Tag Archives: Vidas cruzadas

Pulp Fiction

29 Ene

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Año: 1994.

Director: Quentin Tarantino.

Reparto: John Travolta, Uma Thurman, Bruce Willis, Samuel L. Jackson, Ving Rhames, Maria de Medeiros, Tim Roth, Amanda Plummer, Eric Stoltz, Rosanna Arquette, Quentin Tarantino, Christopher Walken, Steve Buscemi.

Tráiler

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          Hay películas que se marcan en la piel, de las que uno incluso recuerda el dónde y el cómo las descubrió. No tiene por qué ser necesariamente las mejores, aunque en mi adolescencia, en la que ya estaba consolidándose una decidida afición por el cine, estos hitos acostumbraron a estar ligados bien a auténticas revelaciones –Taxi Driver, La delgada línea roja-, bien a obras señeras que ansiaba descubrir –El padrino, Pulp Fiction-. En el caso de la película de Quentin Tarantino, un auténtico icono entre los chavales de mi época, fue en el verano entre primero y segundo de Bachillerato, en una emisión televisiva que vi en un apartamento de playa, con una silla plantada delante del aparato. Si me apuras, hasta diría que la echaban en La 2. Yo tenía 16 años.

          Pulp Fiction es una de esas películas que estallan con tanto carisma en la cara del espectador que se convierten en una especie de oficioso patrimonio de la humanidad, de enseña de la cultura colectiva que proporciona una serie de iconos, referencias y conexiones prácticamente universales, perpetuadas de generación en generación como obra de culto popular. Mitología contemporánea.

          Hay una electricidad fundamental en el estilo de Tarantino que estimula el sistema nervioso del cinéfilo. Posiblemente se deba a que el autor parece ser tan creador como espectador de sus propias cintas, en las que samplea imágenes como samplea con la banda sonora, que por sí misma funciona como un interesante recopilatorio musical -ajustado perfectamente además al tono de la escena en su aire retro, en su agresividad rítmica, en su sordidez impúdica…-. Como si las grabara para un colega con la ilusión de descubrirle y compartir un gusto secreto que le es desconocido, como si seleccionase también sus temas favoritos para quemarlos en el radiocasete.

El juego con los contrastes es otro de los impulsos que domina el cineasta. Da la sensación de que cualquiera podría sentarse con los personajes e intervenir en sus conversaciones acerca de mil y una ocurrencias sobre curiosidades culturales, insólitas vueltas de tuerca a la cultura pop o frikardeos impenitentes, discutidos -o más bien ametrallados- con una indisciplinada coprolalia. Pero son situaciones estas que de improviso, sin solución de continuidad, dan paso a clásicas fantasías cinematográficas propias del cine de género, con tramas criminales, violencia explosiva, tipos duros y mujeres fatales sacados de una historia pulp -como obviamente celebra el título-, con su fotogenia y sus cualidades arquetípicas exaltadas para deleite de los aficionados. Hasta el punto de que, en un cuidado equilibrio que combina conocimiento del medio como comprensión hacia el paladar ajeno, no riñen, sino que son coherentes, con un punto de traviesa y delirante revisión propia, al mismo tiempo que Tarantino se muestra extrañamente reverente en su nostalgia, quizás un poco al estilo con esa caricatura-homenaje que era el spaghetti western respecto del cine clásico del Oeste, aunque aquí plenamente asociado a las corrientes posmodernas de la autoría en el séptimo arte. En la misma línea, en este universo tan heterodoxo como en el fondo devoto, lo friki convive con lo gamberro, lo violento con lo humorístico o lo solemne con grotesco.

          Sea como fuere, esta amalgama funciona porque, a fin de cuentas, el maestro de ceremonias -y sus ayudantes- poseen un talento para el cine que está a la altura de su pasión por lo que recrean y crean.

