Tag Archives: Próximo y Medio Oriente

El Mesías

30 Nov

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Año: 1975.

Director: Roberto Rossellini.

Reparto: Pier Maria Rossi, Mita Ungaro, Raouf Ben Amor, Luis Suárez, Hedi Zoughlami, Carlos de Carvalho, Toni Ucci, Antonella Fasano, John Karlsen, Jean Martin, Yatsugi Khelil, Vittorio Caprioli, Vernon Dobtcheff.

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         No hay milagros en El Mesías de Roberto Rossellini. No hay ecos solemnes, ni coros celestiales. Por no haber, apenas se cuentan con los dedos de la mano los primeros planos. El Mesías de Roberto Rossellini está desprovisto de todo énfasis cinematográfico o dogmático, integrado en planos medios en condición de igualdad con la gente que, en un escenario naturalista, realiza sus quehaceres cotidianos. Que amasa la harina, que repara las redes de pesca y los aperos de labranza, que levanta un muro de barro. Sobre la tierra escueta en dones, bajo el imponente cielo raso, entre el trisar de las golondrinas. Ahí se enmarca su prédica, que Jesús enuncia con idéntica sencillez y humildad.

         Desde este alejamiento de la ceremoniosidad religiosa, la épica histórica y las convenciones narrativas, El Mesías surge como uno de los filmes que probablemente más se aproximen a la dimensión humana de Cristo. Un Cristo revolucionario en su mensaje de igualdad, de paz, de respeto, de amor por encima de todas las cosas. Un Cristo que rechaza la corrupción aparejada al poder político y económico, patrimonio de una minoría privilegiada y, en consecuencia, corrompida -un idealismo que, por tanto, no queda demasiado lejos del manifestado por otro autor italiano y además comunista, el de El evangelio según San Mateo de Pier Paolo Pasolini-. De ahí la relevancia que, desde esta perspectiva de base, Rossellini le entrega a la palabra, al mensaje que trata de hacer calar. La exposición incisiva y clara de las parábolas, las polémicas con los apóstoles, la relación dialéctica y personal que se traba entre Juan Bautista y Herodes Antípatro -quizás la más cargada de emoción del filme, en un sentido tradicional-.

         Esta desnudez, esta distancia respetuosa de un cineasta agnóstico que entregaba por encargo su última contribución al séptimo arte, no siempre funciona a la perfección. Por momentos, El Mesías parece una frugal ilustración del Nuevo Testamento -que Rossellini ya había abordado en la miniserie Los hechos de los apóstoles-. Y ni siquiera bonita, dada la fotografía televisiva, los movimientos de cámara y los acercamientos y alejamientos con el zoom que de vez en cuando traza la cámara. En significativo contraste, destacará la mayor elaboración formal, de tintes pictóricos en la composición y la luz, con la que recogerá la Piedad.

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Nota IMDB: 6,6.

Nota FilmAffinity: 6,1.

Nota del blog: 6,5.

El viaje fantástico de Simbad

7 Oct

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Año: 1973.

Director: Gordon Hessler.

Reparto: John Phillip Law, Tom Baker, Caroline Munro, Douglas Wilmer, Martin Shaw, Kurt Christian, Takis Emmanuel, David Garfield, Aldo Sambrell, Grégoire Aslan, Robert Shaw.

Tráiler

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          El destino es el leit motiv de El viaje fantástico de Simbad, un elemento sobrehumano capaz de igualar al héroe y al villano, guiados ambos por su sino trascendental pero, en cualquier caso, no exentos de poder para influir en su camino por medio de sus acciones.

Probablemente de ahí mane una de las grandes virtudes del relato: ese malvado trágico que, en una actitud digna de absoluta empatía, paga un precio de terribles sufrimientos y sacrificios personales para tratar de dar cumplimiento a sus sueños. Un anhelo que, precisamente, manifiesta el protagonista para seguir las premoniciones que se le aparecen desde una dimensión onírica.

