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El león en invierno

7 Abr

“La guerra y la paz empiezan en el hogar.”

Teresa de Calcuta

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El león en invierno

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El león en invierno

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Año: 1968.

Director: Anthony Harvey.

Reparto: Peter O’Toole, Katharine Hepburn, Anthony Hopkins, John Castle, Nigel Terry, Jane Merrow, Timothy Dalton.

Tráiler

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            Un matrimonio separado se reúne con sus tres retoños para celebrar la Navidad, como manda la tradición. Sin embargo, son una familia disfuncional, desgarrada por ambiciones patrimoniales, rencores amorosos, traumas infantiles e insatisfacción existencial. Un drama familiar opresivo, en resumen, que en este caso está ambientado en el siglo XII y lo protagonizan el rey Enrique II de Inglaterra, cabeza del otrora conocido como Imperio angevino y primero de la dinastía Plantagenet, su esposa Leonor de Aquitania y sus hijos Ricardo, Godofredo y Juan.

            Afincada en su naturaleza teatral –se basa en una obra de James Goldman, que se encarga de adaptarla a guion de cine-, El león en invierno se desarrolla en un único escenario, el castillo de Chinon, a lo largo de un único día. Una concentración que, paradójicamente, estimula la dinamita dramática que contiene el argumento, desencadenada por la estrecha convivencia de unos personajes para quienes el amor es solo otra de las vertientes de la política.

La esencia de El león en invierno, por tanto, no deja de ser la misma que de la de filmes como La huella: un duelo entre partes irreconciliables fundamentado sobre la mentira y la representación. La disputa dialéctico-cortesana alcanza un elevado grado de ingenio, con líneas de diálogo de enorme potencia y expresividad que no solo van desgranando las interesantes ofensivas ajedrecísticas de los contendientes –la alta política medieval como asunto de familias que administran sus vastas fincas-, sino que revelan a la par unas valiosas máximas a propósito de su perspectiva –personal o histórica- de la existencia humana, al igual que destilan una visión bastante amarga del influjo pernicioso y asfixiante del poder y sus irresistibles cantos de sirena.

No obstante, la interpretación subjetiva del espectador acerca de dónde termina la comedia de intrigas y comienza la honestidad de los sentimientos privados de estos personajes puede dejar flotando una ambigua duda sobre la lógica o la coherencia de estos movimientos sobre el tablero –explicable por la complejidad de estos seres destrozados por la violencia del poder-. Algo semejante a lo que sucede con la dudosa relación que conservan Enrique y Leonor, que en este particular podría encontrar la disculpa en el contexto histórico: un medievo recreado sin ahorrar en frío o suciedad desmitificadora. Ese mismo contexto que también se aplicaría al maquiavelismo sentimental de estos seres o al papel de amante y peón de la joven Alais.

            La potencia de la función reside en su ambicioso texto –hasta se invoca a William Shakespeare de viva voz-. Con solo un largometraje anterior en su historial como director, a Anthony Harvey se le percibe poco ducho en la realización, si bien se puede rastrear su experiencia en la edición en el dinamismo que logra conservar el montaje de la obra.

En comparación con unas escenas de acción bastante toscas, mejores resultados arrojan los encuentros íntimos entre los antiguos amantes, potenciados por el carisma de Peter O’Toole –quien ya había encarnado al monarca apenas cuatro años atrás en Becket– y de una leyenda en su ocaso, Katharine Hepburn –que sería reconocida con el Óscar a la mejor actriz principal, compartido con Barbra Streisand por Funny Girl-.

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Nota IMDB: 8,2.

Nota FilmAffinity: 7,5.

Nota del blog: 7,5.