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Año: 1972.
Director: John Huston.
Reparto: Paul Newman, Victoria Principal, Ned Beatty, Jacqueline Bisset, Roddy McDowall, Jim Burk, Matt Clark, Bill McKinney, Steve Kanaly, Anthony Perkins, Stacy Keach, Tab Hunter, Anthony Zerbe, Ava Gardner, John Huston.
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Pasar de Walter Brennan a Paul Newman es ya toda una declaración de intenciones. John Milius, que acorde a su anacrónica y romántica cosmovisión había escrito un libreto donde se ofrecía una evocación más solemne, primitiva y obsesiva del singular Roy Bean -uno de esos personajes con ropajes de patriarca bíblico que aparecen en el relato de la conquista del Destino manifiesto, aquí autoproclamado encarnación y brazo ejecutor de la Ley en las tierras salvajes al oeste del río Pecos-, manifestaría que, de ser por él, deberían haberlo encarnado tipos como Lee Marvin o Warren Oates, gente de rostro agreste y contracultural.
La visión de Milius quedaría desmantelada en gran medida por la que filmaría otro cineasta de fuerte personalidad como John Huston, hombre vitalista que vería en las aventuras de tan peculiar personaje un material idóneo para revisar una leyenda del western desde una perspectiva irreverente, hasta hacerlo protagonista de una comedia entre bufa y negra que incluso da lugar a escenas de picnic con osos amaestrados y música pop.
Newman se transforma pues en un Roy Bean del que disfruta y con el que se luce ante la platea, entre gracietas con mayor o menor fortuna que, en cualquier caso, histriónicas y silvestres, bordeando la parodia, terminan por ser repetitivas.
El rupturismo de la producción también se refleja en decisiones formales como los soliloquios con ruptura de la cuarta pared o en recursos técnicos como la aceleración de la imagen en aras de obtener efectos cómicos, ambos resueltos con bastante tosquedad. El tono farsesco del filme desactiva además la potencia mitológica primero y crepuscular después que Milius -al igual que había hecho con Jeremiah Johnson y que hará luego con Gerónimo– había vislumbrado en el draconiano juez. Al mismo tiempo, la narración, marcada en un inicio por las idas y venidas de personajes y después por una estructura en río que atraviesa las distintas etapas de la conquista del territorio, queda deslavazada.
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Nota IMDB: 7.
Nota FilmAffinity: 6,8.
Nota del blog: 5,5.
Bueno. Este es el tercer blog cinéfilo al que me suscribo esta semana. Te acabo de descubrir (la verdad es que no era tan difícil, solo era ponerse un poco a ello, aunque la verdad, me llama mucho la atención la de blogs oportunistas que hay de gente que más bien se centra en aspectos anedóticos y poco enjundiosos, y que no demuestran demasiada pasión cinéfila….Por lo que veo, no me parece este tu caso, ni el de algunos pocos más. Afortunadamente)
Resulta un poco inquietante, viendo tu perfil, la fijación que al parecer teneis tú y algún que otro blogger con «Taxi Driver» (a mi también me fascina, me parece casi la mejor de Scorsese, aunque no me parece redonda: ese final….,me cuesta creer que fuera verdaderamente el ideado por Schrader y Scorsese. Pese a sus ciertos e intencionados paralelismos con «Centauros del desierto», siempre sospeché que era un final impuesto por la productora, aunque quizás sea una sospecha equivocada…..).
Aunque ya me imagino que en la vida real no te pareces a Robert De Niro, ni tienes un carácter tan psicopático como el de Travis Bickle, he de decir que yo también simpatizo con el Barça (aunque últimamente me tienen indignado con sus cagadas en Champions, Como pueden ser tan inútiles desperdiciando los mejores años de madurez de Messi…). Aunque, la verdad, más que culé, yo soy antimadridista. Ser del Mandril (perdón, del Madrid) es como ser forofo del Banco de Santander o simpatizar con las prácticas mafiosas de ACS. No me explico como estos delincuentes de cuello blanco (y no porque sean del Mandril, que también), pueden circular tan pimpantes, campando por las calles de este país robando con las manos llenas metiendo sus zarpas alegremente en las arcas públicas…En fin.
