Tag Archives: Guerra de Secesión

Mando siniestro

6 Ago

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Año: 1940.

Director: Raoul Walsh.

Reparto: John Wayne, Claire Trevor, Walter Pidgeon, Roy Rogers, George ‘Gabby’ Hayes, Porter Hall, Marjorie Main, Raymond Walburn, Helen MacKellar.

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         Mando siniestro es el estreno de la fructífera relación artística entre el director Raoul Walsh y el escritor W.R. Burnett, que se prolongará de aquí en adelante en El último refugio y su relectura como western Juntos hasta la muerte; en Background to the Danger, The Man I Love y, sin que esta vez llegara a buen puerto, San Antonio. Pero Mando siniestro también es el reencuentro entre Walsh y John Wayne, a quien había rodado en su primer papel protagonista en otro western, La gran jornada, después de descubrirlo, según cuenta la leyenda, moviendo muebles por los platós como si fuesen de papel -historia que luego John Ford se atribuiría dudosamente a sí mismo en relación a la nueve años posterior La diligencia-.

         Mando siniestro es un western ambientado en el preludio y la posterior sanguinolencia fratricida de la Guerra de Secesión estadounidense, el cual aborda desde el punto de vista de un hombre sencillo y desarraigado pero de hondo patriotismo y firme sentido de la justicia que se ve envuelto en una lucha que queda reflejada con escaso romanticismo -incluso con tono humorístico inicialmente, inevitablemente trágico más tarde-, aunque luego las acciones de los personajes tiendan a ello.

         El estilo clásico de Walsh navega entre las sombras de un conflicto que, en contraste, acierta a retratar con desalentadora crudeza y sin maniqueismos, si bien sin alcanzar la altura lírica que podría reclamar Ford o la asfixiante y tensa noción del peligro de Howard Hawks, otros clásicos coetáneos. En cualquier caso, dentro de este choque entre contenido y estética, llama la atención por ejemplo la descarnada y certera interpretación economicista de la contienda, escéptica hacia proclamas tradicionalistas, que se pone en boca de un ciudadano corriente que esgrime que su única aspiración es poder vivir del trabajo honrado.

Pero, a pesar de ello, el libreto de Burnett completa con razonable naturalismo y matización el retrato de las personas que, de un modo u otro, terminan formando parte de uno de los dos bandos, con la familia McCloud a la cabeza: el banquero como financiador del sur y como pilar de la comunidad; el niño pijo que juega irresponsablemente a ser vaquero y luego tiene que lidiar con su conciencia; la mujer de clase alta con los pies en la tierra.

Por el contrario, la composición del antagonista resulta un tanto más forzada en su exaltación novelesca, y eso que, paradójicamente, está inspirado en William Quantrill y sus cruentos irregulares. Con todo, no deja de ser sorprendente e intrigante su frustración de hombre culto -una figura impotente ante la primacía que el simplón honesto tiene sobre la sociedad estadounidense, según apunta también el filme- tornada en odio desenfrenado, complementado con apuntes psicológicos acerca del peso de la herencia y una relación maternofilial igualmente anómala.

         Siguiendo esta línea, la traslación simbólica de la guerra civil a un triángulo amoroso no termina de lograr fuerza dramática ni romántica. Este planteamiento estará mejor resuelto en la posterior Una pistola al amanecer, otro filme ambientado en el mismo periodo y en una localización semejante, pero decididamente más destemplado y agresivo.

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Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 6,5.

La gran prueba

30 May

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Año: 1956.

Director: William Wyler.

Reparto: Gary Cooper, Dorothy McGuire, Anthony Perkins, Phyllis Love, Richard Eyer, Peter Mark Richman, Robert Middleton, Joel Fluellen, Walter Catlett.

Tráiler

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         La gran prueba se estrenaría en tiempos de la crisis del canal de Suez y de la invasión soviética de Hungría, y apenas tres años después del armisticio entre las dos Coreas. Por su parte, el filme se ambienta históricamente en tiempos de la Guerra de Secesión estadounidense. El conflicto bélico, pues, es el tema que circunda y acosa una obra que posee un engañoso aspecto de comedia familiar costumbrista, centrada en los avatares de una familia de cuáqueros de la Indiana meridional.

