Tag Archives: Internados y reformatorios

Las diabólicas

22 Jul

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Año: 1955.

Director: Henri-Georges Clouzot.

Reparto: Véra Clouzot, Simone Signoret, Paul Meurisse, Charles Vanel, Pierre Larquey, Jacques Varennes, Jean Brochard, Noël Roquevert, Thérèse Dorny.

Tráiler

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         En Las diabólicas, hay un prestigioso cardiólogo que apenas tiene dos frases. La primera es convencional, vinculada al contexto social en el que tiene lugar. La segunda, con esta vigilancia de las formas ya relajada, es lapidaria hasta lo miserable. Esta es la medida que Henri-Georges Clouzot aplica a sus criaturas y, con ello, a la sociedad francesa que acoge el plan homicida en el que se embarcan dos mujeres para vengarse de la brutalidad de su esposo y amante, respectivamente, todo violencia y humillación. El personaje del benefactor es un comisario jubilado que, mediante técnicas pasivo-agresivas, insiste en meter las narices donde nadie le ha llamado. La moral que domina la película es tan pútrida como el pescado de saldo que le sirven a los alumnos del internado donde se concentra esta atmósfera tóxica y mezquina.

         Clouzot afirmaba que había comprado los derechos de la novela original de Pierre Boileau y Thomas Narcejac adelantándose por apenas horas a Alfred Hitchcock, que a la postre sería un admirador confeso del filme. Estos escritores, de hecho, le proporcionarán poco después el material para rodar Vértigo (De entre los muertos) y se considera que la esencia de Las diabólicas se encuentra también en Psicosis.

No obstante, en cualquier caso, se trata de una cinta que sigue coherentemente la estela del corpus de Clouzot, con grandes ejemplos como El cuervo o En legítima defensa, donde la intriga, de potente contenido psicológico y bañada en ponzoñoso humor negro, sirve como afilado escalpelo para viviseccionar el cuerpo gangrenado de esta burguesía gala que, por supuesto, parece intercambiable por la de cualquier otro país. Hasta los niños -entre ellos un debutante Johnny Hallyday– son una pequeña imitación de la sordidez de los adultos. Así, tras dibujar un repulsivo tirano, el cineasta invita a sumarse a una acción criminal que se ejecuta a la vista, sin esconder detalle, hasta dejar tras de sí un cadáver que incluso es «feo».

         Parte del suspense brota de la relación misma entre las aliadas, cuyo carácter antitético, propenso a los encontronazos con cierto subtexto lésbico, se manifiesta asimismo en el físico de sus intérpretes, Véra Clouzot y Simone Signoret. Una, pequeña, delicada y sensible; la otra, rotunda, decidida y pragmática. Pero la tensión principal va alentándose a partir de los giros argumentales que dejan en una posición cada vez más extraña y comprometida a las protagonistas, jugando con su percepción y con su estado mental -e incluso de salud, en el caso de la primera-.

Clouzot demuestra gran habilidad para convencer y sugestionar al espectador para que sea partícipe de esta trama posteriormente desquiciada en un misterio con tintes de terror que, apegado al espíritu del relato, no muestra sino otra forma de ruindad. Un último e inesperado puñetazo que redondea la maldad subyacente de la obra.

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Nota IMDB: 8.

Nota FilmAffinity: 8.

Nota del blog: 8.

El joven Ahmed

10 Nov

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Año: 2019.

Directores: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne.

Reparto: Idir Ben Addi, Claire Bodson, Victoria Bluck, Myriem Akheddiou, Othmane Moumen, Amine Hamidou, Cyra Lassman, Olivier Bonnaud.