Pulp Fiction se organiza en escenas-capítulo que, por sí mismas, poseen una gran fuerza narrativa. La puesta en escena, los movimientos de cámara y el tempo interno trasladan a los fotogramas la torrencialidad del guion -que Tarantino escribe a cuatro manos con Roger Avary, tal vez luego injustamente olvidado-. A través del montaje, estos episodios, que podrían ser hasta autoconclusivos, se arramplan en un organizado caos de idas y venidas en la cronología del relato que saben conservar y enardecer el interés de quien las sigue. Dado este es uno de esos rasgos narrativos que había exhibido en su debut en Reservoir Dogs -y que reproducirá asimismo en otras entregas posteriores-, suscitaría que Tarantino se ganarse cierta fama de director de set-pieces que, en cualquier caso, se desquitaría en parte con la no menos magnífica Jackie Brown.

          El asunto es que provocarían tal impacto, avalado por el prestigio de la Palma de oro en el país de los guardianes de la política del autor -a quienes además bien se preocupaba de guiñar directamente-, que desencadenarían el encumbramiento de este cinéfago-cineasta como la gran referencia del cine de los noventa. Como el modelo del que brotarían incontables influencias, imitadores y sobre todo, en definitiva, seguidores.

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Nota IMDB: 8,9.

Nota FilmAffinity: 8,6.

Nota del blog: 9.

Magnolia

29 Jul

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Año: 1999.

Director: Paul Thomas Anderson.

Reparto: Tom Cruise, John C. ReillyMelora Walters, Philip Baker Hall, William H. Macy, Jeremy Blackman, Jason Robards, Julianne Moore, Philip Seymour Hoffman, Emmanuel Johnson, Melinda Dillon, April Grace, Henry Gibson, Michael Bowen, Alfred Molina, Michael Murphy, Luis Guzmán, Ricky Jay.

Tráiler

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          Si Lawrence de Arabia es el ejemplo del cine épico convertido en cine intimista, se podría situar a Magnolia como ejemplo de cine intimista resuelto a escala épica, plagas bíblicas -la lluvia, las ranas- incluidas. Y citas tomadas de las sagradas escrituras acerca de castigos heredados y el mal compartido en la sangre.

En Boogie Nights, Paul Thomas Anderson ya había demostrado su talento para desplegar el fresco social de todo un periodo a través de una intrincada galería de personajes y situaciones entrelazadas, tanto en el fondo como en la forma -los movimientos de cámara ejemplificados en poderosos planos secuencias, el uso de la steady cam para seguir sus recorridos cruzados-. Magnolia eleva este entremado a la enésima potencia para retratar el desgarro de la sociedad del cambio de siglo, concentrada en Los Ángeles -y en buena medida en torno al Magnolia Boulevard-, y sintetizada en un ramillete historias que parecen encadenadas entre sí por el azar, cuando en realidad poseen mimbres comunes a partir de un concepto problemático de la familia, así como de la culpa, de la frustración y de los trastornos del afecto asociados, con sus múltiples manifestaciones. El cáncer que extiende su metástasis en las entrañas de la comunidad, pudriendo su interior oculto con escasas opciones de esperanza -el perdón, el amor-.

Es de suponer que el cineasta, que tenía a su padre postrado en el lecho mortuorio por esta enfermedad -al igual que ocurre con el patriarca alrededor del cual se diría que orbita todo pese a la inmovilidad de este-, vuelca una importante carga personal en la concepción de un drama que mira tanto desde la perspectiva del hijo como de la de aquel que salda su balance existencial al término del camino.

          Tres ejemplos sobre terribles o sarcásticas coincidencias abren el filme para asentar las bases de la narración por venir, del tono de la función y, por qué no, para contribuir a la suspensión de la incredulidad, dado el ejercicio de equilibrismo que entraña la composición del libreto, armado igualmente por Anderson. Pero, luego, es realmente la gramática visual la trabaja para proporcionar cohesión, coherencia y credibilidad a esta coralidad de ramales -más allá de señales, signos y detalles que aparecen dispersos, y por fortuna sin caer en el subrayado-.