De hecho, el primer filme comercial en color de William Wyler se abre en una granja casi idealizada, donde la voz en off de un niño relata su humorística enemistad contra el ganso de su madre. Y, a continuación, se traza el retrato de los Birdwell y sus preocupaciones cotidianas: robar los dulces de la despensa, conseguir la atención de los chicos, las carreras de caballos con el vecino, el liderazgo espiritual de la comunidad… Será este el punto de vista desde el que afronte la guerra La gran prueba, una retitulación española de fuertes reminiscencias religiosas e ideológicas, análogas no obstante a las que ya tenía Friendly Persuasion -«persuasión amistosa», en traducción literal-, referencia a la actitud con la que los cuáqueros abordan los conflictos.

         De este modo, la intriga acerca de esta gran prueba de fe se mantiene permanentemente de fondo, si bien el relato parece estar más centrado en el drama familiar e intimista, en la descripción de sus circunstancias existenciales y psicológicas, y en su confrontación frente a la sociedad que la rodea. En una constante de la película, este último punto no es monolítico, como se aprecia en una comparativa amable -la iglesia vecina, desbordante de música y color frente al silencio y las tonalidades apagadas de los cuáqueros- y en otra algo más turbia -la feria de las vanidades, donde habitan maravillas y vicios a partes iguales-.

La narrativa textual y visual de La gran prueba demuestra una notable inteligencia expresiva para exponer las dudas, contradicciones e impulsos de los protagonistas, con por ejemplo en el acertado empleo de la elipsis para sugerir referencias sexuales -en la finca de las amazonas Hudspeth, en la noche en el granero de los Birdwell, en su ático…-. Ayudados además por un reparto bien dirigido -desde la vis cómica de clásicos como Gary Cooper hasta la actuación más moderna de Anthony Perkins, promocionado como parte de la nueva ola que personalizaba James Dean-, se trata de detalles, rugosidades y contrapuntos que contribuyen a dotar de complejidad a los personajes y a su historia, siempre de camino al dilema último que antecede a las conclusiones. Unas reflexiones que, como decíamos, enfilan directamente hacia una interrogación acerca de la naturaleza bélica o pacífica del ser humano, acerca de la discusión entre el deber social y la convicción moral, acerca de la firmeza de la doctrina y la flexibilidad de actuación frente al mal mayor -con un escobazo como clave resolutiva-.

         Dentro de este estilo, hay contadas situaciones que, por otro lado, a día de hoy se perciben como más naifs -el gag del órgano y el consejo de ancianos-, lo que se extiende a determinadas extracciones morales del relato. Ocurre por ejemplo con la simplista manifestación de la diferencia entre teoría y práctica de un fundamentalista religioso y su comparación con la comprensión de otros individuos alejados en principio de estos sólidos preceptos de fe y humanísticos, o con su lectura a propósito del perdón y la reconciliación, aun así de potente impuso emocional. Según cada cual, serán rasgos entrañables o reconfortantes en el mejor de los casos; reblandecidos o avejentados en el peor.

Pero todo ello forma parte igualmente del intento de matización del conflicto, que posee otros puntos más rotundos a través de determinados aldabonazos del guion firmado por el interesante ‘blacklisted’ Michael Wilson -«los rebeldes son gente como nosotros», reflexiona el soldado; «¿y aun así los disparas?», inquiere sorprendido el niño-; de la plasmación de la batalla como un cúmulo de horrores sin heroismo dominado por el miedo y la lástima; de los poderosos clímax interpretativos que entrega Perkins en estas estruendosas aunque antiépicas escenas, o del silencio en el que se dirime la disyuntiva que atenaza al cabeza de familia, un Cooper que, a pesar de haber rodado años atrás Solo ante el peligro -o quizás por ello-, no estaba demasiado convencido sobre el perfil de su personaje, para el que se había barajado otros nombres de virilidad menos tajante, como el de Montgomery Clift.

         Una de las películas favoritas de Ronald Reagan, se la regalaría en VHS al jefe de Estado de la Unión Soviética Mijaíl Gorbachov en las postrimerías de otro conflicto, la Guerra Fría. Además, cosecharía la Palma de oro en el festival de Cannes.

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Nota IMDB: 7,5.

Nota FilmAffinity: 7,1.

Nota del blog: 8.

Una pistola al amanecer

14 Mar

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Año: 1956.

Director: Jacques Tourneur.

Reparto: Robert Stack, Virginia Mayo, Ruth Roman, Raymond Burr, Donald McDonald, Alex Nicol, Carleton Young, Leo Gordon, Regis Toomey.