Tráiler

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         En realidad, da lo mismo que el protagonista de El joven Ahmed sea un fundamentalista islámico. No por nada, de su misma extracción social proceden sus dos hermanos, relativamente cabales. De esta manera, el fondo hubiera sido muy semejante si se tratase de un neonazi, un punk radical o un hooligan de fútbol. Porque El joven Ahmed es un retrato de la adolescencia. Huérfano, inquieto, vulnerable a las influencias perniciosas de adultos con pocos escrúpulos, Ahmed no es, a fin de cuentas, un personaje alejado de otros chavales en dificultades y con profundas carencias afectivas que aparecen en otras películas de los hermanos Dardenne, como La promesa, Rosetta, El hijo o El niño de la bicicleta. Los conflictos de la Bélgica multicultural -de Europa, por extensión- no vienen de ahora, aunque puedan verse agravados por nuevos focos de tensión, caso de los relativos a la identidad cultural.

         La adolescencia, pues, es esa etapa de la vida en la que las hormonas y el idealismo bullen mientras uno trata de encontrar a tientas su lugar en el mundo, con la consiguiente necesidad de pertenencia a una banda o una tribu de afines. En esta ocasión, a Ahmed le entra la tontería con el salafismo a través de la influencia de un imán tan integrista como mezquino. Quizás sea este la excepción -incluso leve excepción, dada la ausencia de grandes énfasis- de un relaato en el que los Dardenne, fieles a su esencia, exponen más que juzgan.

Así las cosas, la principal baza de la obra no es la búsqueda de respuestas sociológicas al yihadismo del joven musulmán nacido en Europa -de hecho, la capacidad incisiva es escasa en este aspecto-, sino el logrado naturalismo para componer y mostrar la personalidad del personaje, la cual impregna un filme rotundamente sobrio y conciso, también en la comprensión y el humanismo con el que se aproximan al retratado, en su indagación en la inocencia, el perdón y el entendimiento. Ayuda a ello tanto la caracterización, opuesta al impacto sensacionalista -es decir, a primera vista el muchacho da de todo menos miedo-, como la puesta en escena -cercana e inmediata-. Como buen crío de 13 años, Ahmed se esfuerza en ser parco en palabras en su creencia de ser un individuo incomprendido, en ser mohino sin saber bien por qué y en estar enfurruñado contra todo por los mismos motivos. Los atinados deslices cómicos proceden igualmente de esta obcecación sin cuento, así como los más terribles. En cambio, aunque argumentalmente ofrezcan lecturas coherentes con el drama, a los Dardenne les falta afinación para encajar la confrontación con la chica y para culminar el desenlace.

         Premio en el festival de Cannes a la mejor dirección.

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Nota IMDB: 6,5.

Nota FilmAffinity: 6,5.

Nota del blog: 7,5.

Adiós, muchachos

17 Ago

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Año: 1987.

Director: Louis Malle.

Reparto: Gaspard Manesse, Raphaël Fetjö, Francine Racette, Stanislas Carré de Malberg, Philippe Morier-Genoud, François Berléand, François Négret, Peter Fitz, Pascal Rivet, Bendit Henriet, Xavier Legrand, Irène Jacob.

Tráiler

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          Aunque la figura del niño sirve en muchas ocasiones para ofrecer un contrapunto de inocencia frente a las atrocidades del mundo adulto -en este caso la ocupación nazi de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, nada menos-, en Adios, muchachos Louis Malle utilizará el mundo de la infancia desde un punto de vista más cerca del paralelismo que de la oposición, al retratar la vida en un internado católico desde un naturalismo ajeno a idealizaciones y ternurismos de toda clase.

En cierta manera, las jerarquías y las relaciones entre los alumnos de Adiós, muchachos vienen a mimetizar las pulsiones de la sociedad que han dejado atrás, y a través de ellas -el clasismo, la crueldad, la amistad, la compasión…-, sumadas a las conversaciones que dejan caer con referencia a sus padres, se ofrece una muestra nada complaciente de la defección del país frente al invasor alemán y de las abundantes explicaciones de origen intestino para tal catastrófica caída, las cuales, por ejemplo, habían diseccionado ya en su día, con airado espíritu crítico, autores como Manuel Chaves Nogales en La agonía de Francia.