Pero bueno, vayamos a eso del cine, que es, a fin de cuentas con sus toneladas de diversión y gracias a figuras de enorme talento, lo que nos permite evadirnos y nos sirve de inspiración para enfrentarnos a la muchas veces triste realidad.
«El juez de la horca» es, ciertamente, una película bastante especial. Fue realizada en una época en la que (creo que lo decía Marx) «lo viejo no acababa de morir, y lo nuevo no acababa de llegar» Los nuevos mogules de Hollywood (Coppola, Lucas, Spielberg….) todavía no se habían hecho con la industria, y la historia del juez Roy Bean estaba muy en la línea de las películas crepusculares auspiciadas por Sam Peckinpah por aquel entonces (sin alcanzar el enfoque quizás un tanto irónico y hasta autoparódico que había empezado a explorar Sergio Leone). A John Huston le gustó mucho el guión de Milius (en sus memorias, Huston cuenta que le impresionó como narraba la escena en la que se describía como, siguiendo la trayectoria de una bala, Milius narraba como a través del boquete de la herida se podía contemplar el paisaje que había detrás al fondo, detalle que Huston plasmó tal cual en la película). Así que, con la complicidad de un Paul Newman quizás demasiado desatado aquí, el proyecto al final llegó a buen puerto.
Hace quizás treinta años que no veo la película. En su momento tuve una cierta fijación con ella tras una memorable emisión en la TVE de la época (en la primera cadena, en un ciclo dedicado a Newman). Tardé muchos años en poder ver la visión que William Wyler hizo del juez Bean en «El forastero» (una película más sobria, con la típica solemnidad de las películas de estudio de los dramas de esos años). No obstante, «El juez de la horca», en esos primeros visionados, me llamó la atención por su irreverencia, su falta de corrección política y por su áspera y realista recreaciòn de la época. También recuerdo con cariño el imponente cameo de una todavía resultona e imperial Ava Gardner interpretando a Lily Langtry, el amor platónico de Bean. Quizás sería un buen momento para recuperarla.
Pese a lo que tú dices, yo creo que, como personalidades individualistas, John Milius y John Huston tenían bastantes paralelismos. Ambos eran exponentes de un cierto tipo de personalidad que hoy denominaríamos de Macho Alfa, que parecía inspirada por las hazañas personales y literarias del mítico Ernest Hemingway (que luego se demostró que era un falso Macho Alfa, puesto que pese a su coraje físico en la guerra y en las cacerías, no era verdaderamente valiente ni ante las mujeres ni ante la vida. Su actitud era muy impostada, y era una persona muy atormentada. Y todo ello le llevó al suicidio)
No obstante, sus actitudes ante los guiones y la realización en el cine eran muy diferentes. Casi se diría que radicalmente opuestas. Mientras Huston era desmitificador y casi derrotista (por muchas de sus historias con victorias pírricas o derrotas manifiestas, se acuñó el término de «perdedor hustoniano», pese a que, curiosamente, tal y como ha contado muchas veces Jose Luis Garci, su amigo Peter Viertel, que colaboró con Huston, aseguraba que Huston no escribía ni una línea de guión y solo se limitaba a sugerir o a dar el visto bueno. Pero da igual, esa visión del perdedor, también se daba por el tipo de novelas que elegía para adaptar…..), Milius tiene y tenía un excesivo amor por la épica patriotera y por el triunfalismo (cuyo máximo exponente seria esa inefable cima del frikismo, esa improbable película llamada «Amanecer Rojo», toda una joya del neofascismo reaganiano). Al parecer, cuando Coppola en una ocasión acumuló demasiados extras uniformados militares en una de sus películas (creo que en «Apocalypse Now») al parecer dijo: «Caray. Esto se empieza a parecer cada vez más a una película de John Milius….» (Por cierto, una cuestión sobre la que me gustaría saber algo más, es hasta que punto esta visión conjunta que ambos parieron sobre «El corazón de las tinieblas» de Conrad en Vietnam, fue fruto de la visión de John o de Francis, ya que este reescribió buena parte del guión original de Milus, día a día durante el rodaje. A mi, por ejemplo, no me gusta nada «Redux», pero nada. Creo que el montaje original es muy superior, Pero eso, como dijo Kipling, «es otra historia»)
Bueno. Este comentario se ha extendido mucho más que tu propia entrada. Espero que eso no te moleste, y deseo seguir debatiendo contigo y todos tus seguidores en el futuro. Nada más.