Tráiler

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          Cínicos, trileros, filibusteros, rencorosos y obsesivos. Una pistola al amanecer se abre con un tiroteo y se cierra con uno de los «te quiero» más patéticos y en consecuencia demoledores del western. En su camino, deja un reguero de personajes ambiguos o equívocos, enzarzados en una disputa traumática, la Guerra de secesión estadounidense, que parece tener poco sentido en el remoto Colorado a medio conquistar.

Sumergidos en un escenario y una atmósfera envenenados, surgen individuos que sirven solamente a una causa estrictamente egoísta, que disfrazan sus apetencias personales con banderas patióticas, que rezan por conveniencia, que o poseen o aniquilan.

          Dada la confianza y la precisión con la que se maneja en los tiroteos el protagonista -un sureño que declara fidelidad únicamente a su persona y si acaso al dinero-, Una pistola al amanecer es un filme que concentra su violencia en el terreno psicológico y moral.

De igual modo, el conflicto bélico se equipara a un doble duelo amoroso, en el que el solitario beso que aparecerá en pantalla es robado y Jacques Tourneur, director cuyos amplios conocimientos visuales están curtidos en el terror y el noir de serie B, lo expone envuelto en espesas sombras. Es una de las mejores muestras de su talento para componer el malsano clima de la obra, a medio camino entre las tonalidades deslumbrantes del Technicolor y las tinieblas que dominan la narración y, particularmente, el interior de las criaturas que lo habitan.

          La tradicional visión romántica del combatiente sureño contrasta con la postura de Owen Pentecost, con el misterio de su convencido individualismo, que trasluce a través de la peculiar forma de mirar de Robert Stack. Enfrente, las tropelías unionistas se asignan a unas tropas irregulares que, a su vez, encuentran su contraposición de la nobleza marcial del coronel y el capitán que operan encubiertos, como un ejemplo más de las duplicidades y trucos que guardan bajo la manga los participantes en el drama.

En esta línea, el libreto contiene trazas de la tradición trágica del western, con una apropiación del mito de Edipo que, en manos de este pistolero en azarosa búsqueda de redención pero arrastrado por las circunstancias ajenas, adquiere un turbulento matiz consciente y prácticamente suicida, remachado con sentencias tremebundas en el diálogo: «Cuando aprenda a disparar me llenará el cuerpo de plomo y me ahorrará el trabajo de suicidarme». La palabra es un arma arrojadiza en el desarrollo de un triángulo amoroso entre el nihilista en trémulo despertar de la conciencia, la inocente recién llegada y una tercera mujer de carácter que, asumiendo cualidades también míticas, procura forjar el destino propio y de quien la rodea.

          En el apresurado desenlace es donde más se perciben las urgencias de la producción, si bien las conclusiones aciertan a ser tan discordantes, espinosas e inciertas como el planteamiento, lo que dota de un sabor melancólico y profundamente amargo al filme.

De esta manera, las resoluciones y los cabos sueltos, especialmente en la faceta amorosa, resultan más descorazonadoras que decepcionantes, al quedar suspendidos sobre un espeluznante y triste vacío.

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Nota IMDB: 6,5.

Nota FilmAffinity: 6,7.

Nota del blog: 7,5.

El maquinista de La General

5 Abr

“Buster Keaton ha sido el mejor actor y director de la historia del cine.”

Richard Lester

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El maquinista de La General

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El maquinista de La General

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Año: 1926.

Directores: Buster Keaton, Clyde Bruckman.

Reparto: Buster Keaton, Marion Mack, Glen Cavender, Jim Farley, Frederick Vroom, Charles Henry Smith, Frank Barnes.

Filme 

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           El cine de Buster Keaton es una oda al combate del hombre contra los elementos, pero también de la lucha contra uno mismo: contra la mediocre realidad que frustra sin descanso nuestros anhelos cotidianos. Si en El moderno Sherlock Holmes Keaton necesitaba de la intermediación del sueño para transformarse en la versión mejorada de su persona, en El maquinista de La General deberá ser ya su propia voluntad inquebrantable la que venza en duelo a muerte a su yo ‘auténtico’.

