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Liga de la Justicia

31 Ene

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Año: 2017.

Director: Zack Snyder.

Reparto: Ben Affleck, Henry Cavill, Gal Gadot, Ezra Miller, Jason Momoa, Ray Fisher, Ciarán Hinds, Amy Adams, Jeremy Irons, Joe Morton, Diane Lane, Billy Crudrup, Connie Nielsen, Amber Heard, J. K. Simmons, Michael McElhatton, Holt McCallany, Jesse Eisenberg, Joe Manganiello.

Tráiler

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         Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia dejaba ese desagradable regusto, tan propio de las franquicias contemporáneas de superhéroes, de ser en buena medida la antesala de la que vendría a ser la contestación de DC a la taquillera saga de Los vengadores de la Marvel. Es decir, su particular equipo de estrellas de las mallas, Liga de la Justicia, con Supermán, Batman, Wonder Woman, Aquaman, Flash y Cyborg salvando el mundo una vez más. El resultado fue un rotundo fracaso comercial, hasta el punto de que se cancelaran las secuelas y el lanzamiento de alguno de los spin-off previstos.

Tras tener que abandonar el rodaje antes de su finalización debido a problemas familiares y ser suplido por Joss Whedon -precisamente uno de los artífices principales de Los vengadores-, Zack Snyder arremetería contra los cambios impuestos desde la productora. Quizás sean ciertos, dado que es infrecuente que un proyecto de este tipo, que a veces parece que se hacen al peso como dudoso signo de distinción, se quede en las dos horas de metraje. Aunque, habida cuenta del bagaje que acumulaba con El hombre de acero y la citada Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia, tampoco cabe dejar mucho margen para un milagroso montaje del director que arreglase el desaguisado. Por mucho que tuviera el cuajo de citar Los siete samuráis como una de sus influencias de partida.

         Liga de la Justicia es como un mal potaje en el que se han volcado cuatro o cinco ingredientes a los que no se ha conseguido ligar mediante un caldo denso, sabroso y nutritivo. Es una película sin sustancia, con tan poca entidad como el malvado de turno -cabe recordar el viejo dicho de que el villano es la verdadera medida de una película de superhéroes-, a pesar del carisma de actores como Gal Gadot y Jason Momoa, o de la presencia de otros de talento pero lastimosamente innecesarios, como Amy Adams.

En el vacío, los personajes se agitan -y mucho- en un aguachirle de resobadas tragedias personales que no les aportan cuerpo dramático alguno, al igual que ocurre con las tres notas de lectura políticosocial acerca del convulso presente -la muerte de la esperanza con la pérdida de Supermán se traduce en xenofobia, desigualdades y catástrofe medioambiental-, desperdigadas con absoluta pereza y dejadez. A ello hay que añadir la ininteligible cháchara fantacientífica que envuelve la narración.

         Pero el espectáculo visual no es mejor. Los efectos especiales dan sensación de una ramplonería sorprendente en una cinta de semejante presupuesto e intenciones. El montaje y la planificación de las escenas de acción es de cuestionable gusto, coherencia y eficacia, con los habituales tics del realizador.

Un desastre, vamos.

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Nota IMDB: 6,4.

Nota FilmAffinity: 5,5.

Nota del blog: 3,5.

Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia

12 Oct

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Año: 2016.

Director: Zach Snyder.

Reparto: Ben Affleck, Henry Cavill, Amy Adams, Jesse Eisenberg, Gal Gadot, Diane Lane, Laurence Fishburne, Jeremy Irons, Holly Hunter, Scoot McNairy, Callan Mulvey, Harry Lennix, Tao Okamoto, Jeffrey Dean MorganKevin Costner.

Tráiler

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          Ya lo planteaba El hombre de acero, donde Superman se presentaba ante el mundo sobre una Metrópolis completamente derruida. También El caballero oscuro, con Batman proscrito de la Gotham de la que es guardián silencioso y sufriente. Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia se abre con imágenes que reproducen el trauma del 11-S, apropiación recurrentísima del cine de catástrofes del nuevo milenio. El shock entre metal y hormigón desguazados, entre nubes blancas de asbesto, entre caos, muerte y miembros cercenados.

La realidad contemporánea, con la inocencia perdida en la concepción de una situación geopolítica fragmentaria, compleja y confusa, ya no admite héroes de una pieza, capaces de discernir el Bien del Mal y obrar en consecuencia. Una acción ejecutiva de Superman frente a la amenaza terrorista, atomizada en mil células, posee unas repercusiones que escapan al control de esta divinidad en potencia, erigida, por su poder y rectitud, en juez y verdugo. ¿Quién vigila a los vigilantes?, que se preguntaba -con bastante mayor fortuna- Watchmen.

          El material de base sobre el que se funda Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia exhibe la enjundia a la que suele aspirar Christopher Nolan, gran refundador de los héroes de la factoría DC. Las referencias al vigilantismo a pie de calle y al totalitarismo en la alta política, vinculadas a la naturaleza de estos superhombres, son constantes en el primer tercio de la cinta. Este tramo surge envuelto en la característica oscuridad que, en este sello, se cierne sobre estos pilares de lo establecido: figuras de interior atormentado, condenados, como herencia del antihéroe del western, a luchar por el sistema desde los márgenes de una sociedad aterrorizada por su propia vulnerabilidad que, en secreto o a voces, los teme y los repudia.

