romanticismo a un pasado idealizado que, al igual que el propio Highway, una auténtica antigualla antediluviana –un poco al modo del guerrero atávico que se autoproclamaba Patton ya en la Segunda Guerra Mundial-, se encuentra por completo fuera de circulación –y probablemente también de sentido-. O no, remata el discurso con cierta ambigüedad que, ahí sí, haría cuestionable el mensaje de El sargento de hierro, si no fuese porque la batalla que se librará para dar la razón al protagonista es en realidad una mierda de escaramuza en la isla de Granada, basada en el conflicto apenas tres años anterior al estreno de la película. “Supongo que ya no somos un 0-X-2”, espeta Highway a su fatigado compañero de promoción en referencia al estigma que pesa sobre ellos: cero victorias, un empate en Corea y una derrota en Vietnam. “¡Bah!”, exclama desdeñoso el sargento mayor acerca del triunfo.

Siguiendo el asequibilísimo esquema de cine deportivo del libreto –el equipo desastroso que gracias a la llegada de un entrenado carismático y extravagante encuentra el valor que reside en su interior y gana el campeonato contra todo pronóstico-, la prueba que culmina la ardua formación de un atolondrado pelotón de reclutas es una reyerta estúpida en un micropaís del que nunca habían oído hablar para que, además, alguno de ellos caiga bajo cuatro balazos cubanos -¡Ah!, qué bien le hubiera sentado un plano de un ataúd embanderado a la última escena…-.

            El tributo, por tanto, parece dirigirse a los hombres, más que hacia la institución. Es decir, más cercano al espíritu humanista de John FordFort Apache, sin ir más lejos, también acusada de militarista sin demasiado fundamento-, que al del fervor patriotero y anticomunista de John Wayne y sus Boinas verdes. Y es que en El sargento de hierro se encuentra siempre manifiesto un matiz poco complaciente que barniza de distanciado desencanto al argumento. Highway, un tipo desahuciado en la vida fuera de las trincheras –alcohólico, pendenciero, solitario, triste-, es un ácrata que no cumple el principal mandamiento de cualquier ejército que se precie: cumplir las órdenes sin cuestionarlas; acatar la jerarquía. Es, en definitiva, un hombre que camina bajo el libre albedrío de su propio código; un llanero solitario en contra de las “hijoputeces” de un alto mando el cual, cabe decir, suele corresponderse con inexpertos chupatintas salidos de la academia militar y a los que, al contrario que a él y a esos otros ex combatientes antes citados, no les corre el queroseno por las venas.

No obstante, además de ser un dinosaurio de la guerra, Eastwood encarna, intermediado por el guion de James Carabatsos –experto en temáticas de entorno bélico como Tan sólo héroes, La colina de la hamburguesa y Batallón perdido-, a un dinosaurio sentimental. Escondido detrás  de su verborrea de palabrotas y escupitajos tan bravucones y despectivos como escatológicos e infantiles, Highway es un ser tremendamente patético y desorientado que mientras emplea el término “maricón” como insulto de cabecera lee con desesperación revistas de ‘psicología femenina’ para recuperar el amor de su sufrida ex mujer, la única persona sobre el escenario a la que se le concede la facultad de replicar las afiladas frases del marine y por ende callarle la bocaza.

            Así las cosas, no conviene dejarse llevar por el engañoso pintoresquismo del personaje, predominante en un vistazo superficial. Hay mucho que achacarle a El sargento de hierro –asuntos procedentes en especial de ese tópico proceso de adiestramiento y el impacto de algún que otro chascarrillo sonrojante-, pero no todo ello es atribuible a su posicionamiento ideológico.

 

Nota IMDB: 6,8.

Nota FilmAffinity: 7,3. 

Nota del blog: 7.

2 respuestas to “El sargento de hierro”

  1. plared 18 marzo, 2015 a 02:59 #

    Sencillamente una película para hombres, suene como suene. Si las mujeres tienen sus peliculas, nosotros también y esta es una que simplemente enaltece los sentimientos mas básicos que la mayoría posee.

    Simple y directa, sin pedirle mas una gran pelicula para hombres o mujeres que les gustaria tener pito. A cuidarse

    • elcriticoabulico 18 marzo, 2015 a 17:21 #

      Una película tan de machos que el único personaje maduro y verdaderamente fuerte del filme es… una mujer.

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