Un saludo a todos.
P.D: Oye ¿Lo de tu alias «Crítico abúlico» viene porque eres de Avila?Ya me imagino que es por hacer el chiste, pero ya sabes que esto de actualizar un blog muy regularmente «no es tarea para abúlicos» Que ya se sabe que hay ciertas cosas que no son aptas para «abúlicos», pese a que fue otro «abúlico» el principal motor de la Transición, un trabajo no apto para cardíacos ni para pusilánimes……
Un abrazo.
¡Pues bienvenido, Deckard!
Me encanta lo del antimadridismo como carta de presentación, aquí serás bien recibido siempre. No diré que el Barça tiene mayor legitimidad moral, porque es un perro muy parecido con los mismos chanchullos, pero ya que me decanté por él en su día… pues es lo que hay.
Tengo puesto por aquí al bueno de Travis porque Taxi Driver es, para mí, la película que marca un antes y un después en la manera en la que veo cine. Pillarla en la adolescencia, probablemente el mejor momento para verla dadas sus pulsiones antisociales y rebeldes, le puede marcar a uno. Aunque te diré que en el perfil del whatsapp tengo precisamente… a Rick Deckard haciendo un Voight-Kampff.
Sobre El juez de la horca… pues bueno, es de ese tipo de western crepuscular/revisado que francamente no me hace mucha gracia. Me pasa algo semejante con Dos hombres y un destino, que es cine por y para sus estrellas. Tiene algo de ese toque desmitificador que mencionas sobre el sentir de Huston… pero no me convence nada. Para ser tan desmitificador le rinde mucha pleitesía a Newman, como decía antes. Y eso que aprecio las corrientes desmitificadoras del cine, ya que tengo una relación un poco conflictiva con la manera que este tiene de moldear la psicología colectivas a través de la construcción de determinados modelos épicos y de glamour. Incluido el del macho alfa, tan tiranizador, frustrante y tóxico. Pero en fin, aquí lo termino percibiendo como un desinterés terrible por lo que cuenta, todo lo contrario de lo que intuyo que quería narrar Milius. Basta con comparar con Las aventuras de Jeremiah Johnson, que respeta más sus intenciones, y teniendo a la otra parte del dúo, Robert Redford (aunque este siempre sea más clásico y quizás por ello humilde en su trabajo). A mí la pasión furibunda de Milius, aun en las antípodas de lo que podría ser mi ideología personal, me arrebata. Me hace compartirla por completo. Incluso Amanecer rojo, que efectivamente es un atroz delirio parafascista, tiene detalles que encuentro fascinantes. Y también serias dudas hacia la propia leyenda que cuenta, ojo. Por otro lado, no descartaría echar un vistazo a Conan el bárbaro para intuir también por dónde podría ir el Apocalypse Now más miliusiano. El recorrido del antihéroe es muy similar, con símbolos y escenas que de hecho son idénticas (especialmente evidente en el desenlace).
PD: Lo de crítico abúlico solo es una mezcla entre la caricatura de esa imagen de desidia constante del crítico y mi gusto por la sonoridad de las esdrújulas. Un abrazo y encantando de tenerte por aquí. Espero que sigamos comentando cine.
