Espartaco

4 Jul

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Año: 1960.

Director: Stanley Kubrick.

Reparto: Kirk Douglass, Jean Simmons, Laurence Olivier, Charles Laughton, Tony Curtis, John Gavin, Peter Ustinov, John Ireland, Nick Dennis, John Dall, Herbert Lom, Woody Strode, John McGraw.

Tráiler

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          Una de las claves de las obras maestras pasan por contar con gran guionista debidamente motivado. Espartaco es una historia de rebelión contra la tiranía. Aparentemente la del esclavo tracio que se reivindica como ser humano, pero también la de una producción que clama por que ya basta de caza de brujas. Que muera la opresión política del macarthismo, plasmada particularmente en unas listas negras en las que figuraba, entre otros, el nombre de Dalton Trumbo, parte del prominente grupo etiquetado como ‘los diez de Hollywood‘.

Espartaco es un vibrante espectáculo político que adapta los eventos de la tercera guerra servil y el declinar de la república romana hacia la dictadura y el imperio para mimetizar las virulentas pulsiones anidadas en los propios Estados Unidos, donde la paranoia anticomunista de los años cincuenta iba a encontrar pronta sucesión en unos profundos conflictos protagonizados por unas minorías étnicas víctimas de la desestructuración social del país. Es decir, que estamos ante una película que mira al pasado para retratar el presente y, en consecuencia, convierte su relato en universal, en atemporal. Un reflejo hiriente de las eternas tensiones entre el estamento privilegiado y la mayoría desamparada.

          Dos vertientes confluyen en la narración: el alzamiento libertador del esclavo y las urdidumbres políticas en el Senado de Roma entre optimates y populares. Ambas se complementan y compaginan a la perfección, dotando de complejidad a la épica. Los personajes, las relaciones de poder y enfrentamiento entre ellos, y las tramas que los implican están construidos con solidez, con rotundidad. El segundo ramal es especialmente fascinante, y contiene las mejores perlas del inspirado libreto de Trumbo, puesto que ahí es donde se vierte especialmente esa composición alegórica sobre el escenario estadounidense de Guerra Fría y sus vergüenzas. La rabia del guionista se amalgama con su capacidad incisiva para conformar un conjunto poderoso, tan turbulento como agudo.

          Stanley Kubrick, que repudiaría el filme por su escaso control de los elementos de la producción, consideraría que los resultados de Espartaco eran demasiado moralizantes, con un protagonista en exceso mitificado. Por su parte, Kirk Douglas, hombre clave del proyecto, restaurador de Trumbo y ciudadano de conciencia, también chocaría violentamente con el conocido perfeccionismo dominante del cineasta, a pesar de que él mismo, con el grato recuerdo de Senderos de gloria, lo había sugerido para la dirección después de que Anthony Mann se cayera del rodaje poco después de grabar apenas unas escenas, debido, según confesiones de la estrella principal, a su docilidad frente al resto de luminarias de un reparto de excepción, dotado de una extraordinaria intensidad interpretativa.

Quizás de este carácter de encargo procede una mirada más clásica que de costumbre en el autor neoyorkino, que dedica atención a la intimidad y a la ternura, recogiendo con cariño y hermosura ese retrato humano sobre el que se levanta la revolución de Espartaco, que es una revolución fundamentalmente movida por el amor -es significativo que la chispa que definitivamente prenda la mecha sea el rapto del ser amado-. Irrumpen asimismo sus pinturas épicas del líder, con su silueta cortada en contrapicado contra unas nubes que presagian negra tormenta. No obstante, de nuevo este queda rebajado a su condición de hombre, de individuo, mediante recursos expresivos como el empleo de su punto de vista, acompañado de un desasosegante uso del fuera de campo -paradójica y acertadamente opuesto al show sangriento-, para manifestar la triste inquietud que precede al duelo de gladiadores. Su tragedia, de este modo, va convirtiéndose en la nuestra. En ese relato universal, atemporal.

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Nota IMDB: 7,9.

Nota FilmAffinity: 8.

Nota del blog: 9.

4 respuestas to “Espartaco”

  1. Hildy Johnson 4 julio, 2019 a 16:28 #

    … y es de esas películas que no te cansas de ver. La dejas un año o dos, vuelves a ella y la disfrutas de nuevo, además de descubrir nuevas cosas, nuevas miradas.

    Beso
    Hildy

    • Deckard 5 julio, 2019 a 12:17 #

      A mi esta película me encanta. Aparte de las lecturas políticas más o menos coyunturales que puedan hacerse al respecto (el novelista Howard Fast y Dalton Trumbo tenian claros vínculos con el partido comunista), es una obra épica con un sentido de la conjunción de la lírica y el espectáculo de primer orden. Imperecedera. La música de Alex North, el irrepetible reparto, las escenas de batalla, la escenificación eterna de la lucha de los débiles contra los poderosos, hacen de «Espartaco» una película única.

      Esta película fue tan decisiva en la carrera de Kirk Douglas, que el actor de orígen ruso tituló una de sus biografías con el expresivo título de «Yo soy Espartaco» (también circula otra clásica y bien conocida por los aficionados: «El hijo del trapero»). Y bueno, dio fe de su valentía al devolver a la arena a Dalton Trumbo y al volver a apostar fuerte por un director como Stanley Kubrick al que esta película consagró definitivamente. Como curiosidad, hay que decir que las relaciones entre Douglas y Kubrick eran ambivalentes pero de respeto mutuo. Douglas llegó a decir del puntilloso realizador neoyorquino: «Kubrick es mierda. Pero es mierda con talento….»

      Otra anécdota de los preparativos de esta obra maestra tiene que ver con la incomprension que al parecer los actores ingleses de la película tenían hacia la propia figura de Douglas. Mientras que todo este elenco de brillantes intérpretes británicos se habían forjado en las tablas a base de mamar el teatro isabelino shakespeariano, y eso les daba una solvencia y una prestancia muy notables, Douglas, con una experiencia interpretativa mucho más modesta parecía sentirse incómodo en la presencia de todos estos monstruos de la escena. De esta manera, al parecer antes de empezar el rodaje, se juntaron todos estos animales escénicos (Olivier, Laughton y Ustinov) con la finalidad de ensayar algunas escenas y diálogos relevantes del guión. Pues bien, al parecer a Douglas no se le ocurrió mejor idea que aparecer disfrazado como su protagonista (poco menos que en taparrabos), mientras que sus compañeros iban todos vestidos de calle. Al parecer, eso originó despiadados comentarios cínicos entre los maliciados ingleses posteriormente, ya que, claro, eso parecía denotar un poco los orígenes «plebeyos» de Douglas, algo sobre lo que los british saben hacer muchos sarcasmos…..

      En fin. Eso es todo.

      Un saludo.

      • elcriticoabulico 5 julio, 2019 a 14:08 #

        Me ha encantado la anécdota de Douglas y los actores shakesperianos. Me cuadra totalmente ese choque Estados Unidos – Reino Unido, con sus modos de interpretación y el tradicional clasismo británico. Hay que decir que Laughton y Olivier lucen una presencia y un carisma muy poderosos, pero Douglas también está bastante bien. Poco le podrían reprochar. Supongo que también habría tensiones con que él fuera la auténtica estrella y hombre fuerte del proyecto, porque según se comenta Laughton no hizo más que dar guerra como un divo durante el rodaje.

        Un saludo, Deckard.

    • elcriticoabulico 5 julio, 2019 a 14:01 #

      Yo hacía años que no lo veía y mantiene su punch. De hecho, como dices, ahora sé apreciar cosas que antes probablemente no percibía.
      Besos.

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