Además del soberbio montaje y de la fluidez de los planos y del tempo de las escenas -ajustadas en su aceleración o reposo a la naturaleza del personaje y su estado psicológico-, la música cobra una importancia capital. La banda sonora -y en ocasiones también el silencio, en un recurso de oposición- ejerce de hilo conductor de los relatos, enhebrándolos entre sí, incluso superpuesta a la música diegética –la comunión literal con el Wise Up de Aimee Mann quizás ya sea rizar el rizo, aunque no desentona dentro de este relato donde puntean notas que, desde esa discusión entre casualidad y predestinación, juegan con una nota sobrenatural-.

Esta conjunción de narración textual y visual -el cine, en definitiva- ubica a los protagonistas al borde del desastre, compartiendo un contexto de enorme tensión emocional. El estrés creciente del concurso también puja en esta dirección, guiando el drama al completo incluso hacia una auténtica tragedia en directo -donde brilla la extraordinaria interpretación de Philip Baker Hall-.

          El más difícil todavía, pues, encumbraría a Anderson.

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Nota IMDB: 8.

Nota FilmAffinity: 7,6.

Nota del blog: 9.

Contagio

17 Jun

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Año: 2011.

Director: Steven Soderbergh.

Reparto: Matt Damon, Laurence Fishburne, Gwyneth Paltrow, Kate Winslet, Jude Law, Jennifer Ehle, Bryan Cranston, Marion Cotillard, Chin Han, Elliott Gould, Anna Jacoby-Heron, John Hawkes, Armin Rohde, Brian J. O’Donnell, Larry Clarke, Sanaa Lathan, Enrico Colantoni, Demetri Martin, Monique Gabriela Curnen.

Tráiler

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         Contagio no es tanto cine espectacular de catástrofes, sección pandemias, como una película policíaca. En este sentido, es curioso que en una conversación se cite a Tiburón -posterior guiño incluido en la mezquindad de la dirigente local que se niega a anular el día grande del lugar por un quítame allá esas pajas mortal-, pues el clásico de Steven Spielberg también puede leerse como una trama en la que se trata de desenmascarar y dar caza a un asesino en serie.

Estrenada en tiempos de alarma de unos Estados Unidos que se sienten el blanco de amenazas globales -la gripe A, el terrorismo yihadista-, Steven Soderbergh expresa sin embargo determinadas escenas climáticas -la muerte de la esposa, el pánico ciudadano- con una falta de énfasis contradictoria con los usos del subgénero y que, en cierto modo, podría considerarse como una mirada objetiva hacia unos hechos que se manifiestan desde una exposición poliédrica, basada en puntos de vista y escenarios múltiples, semejante a la que ya había aplicado en Traffic respecto del narcotráfico y el consumo de drogas.

Esta transgresión se extiende asimismo al empleo que se hace del estelar y coral reparto que, una vez más, logra juntar el cineasta norteamericano. Soderbergh les asigna personajes de escaso potencial de lucimiento -dramas personales basados en el desconcierto y la reacción apenas instintiva; ausencia de soliloquios épicos o dignificantes- y, además, los iguala el resto de actores supernumerarios al no concederles el don de que sean milagrosamente ajenos a los efectos del virus.

         Aun así, la realización consigue inocular sensaciones que transmiten la paranoia que va adueñándose de una atmósfera en detrimento de la humanidad -la solidaridad hacia el prójimo, la confianza-. La atención a los contactos físicos, la creciente apariencia de insalubridad, la saturación de síntomas de malestar, los filtros cromáticos de una fotografía que puede ser bien agobiantes, bien mortecinos…

El rechazo de efectismos -estilísticos o de guion- le sienta bien a la intriga y al retrato de los actores implicados en el asunto, si bien algunos de estos últimos, como los agentes de inteligencia o el histriónico bloguero de Jude Law, están perjudicados por una construcción caricaturesca que desluce ese realismo crítico del que hace gala el argumento.

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Nota IMDB: 6,6.

Nota FilmAffinity: 5,8.

Nota del blog: 7,5.

18 comidas

29 Mar

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Año: 2010.

