Tag Archives: Siglo XIII

Robin y Marian

4 Feb

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Año: 1976.

Director: Richard Lester.

Reparto: Sean Connery, Audrey Hepburn, Robert Shaw, Richard Harris, Nichol Williamson, Kenneth Haigh, Denholm Elliott, Ronnie Barker, Ian Holm, Victoria Abril.

Tráiler

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         Harto y asqueado por la sangre derramada en unas cruzadas que buscaban a Dios entre las monedas de oro de los infieles, Robin de Locksley regresa a casa con la vejez instalada en los huesos, preguntándose por el destino de su amada, Lady Marian, y, sobre todo, todavía con el ánimo dispuesto a luchar contra la tiranía de Juan Sin Tierra o quien le haya podido suceder en el linaje de tiranos encargados de someter a sus antojos a los súbditos que les correspondan por derecho divino y sanguíneo. Pero, a pesar de esta ambientación exótica, medieval, resulta sencillo compartir como propio el drama de Robin Hood. Al fin y al cabo, el guerrero cansado se cuestiona lo mismo que todos: ¿Qué provecho he sacado de mis penurias? ¿Qué es lo que realmente ha merecido la pena? ¿A dónde ha ido el día?

         De la mano de esta naturaleza tan humana del héroe, que planta media sonrisa socarrona al escuchar la leyenda que ha despertado su nombre y sus presuntas hazañas, el espíritu de Robin y Marian, así como la realización que aplica Richard Lester, es desmitificadora. Dulce, jocosa, afligida y violentamente desmitificadora. Los tesoros resguardados en inexpugnables castillos son estatuas de piedra abandonadas en un campo de nabos, la pompa regia son dementes sanguinarios ávidos de pillaje, a los soldados se les cansan los brazos de tanto batir la espada. El entierro de Ricardo Corazón de León está filmado desde lejos hasta reducirlo a una pequeña y corriente caja de madera arrastrada por una triste comitiva. La peleas son fatigadas y torponas, incluso en su aspecto visual.

         No obstante, esta vulgarización no es completa. Se trata de una película que se embebe del reencuentro, de la segunda oportunidad entre Robin y Marian, quienes, exiliados en la naturaleza espléndida que les ofrece su viejo bosque, bullente de vida, reviven sueños rotos, casi olvidados, somatizados en profundas cicatrices. Con todo, son besos prácticamente interrumpidos que, para Marian, despiertan una mezcla de felicidad y dolor, de esperanza y de pérdida inevitable. Sensaciones en conflicto que invocan esa subrepticia vibración trágica, esa sensación elegíaca que inunda todo. Un concepto postrero, este de la última aventura, la última cabalgada o la última misión, tan identificable con el western crepuscular o el noir melancólico.

La química de Sean Connery y Audrey Hepburn con sus papeles y entre ellos es la que consolida la atmósfera y realza el sabor de la obra. El filme también suponía el regreso al cine de Hepburn después de ocho años en los que, como esa Marian transformada en abadesa, había permanecido apartada de las luces, el brillo y la opresión del estrellato.

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Nota IMDB: 7.

Nota FilmAffinity: 6,5.

Nota del blog: 8.

El manantial de la doncella

12 Abr

«El arte debe hacer preguntas y no avanzar respuestas, que siempre me parecen sospechosas, incluso peligrosas.»

Michael Haneke

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El manantial de la doncella

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El manantial de la doncella

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Año: 1960.

Director: Ingmar Bergman.

Reparto: Max von Sydow, Birgitta Valberg, Gunnel Lindblom, Birgitta Peterson, Axel Düberg, Tor Isedal, Ova Porath, Allan Edwall, Axel Slangus.

Tráiler

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            Es curioso cómo los caminos del cine conducen a que un cineasta intelectual como Ingmar Bergman sea considerado una suerte de precursor de una vertiente del cine de explotación como es el ‘rape and revenge’ –es decir, las cintas de violación y venganza sangrienta-, cuyos cánones quedarán delimitados a grandes rasgos con el estreno en 1972 de La última casa a la izquierda, cinta directamente influida por la presente. No obstante, aunque en El manantial de la doncella comparecen los mimbres argumentales de este subgénero, el filme es en realidad un nuevo paso en la búsqueda del sueco en torno a la existencia y la naturaleza de Dios.