Hola de nuevo Travis:
Sobre el antimadridismo tendría un montón de cosas que decirte. Pero si quieres, mejor lo dejamos para otra ocasión. A fin de cuentas, esto no es un blog sobre deportes. No obstante, no te preocupes. Si lo hago, procuraré colar de matute un par de referencias cinéfilas o dos (que no tienen que ser forzosamente de «Evasión o victoria» o de «Once pares de botas») para que nos puedan servir de coartada. Así, siempre podremos decir: «Oye. A mi, que me registren»
Bueno. Y sobre el tema de la «desmitificación» también habría mucho que decir. Cuando iba a la universidad, yo tenía un profesor que era un poco ratoncillo de oficina pero que de vez en cuando decía cosas muy agudas. Una de ellas era que la desmitificación era, en si misma, otra forma de mito. Y yo creo que tenía bastante razón más allá de que pueda parecer un juego de palabras al estilo Cantinflas. Porque, efectivamente, las películas desmitificadoras (pongamos por caso las de Peckimpah o Leone sobre el Oeste), en su afán de romper con las leyendas que se nos han vendido tradicionalmente, también suelen pecar de impostadas y pintorescas. Porque, si verdaderamente, el realismo, es decir, nuestra propia visión de la realidad, quisiera ser certero, nunca podría eludir el hecho de que en la naturaleza humana existe siempre un componente de emulación, de mimetismo, de tratar de imitar las actitudes de personajes a los que consideramos heroicos. Es decir, que aunque los humanos tengamos limitaciones, nuestras actitudes intentan elevarse por encima de la prosaica realidad, y rara vez nuestras actitudes son parecidas a los en ocasiones pintorescos comportamientos de personajes tipo «Pat Garret y Billy the Kid» o incluso a los de «Grupo Salvaje» deliberadamente desaliñados y en ocasiones hasta forzadamente mezquinos. No sé si te ha pasado, pero ¿no te ha ocurrido nunca que en ocasiones has intentado emular miradas, gestos, andares o incluso giros de cabeza de alguno de tus héroes cinematográficos, como si la cámara te estuviera enfocando las 24 horas del día? Yo creo que eso nos pasa a muchos aficionados del cine. Pero a lo mejor también les pasa a los apasionados de la política, la literatura, o de los informativos televiisvos, etcétera, que también intentan imitar a sus referentes.
Y está bien que volvamos sobre John Milius. A mi también me gusta mucho «Las aventuras de Jeremiah Johnson» Es una película que, más que desmitificadora como tantas de esa época, yo creo que entronca en esa década de los 70, con el hippismo y el verano del amor tan en la memoria, que destaca sobre todo por su vertiente humanista y ecologista, lejos de la imagen del pistolero justiciero al estilo John Wayne. Por cierto, creo que habría que reivindicar también a Sidney Pollack, que aquí hizo una gran labor. A Pollack se le suele culpar de asepsia y de impersonal, pero tiene un puñado de películas magistrales. Yo tengo debilidad por «Yakuza» (que ya veo que la tienes en tu lista de críticas, que, aunque todavía no la he leído, no podía faltar, ya que la escribieron tus amigos, los hermanos Schrader: Por cierto, no entiendo como no tienes una crítica en profundidad de «Taxi Driver» Hay que ponerle remedio a eso cuanto antes) Pero también me encantan «Danzad, danzad malditos», «Tootsie», «Memorias de Africa» e incluso la nada desdeñable «Ausencia de malicia» (aunque ya veo que no eres muy aficionado a Paul Newman, a esta deberías de darle una oportunidad).
Miliius, como guionista debía de ser un fuera de serie. Así lo reconocia mucha gente. Pero Sean Connery tenía muchos reparos sobre su talento como director. «El viento y el león» era su obra maestra, indudablemente. No obstante, en una entrevista, Connery hablaba sobre su frustración con este proyecto. Venía a decir algo parecido a esto. «John Milius tenía un enorme talento como guionista, pero no creo que se pueda decir lo mismo de él como director. La manera en la que estaba escrita el guión de «El viento y el león» era maravillosa. Pero en el rodaje discutimos en varias ocasiones.» A mi «Conan» también me gustó mucho en su día. Y no sé si sabes que circula por ahí un documental relativamente reciente titulado «Milius» sobre su figura. En él aparecen varios peces gordos (Schwarzenneger, Coppola, Lucas, Spielberg…….) Yo he visto que lo vendían en Amazon, Pero por no gastar mucha pasta, yo te pregunto
¿lo conoces?¿ ¿Lo has visto? ¿Habría alguna posibilidad de descargárselo o verlo vía streaming?
Bueno. Y de momento, nada más. Un abrazo a todos.
