Tag Archives: Vudú

La legión de los hombres sin alma

29 May

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Año: 1932.

Director: Victor Halperin.

Reparto: Bela Lugosi, Madge Bellamy, John Harron, Robert Frazer, Joseph Cawthorn, Brandong Hurst, Frederick Peters, Dan Crimmins, George Burr Macannan.

Filme

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         La legión de los hombres sin alma es el primer largometraje en perturbar el descanso de los muertos para que regresen convertidos en zombis. En realidad, esta producción independiente y de pírrico presupuesto de los hermanos Edward y Victor Halperin -el primero entitulado como productor, el segundo como director- trataba de aprovechar el filón abierto tres años antes, en 1929, por el libro La isla mágica, en el que William B. Seabrook se adentraba en los exóticos misterios del vudú haitiano. De hecho, ya se habían realizado piezas teatrales sobre el tema, lo que incluso llevará a ciertos conflictos de derechos a causa del título del filme, White Zombies -el cual, por cierto, se apropiaría Rob Zombie para bautizar su grupo de música-.

         A pesar de los escasos medios, que abarca un reparto de actores en decadencia, los Halperin se las apañarían para contratar a Bela Lugosi, en la cresta de la ola por Drácula, para encarnar al villano de la función, estrambótica caracterización mediante. Parte de su caché implicará escenas hechas a su medida, reescritas y hasta redirigidas por él mismo. En este sentido, hay reminiscencias del hito de Tod Browning en La legión de los hombres sin alma. Los ojos como concentración del mal, el sacrílego deseo amoroso, esa especie de Van Helsing que es el olvidadizo misionero alemán que ayuda al héroe desconsolado a recuperar a su amada de las garras del enemigo. También hay impensables decorados que parecen sacados de una fantasía romántica centroeuropea, lo que se puede corroborar con las piezas escogidas para armar la banda sonora. La razón quizás haya que buscarla más en la economía que en lo artístico, dado que algunos de estos escenarios son reutilizaciones de películas anteriores.

En cambio, La legión de los hombres sin alma funda algunos de los elementos de la mitología del zombi cinematográfico, como los rostros transidos, los andares bamboleantes y, en esta primera etapa, que prácticamente abarca hasta que George A. Romero los invoque en La noche de los muertos viventes, la magia negra. Con todo, después de recorrido este camino de casi nueve décadas, destaca la sosegada aproximación científica que ensaya ese peculiar predicador y doctor acerca del asunto, así como, en especial, las lecturas que se pueden hacer a partir del uso que se da a los desdichados zombis: mano de obra gratuita y muñecas sexuales. Un hecho que bien vale para levantar una potente alegoría.

         No obstante, el libreto es extremadamente rudimentario, y tiene ese aire de copia y reciclaje al que ya remitía la referencia a Drácula y el diseño de producción. Los personajes apenas tienen relevancia, puesto que su espíritu no es mayor que el de los zombis que los amenazan -quizás a excepción de un desaprovechado antagonista cuya enajenación obsesiva está a medio construir-. Acaso esa expresión del amor como atracción sobrenatural -esa especie de llamada que parece guiar al protagonista-, que propiciará en cierto plano una más estimulante pelea contra las sombras de su delirio, tiene un pase dentro de la liviandad que domina todo.

         Satisfechos por los réditos de la taquilla, los Halperin repetirían temática cuatro años después en La rebelión de los zombies. Y, de nuevo, reutilizando decorados e imágenes.

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Nota IMDB: 6,3.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 4,5.

Los creyentes

16 Sep

“La única diferencia entre una secta y una religión es la cantidad de bienes que poseen.” 

Frank Zappa

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Los creyentes

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Los creyentes

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Año: 1987.

Director: John Schlesinger.

Reparto: Martin Sheen, Helen Shaver, Harley Cross, Malick Bowens, Robert Loggia, Elizabeth Wilson, Lee Richardson, Harris Yulin, Richard Masur, Carla Pinza, Jimmy Smits, Raúl Dávila.

Filme

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            El mal tiene carta blanca en el cine, sobre todo en el de terror. Su propia esencia maligna acostumbra a servirle de disculpa para pasarse por el forro las leyes de la verosimilitud física y narrativa. Frente al orden de Dios, que no suele manifestar sus milagros en fotogramas, está el caos del diablo y sus secuaces, que pueden hacer y deshacer a su antojo, casi omnipotentes e impunes.