Director: Jorge Coira.

Reparto: Luis Tosar, Esperanza Pedreño, Víctor Clavijo, Sergio Peris Mencheta, Juan Carlos Vellido, Camila Bossa, Víctor Fábregas, Federico Pérez Rey, Pedro Alonso, Cristina Brondo, Xosé Barato, Antonio Mourelos, Nuncy Valcárcel, María Vázquez, Xosé Manuel Olveira ‘Pico’, Ricardo de Barreiro, Mario Zorrilla, Gael Nodar Fernández, Jorge Cabezas, Milan Tocinovski, José María Pérez García, María del Carmen Pereira Pena.

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          El cine gallego comenzó la década de 2010 con producciones que alcanzaron una notable repercusión dentro de Galicia (sitio distinto) e incluso trascendieron sus fronteras, como Crebinsky, Retornos, Todos vosotros sois capitanes o 18 comidas; anticipos de una cinematografía local que en adelante destacará especialmente en la producción de obras de corte experimental con querencia a explorar los límites genéricos y formales.

          18 comidas es una película que sobresale sobre todo en dos aspectos: un montaje muy bien resuelto y un soberbio trabajo actoral. Ambas son consecuencia del método de rodaje aplicado por el lucense Jorge Coira, que en apenas dos semanas de filmación acumuló 90 horas de material en bruto. La razón son las maratonianas sesiones a las que se sometía al elenco, con escasísimas indicaciones por parte del director y guionista, y con las cámaras siempre en activo, a fin de extraer de ellas una representación natural, inmediata, sin las artificiales imposiciones del libreto o del ensayo, ayudada igualmente por la elección de los intérpretes para su papel -como a Víctor Fábregas, que parece que lo han recogido del Maycar y han tirado para adelante-.

          Ese ‘laissez faire’ cinematográfico logra afinar una imitación bastante fidedigna de los ritmos y experiencias de la vida a través de seis historias repartidas a lo largo de las tres comidas de la jornada. La mesa como vértice de la comunidad, existencial e incluso litúrgico. Los relatos se entrecruzan y comunican por medio de los recorridos de los personajes -Santiago es en verdad una ciudad pequeña- y también de cierta visión de conjunto acerca de las relaciones humanas, de cierta búsqueda de la realización emocional y de sus conflictos por los distintos grados de éxito o frustración que puedan derivar de este atolladero diario. De ahí parte igualmente toda la gama de sentimientos y reacciones, desde la comedia a la tragedia, que concita la evolución de los acontecimientos.

          Y, mientras que en alguno de los episodios que podrían considerarse principales se aprecia más esa decisión de dejar transcurrir las secuencias -el de la esposa desencantada, que de regodearse en tanta indecisión termina por caer en un exceso de languidez- probablemente sean los de premisas minimalistas los que queden mejor redondeados, con mención destacada para el segmento de la pareja de abuelos -de una veracidad tierna, lírica y poderosa-, que es el que sublima las aspiraciones del filme.

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Nota IMDB: 6,4.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 7.

Amores perros

18 Mar

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Año: 2000.

Director: Alejandro González Iñárritu.

Reparto: Gael García Bernal, Goya Toledo, Emilio Echevarría, Vanessa Bauche, Marco Pérez, Humberto Busto, Gerardo Campbell, Gustavo Sánchez Parra, Álvaro Guerrero, Rodrigo Murray, Jorge Salinas, José Sefami, Lourdes Echevarría.

Tráiler

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         Un sentido de la virilidad que se manifiesta en alcoholismo, violencia y crueldad; el dinero que ahoga cualquier moral; religiosidad hipócrita ante asuntos como el embarazo juvenil no deseado; profundas desigualdades socioeconómicas; masificación, peligro, contaminación, ruido. En apenas unos minutos, Amores perros manifiesta los males que aquejan la megalópolis de la entonces todavía México D.F. y que se desarrollarán durante las restantes dos horas y pico de metraje a través de tres historias que se entrecruzan e interrelacionan para recomponer este collage expuesto con rasgos estilísticos cercanos al realismo social, con una cámara inquieta de apariencia inmediata, apegada a la geografía, los ritmos y los sonidos de la calle, atenta a escrutar los rincones que habitualmente ignora el ojo acostumbrado a esta estampa cotidiana.

