Año: 1935.
Director: Alfred Hitchcock.
Reparto: Robert Donat, Madeleine Carroll, Lucie Mannheim, Godfrey Tearle, Peggy Ashcroft, John Laurie, Helen Haye, Frank Cellier, Wylie Watson.
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39 escalones comienza en un vodevil y termina en un vodevil. Porque, en realidad, el filme puede considerarse un número de un espectáculo de variedades en el que el espectador queda absorbido por una representación trufada de peligros, emociones y romanticismo. Un regalo para que uno pueda evadirse de la realidad cotidiana.
De hecho, el protagonista de 39 escalones es un tipo corriente que, en un giro clásico en el cine de Alfred Hitchcock, se ve envuelto por los caprichos del azar en una épica trama de espionaje que le llama a convertirse en héroe inesperado en defensa de la nación, sumida en un inquietante ambiente prebélico e infestada de perniciosos quintacolumnistas. Las apariencias siempre engañan. En otro rasgo recurrente del inglés, el protagonista de 39 escalones es también un falso culpable que ha de escapar de las acusaciones de asesinato que pesan sobre él.
La amenaza viene por múltiples frentes. Sin embargo, la fortuna sigue siendo juguetona y arroja a sus brazos a una hermosa muchacha que le ofrece además un objetivo amoroso. Héroe y galán. No falta de nada. El arranque, con enredos imposibles e interpretaciones exageradas, provoca incluso que pueda enarcarse la ceja en señal de excepticismo hacia esta historia en la que el tipo común, en vez de fugarse en su Canadá natal, decide seguir las pistas de esta aventura peligrosa. Pero el gesto muda hasta la sonrisa complacida en cuanto se entra en el juego. El humor es clave en ello.
No sé cuántas películas de esta época, e incluso de tiempos posteriores, arrancan mostrando la suciedad que se acumula en el suelo de un music hall. Los niños lloran y el público es entrometido y respondón. Hitchcock, un as de la mala baba, despliega un arsenal de golpes satíricos a lo largo de 39 escalones. Este tono también anida en la composición de personajes, desde la carismática pareja esposada a la fuerza hasta los pintorescos secundarios -un villano familiar, un santurrón codicioso, un fenómeno de la memoria condenado a responder a lo que se le pregunta-.
Son mecanismos para conseguir la adhesión y engrasar este relato en el que se suceden vertiginosamente las situaciones de riesgo, motivadas por ese macguffin que es el secreto capaz de comprometer la seguridad de todo un país. Cuando mira por la ventana de su apartamento, el protagonista aparece simbólicamente encerrado entre líneas crispadas, atrapado en una realidad alternativa en la que la realización de Hitchcock convierte cada elemento cotidiano, cada figura, en un elemento sospechoso. Una realidad alternativa que es estimulante, divertida y emocionante.
El éxito de El hombre que sabía demasiado y 39 escalones convertirían a Hitchcock en un director de renombre internacional.
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Nota IMDB: 7,6.
Nota FilmAffinity: 7,3.
Nota del blog: 7,5.
¡Qué entretenida es esta película de Hitchcock! Y me encanta la relación que establecen el protagonista, Robert Donat, y la rubia de turno, Madeleine Carroll. Sí, es un falso culpable que no para, y que de paso varias veces nos hace reír. Siempre merece la pena encontrarse con ella.
Beso
Hildy
Te lo pasas pipa con ella. Es que tiene de todo y, con el tono que le mete Hitchcock, todo le queda bien.