          El de El viaje fantástico de Simbad -segunda entrega de la trilogía sobre el legendario marinero de Las mil y una noches confeccionada por Ray Harryhausen, quince años después de Simbad y la princesa– muestra a un aventurero más pícaro y arrojado, en constante búsqueda de la última frontera, de la experiencia más grandiosa posible, de la emoción y la gloria. Enfrente, queda un antagonista taciturno y oscuro, que ni siquiera se comporta de forma terrible hacia su entorno, sino que se esfuerza, se consume y pugna penosamente para alcanzar la meta final. John Phillip Law y Tom Baker, respectivamente, cumplen a la perfección con sus papeles. En especial el último, a quien su interpretación le abriría las puertas para convertirse en el cuarto Doctor Who.

          El viaje fantástico de Simbad posee un libreto posiblemente más consistente que el de su predecesora -a pesar de guiños a la época como ese jovenzuelo de pelo afro y gusto por el hachís y los instrumentos de cuerda que trata de ejercer de alivio cómico- y, de nuevo, las criaturas de Harryhausen cautivan la imaginación y maravillan, con ejemplos como esa hipnótica y terrible diosa Kali. Aunque más físico todavía es el poderoso erotismo que despierta Caroline Munro, enfundada en sus sensuales trajes de seda.

En cambio, la realización de Gordon Hessler es chapucera, cercana por momentos a un producto de televisión de escaso presupuesto, con horripilantes planos, zooms y tomas inestables. Un trabajo a punto de desmontar la sugerente fantasía oriental que, aun con todo, logra invocar la función.

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Nota IMDB: 6,8.

Nota FilmAffinity: 6,5.

Nota del blog: 7.

Simbad y la princesa

4 Oct

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Año: 1958.

Director: Nathan Juran.

Reparto: Kerwin Mathews, Kathryn Grant, Torin Thatcher, Richard Eyer, Alfred Brown, Harold Kasket.

Tráiler

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         Los monstruos se mueven en Dynamation. Sus movimientos titilantes y amenazadores, de una fisicidad imponente y terrible, escarban en la misma médula de la pesadilla, que no es precisamente un espacio realista, sino un mundo inquietante donde todo está sublimado en negativo, en el que la irrupción de elementos ilógicos revienta en mil pedazos los límites del confort que proporciona lo conocido, lo cotidiano, lo lúcido. Es una sensación que los cíclopes de Simbad y la princesa me dejaron impresa a fuego en las profundidades de la imaginación. Su furia, su violencia, su desesperación, sus bramidos.

         Con Simbad y la princesa, proyecto largamente acariciado, Ray Harryhausen, mago de los efectos especiales, ensayaba un giro esencial en su carrera al dejar atrás las aventuras de ciencia ficción para, en cambio, priorizar la recreación de leyendas y cuentos de la literatura universal. De hecho, esta será la primera entrega de sus hazañas sobre el intrépido marino de Las mil y una noches, a la que seguirán El viaje fantástico de Simbad y Simbad y el ojo de tigre -aparte de ese Simbad en Marte que quedaría por el camino-. Es, además, su exploración definitiva de las posibilidades del cromatismo sobre sus criaturas, puesto que es la primera película totalmente en color en la que participa.

         Aunque originalmente titulada El séptimo viaje de Simbad, el argumento toma elementos del tercero -el cíclope- y el quinto -el roc- para desarrollar esta lucha entre el bien y el mal que enfrenta al noble marinero frente al siniestro hechicero Sokurah y su ambición de poseer la lámpara maravillosa, que se halla en la misteriosa isla de Colosa. Es decir, un relato de mimbres clásicas e incluso ingenuas, como se percibe en algunas inconsistencias del guion, supeditado al avance dinámico de la trama, o en la construcción arquetípica del villano -¿cuál es su motivación última en realidad?-, el cual cuenta con la teatralidad a juego de Torin Thatcher.

A partir de ello, el filme desarrolla un poderoso sentido de la aventura y de la fantasía, impulsado, por supuesto, por la creatividad de Harryhausen para diseñar e insuflar vida a sus criaturas, aunque sin que la narración quede sometida por completo a su exhibición, como ocurre en algunas ocasiones. Nathan Juran -que ya había dirigido otra cinta con efectos del británico, El monstruo de otro planeta, y que repetirá de nuevo en La gran sorpresa– mantiene firme el pulso narrativo y Bernard Herrmann suma una atractiva y briosa banda sonora a un conjunto encantador.