          Hay una razón detrás de esta crudeza que se entremezcla con la mirada por lo general fantasiosa y optimista de los chavales. Adiós, muchachos es una obra que Malle, en calidad de director y guionista, compone a partir de su memoria, de la pérdida de su propia inocencia que se trasluce en la atmósfera invernal y cenicienta de una película en la que el lirismo, de haberlo, es residual, asociado a la inconsciencia juvenil de los personajes -esta sí, cándida-.

Una perturbación existencial esta que, según sus propias palabras, fue la que probablemente le empujase a narrar historias por medio del cine, y para cuya recreación necesitó hacer acopio de toda una carrera tras las cámaras. Esta voluntad con rasgos de expiación, plasmada de forma casi obsesiva frente a los consejos contrarios de los productores, es un acto que el cineasta emprende casi en el ocaso de su trayectoria, después de un dilatado periodo en el extranjero, en Estados Unidos, con toda la carga de sacrificio de la propia personalidad que ese trasvase acostumbra a suponer.

          La cámara, siempre a la altura de los ojos del apenas adolescente Julien Quentin, captura por tanto un microcosmos que es tan expresivo en sus vivencias privadas como en su traslación de esa mencionada coyuntura exterior y colectiva. Malle, que busca la honestidad en la contención, vislumbra en los niños toda las virtudes y contradicciones extensibles a la humanidad, si bien tamizadas todavía por la inexperiencia, por su exploración a tientas de una realidad vital que no es como la que les transmite la literatura y la ficción, sino donde cuestiones abstractas como la valentía, la cobardía, la fidelidad o el egoísmo se encuentran enredadas en una maraña confusa y caótica, entreveradas con otras múltiples cualidades honrosas o mezquinas.

De ahí, de esa renuncia al sentimentalismo y al heroísmo redentor, mana la sincera emoción que desprende un filme que se aboca indefectiblemente a una escena final donde Malle vuelca, esta vez sin licencias creativas, el dolor de su recuerdo. De un recuerdo, además, que nos atañe a todos.

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Nota IMDB: 8.

Nota FilmAffinity: 7,8.

Nota del blog: 8.

La vida de Calabacín

22 Dic

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Año: 2016.

Director: Claude Barras.

Reparto (V.O.): Gaspar Schlatter, Sixtine Murat, Paulin Jaccoud, Michel Vuillermoz, Raul Ribera, Estelle Hennard, Elliot Sanchez, Lou Wick, Brigitte Rosett, Natacha Koutchoumov.

Tráiler

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          La vida de Calabacín juega con contrastes de una estremecedora atrocidad. Detrás de la dulzura de su colorista stop motion y la ternura de su asimilación de la cosmovisión infantil, se esconde una muestra de las peores abominaciones de la sociedad. Perversiones que, además, se ceban con la parte más vulnerable de la misma: el niño. La inocencia segada por el horror, como ejemplifica el terrible Simon, quizás el personaje más completo de la película. Los enormes y expresivos ojos de las marionetas presentan siempre un cerco oscuro; una sombra triste, aterrada.

          Con la colaboración en el guion adaptado de Céline Sciamma -experta en adentrarse en las colosales dificultades que se sufren en las primeras etapas de la existencia-, La vida de Calabacín no se centra sin embargo en la victimización de sus protagonistas o en lanzar recriminaciones cargando las tintas de la sordidez, ni tampoco recurre al chantaje para robar emociones al espectador. En el internado luce el sol y los responsables del centro son personas comprometidas, entregadas y amables. 

La reacción, pues, surge de manera natural, y con notable intensidad, no en el relato de las crueldades adultas, casi aludidas de pasada o bajo unas ligeras formas de bruja de cuento -la tía de Camille-. Surge a lo largo del proceso de recomposición afectivo que rige el argumento. Ante el redescubrimiento por parte del espectador de pilares esenciales no siempre presentes o universales, pues no dependen de uno solo -las mil variaciones que posee la familia y que en absoluto están relacionadas con cuestiones genéticas o sanguíneas-.