           Ambientada en la Guerra de Secesión -de la que toma una anécdota histórica para construir esta obra de generoso presupuesto-, Keaton convierte el desgarrado conflicto cainita en una cuestión de amor. Su personaje, Johnnie Gray, un torpe conductor de locomotoras de Georgia, necesita demostrarle al ejército confederado y a la naturaleza misma que se equivocan y que de verdad puede ser un viril soldado. Pero su meta no es militar o patriótica, sino que lo que pretende es probar su valía a su desconfiada media naranja. El maquinista de La General, en definitiva, habla de la necesidad humana de ser un héroe, al menos en la intimidad; un ideal universal y común a cada uno de nosotros.

Por supuesto, estando el titán del estoicismo en pantalla, la guerra privada que libra Johnny Gray se produce tanto en el campo psicológico como en el material. A bordo de La General, Keaton, gran aficionado a los trenes, se somete a una despiadada carrera de obstáculos que tratan en vano de menoscabar su resistencia física y mental. Gracias al frenético dinamismo de la puesta de escena, la espectacularidad de los medios –entre ellos el considerado gag más caro de la historia- y la fluidez narrativa del relato, los atentados del slapstick se suceden sin cesar y sin compasión en contra del aliento épico y sentimental del protagonista. Despreciado en territorio amigo, perseguido tras las líneas enemigas, siempre con la vista puesta en su amada, Gray, para diversión del público pero también para su conmoción, sufre los embates del infortunio que conspira contra él, manifiesto en la sucesión de trabas y golpes agresivos contra su integridad, en los desafortunados equívocos de la trama y, no lo olvidemos, también en su torpeza innata.

           Sin embargo, demuestra el filme, esta serie de catastróficas desdichas no es nada en comparación con su espíritu romántico. Indiferente a ejércitos y guerras, calamidades y adversidades, el combustible que alimenta la determinación de Keaton es el amor eterno. Por tanto, El maquinista de La General captura la abrumadora belleza de quien resiste impasible, contra viento y marea, hasta el último aliento, en pos de sus ideales más elevados.

 

Nota IMDB: 8,3.

Nota FilmAffinity: 8,3.

Nota del blog: 7,5.

Nacida en el Oeste

16 Mar

“¿Por qué el western tiene tanto éxito en todo el mundo? Es porque un hombre dice: Voy a hacer algo. Y lo hace.»

Anthony Mann

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Nacida en el Oeste

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Nacida en el Oeste.

Año: 1959.

Director: Budd Boetticher.

Reparto: Randolph Scott, Karen Steele, Michael Dante, Andrew Duggan, Virginia Mayo, Michael Pate.

Tráiler

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            Tradicionalmente, se considera que son siete las películas que dan forma al ciclo Ranown, la saga de lacónicos y abstractos westerns que nacería de la alianza artística entre el productor Harry Joe Brown, el actor Randolph Scott y el director Budd Boetticher, bautizado así por la productora fundada por los dos primeros –en realidad solo ejecutora como tal de un par de títulos-.

Cabe decir que, por tanto, el ciclo aúna entre estos siete filmes excepciones administrativas como Tras la pista de los asesinos, el pistoletazo de salida de la serie, financiado por Batjac, la productora de John Wayne, o Nacida en el Oeste, que sería gestionada por el estudio Warner Brothers, en concreto a través de la iniciativa de Henry Blanke. No obstante, la repetición de los principales rostros del proyecto, así como la coherencia argumental y estilística que muestran respecto al conjunto de la saga, permite englobarlas sin problemas bajo esa denominación única.

            Nacida en el Oeste –incomprensible traducción del original Westbound, otrora también conocida como El correo del oroes el único ejemplo del Ranown ambientado durante la Guerra de Secesión estadounidense, si bien se tratará de un elemento de escasa repercusión en el argumento, reducido a un simple agente más que incentiva la confrontación entre el bien, de nuevo representado por la solidez granítica de Scott, y el mal, encarnado por unos cuatreros adueñados de uno de los puntos clave en la ruta de transporte del oro nordista.

Para más inri, el respetable líder de la banda será un viejo amigo del protagonista, enriquecido y corrompido por múltiples negocios fraudulentos y desposado con su antigua enamorada, la bella Virginia Mayo.

            Permanecen intactas señas de identidad del ciclo como la eterna fatiga del héroe, el jinete desfacedor de entuertos errante a perpetuidad, sin hogar, ni amor, ni victoria completa. Repescado en su cometido de explorador y pionero por parte del ejército de la Unión, Scott hace frente a esta doble traición, política y romántica, con la fuerza de su valor y su integridad sin fisuras.

