Año: 1948.
Director: Fred Zinnemann.
Reparto: Ivan Jandl, Montgomery Clift, Jarmila Novotna, Aline MacMahon, Wendell Corey, Leopold Barkowski, Claude Gambier.
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Los ángeles perdidos comienza desde un tono de documental ficcionado en el que, con una formulación un poco primaria, una voz en off explica la tragedia de millones de niños huérfanos o separados de sus padres a causa de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. ¿Es la relectura hollywoodiense de los principios del Neorrealismo italiano que buscaba la reconstrucción moral de la sociedad de entre las ruinas materiales del conflicto? El capítulo napolitano de Paisà (Camarada) y Alemania, año cero también apostaban por un protagonista infantil. Pero, a pesar de las fuertes similitudes temáticas y argumentales, quizás podría decirse que Los ángeles perdidos quiere acercarse más al sentimentalismo de Bambi -a la que cita- que a la crudeza de Roberto Rossellini, que precisamente es más emocionante por su cercanía a la verdad con el empleo de los aderezos justos. El contexto es lo suficientemente terrible como para, además, reforzarlo con recursos y efectismos literarios tradicionales, que son los que se desarrollan una vez concluida esa introducción informativa y de denuncia, que sirve de intermediario de testimonios pavorosos.
Solo el rostro de los críos que bajan del tren -un excelente trabajo de selección y caracterización- posee ya la suficiente potencia trágica como para sustentar toda una obra que, de nuevo en contacto con esas pretensiones realistas, recorre el desmoronado armazón de una Alemania ocupada por las fuerzas aliadas. Su amontonamiento en vagones de carga, el apilamiento de los cuerpos, es un recuerdo desoladoramente vívido del Holocausto. En este escenario, Los ángeles perdidos propone el milagroso reencuentro entre un niño y su madre como símbolo de la regeneración de un país y de un mundo que ha perdido su humanidad embebido en odio y sinrazón.
Toda vez que se conoce la situación y localización de ambos extremos, la trama no oculta -o no puede ocultar- unas cartas que apuntan hacia una necesaria esperanza. Dentro de sus idas y venidas, el recorrido de Los ángeles perdidos es previsible, de modo que se invierte atención dramática en describir las relaciones interpersonales que se recomponen después de la barbarie -el joven soldado con el niño desamparado, la mujer desolada con los huérfanos-, así como en las vallas que, en muchas ocasiones, se erigen ante la mirada del niño y que incluso se manifiestan inconscientemente en sus dibujos.
En este sentido, es importante el trabajo de los actores, desde el debutante Montgomery Clift, quien en su primera película –Río Rojo se rodaría antes pero estrenaría después- ya cosecharía una nominación al Óscar, hasta la conmovedora sobriedad de la checa Jarmila Novotna. Y, como en este tipo de producciones, buena parte del peso recae en la empatía que es capaz de generar el pequeño protagonista, aquí un Ivan Jandl que destaca en su vulnerabilidad y ternura, en la expresión de ese horror incomprensible, de esa situación inhumana, que zarandea, aturde y destruye su infancia.
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Nota IMDB: 7,8.
Nota FilmAffinity: 7,1.
Nota del blog: 7.
Contracrítica