P.D: Me hace gracia eso de que me hables de tu amor por las esdrújulas (por lo que me dijiste de «abúlico»). Te voy a contar algo para que te rías. Mi padre, (que es ya casi un octogenario con un sentido del humor un tanto peculiar), de vez en cuando es aficionado a recolectar adjetivos atípicos o poco utilizados. Un día, escuchó a alguien que acusaba a otro de ser «un esdrújulo» utilizando el vocablo «esdrújulo» como eso, como si fuera un adjetivo. Ni él ni nadie sabíamos que diablos significaba eso de ser un «esdrújulo» Así que un día, estábamos en una de esas reuniones familiares en las que nos reuníamos todos a comer, y apareció mi hermano con sus dos hijas pequeñas (la mayor tendría entonces unos 14 años y la menor como 8), y mi padre, para hacerse el graciosillo, le soltó algún vacile a mi hermano, y como este se mostraba insensible e indiferente a su broma (se hacia un poco el «duro», vamos) va y le suelta a mis sobrinas: «Lo que pasa aquí, es que vuestro padre no me hace caso porque en el fondo él es un «esdrújulo»» Los demás nos partíamos de risa, porque no entendíamos nada de nada. Ahí, los mayores habíamos nacido todos en el siglo XX; pero claro, vete tú a unas millennials enfermas de tecnología y redes sociales a preguntarles lo que significa eso de ser un «esdrújulo». En fin. Pero he de decirte que entiendo esa afición que tienes a las esdrújulas. Sin ir más lejos, yo también cultivo mucho la pasión por las palabras muy eufónicas. Como por ejemplo: «Cochabamba,» «hamburguesa» «esternocleidomastoideo», y todas las de ese rango de sonoridad un tanto aparatosa. Y, además, otra cosa. Tú, como amante del fútbol me vas a entender. Yo vivo en una ciudad que tiene un equipo de fútbol bastante respetable. No es de los grandes, pero es de esos que siempre está ahí, dando guerra en el fútbol profesional, siempre muy combativo con los equipos de clase media, e incordiando incluso de vez en cuando a los trasatlánticos de Champions de la liga española. En mi ciudad he podido ver fútbol de primer nivel (pero no precisamente porque los directivos hayan puesto a nuestro alcance precios denominados «populares»): Pues bien. Supongo que conocerás a un jugador extranjero que estuvo militando durante muchos por una gran cantidad de equipos profesionales del fútbol español, y que tenía un nombre tan eufónico, que había un locutor radiofónico en mi ciudad que se recreaba y se regodeaba pronunciando su nombre hasta el punto de hacer llegar al hastío a sus propios oyentes. Estoy hablando, como no, del gran, del único, del inconfundible iKECHUKWU UCHE (si, el hermano de Kalu) Tienes mi permiso para repetirlo en voz alta todas las veces que quieras (pero eso sí, procura que no haya nadie a tu alrededor, que no creo que te molen mucho las camisas de fuerza). A mi siempre me pareció normal esa fascinacion por ese nombre. Es un festival de vocales totalmente irresistible. Ay. En fin. Como hubiera podido decir Alex en «La Naranja Mecánica» «que mal estamos todos de la quijotera.» Pero bueno. Un saludo. Nos escribimos.
Yo las de Peckinpah no las veo desmitificadoras. De hecho, creo que tratan de representar el canto de cisne de los mitos en unos tiempos, eso sí, que ya no lo son. Bien lo dice Billy the Kid. En las de Leone, efectivamente, hay esa especie de mezcla que se da en el spaghetti, que es tanto homenaje como ccaricaturización. Muchas veces no se sabe dónde empieza la una y termina la otra. Aunque para mí el ejemplo más claro, puro metalingüismo, es el de Mi nombre es Ninguno.
Y sí, hablas con un tipo que se ha pasado media adolescencia tratando de emular la mirada de soslayo y la tiesura de Clint Eastwood. Todo un desolador fracaso, porque ni siquiera Clint Eastwood es Clint Eastwood. De ahí esa crítica que te decía en el otro comentario.
Pollack, en general, es un director que no me entusiasma, aunque tiene tres películas que me gustan mucho, y las tres las nombras: Las aventuras de Jeremiah Johnson, Yakuza y Danzad, danzad, malditos. Y ojo, quiero aclarar que sí soy fan de Paul Newman y de su magnetismo, pero como con todos los actores salidos del Actors Studio considero que, igual que te convierten en estelar una película, se la pueden cargar ellos solitos a golpe de tic.