            Sistemáticamente despreciada como uno de los puntos más bajos de la serie, Nacida en el Oeste demuestra sin embargo un apreciable pulso en la narración de los avatares del protagonista, enfrentado a un villano con suficientes dobleces morales -e incluso líricas y emocionales a causa de las implicaciones sentimentales de la lucha- como para constituir un foco de interés que supere con suficiencia la tibieza del posible maniqueísmo.

Boetticher relata la historia con su característica economía, tan elegante como enérgica, mientras que Randolph cumple con eficiencia el único cometido adaptado a sus escuetas capacidades interpretativas: aportar presencia, firmeza y cierto halo doliente a su personaje.

 

Nota IMDB: 6,6.

Nota FilmAffinity: 6,1. 

Nota del blog: 6,5.

Prisionero del odio

26 Ene

“Es importante realizar documentales, porque permiten acceder al fondo de la verdad. Pero no siempre se pueden hacer, y el público está acostumbrado a la ficción. La ficción, además, permite componer mejores metáforas y abrir más puntos de vista.”

Costantin Costa-Gavras

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Prisionero del odio

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Prisionero del odio.

Año: 1936.

Director: John Ford.

Reparto: Warner Baxter, Gloria Stuart, Claude Gillingwater, Ernest Withman, Douglas Wood, John Carradine, Harry Carey.

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            Las situaciones críticas son las que miden la verdadera catadura de una nación. En contraposición con el ejemplo inspirador de Abraham Lincoln, que abraza sinceramente el himno enemigo después de su derrota en aras de la necesaria reconciliación, Prisionero del odio recoge el arbitrario juicio y la barbárica condena aplicada al doctor Samuel A. Mudd, acusado de participar en la conspiración para el magnicidio del Presidentedonde la mano ejecutora sería la de John Wilkes Booth.

            John Ford, enconado humanista y defensor de los derechos del individuo, analiza las vergüenzas de la muchedumbre como animal irracional e incontenible por medio de un caso ejemplar. Es cierto que reduce cualquier tipo de matiz acerca de la inocencia de Mudd en el asesinato de Lincoln -hecho histórico no del todo aclarado-, pero es innegable el buen juicio y la ferocidad crítica de su discurso, además del convencimiento, la solidez y el poder emotivo con que lo expresa.

            Esa citada y abrupta contradicción entre el cerrilismo psicótico de la colectividad herida y el sentido común, la mesura y la tolerancia que el asesinado líder esgrimía como principio ineludible, hasta en los peores momentos, llena de amargura las progresivas conclusiones que el filme extrae a partir de un proceso judicial en el que, con el fin de apaciguar torpemente un dolor salvaje, el Estado miope e impotente deja en suspenso cualquier garantía básica de civilización –presunción de inocencia, justicia equitativa, compasión hacia el prójimo, valores morales,…-.

Un precioso y frágil legado arrasado no por una bala, sino por las teas de la turbamulta. Resulta curioso comparar las similitudes entre la masa exultante que aclama al Lincoln victorioso y la masa furibunda que clama por la sangre; esa misma masa que, individualizada, se horroriza ante la visión de un ahorcamiento.

            Ford despoja la máscara de la rugosa y corrompida cara oculta de América, la que se aferra a la agresividad histérica y embiste en vez de sentarse, recapacitar y redoblar con el debido convencimiento las virtudes humanas que lo han convertido en adalid de la libertad y la igualdad. Una imagen contundente, valiosa y todavía vigente, vista la enajenada soflama seudopatriótica y peligrosamente filofascista enfervorecida tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.

            Por desgracia, menor intensidad luce la descripción de las atrocidades sufridas por el infortunado médico (un concentrado y estimable Warner Baxter), más superficial y armada con ligereza por medio de unos cuantos recursos manidos de crueldad y desesperación. Acaso más lúdica y espectacular, esta segunda vertiente resta cierta entidad a un conjunto, no obstante, con fuerza de sobra para arrear una buena ristra de atinados y devastadores mazazos contra la sociedad norteamericana.

 

Nota IMDB: 7,5.

Nota FilmAffinity: 7,1.

Nota del blog: 7.

Lincoln

7 Ene

«Un estado en el que coexisten la libertad y la esclavitud no puede perdurar.»

Abraham Lincoln

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Lincoln

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Lincoln.

Año: 2012.

Director: Steven Spielberg.

Reparto: Daniel Day-Lewis, Sally Field, Tommy Lee Jones, David Strathairn, Joseph Gordon-Levitt, James Spader, Hal Holbrook, John Hawkes, Peter McRobbie, Lee Pace, Jackie Earle Haley, Jared Harris.