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Nota IMDB: 7,1.

Nota FilmAffinity: 6,7.

Nota del blog: 7,5.

Tres caras

2 Dic

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Año: 2018.

Director: Jafar Panahi.

Reparto: Behnaz Jafari, Jafar PanahiMarziyeh Rezaei, Maedeh Erteghaei, Narges Delaram.

Tráiler

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          Qué emocionante la militancia del iraní Jafar Panahi. Cineasta clandestino, en estado de arresto en su propio país y objeto frecuente de hostigamiento por parte del régimen por su persistente activismo, Tres caras es el cuarto filme que logra confeccionar bajo la prohibición de rodar que el Gobierno iraní le impuso en 2010, después de Esto no es una película, Closed Courtain y Taxi Teherán. En esta ocasión, Panahi desplaza sus recursos de guerrilla hasta un rincón recóndito de Irán gracias a un esquema de road movie a partir del cual compone un nuevo retrato crítico nacional.

Su estilo, tradicionalmente comparado con el Neorrealismo, adquiere cierta textura documental, debido por supuesto a las precarias condiciones de la grabación pero también porque, en este viaje-investigación, Panahi encarna a una versión de sí mismo acompañando a una estrella popular de la escena local, Behnaz Jafari, que hace lo propio. Juntos se embarcan en un viaje-investigación desencadenado por la recepción de un vídeo en el que una desesperada aspirante a actriz captura su suicidio, motivado por la asfixiante presión familiar y social a la que se enfrenta en su remota aldea.

          El realizador ya se había adentrado anteriormente en la desfavorable situación de la mujer iraní en cintas como El círculo u Offside (Fuera de juego). En Tres caras, este microcosmos rural constituye un ejemplo nuclear del conjunto del país, y en concreto del arraigo esencial de su machismo. Desde esta aparente anécdota personal, Panahi -que está asimismo a cargo del guion- descubre, aunque sin hacer hincapié en severos juicios, un rotundo e incontestado culto a la virilidad en su más dañina expresión, explícitamente manifiesto en los simbólicos y reverenciados machos alfa que van surgiendo en las escenas -un semental de competición, un viril héroe del cine de acción- o en costumbres tan significativas como que el prepucio sirva para determinar el signo de toda una existencia.

          Este entorno, en el que se cruzan tres actrices -una de antes de la revolución de los ayatolás, vetada para el resto de su vida y que aparece expresiva y líricamente en sombras o de espaldas; la intérprete actual, que acapara reacciones entre la admiración y la duda moralista, y la aspirante, frustrada y marcada antes incuso de poder comenzar su carrera-, se va tornando así opresivo, tenso, amenazador. El estilo visual de la obra es acorde a esta inmediatez de trabajo prófugo, si bien el encuadre es siempre hábil para captar las emociones que atraviesan estas personas/personajes y extrae imágenes de sincera belleza -por ejemplo, el escondido, libérrimo y feliz baile que apenas de desvela a lo lejos, por medio de siluetas-. Las tomas son largas y apenas hay cortes de montaje, lo que imprime a la narración una cadencia de engañosa placidez, tan ilusoria como el pintoresquismo y la implacable hospitalidad de las gentes. Con los escasos medios de los que dispone, exprimidos con inteligencia y sensibilidad, Panahi consigue que esta atmósfera llegue a ser inquietante, como demuestra la tensión que aprieta en la penúltima escena, impuesta por una presencia explosiva, la gasolina de una situación violenta y una piedra sostenida en la mano. Desde ahí, resolviendo la transición con una soberbia elipsis, Tres caras desemboca en un plano final repleto de calidad poética, de contenido y de emoción, con una profunda tristeza.

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Nota IMDB: 7,1.

Nota FilmAffinity: 6,7.

Nota del blog: 9.

María Magdalena

26 Mar

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Año: 2018.

Director: Garth Davis.

Reparto: Rooney Mara, Joaquin Phoenix, Chiwetel Ejiofor, Tahar Rahim, Tchéky Karyo, Ariane Labed, Denis Ménochet, Lubna Azabal.