       En dos de ellas, además, pesa especialmente cierta sensación de destino inapelable -la pobreza apaleada, la soledad que impone una naturaleza destructiva- que hunde a los personajes en una tragedia que se ven incapaces de esquivar, si bien con resoluciones que muestran distintos grados de pesimismo. Sus sueños -prosperar junto a la enamorada, recuperar a la familia perdida- son frágiles porque el sistema, que tiende a perpetuarse, es intransigente hacia aquellos que tratan de desafiar su estatus predeterminado -el enriquecimiento mediante las vías subterráneas a las que han de recurrir los marginales- o que se rebelan contra el estado de las cosas -el guerrillero fracasado en lo político y lo personal-.

Aun imperfectas, irregulares y menos incisivas de lo que pretende su planteamiento crítico, entremezclado e incluso enturbiado por la espectacularidad argumental que le confieren sus pinceladas de relato de género, estas dos historias de apertura y de cierre resultan bastante más atractivas que el moroso episodio central, protagonizado con acento híbrido por la española Goya Toledo y en el que se reflexiona acerca de la ínfima línea que separa el éxito de la debacle. El triunfador es al fin tan humanamente vulnerable como el paria que trata de subir los peldaños de la sociedad con una escalera de cristal. Su imagen, digna de anuncio publicitario, es puro espejismo.

         El tándem conformado por el director Alejandro González Iñárritu y el guionista Guillermo Arriaga debutaba sorprendiendo con una estructura narrativa de la que terminarán abusando hasta la saciedad en los otros dos que completan la denominada Trilogía de la muerte –21 gramos y Babel– y que, después de su agria separación artística, el primero prolongará incluso coasumiendo las labores de escritura en Biutiful, el descalabro definitivo de la fórmula. Dentro de unos excesos en el equilibrio formal y conceptual que son ya evidentes, Iñárritu luce fortaleza para articular y conducir el filme.

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Nota IMDB: 8,1.

Nota FilmAffinity: 7,7.

Nota del blog: 6,5.

Kansas City

19 Sep

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Año: 1996.

Director: Robert Altman.

Reparto: Jennifer Jason Leigh, Miranda Richardson, Harry Belafonte, Dermont Mulroney, Michael Murphy, Brooke Smith, Steve Buscemi, Jeff Feringa, Ajia Mignon Johnson, Jane Adams.

Tráiler

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          Hay una querencia de los autores del Nuevo Hollywood por situar la construcción de los Estados Unidos en los clubes nocturnos. Más allá de los garitos de gángsteres que pueda recrear Martin Scorsese, ahí están La noche del escándalo Minsky’s, de William Friedkin; Cotton Club, de Francis Ford Coppola, o Kansas City, de Robert Altman. Estas dos últimas, además, desvelan una pasión melómana y cinéfila en la que el jazz guía la cadencia de una película, a su vez, embebida de cine.

          Blondie, una empleada del telégrafo, imita a Jean Harlow mientras trata de rescatar a su amado de las garras del mafioso al que ha robado. La improvisación de los músicos desvela multitud de personajes y de tramas que se alternan y entrecruzan, en virtud de un montaje torrencial y sincopado que incluso va adelante y atrás en el tiempo y aun así deja espacio para intensos solos de piano, duelos de saxo y tercetos de cuerda.

A partir de este esquema rítmico, Robert Altman recorre la ciudad, desde las casas de la alta burguesía hasta los bajos fondos, en el contexto convulso de la Gran Depresión. El racismo, la pobreza, la incomunicación entre clases, la corrupción, la doble moral… elementos sociales que se entremezclan con pasiones -la música, el cine- para conformar en paralelo el retrato humano, con sus contradicciones y complejos, de los personajes que pueblan el relato, igual de paradójicos que esa mezcla de jazz, humor y violencia seca que puede darse en algunas escenas sin concesiones.