Tráiler

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            ¿Puede ser el honesto Abraham Lincoln uno de los más firmes representantes del cínico Nicolás Maquiavelo?

Después de la lacrimógena War Horse, Steven Spielberg retorna al cine adulto para explorar los laberínticos caminos de dilemas éticos y renuncias privadas que se extienden en los campos de la alta política. Para tal fin, empleará a modo brújula una las figuras decisivas y más inspiradoras de la historia de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, artífice de la liberación de los esclavos negros -conflicto racial en el seno de los en teoría idealistas Estados Unidos que Spielberg, comprometido humanista aparte de sacacuartos a escala industrial, había abordado ya, con mayor o menor fortuna, en películas como El color púrpura y Amistad-.

            Lincoln plantea la disyuntiva entre la deontología y la teleología en el ámbito político a propósito de la duda del Presidente entre asestar el golpe definitivo a la cruenta Guerra de Secesión o, haciendo uso ilegítimo de los poderes extraordinarios conferidos a su persona por el contexto marcial, acometer la trascendente empresa que dicta su conciencia: reformar la Constitución norteamericana para abolir la oprobiosa esclavitud.

Una decisión azarosa y personalista que parece contradecir la estricta prudencia que definía el retrato compuesto en El joven Lincoln por el maestro John Ford, admirador del ‘honesto Abe’. No obstante, es imposible no reconocer en la presente etopeya otros rasgos definitorios del auténtico héroe popular fordiano, como la capacidad del presidente para conmover, convencer y seducir gracias a su abrumador e incontestable sentido común, lógica y filantropía. De hecho, en cierta manera, la excelsa interpretación de Daniel Day-Lewis -que basta por sí misma para sostener sobre sus hombros la colosal arquitectura de la obra-, recuerda no tanto a la actuación de Henry Fonda en aquella, sino más bien a los entrañables personajes de Will Rogers –en especial el doctor Bull y el juez Priest, quintaesencias del humanismo fordiano, erigidos en referentes morales de una pequeña comunidad que condensa el espíritu del país- a causa de la sencillez de su carácter, propenso a las anécdotas ejemplificantes y a la sabiduría campesina, la humildad de su talante e incluso las flexiones de su voz.

            Así pues, la devastadora crueldad del conflicto bélico se limita a aparecer de manera tangencial, dejando asomar de vez en cuando sus sangrientas consecuencias. De igual modo que Los idus de marzo y Moneyball –ésta en el terreno deportivo-, Lincoln reduce la política de estado a un desordenado juego de despachos y negociaciones en el que prima el posibilismo, el artificio, la persuasión –apoyada o no en mecanismos de corrupción- y el sacrificio privado físico e idealista, el cual se extiende también, con sus propias bajas de guerra, al núcleo familiar –vertiente más sobada del precio del poder que evita ahogarse en el melodramatismo gracias a su carácter puntual y a la credibilidad que Sally Field confiere a su personaje-.

Ni siquiera se realizan grandes y evocadores discursos: Lincoln se limita a sacar breves prédicas del fondo de su chistera –significativo- mientras que, por otro lado, uno de los alegatos climáticos del filme, pronunciado por el igualitarista radical Thaddeus Stevens (Tommy Lee Jones), el verdadero humanista adelantado a su tiempo, constituye simplemente una demostración de cómo comerse un sapo con incomparable elegancia.

            Es la apasionante partida de ajedrez, desbordante de encrucijadas morales y disputada alrededor de la hostil Cámara de Representantes, la que posee un dinámico y fascinante sentido de la intriga, beneficiado por el buen hacer de Spielberg en la construcción de atmósfera y el manejo de los tiempos del metraje.

No es justo ni conveniente extraer lecciones de práctica política a partir de un hecho del siglo XIX, pero bien podrían establecerse ciertos paralelismos con el secuestro en el congreso que, en la actualidad, sufre la ambiciosa Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible (el célebre “Obamacare”), un programa de cobertura médica universal a cargo del Estado: como la erradicación del esclavismo, una medida de solidaridad necesaria y fundamental a ojos de todo mundo civilizado menos para el ala republicana y parte de las filas demócratas estadounidenses y por la cual el presidente Barack Obama ha recibido idénticos epítetos de tirano.

 

Nota IMDB: 7,5.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 8.

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