          Y todo esto ocurre, de nuevo, sin reconcentrar ideas o mensajes, con la misma autenticidad y franqueza con la que los niños observan su entorno, lo asimilan y comprenden, y tratan de capearlo de la mejor manera posible. Con su candidez innata, con el sentido de la maravilla y de la fabulación aún sobreviviente; con humor, con amor. Con la tenue e instintiva esperanza en que haya un final feliz en la conclusión del cuento.

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Nota IMDB: 7,8.

Nota FilmAffinity: 7,3.

Nota del blog: 8.

The Tribe

26 Dic

“Hay dos cosas que la gente cree que, como persona con discapacidad, tú no puedes hacer: pelear y tener sexo. Yo soy cinturón negro y tengo un polvo cojonudo.”

Mat Fraser

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The Tribe

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The Tribe

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Año: 2014.

Director: Miroslav Slaboshpitsky.

Reparto: Grigoriy Fesenko, Yana Novikova, Rosa Babiy, Alexander Dsiadevich, Yaroslav Biletskiy, Ivan Tishko, Alexander Osadchiy, Alexander Sildenikov, Alexander Panivan.

Tráiler

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            Asalta una pregunta cuando uno ve The Tribe. ¿Sería una película muy distinta a cualquier otra del subgénero adolescentes en un internado si emplease lengua hablada y/o subtítulos en vez de estar protagonizada por chavales sordomudos y expresada en exclusiva con lengua de signos (ucraniana, además)? Pues probablemente no, puesto que el meollo del asunto no es enfrentar los recursos propios de las personas con discapacidad contra una realidad hostil de espaldas hacia esta particularidad. Aquí, la lengua de signos es el vehículo común de expresión, compartido por todos los personajes sobre el escenario. Así que, en definitiva, sí, The Tribe es una película donde, a priori, el único factor de distinción, extraño al espectador, es la utilización por parte de los personajes de una lengua incomprensible.

No obstante, es entendible que esto forma parte del juego propuesto: dentro de un arte propenso a tratar a las personas con discapacidad con un paternalismo reconfortante para la platea general, The Tribe, decimos, no hace distinción entre adolescentes conflictivos con o sin discapacidad. Los jóvenes de The Tribe son cabrones, se pelean con violencia, quieren follar, abusan los unos de los otros y se emborrachan. Situaciones extremas –prostitución, alcohol, delincuencia de todo pelaje- que, por fortuna, no llega al extremo de las patochadas de, pongamos, un Larry Clark y sus intentos infantiles de ‘épater le bourgeois’ -aunque quizás no se ve así porque, desde occidente, se tiene en muy poca estima la capacidad de Ucrania para garantizar la ley y los derechos de sus ciudadanos; un poder también cuestionado por la cinta con su reflejo de la desprotección de este colectivo especialmente vulnerable-. Más bien, debido a la casi absoluta ausencia de adultos –más decisiva en cambio andando el metraje-, este internado recordaría a la isla de El señor de las moscas.

            Así pues, teniendo en cuenta la naturaleza universal de los personajes, se retorna de nuevo a la discusión acerca de la comunicación humana y su universalidad primaria, así como, por extensión, acerca de otro lenguaje, el del cine, y sus convenciones o tópicos. A lo largo de la función, resulta sencillo identificar cada tipo humano de un vistazo: el inocente, el graciosete, el listillo, el bruto, el macho alfa, los secuaces, la femme fatale,…

Miroslav Slaboshpitsky, director y guionista, compone de esta forma una obra que pertenece por pleno derecho a este citado subgénero de internados problemáticos y que, más aún, no se sale nunca de sus límites habituales. En consecuencia, si dejamos de lado estos debates antes aludidos y si ‘traducimos’ mental y automáticamente la lengua de signos, nos quedamos con un filme no exento de  clichés –lo que abarcaría también el algo tosco desenlace catárquico- y donde el dibujo de personajes se desinfla un tanto, en especial cuando aflora la igualmente roma relación de amor imposible, deseo irrefrenable, celos y ansia de liberación entre el protagonista –un recién llegado, como el espectador- y una veterana de mil guerras del lugar.