            Tomada la historia de una canción folclórica sueca del siglo XIII, Töres döttrar i Wänge, los personajes de El manantial de la doncella se debaten en pasiones humanas que, a la postre, les hacen cuestionarse la existencia de la divinidad, inmersos además como están en un universo donde el paganismo y el cristianismo se encuentran todavía violentamente mezclados en otra lucha antagónica –las plegarias a Odín y el hombre tuerto de la cabaña; la visión necesariamente martirológica del sentimiento religioso, el repudio a poner la otra mejilla iniciado con una especie de ancestral rito de purificación-.

La envidia, la bondad, el amor, la lujuria, la avaricia, la generosidad, la ira, la compasión. Dilemas y contradicciones. Impulsos y remordimientos.

A través de sus emociones y sus acciones, Bergman inunda a estos frágiles y desconcertados individuos de interrogantes religiosos y existenciales, que son por supuesto los suyos propios. ¿Acaso puede haber un Dios en un mundo donde se permite el ultraje absoluto de la inocencia? ¿Responde la divinidad a las atronadoras preguntas de sus criaturas? ¿Aporta consuelo? ¿Acaso debería hacerlo? Como había evidenciado en El séptimo sello, para el autor sueco las preocupaciones profundas de la humanidad son las mismas en el medievo que en la actualidad postcontemporánea.

            Bergman rueda la controvertida escena de la violación con un temple y una crudeza inusual para la época, pero su contraste con la cuidada estética que domina sus planos no es tampoco excesiva. Todo es parte de una misma unidad, de potente expresividad. El desenlace, si bien contundente en su simbolismo, no deja tras de sí unas conclusiones tan cristalinas como aparenta. Así, es significativo que en los tres años siguientes a El manantial de la doncella -y solo intermediada por la también religiosa El ojo del diablo se agrupe la conocida como Trilogía del silencio de Dios, conformada por Como en un espejo, Los comulgantes y El silencio.

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Nota IMDB: 8,1.

Nota FilmAffinity: 7,9.

Nota del blog: 7,5.

Los reyes del sol

14 Ago

“El cine consisten en hablarle a la gente acerca de una aventura que debe arrebatarlos de la cotidianeidad durante cerca de dos horas.”

Ridley Scott

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Los reyes del sol

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Los reyes del sol.

Año: 1963.

Director: J. Lee Thompson.

Reparto: Yul Brynner, Shirley Anne Field, George Chakiris, Richard Basehart, Brad Dexter.

Filme

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            Dentro de su clasicismo de aventura histórica-exótica, a Los reyes del sol hay que loarle que al menos sea atípica. Su argumento propone uno de esos improbables choques de civilizaciones entre los mayas de Chichen-Itza -condenados al éxodo por las rencorosas tribus cocomes de Hunac Ceel-, y los indios norteamericanos del jefe Águila Negra, encarnado por Yul Brynner, ejemplo de esa tradición de rostros carismáticos y cuerpos vigorosos que, a ojos de Hollywood, valían lo mismo para interpretar al rey de Siam, que a un monarca bíblico, que a un faraón egipcio, que a un sultán turco, que a Pancho Villa o que al caudillo tártaro Taras Bulba, precisamente su anterior película con J. Lee Thompson y, al igual que ésta, también destinada al consumo masivo navideño.

            Es atípica, decíamos, porque ante el choque de civilizaciones no apuesta por el conflicto sino por el entendimiento, a pesar de amenazas contra la concordia surgidos de unos puntales malentendidos que siguen un curso curiosamente paralelo al del triángulo amoroso que preside el fondo del filme.

Pálida en su concepción, su planteamiento, su desarrollo y su resolución, esta vertiente romántica de Los reyes del sol, ejemplifica asimismo la falta de pasión emocional y dinámica que, por otro lado, lastra a la propuesta. De ahí que moleste cuanto, en ocasiones, trate de apoderarse de la película. Extensión de este defecto, a las escenas bélicas le sobran extras y le falta garra. Tres cuartas partes de lo mismo sucede con los duelos entre macuahuitls y tomahawks.