El documental de Milius lo vi hace muchos años en streaming, no puedo hacer mucha referencia a él. Lo tienen en https://www.documaniatv.com/arte-y-cine/milius-video_e3081230d.html
PD: Pues fíjate que me suena oír de crío la expresión «ponerse esdrújulo», pero no tengo ni idea a santo de qué venía. Creo que se refería a ser entre borde y arrogante. Y grande Ikechukwu, pero no puede rivalizar con los dos mejores nombres de fútbol de la historia, que son Gianluca Pagliuca y Pier Luigi Cherubino.
Si, Travis. Es imposible superar el eufonismo que desprenden nombres como Gianluca Pagliuca o Pier Luigi Cherubino. Por cierto. A Pier lo conozco bien, porque en el Tenerife no le marcaba un gol al arcoiris, pero con el equipo de mi ciudad se forraba a hat tricks. Es una cualidad muy propia de mi equipo. La de hacer internacionales de auténticas medianías.
Lo que dices de Peckinpah tiene mucho sentido. De hecho yo creo que sus películas trataban de ser más realistas que desmitificadora’s. Porque si algo define al western es la mítica un tanto falseada. En el género hay grandes obras maestras, pero la realidad tenía que ser muy pero que muy diferente. Eso de no disparar por la espalda no se lo cree nadie. La lucha contra los elementos, las trifulcas entre agricultores y ganaderos, y la amenaza de los indios eran factores que forzosamente, no dejarían mucho espacio para el heroísmo.en el día a día.
Y muchas gracias por el link de «Milius» Le echaré un vistazo en un ratito de estos.
Un saludo.
El western es, en inicio y entre otras muchas cosas, mitología de un país moderno. En este sentido, buena parte de la épica y los arquetipos se la cargaría ya el western psicológico de los años cincuenta, un periodo en el que no se podía creer ni en héroes ni en la formación legendaria de la nación y sus valores…
Un poco inmerso en los últimos días , como ya sabes en la mística de John Milius, ayer estuve viendo el documental con ese mismo nombre: “Milius”
En una primera reflexión, a mi lo que me llama la atención es que, al parecer, en Hollywood parece que te tiene que pasar algo grave o morirte para que te acaben de reconocer el talento. Lo digo porque no sabía lo del ictus que le había afectado hace unos años. Verdaderamente, parece que este documental (aunque interesantísimo a todas luces) parece más bien el aplauso tardío a una figura totalmente amortizada profesionalmente, o el homenaje que se digna más bien a alguien que ya ha muerto.
Contemplando este trabajo, llama poderosamente la atención como la caricatura (o como dice acertadamente George Lucas “el personaje”) que se había creado partiendo de sí mismo el propio John Milius, acabó devorando al sobresaliente guionista y notable director, hasta el punto de hacer casi inviable que ningún productor medianamente serio pudiera confiarle ningún proyecto verdaderamente relevante. Si, después ejerció también de “script doctor” (creo que les llaman así “doctores de guiones”, un poco como a veces hacia William Goldman), es decir, que le daban trabajos esporádicos para pulir y abrillantar diálogos en guiones ya muy cerrados, pero nada más. Nadie se atrevía a que su figura se emparejara con un tipo tan bizarro y aparentemente fuera de onda.
Huelga decir que un grandísimo porcentaje de la culpa de ese ostracismo también la tuvo el propio Milius, por no haber hecho un mayor esfuerzo de integración. A fin de cuentas, él era un profesional muy respetado. Tampoco le hubiera pasado nada si hubiera hecho un par de concesiones al protocolo o a las maneras habituales de las grandes productoras.. Pero él parecía ser un tipo íntegro, y pensaba que ceder medio milímetro era como claudicar y eso al final le acabo perdiendo.