Todo lo puede el hechicero de Los creyentes. Sus malas artes le permiten presentarse allí donde le dé la gana, obrar lo imposible y, en definitiva, objetivo primordial de toda religión, eliminar los atroces embates del azar y la incertidumbre que tanto acongojan al hombre, mota de polvo abandonada a su suerte en el vasto universo –una de los temas argumentales que componen el decorado dramático del filme-. Pero ni todo su poder es capaz de explicar convincentemente, entre otras cosas, por qué acaso querría su secta de devotos matar al hijo del protagonista.

            Los creyentes es una cinta que se sumerge en la fascinación morbosa que provoca la santería caribeña y el vudú, al estilo de las coetáneas El corazón del ángel o El arcoíris y la serpiente, si bien termina por recordar más a La semilla del diablo, dada su vertiente conspiratoria que aferra sus raíces en la sociedad estadounidense blanca, acomodada y preeminente.

Desde el punto de vista de un psicólogo de la policía (Martin Sheen), todavía con la herida abierta de su viudez, producto de un accidente fatal y patético, el relato se adentra en una trama embrollada y no demasiado sólida acerca de asesinatos infantiles, rituales macabros y ambiciones de lo más terrenal -típicas de los ochenta yuppies-, y donde la pretendida distinción didáctica entre santería y brujería -las fuerzas positivas y las negativas de este conjunto de creencias-, es inane y provoca indiferencia.

            John Schlesinger todavía rueda con cierto pulso y entrega alguna escena con capacidad de impacto –las arañas-, aunque en general la película transcurre sin despertar excesiva inquietud, ni en calar en los huesos de quien la mira despreocupado. El brujo clava sus ojos verdes en el espectador para tratar de hipnotizarlo y arrastrarlo a su infierno de magia negra y dolor, pero es inútil. El sortilegio no causa efecto.

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Nota IMDB: 6.

Nota FilmAffinity: 5,4.

Nota del blog: 4.

La serpiente y el arcoíris

28 Jun

“Siempre he tenido la necesidad de ver qué hay más allá, qué hay al girar la esquina. El mundo trata de decirte ‘Esto es lo que hay y no te aventures más lejos, porque ahí fuera hay monstruos’. Pero yo quiero ver esos monstruos.”

Terry Gilliam

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La serpiente y el arcoíris

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La serpiente y el arcoíris

Año: 1988.

Director: Wes Craven.

Reparto: Bill Pullman, Cathy Tyson, Zakes Mokae, Paul Winfield, Brent Jennings, Conrad Roberts, Paul Guilfoyle, Michael Gough.

Tráiler

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            El hombre es lobo para el hombre. Ninguna alimaña mitológica, ninguna amenaza sobrenatural o ningún monstruo de pesadilla es comparable con el horror que el propio ser humano es capaz de infligir a sus semejantes. Por ello, el mayor acierto de La serpiente y el arcoíris, por otro lado una cinta no demasiado reseñable, es derivar la fuente de inquietud no hacia los misteriosos sortilegios del vudú haitiano, a sus zombis y a sus hechizos de magia negra, sino hacia los infames tonton macoutes y, en general, a las cruentas aberraciones sobre las que asentaba su poder en el país antillano la abominable dictadura de Jean-Claude ‘Baby Doc’ Duvalier, digno sucesor de su padre, François ‘Papa Doc’ Duvalier.

En este contexto, el de los inestables y violentos estertores de tal atroz dinastía, el vudú aparece con tino, desde su visión más tópica y pintoresca, como simple herramienta de coerción y represión estatal. Funciona así como un elemento exótico, ignoto y siniestro con el que reforzar el desasosiego del argumento.

            A pesar de esta inteligente declinación, La serpiente y el arcoíris no logra alcanzar el notable. El libreto adolece de un exceso de trucos que explotan y estiran al máximo la menor necesidad de verosimilitud de la que suele gozar el Mal en el cine –una cuerda aquí todavía más estirada a causa del origen esotérico del mismo, razón esgrimida para un buen puñado de situaciones difícilmente justificables o siquiera sostenibles de otro modo-, lo que conduce a un desenlace por lo demás horrendamente ejecutado.

Al menos, el carisma y la credibilidad de Zakes Mokae como villano de turno ayuda a contrarrestar el poco estimulante protagonismo del insulso Bill Pullman

            Como principal defecto de la obra, cabe añadir la significativa ausencia de atmósfera inquietante, impensable para uno de los más renombrados renovadores del género en décadas precedentes –La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos, Pesadilla en Elm Street– y posteriores –Scream-.

Craven, consciente de ello, parece tratar de sustituir las sensaciones que debería haber conseguido con el apartado artístico y visual –lo sensorial como intermediador de lo intuitivo, la base fundamental del cine de terror-, por medio en cambio del recurso facilón, profusamente empleado, de la descripción y las explicaciones con voz en off por parte del protagonista.

