“El que crea a una estrella, crea un monstruo.”
Laurence Olivier
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Muertos de risa
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Año: 1999.
Director: Álex de la Iglesia.
Reparto: Santiago Segura, El Gran Wyoming, Álex Angulo.
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“¡Qué triste oficio el hacer reír a la gente!”, exclamaba en Candilejas Charles Chaplin, que algo sabía del asunto. Pocos trabajos requieren tanta disciplina, talento y sacrificio como la comedia, campo abonado por tanto para todo tipo de trastornos psicológicos y emocionales.
Un terreno propicio por tanto para que Álex de la Iglesia, un cineasta para quien la oscuridad y el horror del mundo se concentra en espacios cotidianos e insospechados, encuentre una creíble inspiración –el cásting inicial estaba liderado por Pajares y Esteso– para ultrajar sin piedad la nostalgia por las luces de la televisión de ayer y hoy mediante un relato con estructura de cine de gángsters –el ascenso y caída de dos amigos separados por la ambición y la gloria- y la apariencia formal de una película de terror, todo ello removido y agitado con la idiosincrática caspa de la España cañí.
Vistas en perspectiva, son premisas que, enardecidas en su aspecto grotesco y operístico al sumarles gotas de Pagliacci y el mundo de Tod Browning, el director vasco retomará posteriormente en Balada triste de trompeta, conexión establecida incluso a través de la breve aparición aquí de Antonio de la Torre. Reflejos de su propia obra que podría establecerse de nuevo por medio de dos comedias siniestras de tintes sobrenaturales: El día de la bestia y la reciente Las brujas de Zugarramurdi.
Muertos de risa es una cinta gamberra y alocada que, por desgracia, se limita a ser cruel en su aspecto más físico cuando podría haberlo sido también en su faceta dramática. En vez de intentar alcanzar las cotas de esperpento social y humano de un Berlanga, no supera en cambio en su mayor parte el nivel de un macabro ejercicio de ‘slapstick’, irregular, excesivo y en el que el talento para la farsa de Guerricaechevarría y de la Iglesia tan solo consigue aflorar a cuentagotas. Suficiente para mantener el interés y las ganas de cachondeo durante todo el metraje, cierto, pero menos de lo que cabría esperar del material empleado y de las aptitudes cinematográficas de sus creadores.
Notable en cuanto a la realización –opresiva, negrísima, hilarante-, el principal fallo recae entonces en un libreto que no consigue extraer todo el jugo de esa miserable y patética relación entre dos pobres hombres -unos Santiago Segura y El Gran Wyoming cuyo carisma les permite cumplir de sobra con la interpretación de sus respectivos estereotipos- que encuentran en el odio irreconciliable su único motor existencial y de éxito –idea poderosa, trágica y verosímil, sin duda-, en cierto modo cristalización de la inamovible injusticia y desigualdad con la que se construye el mundo.
Daba para más.
Nota IMDB: 6,5.
Nota FilmAffinity: 5.
Nota del blog: 6.
Contracrítica