Año: 1988.
Director: Francis Ford Coppola.
Reparto: Jeff Bridges, Joan Allen, Martin Landau, Frederic Forrest, Mako, Christian Slater, Lloyd Bridges, Elias Koteas, Nina Siemaszko, Jay O. Sanders, Dean Goodman, Dean Stockwell.
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Pocas cosas hay más frustrantes que despertar de un gran sueño. Que lo soñado -sustancia sublime, evanescente y frágil- entre, derrotado de antemano, en conflicto con la crudeza material de la realidad. Francis Ford Coppola lo sabe. Su pasión, el cine, es el lenguaje de los sueños. Y Coppola es uno de los creadores que más grande se ha atrevido a soñar en este arte, hasta el punto de que su Corazonada se rompiese en mil pedazos en el suelo, llevándose consigo a su propia productora, Zoetrope. Es por tanto evidente el paralelismo entre el cineasta y el emprendedor Preston Tucker, quien defiende su idea visionaria del automóvil contra la oligarquía que, dinero y poder mediante, agarra la sartén por el mango.
Tucker, un hombre y su sueño es una defensa del romanticismo, de la necesidad de luchar por el impulso de genialidad que surge de las entrañas en contra de los dictámenes de un sistema amañado para perpetuar los privilegios de una élite anquilosada, que sustituye el arrojo emprendedor de los pioneros -elemento nuclear de la forja del país- por una producción en serie, mecanizada, alienante y sin capacidad de imaginación más allá del simple y frío rédito económico. Hay hasta un deje freudiano en el hecho de que sea el senador interpretado por Lloyd Bridges el principal muro contra el que choca el empresario encarnado por Jeff Bridges. Matar al padre.
Con el optimismo en la capacidad del individuo de redimir a toda una sociedad que pudiera tener una fábula de Frank Capra, Coppola -apoyado en el respaldo financiero de su amigo George Lucas– dirige la epopeya de Tucker como si se tratase de una comedia alocada de los años cuarenta en la que, poco a poco, se van infiltrando detalles de tragedia, ligados estos a la crítica socioeconómica y que tratan de minar el entusiasmo incombustible del protagonista, enturbiando así el concepto mismo del sueño americano. Por instantes, Tucker, un hombre y su sueño recuerda a aquella sátira cruel que dirigirán posteriormente los hermanos Coen en El gran salto.
El autor italoamericano abraza sin tapujos toda la artificiosidad del lenguaje cinematográfico, patente en especial en las elaboradas elipsis que se despliegan a partir de un imponente trabajo de puesta en escena. El ritmo narrativo, aparejado a la vitalidad torrencial de Tucker, es trepidante hasta el delirio. La combinación, en busca de la épica, puede caer en el exceso, e incluso en cierta frialdad que afecta a la posibilidad de que el espectador se una incondicionalmente a Tucker en su duelo suicida y desesperado, como ocurre asimismo con el trabajo de Bridges.
Pero, a pesar de esta invocación, el fracaso comercial de la cinta no permitiría a Coppola exorcizar, por el momento, sus demonios particulares.
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Nota IMDB: 6,9.
Nota FilmAffinity: 6,3.
Nota del blog: 6,5.
Me parece una película hecha con mucha intención. Pero el sueño de Coppola era imposible, aunque quizás no tanto. Si su compañía hubiera durado en primera línea más años, y se hubiera, asociado con Lucas y Spielberg, nos podría haber proporcionado obras memorables. Esa unión era difícil pero ni mucho menos imposible. Hubo épocas en las que estos tres hombres estuvieron en muy buena sintonia. Comercialmente, y a rasgos generales, al que mejor le fue fue a Spielberg. Con su productora Amblin marcó una época en el mundo del celuloide. Pero el fuerte de Coppola no eran los numeros. Su personalidad era muy generosa y peligrosamente megalomana. Spielberg jamás se hubiera permitido los excesos presupuestarios del italoamericano. Son genéticas diferentes. Y «Tucker» es un bello alegato en favor de la creatividad y de la libertad de espíritu. A todos nos debería de calar el famoso lema motivador de Preston Tucker que se puede ver en esta pelicula:»Hold that tiger!» (algo así como «doma a ese tigre» o «enfréntate a ese tigre»)
Saludos.
Por eso poca gente puede filmar Apocalypse Now. Incluso llamándose Spielberg. Saludos, Deckard.
Bueno, Victor. A mi no me tienes que convencer sobre Apocalypse Now. Sobre esa soy un convencido TOTAL. Hasta, el punto de que la considero más meritoria que Él Padrino. Porque la trilogía de los Corleone no dejaba de ser una obra con el respaldo presupuestario de una gran productora (Paramount) , con todas las ventajas de distribución que ello conllevaba. Sin embargo, con Apocalypse Now Coppola se fue a la jungla a pecho descubierto sin más respaldo que su patrimonio y sus recias espaldas, algo que casi le lleva a la locura y al suicidio. Hay que tenerlos cuadrados para exponerse a un riesgo así. Una Obra Maestra Absoluta.
Yo también la prefiero a El padrino, que mira que también me gusta.
Cómo un coche avanzado a su tiempo y con bellísima estética no consiguió su trono en la industria de la automoción en un país en el que todo es posible y la libertad creativa individual es el paradigma del éxito en una economía de auténtico libre mercado? Jajaja
Efectivamente, Altaica. Eso de la libre competencia, el mercado libre y el respeto al talento individual son pamemas para los que manejan el sistema. Se juntan cuatro oligarcas fumando un puro y dominan todo el cotarro. Pero eso pasa porque hay políticos que lo permiten, porque en su día ya se redactaron leyes antitrust y antimonopolio. Y fijate como están hoy las empresas de informática y las redes sociales, que se pueden contar con los dedos de una mano los que manejan toda nuestra información más íntima a través de las redes e internet. Qué mundo este.
Saludos.
Aquello de la meritocracia que garantiza el capitalismo, fíjate. O eso dice la publicidad.
Si. La meritocracia. No hay más que ver como está la política. Toda la espuma inútil de la cerveza bien arriba del todo….