Lee Thompson parece en cambio más audaz, atrevido y sugerente a la hora de explotar la sombra como elemento dramático en determinadas secuencias interiores, de corte más intimista. Aunque a veces puedan parecer un poco ingenuos –en especial en su forzado desenlace-, estar demasiado influenciados por una especie de conversión religiosa de evidentes tintes cristianizantes e incluir entre sus conclusiones una especie de “en USA, sea la época que sea, siempre se vive mejor que en México”, temas como el proceso de maduración del joven príncipe que sufre el destierro de su pueblo y la peliaguda convivencia con el Otro, con el extraño de al lado, poseen más interés que los endebles tejemanejes sentimentales del guion.

            Finalmente, el argumento no logra decidirse del todo entre épica precolombina, relato romántico y alegato político-religioso-pacifista, por lo que queda un poco tibio, a medio camino de todo.

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Nota IMDB: 6,3.

Nota FilmAffinity: 5,5.

Nota del blog: 5,5.

Alexander Nevsky

6 Dic

“Eisenstein, es usted un verdadero bolchevique.”

Jósef Stalin

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Alexander Nevsky

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Alexander Nevsky

Año: 1937.

Director: Sergei M. Eisenstein.

Reparto: Nikolai Cherkasov, Nikolai Okhlopkov, Andrei Abrikosov, Dmitriy Orlov, Vera Ivashova, Aleksandra Danilova, Vladimir YershovLev Fenin, Sergei Blinnikov.

           

            La figura de Sergei Eisenstein declinaba aun a pesar de haber filmado tres de las obras más representativas del cine de propaganda soviético, La huelga, El acorazado Potemkin y Octubre; películas que, por su innovación y complejidad estructural, poseían mayor incidencia en la inteligentsia internacional que en la recién constituida Unión Soviética, con una alta tasa de analfabetismo.

Su viaje a Estados Unidos y México para estudiar los métodos del cine sonoro tan solo había resultado en una obra monumental e inacabada sobre la Revolución mexicana (¡Que viva México!), mientras que, a su retorno a la Unión Soviética, su condición de hombre de la vanguardia le había deparado una condición marginal a causa de las acusaciones de formalista y espiritualista frente a la decidida e incontestable apuesta de Stalin por el estilo realista. Tan solo logrará realizar en esta época El prado de Bezhin, filme que no obstante, abandonará inconcluso ante las permanentes mutilaciones de la censura del régimen que, finalmente, destruirá los negativos de la obra.

Después de una forzosa retractación pública, la carrera del cineasta se encauza de nuevo, a ojos del organismo cinematográfico soviético, con Alexander Nevsky.

            Producto directo de la instrumentalización estatal del cine, de igual manera que en La huelga y El acorazado Potemkin, Eisenstein procedía a revisa el pasado épico del pueblo ruso para realizar una nueva lectura y mandar un mensaje ideológico concreto ligado al más absoluto presente. Capturando el inquietante ambiente prebélico predominante en la Europa de finales de los años treinta, el filme recupera la epopeya glorificadora del príncipe Alejandro Nevsky en su lucha contra el invasor teutón.

             En la Rusia del siglo XIII, que todavía se recupera a duras penas de las heridas abiertas de la guerra contra suecos y mongoles, el héroe victorioso se gana el pan como un proletario más con el esfuerzo de sus redes de pesca. Un héroe, por tanto, ligado al pueblo, que ha de enfrentarse a la oposición de los estamentos burgueses para unir al pueblo en la nueva batalla por la Madre Rusia contra el Alemán, que convoca a los campesinos como fuerza principal de sus ejércitos y que logra concitar el apoyo generoso de todas las clases, encargadas de ceder generosamente el sudor de su frente por la victoria.

            El argumento es simple y orientado hacia unas directrices políticas claras, expresado por el realizador soviético con mayor sencillez en el desarrollo y en el empleo (todavía rico) del montaje respecto a sus obras precedentes. Con todo y ello, sobresale la genialidad de Eisenstein para crear atmósferas, para imbuir de poder de sugerencia a los fotogramas y transmitir e impregnar emociones en el espectador.

Encumbrado por la genial partitura de Sergei Prokofiev –luego transformada en cantata-, Eisenstein retrata a unos pavorosos caudillos teutones resguardados bajo sus grotescos cascos de hierro, mecanizados por una música barbárica, lúgubre, recitada en latín, el lenguaje de la Iglesia, siniestro acompañante de masacres de la sanguinaria horda –elemento que apenas aparece en las filas de Nevsky, pese a su posterior canonización por la Iglesia ortodoxa-.