          El filme aguanta el pulso de la noche toledana y la inhóspita mañana en la que se suceden los acontecimientos, a pesar de la ligera irregularidad que comporta un estilo tan marcado y arriesgado. Algunas interpretaciones, en especial la de una caricaturesca Jennifer Jason Leigh, parecen dejarse llevar por el exceso en la emulación de sus modelos, y contrastan con la fuerza y la presencia de la actuación del mito Harry Belafonte en un papel cosido a medida, con sus propios diálogos libres a la improvisación.

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Nota IMDB: 6,3.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 7.

Dhogs

22 May

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Año: 2017.

Director: Andrés Goteira.

Reparto: Melania Cruz, Antonio Durán ‘Morris’, Iván Marcos, Miguel de Lira, Carlos Blanco, María Costa, Alejandro Carro, Xosé López, Roi Gantas, Enrique Lojo, Milo Taboada.

Tráiler

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         Últimamente me ocurren dos cosas con el cine de corte ensayístico, y ambas están relacionadas con que cada vez me da más pereza enfrentarme a sus pretensiones vanguardistas. La primera es que su planteamiento teórico suele resultarme interesante para debatir en una terraza de bar, pero no para atender una hora y media a una pantalla fija -como poco-. La segunda, puede que en parte derivada de la anterior, es que me da la impresión de que ese contenido metalingüístico también se puede despachar en veinte o treinta minutos de metraje, que es lo que se tardaría -y siendo generosos- en sentar la premisa, en el supuesto de que el autor decida no ser dadivoso con el espectador -o cinematográficamente talentudo- e integrarla hábilmente en un relato que, incluso, pudiese funcionar con autonomía.

         Ópera prima de Andrés Goteira -escritor, director, montador-, abundantemente premiada por la academia gallega, Dhogs enfoca constantemente su cámara hacia una platea donde un grupo de espectadores contempla la acción y las reacciones de los personajes. Incluso hay tomas realizadas desde el propio patio de butacas. Desde la cuarta pared, por así decirlo. Los espectadores como parte de la película, tanto presuntamente pasiva como oficiosamente activa. Voyeurs tentados por el morbo, críticos que suben o bajan el pulgar como césares romanos, tiranos silenciosos que imponen sus apetencias a los personajes y sus vivencias. 

Y, ante ellos, Goteira expone las desventuras de una joven en apuros a través de tres episodios en los que, aparte de esta abrupta y consciente disociación entre los dos lados de la pantalla, el transcurso convencional de la narración -que además está compuesto con cuatro estereotipos apenas enhebrados y más simples que abstractos- se perturba o desactiva con tratamientos de sonido que parecen venir del mundo onírico de David Lynch y una estructura que recuerda en parte al Holy Motors de Leos Carax. También, por ejemplo, con ambientaciones e interpretaciones exageradas y recursos estilísticos discordantes como una cortinilla lateral en el caso del capítulo del desierto.

       Dado que la hipnosis cinematográfica esta rota de partida, la constante interpelación al auditorio resulta redundante, cada vez más explícita en su hincapié en subrayar los momentos más incómodos, violentos y sórdidos que retrata la presunta ficción que observa este púbico simbólico. Como significativamente decía la protagonista en cierta escena, a Dhogs le gusta provocar. Nos gusta que nos provoquen. Es divertido. El título juega con los vocablos ingleses ‘dogs’ y ‘hogs’, perros y cerdos: animales sumisos y obedientes, y animales sucios y perversos, respectivamente.

       La reflexión acerca del papel del espectador, de la turbia naturaleza que muestra como agente fingidamente pasivo de sus fantasías, podría haberse solventado en media hora. O en una discusión en la terraza de un bar. Pero es una opinión personal, insisto. Y quizás solo temporal.

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Nota IMDB: 5,9.

Nota FilmAffinity: 6,1.

Nota del blog: 4,5.

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