Año: 1995.
Director: Paul Verhoeven.
Reparto: Elizabeth Berkley, Gina Gershon, Kyle MacLachlan, Gina Ravera, Glenn Plummer, Robert Davi, Lin Tucci, Rena Riffel, Alan Rachins, Patrick Bristow, Michelle Johnston, Al Ruscio, Greg Travis, Melissa Williams, William Shockley.
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¿Es Showgirls ese bodrio denigrado en su momento que hundió para siempre la carrera de Elizabeth Berkley y por el que Paul Verhoeven se autocastigó recogiendo el Razzie a peor realizador y hasta llegó a firmar con el seudónimo Jan Jansen en su edición para televisión? ¿O es en cambio esa sátira acidísima e incomprendida acerca del sueño americano que se tiende a reivindicar como película de culto en los últimos tiempos?
El director neerlandés y el escritor Joe Eszterhas repetían el tándem que había triunfado con el thriller erótico por excelencia, Instinto básico, para adentrarse en otra historia de sordidez y sexualidad, esta vez ambientada en el mundo de las strippers de Las Vegas, que al parecer recorrieron personalmente mendiante exhaustivas entrevistas a trabajadoras del gremio. Lo cierto es que esa sarcástica y malintencionada cinta de superhéroes que es Robocop bien podría ya entregar pistas sobre la naturaleza de Verhoeven como eso que Martin Scorsese venía a llamar cineasta contrabandista, es decir, aquel que aprovecha filmes de encargo, de género o relativamente sujetos a convenciones para, de tapadillo, deslizar mensajes de calado, en este caso contra la sociedad capitalista estadounidense. Una mirada que repetiría de nuevo en otro taquillazo de ciencia ficción como Desafío total. Por ello, Showgirls podría considerarse más cerca de estas que de Instinto básico.
Showgirls es un calenturiento cuento moral cuyo reflejo de la cadena trófica del sistema económico y laboral de los Estados Unidos cobra incluso más vigencia en la actualidad, en vista del fomento del individualismo y la ultracompetitividad como pretendida herramienta de supervivencia de una clase trabajadora precarizada. «El mejor consejo que me dieron nunca es que, si alguien se interpone en tu camino, písalo hasta que quedes tú sola», le aconseja a la protagonista esa rival y referente con la que desarrolla una auténtica relación de vampirismo, en la que una ha de cazar y devorar a la otra para asumir su fuerza, su sexualidad y su puesto como prima donna. Un poco como Eva al desnudo, versión exploitation con erotismo cutre. «¡Vende tu cuerpo! ¡Véndelo!», le gritaba antes el director del espectáculo. «Todos nos prostituimos», insisten las conclusiones, verbalizadas de nuevo por esa desengañada diosa-esclava, pieza tuneable y de reemplazo en un espectáculo siempre en marcha y hambriento, que no tolera debilidad ni envejecimiento. Los neones que claman por la salvación espiritual están averiados.
Impregnados de esa grotesca distopía andante que es la denominada «ciudad del pecado», Verhoeven y Eszterhas no son en absoluto sutiles en su discurso. Nomi Malone, aspirante a bailarina con un turbio pasado permanente colgado de sus hombros, es un personaje desconcertante y -apropiadamente- antipático que, en esta línea, acomete una historia de arribismo que, en otro escenario, bien podría servir para erigir un retrato de uno de esos triunfadores hechos a sí mismos que la mitología norteamericana acostumbra a situar como forjadores de la nación. O para darle una vuelta de tuerca veraz a Flashdance -que precisamente tenía al hungaroamericano en el libreto-.
El paisaje humano que arrojan los creadores es, en realidad, tremendamente tenebroso, puesto que apenas se encuentra un único personaje por completo positivo -la compañera y amiga, que recibirá su propia lección al respecto-, mientras que son contadas las muestras de sentimiento que aparecen en pantalla -entre ellas, una de las más extrañas declaraciones de de amor parental del cine- o de estrafalaria esperanza -ese vestido de ‘Versase’ que brota presentado como un sueño, por ejemplo-. Con todo, bien por la debilidad bien la despreocupación del guion, las relaciones entre ellos se construyen y traban de manera casi caprichosa, a veces inexplicable. Y esa esencia hortera se halla también en la raíz misma de un desenlace tan abrupto, tajante y risiblemente apoteósico que, por ello, no deja de ser igual de farsesco y delirante que todo lo anterior.
La defenestración de Showgirls truncó los planes de rodar una secuela, Nomi Does Hollywood, que parecía una ampliación bastante consecuente del universo aquí descrito -si bien una de las actrices de la presente, Rena Riffel, escribirá, dirigirá y protagonizará su propia continuación ‘underground’, Showgirls 2: Penny’s from Heaven, estrenada en 2011-. Con todo, dos años después de Showgirls, Verhoeven, con su caché tocado y casi hundido, sería todavía más disimuladamente contrabandista en Starship Troopers: Las brigadas del espacio. De nuevo, se saldaría con un fracaso.
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Nota IMDB: 4,9.
Nota FilmAffinity: 3,9.
Nota del blog: 6,5.
La cumbre del surrealismo cinematográfico. Buñuel y Dali, unos parvulitos.
A la altura de muy pocos. Y sin hacer guarrerías con ojos de ternera.
Curioso, sin embargo, que siempre cuando la echan por la tele acabo enganchada y viéndola, jajajaja.
Merece la pena ver el salto con pértiga de Elizabeth Berkley… De la serie Salvados por la campana, como niña buena y responsable del instituto, a toda una bomba sexual en Showgirl, sin películas o series intermedias que señalaran el camino.
Y, sí, como bien señalas, es una revisitación especial de Eva al desnudo con diversos ecos a su referente.
Algo consiguieron el director y su guionista… Todavía es una película no solo muy recordada sino que ha generado ríos y ríos de tinta, reportajes y recientemente un documental.
¿No creéis que Elizabeth Berkley se merece una resurrección que muestre que puede ir mucho más lejos de Salvados y Showgirl? Su coprotagonista Kyle MacLachlan también tuvo un extraño recorrido cinematográfico. David Lynch aprovechó todo su potencial y luego desapareció por sendas extrañas.
Beso
Hildy
A mí, incluso antes que Eva al desnudo, me saltó antes el paralelismo de Flashdance. Una chica y su sueño de poder bailar… con un ascenso que no es tan limpio como en los cuentos de hadas de Hollywood. La verdad es que el reparto en sí tiene su aquel, hasta verle como agente Cooper le tenía un poco de tirria a Kyle MacLachlan, porque la suya me parecía una cara de pijazo de manual. La de Berkley también. Están bien escogidos, porque qué repugnantiño es todo el mundo en Showgirls…