La película también arroja esos fotogramas de pictoricismo sobresaturado de chroma y píxeles típicos del Zach Snyder, con los que compone barrocos cuadros extáticos sobre esta mitología pagana de dioses dubitativos, casi con raigambre de tragedia griega, a juego con la altisonante banda sonora de Hans Zimmer y Junkie XL.

          Siempre ampulosa, Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia trata de abarcar una miríada de traumas, complejos y reflexiones, algunos expuestos de forma tan burda y desconcentrante como las escenas oníricas de un Bruce Wayne en el que Ben Affleck, actor muy limitado, no logra llenar los zapatos del carismático Christian Bale, a pesar de no ser este uno de sus peores trabajos interpretativos -lo que tampoco es mucho decir- y de que lo verdaderamente irritante es el intento de Jesse Eisenberg de crear su propio Joker a partir de un joven Lex Luthor.

La narración que plantea Snyder se dispersa y disuelve inevitablemente entre debates y dilemas de todo cuño. Y, en mitad de este irresoluble nudo gordiano de unas voluminosas dos horas y media, parece decidirse por el sobado hilo de enfrentar en el clímax tres traumas familiares, concentrando el crescendo operístico de la función en la confluencia de todos ellos, lo que resulta en una sobrecarga emocional tan artificial que cortocircuita cualquier pretensión que tuviera en este sentido.

          A ello se añade además ese molesto tufo que tiene el filme de ‘capítulo intermedio’ para el inicio de nuevas franquicias: el renovado Batman, Wonder Woman, la Liga de la Justicia, Aquaman, Flash y Cyborg.

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Nota IMDB: 6,6.

Nota FilmAffinity: 5,6.

Nota del blog: 4,5.

El hombre de acero

10 Oct

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Año: 2013.

Director: Zach Snyder.

Reparto: Henry Cavill, Amy Adams, Michael Shannon, Russell Crowe, Diane Lane, Kevin Costner, Laurence Fishburne, Antje Traue, Ayelet Zurer, Christopher Meloni, Richard Schiff, Harry Lennix, Cooper Timberline, Dylan Sprayberry.

Tráiler

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          Tras los laureles de la refundación cinematográfica del héroe de la DC que había traído la batmaniana Trilogía del Caballero Oscuro de Christopher Nolan, llegó el turno de resucitar al padre fundador del género, después del estéril intento de Superman Returns: El regreso en 2006.

Bajo la égida del cineasta británico -establecido como productor del proyecto y cofirmante de la historia de partida-, El hombre de acero recupera el mito del superhéroe absoluto, que de tan poderoso y prístino es incluso simple en su primigenia concepción. Así, probablemente teniendo en cuenta esta  premisa, El hombre de acero traslada al dios en la Tierra hacia los oscuros dilemas internos y externos característicos de Nolan acerca de la figura del superhéroe, que lo enfrentan a los deberes y también a las consecuencias de su poder casi omnímodo, el cual implica que sus decisiones unilaterales pueden entrañar un riesgo tanto o más elevado que aquello que tratan de solucionar. A su modo, no deja de ser algo semejante a lo que suponía la escalada armamentística nuclear sobre la que alertaba, en tiempos de la Guerra Fría, la teoría de la Destrucción Mutua Asegurada.

          El argumento no pierde de vista -y de hecho expresa con literalidad- la carga crística de un personaje invocado para infundir ejemplo y esperanza al vulnerable y voluble ser humano. En síntesis, su tono posee una grandilocuencia y una gravedad marca de la casa, situadas inevitablemente varios peldaños por encima de su nivel conceptual y responsables de infundir cierta frialdad general a la obra. Aunque, al menos, tampoco es del todo pueril.

Sobre estos cimientos, el relato de iniciación heroica, habitualmente un lastre que navega en lugares comunes y archiconocidos, queda además resuelto por un complejo montaje que esquiva con dinamismo e intensidad la molicie de la narración lineal -algunas elipsis resultan incluso bruscas-, interrelacionando de forma efectiva la adquisición de consciencia con la ejecución de las responsabilidades, cada paso con sus respectivos conflictos.

          El hombre de acero consigue de este modo un notable pulso narrativo que sostiene con entereza el abultado metraje de la función, ayudado porque por fin se cuenta con un actor que, aunque no sea un dechado talento, luce presencia y carisma suficiente para heredar las mallas del recordado Christopher Reeve. Y a donde no llega su capacidad gestual, ahí están sus pectorales, que pueden llenar por sí solos una pantalla panorámica. Enfrente ya está la capacidad interpretativa de Amy Adams y, en especial, la adictiva convicción que Michael Shannon le pone a su general Zod, uno de esos papeles de integrista que se ajustan como un guante a sus ojos desorbitados.

          Pero lo expuesto en el párrafo anterior no quiere decir que el aspecto formal sea siempre acertado, puesto que, por el contrario, en elementos clave del género, como la acción espectacular, arroja una composición de planos y un montaje más desastroso que trepidante. De igual manera, difícil justificación encuentran recursos frecuentes como esos fogonazos de zoom como de teleobjetivo, que poca credibilidad pueden tener en secuencias ambientadas en el espacio exterior.

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Nota IMDB: 7,1.

Nota FilmAffinity: 5,8.

Nota del blog: 6,5.

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