Tráiler

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           «La decisión se inscribe en el contexto eclesial actual, que requiere una reflexión más profunda sobre la dignidad de la mujer, la nueva evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia divina. San Juan Pablo II dedicó una gran atención no sólo a la importancia de la mujer en la misión de Cristo y de la Iglesia, sino también, y con especial énfasis, al papel especial de María Magdalena como primera testigo que vio al resucitado y primera mensajera que anunció a los apóstoles la resurrección del señor. La Iglesia, hoy en día, prosigue resaltando esta importancia (…) Santa María Magdalena es un ejemplo de evangelización verdadera y auténtica, es decir, una evangelista que anuncia el gozoso mensaje central de Pascua». Así explicaba el arzobispo Arthur Roche, secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano, el significado del decreto por el que, desde 2016, María Magdalena es “festejada” litúrgicamente en condición de igualdad respecto de los apóstoles, ya que se considera «seguro» que, además de lo anteriormente dicho, formaba parte del grupo de los discípulos de Jesús, que lo siguió hasta el pie de la cruz y que difundió su palabra.

¿La restitución católica de María Magdalena, otrora simple prostituta redimida, es el signo definitivo de que el siglo XXI será irreversiblemente feminista?

           La nueva revolución feminista es uno de los grandes movimientos ideológicos contemporáneos, potenciada de forma evidente por la visibilización emprendida desde Hollywood -altavoz y difusor por excelencia- de la constante de abusos, desequilibrios e infrarrepresentación motivada por cuestiones de género; una brecha en absoluto inferior a la del racismo. En Hollywood, pues, el grito de basta ya está dado. Al terremoto le siguen ahora secuelas prácticas como la marginación de facto de personalidades implicadas en episodios de abusos sexuales, la tímida adopción de medidas de armonización salarial y la cesión de posiciones de decisión, el reconocimiento del trabajo femenino o la exploración de las posibilidades comerciales de producciones protagonizadas por mujeres -esto último, obviamente, con un sesgo orientado a captar la atención de esa mitad relegada de la población y en sumarse a una corriente de interés generada-.

La película María Magdalena, pues, puede incluirse por pleno derecho en este contexto social, artístico e histórico. Es un filme que se aleja de los fastos tradicionales del cine de reconstrucción histórica y adopta ropajes modestos, en los que no obstante se le presta atención a cierta estética intimista y natural, si bien con una contención apagada, sin especiales muestras de vibración expresiva. Una estética ligeramente contemplativa, si se quiere, que quedaría así aparejada al ritmo narrativo de la función. Porque lo cierto es que Garth Davis confunde profundidad, gravedad o introspección psicológica con languidez.

Desde el drama de liberación y encuentro de María Magdalena, pobre o torpemente planteado, la obra va encadenando secuencias mohínas, bañadas de una especie de afectada pesadumbre, de luz y vigor mortecinos. Entiendo que pretende ser uno de los sellos de personalidad de la película. La consecuencia de esta mal entendida o mal tratada solemnidad es que se despoja de fuerza y por último de emoción al principal rasgo de identidad de la película, la idea original que contiene su fondo: la constitución de este punto de vista insólito, femenino, desde el que aproximarse al mensaje y la pasión de Cristo.

           A través de los ojos de Rooney Mara, Davis intenta transmitir esta sensibilidad de mujer, compasiva y fiel, capaz de ver al hombre en su grandeza y su fragilidad y de comprender el mensaje de amor de sus palabras, sus actos y sus silencios; contrapuesta aquí al estricto pragmatismo de Pedro o al fervor irracional de Judas -quien, una vez más, ofrece una atractiva perspectiva del asunto-. Por si hay hombres en la sala, la interpretación que se realiza desde este sexto sentido femenino se explicitará en el debate-resumen final.

La intención puede ser sugerente; sus resultados, menos. El relato no encuentra el equilibrio entre la plasmación de esta mirada diferencial de María Magdalena y la reconstrucción de los hechos evangélicos conocidos -y cientos de veces filmados-, aquí protagonizados por un Joaquin Phoenix que puede parecer una extraña elección de cásting debido al particular carácter del actor pero que, a decir verdad, termina por aportar el único punto de sorpresa y carisma propio a este nuevo Jesús, a ratos alucinado, a ratos tierno, a ratos abatido.

