Casi 40

2 Jul

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Año: 2018.

Director: David Trueba.

Reparto: Fernando Ramallo, Lucía Jiménez.

Tráiler

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          En cierta escena de Casi 40, la cantante que interpreta Lucía Jiménez, de vuelta a los escenarios -librerías e ínfimos centros culturales, en realidad- más como una excusa para salir de casa que para retomar su abandonada carrera artística, presenta una canción afirmando que le encanta interpretarla en cada concierto porque le sirve de excusa para volver a sus 19 años. La actriz segoviana acababa de alcanzar la mayoría de edad cuando se estrenó La buena vida, que protagonizó junto a Fernando Ramallo en el que supuso el debut de ambos en la pantalla. Su director, David Trueba, tenía apenas 27. En noviembre, Jiménez, como aquí su personaje, cumplirá los 40 años.

          Casi 40, por tanto, ejerce no solo de prolongación oficiosa de La buena vida, sino también de disculpa para el reencuentro y reconocimiento de los implicados en aquella película generacional. Tan generacional como lo es esta. Porque Casi 40 desarrolla igualmente varias reflexiones, nociones, inquietudes y apuntes que ya estaban presentes o ya latían en la última novela de Trueba, Tierra de campos, en la que se puede intuir un importante poso autobiográfico. Esto es, el micromundo de la música y el viaje por la España interior como coartadas para hacer un alto en la trayectoria existencial y otear los recuerdos, calcular el debe y el haber quizás por primera vez con la profundidad que otorga el ya notable peso de los años y la consciencia de que, a la altura del ecuador, la odisea no permite la vuelta atrás.

Pero el filme, al igual que el libro, no habla desde la nostalgia derrotada, ni desde el desencanto melodramático de lo que pudo ser y no fue. Las emociones que comparecen en Casi 40 no son absolutas. Afloran desde la complejidad de matices, desde la inseguridad del autoconocimiento, desde la duda de la memoria subjetiva. Son emociones que están abordadas y expresadas con naturalidad, con cierta melancolía pero sin afectación o tremendismos. De ahí la importancia, y a mi juicio el acierto, de cómo se manifiestan: a través de diálogos casuales, de apariencia tan cotidiana como los lugares donde paran los protagonistas -hoteles, bares, la carretera…-, plasmados en escenas de tempo relajado -en las que Trueba, melómano, respeta devota e innegociablemente las actuaciones musicales-, las cuales se engarzan a su vez en un viaje que, de la misma manera, se toma su tiempo, con ese reconfortante placer de perder la tarde hablando de todo y de nada con alguien a quien se aprecia.

          La puesta en escena es sencilla, si bien su claridad tampoco está exenta de ese lirismo aterciopelado que domina la obra. Trueba plantea Casi 40 como un paseo junto a amigos de confianza que comparten y disfrutan el atardecer. Aún no está del todo encima la oscuridad de la noche -en el sentido de los terrores que acompañan el fin del día-, aunque hay, como cualquier jornada, la sensación de que algo puede haberse quedado en el tintero, obviamente, pero también cierta satisfacción de que se ha hecho algo o, cuanto menos, de que en ese momento uno está apurando el día haciendo algo que le apetece con quien quiere.

          La cinta, pues, es cálida. Los personajes charlan, ríen, se entregan confidencias mientras toman una Mahou, matan las horas en parajes con aroma a olvido, gozan de un bolo… Aunque, al mismo tiempo, hay un tono de tristeza en determinadas palabras, una sombra vacilante en las confesiones a terceros, una tensión romántica que palpita en las miradas especialmente largas de él.

Transmitir todo este cúmulo de asuntos privados, esas grandes tragedias asumidas desde el ordinario día a día, es posible además por la interpretación de Jiménez y Ramallo, que hacen suyos los protagonistas con el mismo cuidado y cariño con el que están construidos. La complicidad entre ellos crece a medida que avanzan los kilómetros, como sucedería en cualquier reencuentro que se precie, y el espectador probablemente también seguirá esta tendencia, sentado en la parte de atrás de la furgoneta de Cosmética Ecológica Jenny, como uno más.

La intimidad, el intimismo, se conquista con cuidado, paso a paso, perfilados con unas conversaciones que suenan bien al oído y a la mente, dotadas de unas cuantas observaciones agudas y sentidas acerca de la sociedad, del arte, de los instantes que se atesoran en el recuerdo, de las deudas con uno mismo y con los demás; de los desencantos de todo pelaje, sea este profesional o amoroso. De la vida y sus circunstancias, en definitiva.

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Nota IMDB: 7,6.

Nota FilmAffinity: 5,6.

Nota del blog: 7,5.

2 respuestas to “Casi 40”

  1. Hildy Johnson 2 julio, 2018 a 18:46 #

    Hay algo que me convence en tu texto para verla… cuando dices que es una película cálida. Apetece. Y la verdad es que las dos últimas películas de David Trueba por un motivo o por otro las disfruté: tanto Madrid, 1987 como Vivir es fácil con los ojos cerrados.
    ¡¡¡Llevo retraso últimamente con los textos de las películas de cartelera que he visto!!! Me apetece últimamente más escribir de clásicos. Cine con las sobris a ver el Jurassic World de Bayona. Solo por lo bien que se lo pasaron me mereció la pena. La última de Polanski, no me entusiasmó, pero sí que me resultó interesante dentro de su trayectoria… Me gustó más de lo que esperaba. Y dos que sí me parecen una dupla con análisis apasionantes: Hereditary y Tully.

    Beso enorme
    Hildy

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