            Con todo y ello, beneficiada por una agradecida fluidez, La serpiente y el arcoíris se deja ver con facilidad.

 

Nota IMDB: 6,3.

Nota FilmAffinity: 5,9.

Nota del blog: 6.

Yo anduve con un zombie

3 May

“No conviene cabrear a los críticos de Nueva York. De hecho, les va a resultar muy difícil conceder una buena crítica a algo llamado Yo anduve con un zombie.”

Val Lewton

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Yo anduve con un zombie

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Yo anduve con un zombie

Año: 1943.

Director: Jacques Tourneur.

Reparto: Frances Dee, Tom Conway, James Ellison, Edith Barrett, Christine Gordon, Darby Jones.

Tráiler

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            En estos tiempos en los que está de moda esa máxima falaz del “hacer más con menos”, bien vale acudir al legendario productor Val Lewton para intentar averiguar cómo –si es que es acaso posible- crear productos con calidad y sello propio con la calderilla que cae por los bolsillos agujereados de las cicateras majors hollywoodienses.

            Máximo exponente de la producción serie B dentro de la RKO, Val Lewton, originario de Ucrania pero naturalizado estadounidense, contribuiría a reformar el cine de terror fantástico rodeándose de experimentados profesionales, capaces de hacer que el pírrico presupuesto y los escuetos medios técnicos de las películas quedaran compensados por medio de la creación de una atmósfera de textura y sabor inconfundible, un incitante marco de pequeñas pero efectivas obras artesanales.

            Para su desafiante cometido, Lewton contaría como mejor aliado con Jacques Tourneur, director de raíces también extranjeras, en concreto francesas, pero criado en Norteamérica. Un auténtico maestro en cuestión de narrativa visual y puesta en escena con el que Lewton compartiría créditos en filmes más tarde convertidos en clásicos del género, como La mujer pantera, El hombre leopardo o la presente Yo anduve con un zombie.

            Elemento recurrente en estas tres producciones, el exotismo de la ambientación juega un importante papel a la hora de crear inquietud en el espectador, identificado en este caso con una protagonista occidental, enfermera de profesión -Frances Dee, puntal de un solvente reparto, potenciado por la habilidad de Tourneur como director de actores-, contratada por una pudiente familia de terratenientes de las Antillas británicas para cuidar a una mujer en estado de catatonia a causa de una extraña enfermedad.

El evocador impacto del vudú -religión derivada de las creencias animistas de los esclavos africanos transportados al Caribe y del cual esta película contribuiría a potenciar su mística a nivel popular- descubre al hombre blanco un mundo ignoto, magnético y amenazador al mismo tiempo, un estrato más de una realidad multiforme en la que se entremezcla sin distinción lo cotidiano y cognoscible con lo fantasioso, lo esotérico y lo irreal.

            Yo anduve con un zombie se sustenta en buena medida sobre el inteligente guion –pese a cierto abuso de la voz en off– rubricado por Curt Siodmark, hábil escritor, aunque completado tras su abandono prematuro por Ardel Wray, quien, dado los buenos resultados de su trabajo, tendría la oportunidad de repetir colaboración con Lewton y Tourneur en la posterior El hombre leopardo.

Tomando como punto de partida un artículo periodístico, incorporado a una estructura melodramática en la que se vislumbran gotas de Jane Eyre, el libreto distribuye con pausa el suspense a la vez que controla el funcionamiento y coherencia interna de sus mecanismos y sienta con delicadeza las bases de la atmósfera y la sugerencia -factores clave del filme- a través expresivas líneas, como aquellas alusiones a la decadencia que se oculta en el reverso de toda belleza o la sensación de la desgracia familiar como parte de un ciclo de fatalismo irrompible, condenado a una reparación trágica.

            De este modo, dentro del microcosmos de la isla -un universo aparte, de pasado y presente a espaldas al mundo conocido-, el vudú supone tan solo un ingrediente que acentúa el desasosiego de la trama dado su carácter primitivo y barbárico, cristalizado por el uso de una percusión ensordecedora, que desborda y hace vibrar la escena para generar así un poderoso efecto hipnótico. El enigma, el verdadero mal, se intuye residente en la familia de respetables colonos, enquistado en forma de un inefable pecado de sangre.

             El hechizo queda completo gracias a la estilizada realización de Tourneur, repleta de sombras de inspiración expresionista y trazos de estética gótica, con la que logra hacer palpable con suma elegancia el clima turbio, misterioso y fascinante de una película que resiste con garantías y vitola de clásico el pernicioso paso del tiempo.

 

Nota IMDB: 7,3.

Nota FilmAffinity: 7,2.

Nota del blog: 7,5.

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