Hay escenas que consiguen esta confluencia, como el aislamiento de ambos entre la masa del Templo de Jerusalén, pero si las tribulaciones de ella no funcionan de arranque, los encuentros íntimos entre María Magdalena y Jesús tampoco alcanzan intensidad de ningún tipo; ni religiosa, ni dramática, ni romántica. Algunos, de hecho, son sonrojantes, caso de la pueril confesión acerca de los ojos cerrados. Luego, de la curación de la bizquera, mejor no hablar.

           Por cerrar con el tema del feminismo en Hollywood, el estreno de María Magdalena se vería afectado por las acusaciones vertidas contra el productor de la cinta y nombre propio de la protesta #MeToo, Harvey Weinstein.

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Nota IMDB: 5,9.

Nota FilmAffinity: 6,1.

Nota del blog: 5.

El insulto

27 Nov

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Año: 2017.

Director: Ziad Doueiri.

Reparto: Adel Karam, Kamel El Basha, Rita Hayek, Christine Choueiri, Camille Salameh, Diamand Bou Abboud, Julia Kassar, Georges Daoud.

Tráiler

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         A pesar de ser una producción libanesa, y de que además repasa las cicatrices recientes del país levantino, buena parte del contenido de El insulto es extrapolable a España -y supongo que a unos cuantos países más-.

En primer lugar, por su indagación en la presencia cotidiana de la heterofobia -el racismo, la xenofobia, el clasismo…-, problema rampante en la corriente de reconcentración nacionalista que se erige en tendencia dentro de la política mundial contemporánea. Y, en segundo, por su reivindicación de la importancia de la memoria histórica como herramienta con la que sanar las heridas abiertas del pasado, en contra de argumentos interesados o como poco incompetentemente ingenuos acerca de la conveniencia de no remover unas aguas ilusoriamente calmadas -afirmación que en el caso español, no por casualidad, suele proceder de sectores desde los que con frecuencia también se defiende la no eliminación de los homenajes del callejero y los monumentos públicos al franquismo por considerarlos simples y neutros recordatorios de la Historia-.

         A través del enfrentamiento personal, judicial y políticosocial entre sus dos antagonistas -un libanés cristiano y un palestino refugiado en el país, mutuamente agraviados-, El insulto transita de una dimensión a la otra pasando de lo íntimo a lo colectivo, de lo prosaico a lo simbólico, de la calle a la nación. En ambas, el guion captura las falacias habituales, henchidas de demagogia, ignorancia y cerrilismo, que campan a sus anchas, esta vez sí indiferentes a las fronteras. No obstante, su mensaje de contrarréplica, comprometido y bienintencionado, que engarza sometiendo literalmente a juicio la cuestión, tampoco destaca en complejidad y matices.

El libreto apuesta por abordar el conflicto desde el prisma individual y emocional, apelando a los sentimientos de los personajes -dignidad, orgullo, rencor, empatía, redención…- e, identificados con ellos, a los de la propia platea, objetivo para el cual emplea de cuando en cuando, a modo de refuerzo, algún efectismo o algún subrayado evidente.

A la par de los ciertos tópicos dramáticos que se vislumbran en el texto, la realización formal del francolibanés Ziad Doueiri -otrora asistente de cámara de Quentin Tarantino– es convencional, correcta en el mejor de los casos, con un buen manejo del pulso narrativo e interpretaciones entonadas, aunque menos afortunada en el empleo de recursos como la banda sonora, bastante avejentada.

         Pero, sea como fuere, El insulto, instructiva sobre un conflicto aparentemente lejano y antiguo pero terriblemente reconocible y actual, se hace fuerte en la potencia de su discurso conciliador, basado en la exploración, el reconocimiento y el intento de resolución de un pasado problemático y común; así como en su reflejo del poder de la palabra y su uso de uno u otro modo, al nivel que sea, en un escenario tremendamente volátil.

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Nota IMDB: 8,1.

Nota FilmAffinity: 7,5.

Nota del blog: 6.

El reino de los cielos

6 Oct

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Año: 2005.