Un enemigo brutal, inhumano y sin rostro, equiparable a la despiadada guardia del zar de la antológica escalera de Odessa. Solo hay un enemigo peor: el traidor a la patria. En comparación, las levas rusas entonan cantos corales armoniosos y alegres, y sus gentes combaten con el rostro descubierto, enardecidos por el inquebrantable orgullo de servir a su tierra.

               Un antagonismo que confluye en la gran batalla del lago Peipus, la cual, pese al envejecimiento por las carencias técnicas de la época, su abultada extensión –alrededor de media hora- y el ligero deje de ser el primer acercamiento al sonoro de Eisenstein, no carece de épica y espectacularidad gracias a la extraordinaria fuerza de la puesta en escena: un paraje invernal abrumador en el que se enfrenta a muerte el contraste entre el ejército de hierro germano, de avance inexorable, y el relativo estatismo de los resistentes y esforzados rusos que, jaleados por la poderosa banda sonora, se empeñan en hacer una demostración desde el medioevo del poder de la actual Unión Soviética.

No por nada, tanto la célebre batalla como el filme en general serviría de modelo para numerosas películas posteriores, desde Espartaco hasta El imperio contraataca o Conan el bárbaro.

              Por Alexander Nevsky, Eisenstein obtendría el premio Stalin, la Orden de Lenin y, agradecido por su domesticación, el favor del Partido.

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Nota IMDB: 7,7.

Nota FilmAffinity: 7,8.

Nota del blog: 7.

Robin Hood

26 Jun

“Después de todo Hollywood no está tan mal. Son sus películas las que dan asco.”

Orson Welles

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Robin Hood

Año: 2010.

Director: Ridley Scott.

Reparto: Russell Crowe, Cate Blanchett, Mark Strong, Oscar Isaac, Kevin Durand, Max von Sydow.

Tráiler

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            Ridley Scott y Russell Crowe volvieron a unir sus fuerzas en una nueva aventura épica que les permitiera remontar una carrera alicaída en el caso del primero y recobrar una forma física aceptable en el segundo. Para ello, Scott pondría su punto de mira en la legendaria figura de Robin Hood, un personaje con tan escaso conocimiento histórico real como peso en el imaginario de la literatura y el cine de aventuras.

            El planteamiento no diverge demasiado del objetivo a recuperar, Gladiator, último gran éxito de crítica y público del director inglés, una década anterior. De este modo, Scott mantiene mimbres similares como la presentación del héroe y su arrojo y firmeza, su ascenso como libertador del pueblo y desheredado que con su fuerza de voluntad y en cierto modo su destino de grandeza varía el rumbo de la historia y la fijación diáfana del malo de la película, el rey Juan sin Tierra, de nuevo un déspota inmaduro y caprichoso.

En cambio, se entremezclan también otras subtramas como la creación de grupos de proscritos que buscan la libertad frente a la cruel y parasitaria tiranía, las intrigas palaciegas e internacionales por la invasión francesa y el proverbial romance entre Robin y Marian. Todas ellas historias que confluyen con muy poco acierto debido al torpe guion de Brian Helgeland, que trata de recuperar con torpeza el sabor de los clásicos con detalles de humor y concesiones a la galería muy mal llevados o directamente vergonzosos –tanto Scott como Helgeland se manejan muchísimo mejor en ambientes oscuros y opresivos-, un error que casa fatal con el violento hiperrealismo visual característico de Scott y que tan buenos réditos le había aportado en Black Hawk derribado o la propia Gladiator en lo que había sido, en mi opinión, un gran paso adelante en el la modernización del cine de aventuras histórico, que perdía su inocencia frente a las disfrutables pero algo infantiles funciones de cartón piedra y alegres saltimbanquis con media melena embutidos en leotardos verdes.

            Una película que por todo ello resulta gélida, plastificada, con un atractivo visual marca de la casa que ni siquiera resulta ya eficaz, incapaz de atrapar la atención pese a su vocación palomitera. Poco puede hacer un reparto solvente en el que destacan buenos actores como Cate Blanchett, Max von Sydow o Mark Strong, especialmente apto para papeles de villano.

Menos mala que El reino de los cielos (no era difícil), pero insulsa y fallida.

Ni Ridley Scott logra recuperar su talento, ni Russell Crowe disimular sus michelines y mofletes.

 

Nota IMDB: 6,8.

Nota FilmAffinity: 6,2. 

Nota del blog: 3,5.

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