Simbad y la princesa

4 Oct

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Año: 1958.

Director: Nathan Juran.

Reparto: Kerwin Mathews, Kathryn Grant, Torin Thatcher, Richard Eyer, Alfred Brown, Harold Kasket.

Tráiler

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         Los monstruos se mueven en Dynamation. Sus movimientos titilantes y amenazadores, de una fisicidad imponente y terrible, escarban en la misma médula de la pesadilla, que no es precisamente un espacio realista, sino un mundo inquietante donde todo está sublimado en negativo, en el que la irrupción de elementos ilógicos revienta en mil pedazos los límites del confort que proporciona lo conocido, lo cotidiano, lo lúcido. Es una sensación que los cíclopes de Simbad y la princesa me dejaron impresa a fuego en las profundidades de la imaginación. Su furia, su violencia, su desesperación, sus bramidos.

         Con Simbad y la princesa, proyecto largamente acariciado, Ray Harryhausen, mago de los efectos especiales, ensayaba un giro esencial en su carrera al dejar atrás las aventuras de ciencia ficción para, en cambio, priorizar la recreación de leyendas y cuentos de la literatura universal. De hecho, esta será la primera entrega de sus hazañas sobre el intrépido marino de Las mil y una noches, a la que seguirán El viaje fantástico de Simbad y Simbad y el ojo de tigre -aparte de ese Simbad en Marte que quedaría por el camino-. Es, además, su exploración definitiva de las posibilidades del cromatismo sobre sus criaturas, puesto que es la primera película totalmente en color en la que participa.

         Aunque originalmente titulada El séptimo viaje de Simbad, el argumento toma elementos del tercero -el cíclope- y el quinto -el roc- para desarrollar esta lucha entre el bien y el mal que enfrenta al noble marinero frente al siniestro hechicero Sokurah y su ambición de poseer la lámpara maravillosa, que se halla en la misteriosa isla de Colosa. Es decir, un relato de mimbres clásicas e incluso ingenuas, como se percibe en algunas inconsistencias del guion, supeditado al avance dinámico de la trama, o en la construcción arquetípica del villano -¿cuál es su motivación última en realidad?-, el cual cuenta con la teatralidad a juego de Torin Thatcher.

A partir de ello, el filme desarrolla un poderoso sentido de la aventura y de la fantasía, impulsado, por supuesto, por la creatividad de Harryhausen para diseñar e insuflar vida a sus criaturas, aunque sin que la narración quede sometida por completo a su exhibición, como ocurre en algunas ocasiones. Nathan Juran -que ya había dirigido otra cinta con efectos del británico, El monstruo de otro planeta, y que repetirá de nuevo en La gran sorpresa– mantiene firme el pulso narrativo y Bernard Herrmann suma una atractiva y briosa banda sonora a un conjunto encantador.

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Nota IMDB: 7,1.

Nota FilmAffinity: 6,7.

Nota del blog: 7,5.

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