Director: Ridley Scott.

Reparto: Orlando Bloom, Eva Green, Liam Neeson, Marton Csokas, Edward Norton, David Thewlis, Jeremy Irons, Brendan Gleeson, Alexander Siddig, Ghassan Massoud, Kevin McKidd, Michael Sheen, Martin Hancock, Nathalie CoxNikolaj Coster-Waldau, Iain Glen.

Tráiler

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         Durante la primera década del siglo XXI, las superproducciones de entretenimiento de Hollywood aparecían atravesadas por el trauma que supusieron los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Esto se percibe principalmente en la emulación de las imágenes del terror experimentado -la profanación del hogar por un enemigo indetectable, el desplome de los edificios, las huidas desconcertadas entre nubes de polvo…-, pero también, de manera más solapada, en el argumento de filmes como El reino de los cielos, una aproximación a las aventuras de las cruzadas que se lee en clave contemporánea.

En su interacción entre Occidente y Oriente, en su discurso acerca del respeto entre culturas por encima del enquistamiento de dramas históricos heredados, El reino de los cielos dialoga con un presente que, en la fecha del estreno, se encontraba ya inmerso en la invasión estadounidense de Irak como (presunta) represalia a la amenaza del yihadismo global, nuevo oponente destinado a devolver al escenario geopolítico internacional a la polaridad de la Guerra Fría apenas clausurada una década atrás -un escenario sobre el que el director Ridley Scott y el guionista William Monahan reincidirán tres años después en Red de mentiras-. Por seguir con la premisa inicial, El reino de los cielos es la antítesis de la violenta y racista visión que arroja 300, un año posterior.

         El protagonista del filme, que en su tosca y tópica construcción psicológica mezcla los remordimientos familiares junto con un idealismo propio del Príncipe Valiente, se embarca rumbo a Jerusalén para sumergirse en la lucha dual y eterna del ser humano, entre las corrientes destructoras y las corrientes constructoras que anidan en la especie. Esto es, el enfrentamiento entre el Bien y el Mal -eso sí, no repartido entre rivales maniqueos- aplicado a una escala épica, pero humana, no fantástica.

De ahí que, en consonancia de nuevo con esta conexión analítica con los conflictos actuales, se observe con escepticismo todo lo relacionado con el sentimiento religioso. No obstante, sí se puede percibir en la imagen el peso de una noción de divinidad -igualadora, distanciada de las cuitas humanas-, que se manifestaría en los cielos prodigiosos y de exaltado cromatismo pictórico que plasma Scott, en la sobrecogedora monumentalidad de los paisajes desérticos o en algún plano cenital que convierte a los combatientes enzarzados en una masa uniforme de entes insignificantes.

También dentro de esta construcción alegórica puede incluirse la misma idea del reino de los cielos -otra concepción utópica y metafórica, la de erigir el reino de Dios sobre la Tierra- como tierra prometida y de las oportunidades, semejante en sus valores al sueño americano e igualmente acechado por la iniquidad de los villanos materialistas o fanáticos.

         Aparte del poderoso e interesante empleo del escenario natural y los colores de la fotografía, de los notables movimientos de masas y del solvente rodaje de las batallas -contrapuesto por otro lado a la insistencia en el uso del ralentí como marca de la casa del cineasta-, el asunto es que este planteamiento está desarrollado de forma plana e ingenua, con un relato disperso en su extenso metraje -suele advertirse de que la versión del director, que lleva a la función a superar las tres horas, ofrece una narración más sólida, aunque todo lo que puedo decir con el recuerdo lejanísimo del montaje estrenado en cines es que no agrava ninguno de sus defectos-. 

Asimismo, el interés decae por momentos debido a la escasa entidad de su personaje principal, alrededor del cual se difuminan unas circunstancias con potencial de aprovechamiento. Además, es harto difícil sostener una película así sobre los hombros de Orlando Bloom, tan inexpresivo como falto de carisma. No hay más que compararlo con la presencia de su partenaire romántica, la francesa Eva Green, o con alguno de los eficientes secundarios que dan lustre al reparto.

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Nota IMDB: 7,2.

Nota FilmAffinity: 6.

Nota del blog: 5,5.

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