En compensación, Slaboshpitsky ofrece una realización poderosa, donde las escenas se organizan a partir de una sucesión de vigorosos y veristas planos secuencia que, combinados con la crudeza física y sin cortapisas de la narración –así en la vida como en la muerte-, convierten al público en uno más de esta tribu de sordomudos ucranianos, tan salvaje como cualquier otra.

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Nota IMDB: 7,3.

Nota FilmAffinity: 6,7.

Nota del blog: 7.

El limpiabotas

2 Sep

«La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices.»

Albert Einstein

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El limpiabotas

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El limpiabotas.

Año: 1946.

Director: Vittorio de Sica.

Reparto: Franco Interlinghi, Rinaldo Smordoni, Annielo Mele, Bruno Ortenzi, Emilio Cigoli.

Tráiler

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            Si en I bambini ci guardano la mirada inocente de un niño le había servido a Vittorio de Sica como herramienta con la que revelar la descomposición de los valores familiares, los dos chavales protagonistas de El limpiabotas escrutan de nuevo a los adultos para, por su parte, denunciar las miserias de una sociedad italiana desmoronada en la degradación material y psicológica de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Un desesperado hervidero del que nace el Neorrealismo italiano, corriente capital en el devenir del séptimo arte y de la que la presente película contribuye a asentar varios de sus cimientos, como el compromiso ideológico con la regeneración moral del país, la prevalencia de los escenarios exteriores frente al estudio, el contacto directo y visceral con la realidad inmediata de la calle o la conversión de la estricta y cruda cotidianeidad en el centro de la narración.

            Rica en vocabulario arrabalero y dialectal romano, el guion de Cesare Zavattini -firmado junto a Cesare Viola, Sergio Amidei y Adolfo Franci-, desarrolla un esquema en el que aparece un conflicto doble sólidamente entrecruzado: la denuncia social a propósito de la miseria que sufren los niños en una Roma empobrecida y el drama emocional derivado de la amistad de los dos protagonistas, amenazada por las execrables circunstancias. La misma estructura que un par de años más tarde fundamentará la inmortal Ladrón de bicicletas.

            Después de casi siete décadas y un sinfín de producciones de saldo asociadas a esta especie de subgénero carcelario infantil, De Sica y Zavattini demuestran su enorme pericia a la hora de dotar de autenticidad a los personajes, su especial punto de vista y sus andanzas por las mugrientas callejuelas de una ciudad humillada y por las cloacas del sistema: un severo correccional donde los niños procedentes de las cunetas de todo el territorio son hacinados a la espera de un juicio que se diría ni siquiera relevante.

Este dibujo destaca por la formidable concisión y precisión de los pequeños detalles que, poco a poco, con discreción, van componiendo a los distintos partícipes de la trama y la atmósfera afectiva que la rodea, reunidos todos ellos dentro de un contexto pesimista en el que la muerte permanece siempre presente, al acecho.

            Gracias a esta habilidad, y sumado a las excelentes interpretaciones de un reparto bien dirigido por De Sica, El limpiabotas desborda intensidad emocional, sin caer en ningún momento en el ternurismo lacrimógeno a pesar de lo terrible de la situación. El estilo sobrio y seco de la realización, patrimonio del Neorrealismo, se quiebra en ocasiones por medio de gotas de comicidad descarnada –un factor también naturalista, ya que hasta en la peor desgracia caben instantes de humor, más aún si hay chavales de por medio- y de ciertos elementos fantásticos –la vidente, la ambientación fabulosa del desenlace, similar a aquella huida desesperada del pequeño Pricò en la citada I bambini ci guardano-.

            Solo queda lamentar en El limpiabotas la falta de contención y el sentimentalismo de un remache perjudicado por el dramatismo forzado y mal entendido, en contradicción con las virtudes anteriormente exhibidas.

 

Nota IMDB: 7,9.

Nota FilmAffinity: 8,1.

Nota del blog: 7,5.

Dog Pound (La perrera)

23 Jun

Reformatorios para la sección DVD de Cinearchivo.

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