Y la verdad es que uno, sinceramente, no puede dejar de comprender, a pesar de todos los defectos de los ejecutivos y de la habitualmente prepotente casta dirigente de Hollywood, esa actitud de recelo, a la vista de este mismo documental. Porque en “Milius” es verdaderamente difícil encontrar una sola imagen de él, un solo retrato suyo, en el que no aparezca con un arma, un fusil, o en pose arrogante, distante o sobreactuada. Vale, se podría decir que el genio narrativo y el “loco”, formaban parte consustancial de algo que iba conjuntamente en el mismo “pack.” Vale. Que o lo tomabas o lo dejabas. Pero también se podía entender, en muchas ocasiones, que los productores no se arriesgaran. En el mundo del cine hay mucha extravagancia, pero a nadie le gusta mucho un tipo que jugaba tanto con las armas de fuego, ni que hacía de la provocación sistemática una forma de vida.
También me resultó muy revelador de este visionado, lo que se percibe del verdadero carácter de algunos de los grandes maestros del cine del último medio siglo. Así, me resulta entrañablemente humana la admiración y el cariño que sentía Coppola por Milius. Es curioso, pero cuando más grandes son los artistas y los creadores, más humildes y más dispuestos están a delegar y a reconocer el talento ajeno. Lo digo porque uno de los momentos que más me han gustado de este documental es cuando se revela que Coppla le dijo a Milius, cuando estaba elaborando el guión de “Apocalypse Now”: “Tú, John, pon en el guión todas las escenas que siempre has querido escribir y meter en una película, que ya nos encargaremos entre todos de encajarlas finalmente.” Me parece una demostración de confianza y modestia que no hacen más que engrandecer a este mito del cine contemporáneo. Y George Lucas, también es de los pocos que demuestran entender la verdadera idiosincrasia tanto del hombre como del personaje. Sin embargo, Steven Spielberg demuestra ser quizás el hombre que en su momento más se adaptó por conveniencia a los prejuicios de la industria hacia su amigo, y que, habiendo tenido una amistad sincera con él, más síntomas da de haberle podido fallar de alguna manera. No sin razón hay que decir. Pero, no obstante, por lo que se ve aquí, parece albergar un cierto sentimiento de culpabilidad por no haber apostado más por una figura como Milius. Porque, verdaderamente, si hacemos una visión panorámica de lo que ha sido la industria de Hollywood en el último medio siglo, el que más se ha mantenido al pie del cañón durante todo ese tiempo, sin que su nombre y su figura apenas disminuyera ni su prestigio ni su respeto entre crítica y público fue Steven Spielberg. Porque George Lucas, aunque hizo el negocio del siglo con la franquicia Star Wars, no dejaba de ser una figura un tanto extraña y alejada de la Meca del Cine, porque no le gustaban los usos de la industria, ni muchas de sus gentes. Y por eso, con la comodidad económica que le dio el éxito, llevaba casi una vida monacal en California, con escasas apariciones públicas. A MIlius podía prestarle ayuda material, pero no podía apoyarle entre los que dominaban el panorama de la clase ejecutiva, porque carecía de los contactos, y sobre todo de las ganas de cultivar la amistad con gente de tan diferente carácter al suyo. Y Coppola, cuando tuvo el poder para hacerlo, (sobre todo en los 70, su época de mayor gloria) le promocionó incondicionalmente. Pero el fracaso de “Corazonada” le obligó a pagar muchas hipotecas económicas y creativas, y no siempre podía elegir los proyectos en los que se metía. Podría haberle hecho encarguillos esporádicos pero no podía ir mucho más allá. El éxito de “Drácula” resucitó un poco la figura del orondo director, pero las mentalidades liberales de Hollywood , llegados a este punto, no parecían muy propicias para que Coppla volviera a apostar por un tipo asociado a la Asociación Nacional del Rifle y tan amante de las armas, por muy “anarquista zen” que se declarara.
En fin. Para los amantes del cine contemporáneo, ver “Milius” es una tarea casi imprescindible para entender la deriva y la historia que ha tenido la industria en las últimas décadas, las dominadas por el entorno del denominado “Nuevo Hollywood.”
Un saludo.
Milius es un personaje muy miliusiano. Anacrónico y marginal por naturaleza, refractario frente a esa civilización antigua y malvada que refleja en sus películas. Lo raro hubiese sido, efectivamente, que se hubiera integrado en una maquinaria como la de Hollywood. Con todo lo diferente ideológicamente que pueda estar de él y con todo lo pasado de vueltas que se quedó, me parece un tipo muy interesante, personal y artísticamente.
Un saludo, Deckard.